Los Supuestos Básicos/Despertar en otro mundo

08 NOV 2020 - 12:57 | Actualizado

Por Daniela Patricia Almirón (*)

Especial para Jornada

Si estuviésemos dormidos por la razón que fuera, si nos hubiésemos dormido el 10 de marzo de este 2020 por ejemplo y despertamos hoy… ¿se lo imaginaron?.

Por estos días volví a ver “Good bye, Lenin”, película alemana del año 2003, con un jovencísimo y prometedor Daniel Brühl.

Qué diferentes sensaciones de haberla visto en el tiempo de su estreno y apreciarla en este momento.

Su madre, su amada y admirada madre al vivir la separación del padre de sus hijos quien se fue al Oeste, quedó muda, fuera del mundo y de la vida. Regresó al habla y al mundo y con ello a la vida de una Alemania Oriental de los 80, comprometida con el partido y las ideas, aunque demasiado idealista para seguir siendo profesora en la institución. Por ello siguió brindándose y aportando desde sus conocimientos. Año 1989, la inestabilidad del régimen y su hijo Alex implicado en una manifestación contra sus apreciados ideales. Otra crisis, otro shock y esta vez un coma y meses de apacible sueño y silencio. A su lado un hijo confiado en que nuevamente regresaría, como así lo hizo.

Regresó a una Alemania que ya no existía, con un muro de Berlín derribado ¿símbolo de muchos muros derribados? ¿Por derribar?

Un dilema ¿qué hacer? Decirle o no decirle a Christiane que la Alemania de antes de su shock ya no existe o intentar sostenerla, o ¡reescribirla!

Y así comenzó una saga de Alex arrastrando a la familia al sostenimiento de esa Alemania Oriental vieja dentro de un cuarto en una Alemania Oriental reinventándose.

Alex reformulando para su madre o reformulándose. Él quería una Alemania no socialista, aunque esa Alemania representaba a esa madre, con su amor, su cuidado, sus sueños, su horizonte como el del cielo infinito del que Alex es apasionado.

Inventiva, creatividad, una hermana amorosa, un amigo proyecto de cineasta, vecinos cómplices sosteniendo, reteniendo lo que ya no era.

Mientras las Alemanias intentaban ensamblar y con ellas la ciudadanía, en ese piso familiar se mantenía un mundo irreal a la vez que ese hijo iba descubriendo el mundo que ansiaba, tironeado entre el ayer y el hoy. Escribiendo una realidad para su madre que por momentos duda en si no es la realidad que él mismo deseaba.

La película transita el amor, la verdad, la mentira, el ocultamiento, los relatos que enmarcan la verdad o la falacia, construidos por cada uno, con intenciones diversas, aunque deseando el bien del otro.

Despertar a un mundo nuevo desconocido, con los códigos, lengua, ritos, modos, narrativas del mundo anterior, puede ser un shock, aunque “es”.

Un día nos acostamos y al día siguiente sea donde sea del planeta que nos tocara estar, un Decreto de gobierno nos puso en autos de una pandemia, con limitaciones, restricciones, confinamientos, estadísticas de vida y muerte, no presencialidad, la tecnología primera en la lista del “top five”, aforos, y una vida “on line”.

Christiane viajó al cielo como había pedido envuelta en fuegos artificiales, y dice mi amigo y profe de teatro Juan Luce: porque los fuegos artificiales nos llevan a la niñez, a la fantasía, esa que todos tenemos y deseamos.

Nuestras incertidumbres llenas de certezas y en esta circularidad infinita algunas cosas llegan otras se van y retornan, ojalá estemos atentos despiertos y confiados ¡Good morning new world!

(*) Abogada. Mediadora. @danielamediadora en IG

08 NOV 2020 - 12:57

Por Daniela Patricia Almirón (*)

Especial para Jornada

Si estuviésemos dormidos por la razón que fuera, si nos hubiésemos dormido el 10 de marzo de este 2020 por ejemplo y despertamos hoy… ¿se lo imaginaron?.

Por estos días volví a ver “Good bye, Lenin”, película alemana del año 2003, con un jovencísimo y prometedor Daniel Brühl.

Qué diferentes sensaciones de haberla visto en el tiempo de su estreno y apreciarla en este momento.

Su madre, su amada y admirada madre al vivir la separación del padre de sus hijos quien se fue al Oeste, quedó muda, fuera del mundo y de la vida. Regresó al habla y al mundo y con ello a la vida de una Alemania Oriental de los 80, comprometida con el partido y las ideas, aunque demasiado idealista para seguir siendo profesora en la institución. Por ello siguió brindándose y aportando desde sus conocimientos. Año 1989, la inestabilidad del régimen y su hijo Alex implicado en una manifestación contra sus apreciados ideales. Otra crisis, otro shock y esta vez un coma y meses de apacible sueño y silencio. A su lado un hijo confiado en que nuevamente regresaría, como así lo hizo.

Regresó a una Alemania que ya no existía, con un muro de Berlín derribado ¿símbolo de muchos muros derribados? ¿Por derribar?

Un dilema ¿qué hacer? Decirle o no decirle a Christiane que la Alemania de antes de su shock ya no existe o intentar sostenerla, o ¡reescribirla!

Y así comenzó una saga de Alex arrastrando a la familia al sostenimiento de esa Alemania Oriental vieja dentro de un cuarto en una Alemania Oriental reinventándose.

Alex reformulando para su madre o reformulándose. Él quería una Alemania no socialista, aunque esa Alemania representaba a esa madre, con su amor, su cuidado, sus sueños, su horizonte como el del cielo infinito del que Alex es apasionado.

Inventiva, creatividad, una hermana amorosa, un amigo proyecto de cineasta, vecinos cómplices sosteniendo, reteniendo lo que ya no era.

Mientras las Alemanias intentaban ensamblar y con ellas la ciudadanía, en ese piso familiar se mantenía un mundo irreal a la vez que ese hijo iba descubriendo el mundo que ansiaba, tironeado entre el ayer y el hoy. Escribiendo una realidad para su madre que por momentos duda en si no es la realidad que él mismo deseaba.

La película transita el amor, la verdad, la mentira, el ocultamiento, los relatos que enmarcan la verdad o la falacia, construidos por cada uno, con intenciones diversas, aunque deseando el bien del otro.

Despertar a un mundo nuevo desconocido, con los códigos, lengua, ritos, modos, narrativas del mundo anterior, puede ser un shock, aunque “es”.

Un día nos acostamos y al día siguiente sea donde sea del planeta que nos tocara estar, un Decreto de gobierno nos puso en autos de una pandemia, con limitaciones, restricciones, confinamientos, estadísticas de vida y muerte, no presencialidad, la tecnología primera en la lista del “top five”, aforos, y una vida “on line”.

Christiane viajó al cielo como había pedido envuelta en fuegos artificiales, y dice mi amigo y profe de teatro Juan Luce: porque los fuegos artificiales nos llevan a la niñez, a la fantasía, esa que todos tenemos y deseamos.

Nuestras incertidumbres llenas de certezas y en esta circularidad infinita algunas cosas llegan otras se van y retornan, ojalá estemos atentos despiertos y confiados ¡Good morning new world!

(*) Abogada. Mediadora. @danielamediadora en IG


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