Víctima de abuso en Madryn: “Que estando ahí se acuerde todos los días de lo que me hizo”

Fue abusada cuando era menor por la pareja de su madre y debió soportar su acoso hasta hace dos años. Su testimonio y un psicodiagnóstico permitieron reflotar el caso. Tras conocer la condena a seis años que la justicia impuso a su agresor, habló con Jornada y contó su historia.

11 MAY 2016 - 22:58 | Actualizado


Por Darío Roberts.

Mi corazón va a seguir lastimado día a día, pero esto alivia un poco y me da tranquilidad de que voy a poder volver a salir a la calle tranquila, va a costar pero lo voy a lograr”.

Ana –nombre de ficción para la charla – fue víctima de abuso sexual siendo una niña y tras muchos años de peregrinar por comisarías y oficinas judiciales, por fin pudo encontrar el alivio que sus propias palabras describen en el primer párrafo.

El mensaje fue escrito el lunes pasado. Ese día le confirmaron que el hombre que le hizo daño deberá cumplir una condena de seis años de prisión por el delito de abuso sexual agravado por acceso carnal, hecho ocurrido una década atrás, cuando Ana era menor y su agresor era la pareja de su madre.

Sin embargo el proceso que terminó con el juicio y la condena al autor del abuso tuvo para la joven un camino mucho más largo y lleno de obstáculos, ya que pese a haber puesto en conocimiento a las autoridades hace mucho tiempo sobre lo ocurrido, debió soportar que su agresor siguiera visitando la casa que ocupaba pese a las prohibiciones de acercamiento y que la siguiera a sol y sombra por las calles de Puerto Madryn.

Recién hace dos años, cansada ya de no obtener respuestas y a poco de cumplir la mayoría de edad, la joven decidió avanzar a fondo y volvió a ratificar su denuncia en la Fiscalía local, dio testimonio de los hechos, se sometió a las pericias que ordenó la justicia y se sostuvo con fuerzas para enfrentar a su agresor en una audiencia judicial.

“Hablar no es fácil”

“Todo el mundo te dice por qué no hablaste antes, o por qué dijiste ahora esto y después lo otro, pero no es fácil. Yo cuando cuando hablé con Angie –por la fiscal María Angélica Carcano- le conté una parte, después fui y le conté otra, no es ir y contar que fuiste al kiosco de la esquina”, le dijo a Jornada la joven, mientras explicaba el difícil proceso que llevó a la sentencia.

Dijo que además “fue duro aceptar todo, no es que pasó y no lo vi más; pasó y yo lo tenía que ver todo el tiempo al lado mío”, en referencia al abuso y su autor, quien pese a las denuncias que la chica hizo siendo menor de edad siguió frecuentando su casa.

“El día que yo declaré, que dije todo tal como había pasado, ni mi pareja sabía eso, ni mi papá hasta el día de hoy sabe”, contó la joven, que por primera vez se animó a contar en público el calvario vivido desde su niñez hasta el 2014, cuando denunció ante la fiscalía el caso.

“No me lo cruzo más”

Los abusos ocurrieron hace más de diez años. En aquel entonces Ana vivía con su madre y sus hermanos. El condenado era pareja de su madre y tenía un vínculo directo con la familia. “Si hubiera quedado afuera yo me hubiera vuelto loca, pasaron diez años en los que él se me siguió riendo en la cara, mientras yo tenía que hacer mis tratamientos y convivir todos los días con eso y además tratando de que alguien entendiera”.

Pese a la condena a seis años de prisión, la víctima asegura que es un muy difícil darle un fin a la historia, “pero yo sé que ahora no me lo voy a cruzar más, y que para mí, por más que haya sido poca la pena, él tiene 65 años y por ahí a los 70 queda afuera y terminará de cumplir lo poco de su condena en su casa, pero él se va a acordar de mí como a mí me tocó pasar por esto”.

