Historias Mínimas / Mariposas en el mameluco

Por Sergio Pravaz, especial para Jornada.

29 ABR 2017 - 20:18 | Actualizado

Por Sergio Pravaz

Nació como Agustín en Coronel Moldes, un pueblo de Córdoba cuyo nombre recuerda a un destacado militar y político revolucionario que luchó a las órdenes del General Belgrano durante las guerras de la Independencia.
Una estrella lo bautizó Tosco y fue la encargada de encerrar su misterio hasta que estuviera listo para presentar batalla.
Desde temprano lo alcanzó la visión del rayo para descubrir la ceguera entre las cosas y los días.     
Fue un combatiente en la vida y supo que el lenguaje era el mejor instrumento para sujetar tantos volcanes y abrir la senda imprescindible. Jamás cejó en ese intento. Ni la convulsión de la época que le tocó vivir, ni las maldiciones que le llovieron como tuercas, por derecha y por izquierda, pudieron aflojar su conciencia. No dudó cuando debió mirar las sombras cara a cara y sin amagues les arrojó con su linterna a pesar del poco espacio.
Agustín Tosco tuvo un tipo de educación informal y aun así llegó muy lejos en la aventura del conocimiento; fue quizás el cuadro mejor formado del sindicalismo argentino.
Dirigente de masas, fue un lector inclaudicable, afición que abrazó con fervor durante su niñez a fin de combatir una temprana timidez y dominar la lengua castellana ya que se crió en un medio rural en el seno de una familia de piamonteses y por un pelito el piamontés no fue su primera lengua.
Al finalizar el secundario hizo un discurso de fin de año criticando duramente el funcionamiento de la escuela y se negó a recibir el diploma por parte del director del establecimiento. Ya le afloraban las tensiones que le ponían roja la garganta ante la injusticia y lo compelían a tomar posición actuando como él creía que debía hacerlo. El cocido a fuego lento comenzó a levantar su hervor preparando nervios, mente y tendones para esos saltos de riesgo que siempre acostumbró a practicar.
En el año 48 se inició en la Empresa Provincial de Energía de Córdoba como ayudante electricista en el taller electromecánico, en la sección baterías, comenzando también su actuación en el gremio de Luz y Fuerza.
Siempre fue un digno operario que cumplía su carga horaria sin chistar aun cuando otras alturas y dinámicas le demandaron responsabilidades mayores.
Breve resumen para sintetizar su espíritu: a los veinte años fue elegido delegado, a los 23 ganó las elecciones para conducir su sindicato en Córdoba, un año después llegó a la Federación Argentina de Trabajadores de Luz y Fuerza, fue líder indiscutido en el Cordobazo, el mismo Salvador Allende lo invitó especialmente para que asista a su asunción presidencial en Chile; estando en la cárcel -destino que debió padecer en innumerables oportunidades- fue elegido como dirigente máximo de su sindicato; el Partido Revolucionario de los Trabajadores le ofreció la candidatura a presidente para las elecciones generales de 1973 y fiel a sus convicciones, Tosco no aceptó a fin de no dividir más a la izquierda. Canciones y poemas, obras de teatro, libros y documentales recuerdan su breve e intenso paso por la vida. ¿Quién de sus colegas puede hoy aspirar a tanto?
Tuvo en la verdad su ofertorio; la disciplina, la coherencia, el compromiso y la honestidad personal fueron sus armas.
Estuvo en Rawson y caminó nuestras calles ya que fue huésped de honor sin causa real en la Unidad Penitenciaria N° 6; la dictadura de Lanusse no sabía cómo manejarse ante semejante hombre. Durante la gran fuga del año 72, declinó cortésmente la invitación a formar parte de los elegidos; en esa oportunidad dijo: “Les deseo buena suerte muchachos; compartimos la misma lucha, los mismos ideales, pero nuestros métodos son distintos”. Se quedó para proteger sus principios y la memoria de todos.
Cuando hablaba, su voz asomaba como un tambor golpeado por un ají de fibras musculosas. Una de sus frases más célebres fue: “Las victorias más importantes y valiosas son las que se obtienen sobre las propias debilidades”.  
Un sinnúmero de acontecimientos de la lucha popular lo tuvieron como actor principalísimo; fue un estratega siempre a la vanguardia de lo que consideraba que debía hacerse. Sus actos sentaron las bases de una ética formidable que los tiempos de esta modernidad  homogeneizada aún intentan desmontar.
Dicen que las mariposas le asomaban por los bolsillos del mameluco; que su discurso era capaz de detener el aliento de las vertientes y la respiración de las montañas; en una ocasión su oratoria fue tal que hasta palomas, mirlos y gorriones se alinearon en el tendido eléctrico a lo largo de las calles apretujándose sólo para escucharlo.
El proceso de infección generalizada que vivió la República (uno de los tantos que conocimos) tuvo su correlato en su propio organismo; se lo llevó una encefalitis, la clandestinidad, el acoso, la intolerancia y el horror.
Las defensas de su cuerpo lo abandonaron a comienzos de noviembre de 1975; al igual de lo que sucedía en el país, sus órganos vitales detuvieron su marcha con violencia y estupor a sus 45 años.
Dicen que un plumaje de otro reino adorna recto su testa iluminando la memoria que de él ha quedado vigente y en pleno movimiento.
Las mariposas aún vuelan como perdidas, buscan en su mameluco esos bolsillos vacíos y llenos de sabiduría. #

