Este mundo no nos gusta y lo vamos a cambiar

20 MAR 2021 - 20:08 | Actualizado

Por Vanina Botta (*) /Especial para Jornada

Somos viejas. Somos las viejas que acompañamos a las pibas en sus luchas, somos las madres de esas pibas, somos las que aprendimos de las madres y abuelas, las pioneras en no callarnos, somos quienes comenzamos a abrir camino como pudimos, somos hijas de un feroz patriarcado, las que podemos detectar sus mandatos, las que conocemos nuestros cuerpos, nuestros límites, las que nos reímos de nuestros defectos, las que entendemos el daño que hacen los estereotipos de belleza y de juventud; somos las q conocemos (y somos víctimas) de qué se trata el marketing antiage. Las que aprendimos a decir que no, las que ya no vamos apuradas a todos lados, las que necesitamos menos y nos conformamos con menos, las que entendemos que el proyecto es colectivo, es con otras, es solidario.

La vejez, es hoy, la etapa más larga de nuestra vida. Somos viejas de treinta o cuarenta años y eso es mucho tiempo como para no preguntarnos cómo queremos vivirla, cómo queremos atravesarla, cómo vamos a construirla. La vejez, como cualquier otro momento de la vida, es una construcción social. “Una vieja/o es lo que la sociedad dice que es un viejo/a”. La edad es un lugar social, tiene que ver con cómo nos ven, con cómo nos vamos construyendo y con el lugar que la sociedad nos da.

Esta sociedad que nos dice “guardate”, “tapate”, “la sexualidad está pensada para chicas jóvenes”. Esta sociedad que nos deja fuera del mercado laboral, del mercado del deseo del mercado en general.

Esta sociedad que nos hace sentir desechadas, invisibilizadas. La misma sociedad que pretende enseñarnos a vivir hacia la muerte: entregarse, bajar los brazos, sentarse a esperarla sin pelear y dejar que la muerte se cuele por los resquicios de lo que una deja sin vivir; Sin embargo, nosotras venimos a proponer otro paradigma, un concepto más activo y saludable y un vivir hasta la muerte que en cambio implica, de la mano de Eros, complejizar el camino, probar por otros senderos; de modo tal que la muerte llegue en el momento indicado, cansadas ya de tanto vivir, luchar y construir… Al final del camino. Y cuando ese final vaya llegando, saber que el pasaje por la vida no fue en vano.

El goce, el deseo y el erotismo están armados alrededor del mito de la mujer joven, bella y heterosexual. Al endiosamiento de la juventud, que desde los setenta persiste y fue un logro del capitalismo, también hay que darles batalla y decirles con fuerza que ya no nos importan cómo nos ven.

Somos viejas y venimos a pensar en otro tipo de vejez; a gozar de nuestra vida plena, a cuestionar los viejismos, (conjunto de prejuicios, estereotipos y discriminaciones que se aplican a la/os adultas/os mayores exclusivamente en función de su edad) y a desnaturalizar cuestiones del lenguaje cotidiano.

Hay frases naturalizadas que construyen la condición de ser una mujer vieja: “Vas a terminar sola como una vieja. Esa vieja no entiende nada. Se viste como una vieja. Piensa como una vieja. No parece vieja, es muy divertida. Es vieja, pero es linda”. En cada una de esas frases, y en tantas otras que circulan socialmente, se imprime el viejismo y la violencia de género que nos atraviesa. Una doble violencia (por ser mujeres y por ser grandes).

Según el lenguaje, “ser vieja es estar condenada a la soledad, la incomprensión, el aburrimiento, lo conservador, lo pasivo, lo asexuado y la fealdad”.

Somos viejas y sabemos que hay un universo enorme de cuestiones por trabajar. Trabajar por cambios culturales, por cambios del sentido común, por una vida digna, por el derecho a gozar, por asumir la vejez como parte de la vida y no avergonzarnos.

Nos distrajeron durante tantos años con eso de ser siempre joven y bella. Nos expropiaron el cuerpo. No dejemos que nos quiten el derecho a gozar, a un buen vivir y a una vida libre de prejuicios.

Acá estamos, las viejas, para acompañar a las pibas en su lucha, para transmitirles nuestras experiencias y sabiduría; pero para seguir luchando por nosotras. Somos las viejas que queremos ser, las que decidimos y las que vamos a reconstruir el concepto de vejez.

(*) Vanina Botta es médica especialista en Psiquiatría y en Medicina Legal y Forense en el Poder Judicial de Puerto Madryn.