Ana no puede ocultar lo que siente y dice que ahora es tiempo que su victimario pague por el delito cometido. “Mientras él dormía tranquilo, mientras sentía que tenía poder porque tenía plata y todo ese tiempo yo me tuve que comer todo esto, eso es lo que va a vivir él ahora; no es necesario hacerlo sufrir, pero que se quede ahí adentro, que sepa lo que es, que todos los días se acuerde lo que me hizo y se me rió en la cara, a mí me cagó la vida”.

Relatos del horror

Hoy Ana tiene una familia. Está en pareja con un joven y en pocos meses serán padres. Transitó las audiencias judiciales y asistió a las declaraciones pese a la recomendación de que no lo hiciera por su estado de gravidez, pero ella asegura que necesitaba verle la cara a quien hoy está condenado.

“En realidad yo había hecho denuncias varios años atrás, pero como era menor no hacían nada, y enseguida le avisaban a mi mamá, por eso recién declaré en 2014”, cuenta Ana, y asegura que su tránsito por comisarías y por la asesoría de menores fue una constante en un momento de su vida porque “él se aparecía en todas partes, él se aparecía afuera de la escuela, en la calle, iba a la casa de mi mamá cuando tenía prohibición de acercamiento, y nadie hacía nada y si iba a la comisaría apenas salía le avisaban a mi mamá que yo había estado y él también se enteraba”.

En 2007

Los abusos ocurrieron en el 2007, pero hace dos años y a punto de cumplir la mayoría de edad Ana decidió conocer por qué aquellas denuncias no avanzaban. En su derrotero alguien la envió a Fiscalía y allí se entrevistó con la fiscal Carcano. “Se dieron cuenta que faltaba mi declaración, que me tendrían que haber llevado a declarar y faltaba poco para cumplir los 18 años”, contó la joven y pocos días después de conseguir la mayoría de edad, pidió declarar, ratificó lo ocurrido y se inició un proceso que tuvo como corolario el lunes la condena a su agresor.

“Me dijeron que era un proceso difícil, que podía ocurrir que no pasara nada porque había pasado mucho tiempo, me mandaron al psicólogo y fui todas las veces, cuando una no me gustaba iba con otra, hasta que encontré a la psicóloga con la que me atiendo hoy y ella me ayudó a entender muchas cosas. Yo quería que fuera preso, que lo hagan mierda, y ella me hizo ver que tenía que pensar en otras cosas, me ayudó a cambiar la manera de pensar”.

La necesidad de enfrentarlo

“Sabía que se venía el juicio y me decían que no fuera, que me jugaba en contra, necesitaba pasar por eso, había pasado mucho tiempo y él se me seguía riendo en la cara”, dijo a Jornada la víctima, quien recordó que antes del proceso que derivó en la detención y condena de quien es su agresor “no salía sola a ningún lado. Iba con mi pareja, con mis hermanos, con mi mamá, a todas partes, a comprar, para ir al centro. Pero yo quería estar ahí cuando declarara, porque sabía que ahí adentro no iba a poder hacer nada, porque había más gente”.

Durante años su agresor fue su sombra. No sólo violaba la prohibición de acercamiento y visitaba la casa de su madre con la que estaba en pareja, sino que también en los mismos lugares que frecuentaba la víctima. “Donde yo lo veía era quedarme paralizada, ponerme a temblar, aunque lo viera a la distinta o en un auto. Él nunca me hablaba, bajaba el vidrio del auto y me miraba, pero para mí era lo mismo que estuviera al lado mío, rondaba las cuadras, estaba en las afueras de la escuela”, cuenta Ana y afirma que desde que se animó a hablar de los abusos con la tutora de un establecimiento al que concurría, tuvo que cambiar tres veces de colegio, aunque la situación del acoso se repetía una y otra vez.