 

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29 ABR 2017 - 20:18

Por Sergio Pravaz

Nació como Agustín en Coronel Moldes, un pueblo de Córdoba cuyo nombre recuerda a un destacado militar y político revolucionario que luchó a las órdenes del General Belgrano durante las guerras de la Independencia.
Una estrella lo bautizó Tosco y fue la encargada de encerrar su misterio hasta que estuviera listo para presentar batalla.
Desde temprano lo alcanzó la visión del rayo para descubrir la ceguera entre las cosas y los días.     
Fue un combatiente en la vida y supo que el lenguaje era el mejor instrumento para sujetar tantos volcanes y abrir la senda imprescindible. Jamás cejó en ese intento. Ni la convulsión de la época que le tocó vivir, ni las maldiciones que le llovieron como tuercas, por derecha y por izquierda, pudieron aflojar su conciencia. No dudó cuando debió mirar las sombras cara a cara y sin amagues les arrojó con su linterna a pesar del poco espacio.
Agustín Tosco tuvo un tipo de educación informal y aun así llegó muy lejos en la aventura del conocimiento; fue quizás el cuadro mejor formado del sindicalismo argentino.
Dirigente de masas, fue un lector inclaudicable, afición que abrazó con fervor durante su niñez a fin de combatir una temprana timidez y dominar la lengua castellana ya que se crió en un medio rural en el seno de una familia de piamonteses y por un pelito el piamontés no fue su primera lengua.
Al finalizar el secundario hizo un discurso de fin de año criticando duramente el funcionamiento de la escuela y se negó a recibir el diploma por parte del director del establecimiento. Ya le afloraban las tensiones que le ponían roja la garganta ante la injusticia y lo compelían a tomar posición actuando como él creía que debía hacerlo. El cocido a fuego lento comenzó a levantar su hervor preparando nervios, mente y tendones para esos saltos de riesgo que siempre acostumbró a practicar.
En el año 48 se inició en la Empresa Provincial de Energía de Córdoba como ayudante electricista en el taller electromecánico, en la sección baterías, comenzando también su actuación en el gremio de Luz y Fuerza.
Siempre fue un digno operario que cumplía su carga horaria sin chistar aun cuando otras alturas y dinámicas le demandaron responsabilidades mayores.
Breve resumen para sintetizar su espíritu: a los veinte años fue elegido delegado, a los 23 ganó las elecciones para conducir su sindicato en Córdoba, un año después llegó a la Federación Argentina de Trabajadores de Luz y Fuerza, fue líder indiscutido en el Cordobazo, el mismo Salvador Allende lo invitó especialmente para que asista a su asunción presidencial en Chile; estando en la cárcel -destino que debió padecer en innumerables oportunidades- fue elegido como dirigente máximo de su sindicato; el Partido Revolucionario de los Trabajadores le ofreció la candidatura a presidente para las elecciones generales de 1973 y fiel a sus convicciones, Tosco no aceptó a fin de no dividir más a la izquierda. Canciones y poemas, obras de teatro, libros y documentales recuerdan su breve e intenso paso por la vida. ¿Quién de sus colegas puede hoy aspirar a tanto?
Tuvo en la verdad su ofertorio; la disciplina, la coherencia, el compromiso y la honestidad personal fueron sus armas.
Estuvo en Rawson y caminó nuestras calles ya que fue huésped de honor sin causa real en la Unidad Penitenciaria N° 6; la dictadura de Lanusse no sabía cómo manejarse ante semejante hombre. Durante la gran fuga del año 72, declinó cortésmente la invitación a formar parte de los elegidos; en esa oportunidad dijo: “Les deseo buena suerte muchachos; compartimos la misma lucha, los mismos ideales, pero nuestros métodos son distintos”. Se quedó para proteger sus principios y la memoria de todos.
Cuando hablaba, su voz asomaba como un tambor golpeado por un ají de fibras musculosas. Una de sus frases más célebres fue: “Las victorias más importantes y valiosas son las que se obtienen sobre las propias debilidades”.  
Un sinnúmero de acontecimientos de la lucha popular lo tuvieron como actor principalísimo; fue un estratega siempre a la vanguardia de lo que consideraba que debía hacerse. Sus actos sentaron las bases de una ética formidable que los tiempos de esta modernidad  homogeneizada aún intentan desmontar.
Dicen que las mariposas le asomaban por los bolsillos del mameluco; que su discurso era capaz de detener el aliento de las vertientes y la respiración de las montañas; en una ocasión su oratoria fue tal que hasta palomas, mirlos y gorriones se alinearon en el tendido eléctrico a lo largo de las calles apretujándose sólo para escucharlo.
El proceso de infección generalizada que vivió la República (uno de los tantos que conocimos) tuvo su correlato en su propio organismo; se lo llevó una encefalitis, la clandestinidad, el acoso, la intolerancia y el horror.
Las defensas de su cuerpo lo abandonaron a comienzos de noviembre de 1975; al igual de lo que sucedía en el país, sus órganos vitales detuvieron su marcha con violencia y estupor a sus 45 años.
Dicen que un plumaje de otro reino adorna recto su testa iluminando la memoria que de él ha quedado vigente y en pleno movimiento.
Las mariposas aún vuelan como perdidas, buscan en su mameluco esos bolsillos vacíos y llenos de sabiduría. #

 


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