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20 MAR 2021 - 20:08

Por Vanina Botta (*) /Especial para Jornada

Somos viejas. Somos las viejas que acompañamos a las pibas en sus luchas, somos las madres de esas pibas, somos las que aprendimos de las madres y abuelas, las pioneras en no callarnos, somos quienes comenzamos a abrir camino como pudimos, somos hijas de un feroz patriarcado, las que podemos detectar sus mandatos, las que conocemos nuestros cuerpos, nuestros límites, las que nos reímos de nuestros defectos, las que entendemos el daño que hacen los estereotipos de belleza y de juventud; somos las q conocemos (y somos víctimas) de qué se trata el marketing antiage. Las que aprendimos a decir que no, las que ya no vamos apuradas a todos lados, las que necesitamos menos y nos conformamos con menos, las que entendemos que el proyecto es colectivo, es con otras, es solidario.

La vejez, es hoy, la etapa más larga de nuestra vida. Somos viejas de treinta o cuarenta años y eso es mucho tiempo como para no preguntarnos cómo queremos vivirla, cómo queremos atravesarla, cómo vamos a construirla. La vejez, como cualquier otro momento de la vida, es una construcción social. “Una vieja/o es lo que la sociedad dice que es un viejo/a”. La edad es un lugar social, tiene que ver con cómo nos ven, con cómo nos vamos construyendo y con el lugar que la sociedad nos da.

Esta sociedad que nos dice “guardate”, “tapate”, “la sexualidad está pensada para chicas jóvenes”. Esta sociedad que nos deja fuera del mercado laboral, del mercado del deseo del mercado en general.

Esta sociedad que nos hace sentir desechadas, invisibilizadas. La misma sociedad que pretende enseñarnos a vivir hacia la muerte: entregarse, bajar los brazos, sentarse a esperarla sin pelear y dejar que la muerte se cuele por los resquicios de lo que una deja sin vivir; Sin embargo, nosotras venimos a proponer otro paradigma, un concepto más activo y saludable y un vivir hasta la muerte que en cambio implica, de la mano de Eros, complejizar el camino, probar por otros senderos; de modo tal que la muerte llegue en el momento indicado, cansadas ya de tanto vivir, luchar y construir… Al final del camino. Y cuando ese final vaya llegando, saber que el pasaje por la vida no fue en vano.

El goce, el deseo y el erotismo están armados alrededor del mito de la mujer joven, bella y heterosexual. Al endiosamiento de la juventud, que desde los setenta persiste y fue un logro del capitalismo, también hay que darles batalla y decirles con fuerza que ya no nos importan cómo nos ven.

Somos viejas y venimos a pensar en otro tipo de vejez; a gozar de nuestra vida plena, a cuestionar los viejismos, (conjunto de prejuicios, estereotipos y discriminaciones que se aplican a la/os adultas/os mayores exclusivamente en función de su edad) y a desnaturalizar cuestiones del lenguaje cotidiano.

Hay frases naturalizadas que construyen la condición de ser una mujer vieja: “Vas a terminar sola como una vieja. Esa vieja no entiende nada. Se viste como una vieja. Piensa como una vieja. No parece vieja, es muy divertida. Es vieja, pero es linda”. En cada una de esas frases, y en tantas otras que circulan socialmente, se imprime el viejismo y la violencia de género que nos atraviesa. Una doble violencia (por ser mujeres y por ser grandes).

Según el lenguaje, “ser vieja es estar condenada a la soledad, la incomprensión, el aburrimiento, lo conservador, lo pasivo, lo asexuado y la fealdad”.

Somos viejas y sabemos que hay un universo enorme de cuestiones por trabajar. Trabajar por cambios culturales, por cambios del sentido común, por una vida digna, por el derecho a gozar, por asumir la vejez como parte de la vida y no avergonzarnos.

Nos distrajeron durante tantos años con eso de ser siempre joven y bella. Nos expropiaron el cuerpo. No dejemos que nos quiten el derecho a gozar, a un buen vivir y a una vida libre de prejuicios.

Acá estamos, las viejas, para acompañar a las pibas en su lucha, para transmitirles nuestras experiencias y sabiduría; pero para seguir luchando por nosotras. Somos las viejas que queremos ser, las que decidimos y las que vamos a reconstruir el concepto de vejez.

(*) Vanina Botta es médica especialista en Psiquiatría y en Medicina Legal y Forense en el Poder Judicial de Puerto Madryn.


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