La mirada de Giovanna...

08 ENE 2016 - 14:52 | Actualizado

Giovanna Recchia porta con el don de la mirada. No de sus ojos, que son bellísimos, sino de la profundidad de su análisis, esa que le permite ver ahí lo que otros no ven, no vemos. No es, claro, casualidad. Nacida en Trelew –la edad, como se debe con las damas, se reserva- estudió letras en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco y ha sido premiada por sus poesías y también sus ensayos, en concursos varios. Y en otros –además- ha participado como jurado.

Giovanna es animadora socio cultural pero también bibliotecaria, desde la experiencia ,y tallerista. Durante diez años coordinó un programa radial literario producido y conducido por jóvenes estudiantes de secundaria (merecedor en el año 2002 del Premio Nacional Gaviota de Oro) y por estos tiempos enseña Lengua y Literatura en los colegios 761 y Camwy. Y tiene en Gaiman, como para despuntar el vicio, una exquisita liberaría que se llama “Un Amor Diferente”, allí donde además de encontrar excelente material se desarrollan diferentes actividades culturales.

Tiene publicados tres libros de poemas: La infinita (Editorial de la UNPSJB, 2001), Pliegues (Ediciones en danza, 2009) y Sed (Espacio Hudson, 2015). Hace varios meses recibí y leí “Tucuras”, fantástica creación de Gustavo De Vera y tiempo después escuché primero y leí después a Giovanna con un resumen extraordinario de ese texto.

Me dije esa vez, y me lo he dicho hasta aquí, “¡cómo me gustaría que Giovanna Recchia hiciera con Último tren a la Colonia lo que hizo con Tucuras.

Ya una vez, brevemente, lo plasmó: fue cuando presentamos la novela allí en su reducto cultural. Pero ahora, con su conocimiento probado y su generosidad infinita, abundó sobre el tema.

Les dejo aquí, entonces, la mirada de Giovanna Recchia sobre “Últtimo tren…” no sin reconocer la dicha que me ha producido y me produce su análisis.

Último tren a la colonia, de Carlos Hughes

“Es este un relato que se estructura en trece capítulos en los que se narra la vida de la familia Jenkins: Sulun Jenkins y Rachel han viajado desde Gales con los ya nacidos mellizos Howell y Zachariah y con Nain Sara Jane. Ellos serán el inicio de la historia de una familia que se asienta en el valle del Chubut y crece a medida que la colonia se consolida. Vendrán luego más hijos: Victoria y las mellizas Eleonor y Marta.

A diferencia de muchos otros textos narrativos que ficcionalizan los años de la colonia, aquí no se hace hincapié en grandes motivos históricos, varias veces retomados; se me ocurre mencionar el mítico acontecimiento de Valle de los Mártires o las referencias a la llamada “conquista del desierto” por ejemplo (como sí lo hacen el ya casi convertido en “clásico” Riflero de Ffos Halen de Carlos Dante Ferrari o Tucuras de Gustavo de Vera —editado éste también por Remitente Patagonia).

En la novela de Carlos Hughes el centro de atención está puesto casi con exclusividad en la cotidianeidad de la familia protagonista: los miedos, las valentías, las relaciones familiares y con los aborígenes, las cosechas malogradas, los éxitos finales, el amor, la muerte.

Y como leer es elegir un camino, una perspectiva, me parece interesante aquí señalar el influjo en la narración de Último tren a la colonia de lo que en literatura latinoamericana se llamó el realismo mágico, movimiento literario que (en una somera e incompleta descripción) tiene que ver con la intromisión de lo fantástico en la realidad cotidiana, como forma de acentuar los rasgos de “lo real”.

En Último tren a la colonia, lo fantástico surge en la hipérbole, en la exageración manejada desde varios elementos entre los que podemos citar: la fertilidad de las mujeres y de la tierra, la descripción de una casa que crece a la par de la familia —convertida casi en un ser vivo—, la imagen de una sanadora aborigen rodeada de un halo de magia, misterio y perfecta eficacia, las premoniciones de la Princesa, el abandono casi inadvertido de un pianista en un galpón de manzanas, la heroica historia de Zachariah, dibujos anticipatorios, son algunos ejemplos que pueden citarse.

Y a estas hipérboles que podríamos llamar positivas, en la medida que hacen avanzar el relato, le sigue una gradual decadencia que es, paradójicamente, la que queda señalada en el título de la novela. Hacia el final la muerte, los regresos, los abandonos y las partidas, van indicando, a la par del fin del relato y en consonancia con lo medular que resulta la historia familiar, la disolución de los lazos que unen a los protagonistas. Así, una historia que fue de exotismo y fertilidad se convierte en decadencia, lo que se plasma en uno de los títulos de los últimos capítulos “Morir de a poco”.

No considero que haya en Último tren a la colonia intención de construir una novela histórica. Hay, sí, una ficción construida desde la cotidianeidad de un momento en nuestra historia; ficción signada por el humor, la decadencia y el límite de la irreverencia. Y eso hace que aparezca ante nosotros como un texto osado que inscribe una nueva forma de relatar la colonia galesa”.

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08 ENE 2016 - 14:52

Giovanna Recchia porta con el don de la mirada. No de sus ojos, que son bellísimos, sino de la profundidad de su análisis, esa que le permite ver ahí lo que otros no ven, no vemos. No es, claro, casualidad. Nacida en Trelew –la edad, como se debe con las damas, se reserva- estudió letras en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco y ha sido premiada por sus poesías y también sus ensayos, en concursos varios. Y en otros –además- ha participado como jurado.

Giovanna es animadora socio cultural pero también bibliotecaria, desde la experiencia ,y tallerista. Durante diez años coordinó un programa radial literario producido y conducido por jóvenes estudiantes de secundaria (merecedor en el año 2002 del Premio Nacional Gaviota de Oro) y por estos tiempos enseña Lengua y Literatura en los colegios 761 y Camwy. Y tiene en Gaiman, como para despuntar el vicio, una exquisita liberaría que se llama “Un Amor Diferente”, allí donde además de encontrar excelente material se desarrollan diferentes actividades culturales.

Tiene publicados tres libros de poemas: La infinita (Editorial de la UNPSJB, 2001), Pliegues (Ediciones en danza, 2009) y Sed (Espacio Hudson, 2015). Hace varios meses recibí y leí “Tucuras”, fantástica creación de Gustavo De Vera y tiempo después escuché primero y leí después a Giovanna con un resumen extraordinario de ese texto.

Me dije esa vez, y me lo he dicho hasta aquí, “¡cómo me gustaría que Giovanna Recchia hiciera con Último tren a la Colonia lo que hizo con Tucuras.

Ya una vez, brevemente, lo plasmó: fue cuando presentamos la novela allí en su reducto cultural. Pero ahora, con su conocimiento probado y su generosidad infinita, abundó sobre el tema.

Les dejo aquí, entonces, la mirada de Giovanna Recchia sobre “Últtimo tren…” no sin reconocer la dicha que me ha producido y me produce su análisis.

Último tren a la colonia, de Carlos Hughes

“Es este un relato que se estructura en trece capítulos en los que se narra la vida de la familia Jenkins: Sulun Jenkins y Rachel han viajado desde Gales con los ya nacidos mellizos Howell y Zachariah y con Nain Sara Jane. Ellos serán el inicio de la historia de una familia que se asienta en el valle del Chubut y crece a medida que la colonia se consolida. Vendrán luego más hijos: Victoria y las mellizas Eleonor y Marta.

A diferencia de muchos otros textos narrativos que ficcionalizan los años de la colonia, aquí no se hace hincapié en grandes motivos históricos, varias veces retomados; se me ocurre mencionar el mítico acontecimiento de Valle de los Mártires o las referencias a la llamada “conquista del desierto” por ejemplo (como sí lo hacen el ya casi convertido en “clásico” Riflero de Ffos Halen de Carlos Dante Ferrari o Tucuras de Gustavo de Vera —editado éste también por Remitente Patagonia).

En la novela de Carlos Hughes el centro de atención está puesto casi con exclusividad en la cotidianeidad de la familia protagonista: los miedos, las valentías, las relaciones familiares y con los aborígenes, las cosechas malogradas, los éxitos finales, el amor, la muerte.

Y como leer es elegir un camino, una perspectiva, me parece interesante aquí señalar el influjo en la narración de Último tren a la colonia de lo que en literatura latinoamericana se llamó el realismo mágico, movimiento literario que (en una somera e incompleta descripción) tiene que ver con la intromisión de lo fantástico en la realidad cotidiana, como forma de acentuar los rasgos de “lo real”.

En Último tren a la colonia, lo fantástico surge en la hipérbole, en la exageración manejada desde varios elementos entre los que podemos citar: la fertilidad de las mujeres y de la tierra, la descripción de una casa que crece a la par de la familia —convertida casi en un ser vivo—, la imagen de una sanadora aborigen rodeada de un halo de magia, misterio y perfecta eficacia, las premoniciones de la Princesa, el abandono casi inadvertido de un pianista en un galpón de manzanas, la heroica historia de Zachariah, dibujos anticipatorios, son algunos ejemplos que pueden citarse.

Y a estas hipérboles que podríamos llamar positivas, en la medida que hacen avanzar el relato, le sigue una gradual decadencia que es, paradójicamente, la que queda señalada en el título de la novela. Hacia el final la muerte, los regresos, los abandonos y las partidas, van indicando, a la par del fin del relato y en consonancia con lo medular que resulta la historia familiar, la disolución de los lazos que unen a los protagonistas. Así, una historia que fue de exotismo y fertilidad se convierte en decadencia, lo que se plasma en uno de los títulos de los últimos capítulos “Morir de a poco”.

No considero que haya en Último tren a la colonia intención de construir una novela histórica. Hay, sí, una ficción construida desde la cotidianeidad de un momento en nuestra historia; ficción signada por el humor, la decadencia y el límite de la irreverencia. Y eso hace que aparezca ante nosotros como un texto osado que inscribe una nueva forma de relatar la colonia galesa”.


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