Cuando se hizo el juicio pudo enfrentar la situación y escuchar lo que dijo el acusado. “Necesita verlo yo y escuchar qué decía, no era lo mismo que después me contara lo ocurrido y él dijo que no conocía a mis hermanos y que nunca había entrado a mi casa, todo mentira, estuvo más de veinte años con mi mamá, todos se dieron cuenta de que mentía”.#

Gran impunidad

“A mí no me van a cagar, yo tengo contactos ahí adentro y no me van a dejar que me pase nada”, cuenta la joven que le escuchó decir a su agresor hace algunos años, cuando ella transitaba por distintas oficinas denunciando lo ocurrido y el todavía seguía en pareja con su madre. Asegura que el condenado “es una persona muy manipuladora, él sabe cómo manejar a la gente” y por eso en un momento la falta de acción la llevó a realizar un escrache a través de las redes sociales. Sobre aquel episodio “un montón de gente me dijo cosas horribles y otras me acompañaron”.

Pericia crucial

A diferencia de lo que ocurre con gran parte de los casos de abuso sexual, donde las víctimas son sometidas a exámenes físicos para determinar la existencia o no del delito, en el caso de Ana la acusación se sostuvo en un psicodiagnóstico.

El tiempo transcurrido desde los hechos hasta que se radicó la denuncia en Fiscalía –alrededor de 7 años- y el hecho de que la joven ya estuviera en pareja, imposibilitaban una evaluación física.

La joven fue sometida a una pericia psicológica por parte de profesionales y según ella misma asegura, esa prueba fue determinante a la hora de establecer la existencia del abuso y el posterior proceso que terminó en condena para el denunciado.
 

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11 MAY 2016 - 22:58


Por Darío Roberts.

Mi corazón va a seguir lastimado día a día, pero esto alivia un poco y me da tranquilidad de que voy a poder volver a salir a la calle tranquila, va a costar pero lo voy a lograr”.

Ana –nombre de ficción para la charla – fue víctima de abuso sexual siendo una niña y tras muchos años de peregrinar por comisarías y oficinas judiciales, por fin pudo encontrar el alivio que sus propias palabras describen en el primer párrafo.

El mensaje fue escrito el lunes pasado. Ese día le confirmaron que el hombre que le hizo daño deberá cumplir una condena de seis años de prisión por el delito de abuso sexual agravado por acceso carnal, hecho ocurrido una década atrás, cuando Ana era menor y su agresor era la pareja de su madre.

Sin embargo el proceso que terminó con el juicio y la condena al autor del abuso tuvo para la joven un camino mucho más largo y lleno de obstáculos, ya que pese a haber puesto en conocimiento a las autoridades hace mucho tiempo sobre lo ocurrido, debió soportar que su agresor siguiera visitando la casa que ocupaba pese a las prohibiciones de acercamiento y que la siguiera a sol y sombra por las calles de Puerto Madryn.

Recién hace dos años, cansada ya de no obtener respuestas y a poco de cumplir la mayoría de edad, la joven decidió avanzar a fondo y volvió a ratificar su denuncia en la Fiscalía local, dio testimonio de los hechos, se sometió a las pericias que ordenó la justicia y se sostuvo con fuerzas para enfrentar a su agresor en una audiencia judicial.

“Hablar no es fácil”

“Todo el mundo te dice por qué no hablaste antes, o por qué dijiste ahora esto y después lo otro, pero no es fácil. Yo cuando cuando hablé con Angie –por la fiscal María Angélica Carcano- le conté una parte, después fui y le conté otra, no es ir y contar que fuiste al kiosco de la esquina”, le dijo a Jornada la joven, mientras explicaba el difícil proceso que llevó a la sentencia.

Dijo que además “fue duro aceptar todo, no es que pasó y no lo vi más; pasó y yo lo tenía que ver todo el tiempo al lado mío”, en referencia al abuso y su autor, quien pese a las denuncias que la chica hizo siendo menor de edad siguió frecuentando su casa.

“El día que yo declaré, que dije todo tal como había pasado, ni mi pareja sabía eso, ni mi papá hasta el día de hoy sabe”, contó la joven, que por primera vez se animó a contar en público el calvario vivido desde su niñez hasta el 2014, cuando denunció ante la fiscalía el caso.

“No me lo cruzo más”

Los abusos ocurrieron hace más de diez años. En aquel entonces Ana vivía con su madre y sus hermanos. El condenado era pareja de su madre y tenía un vínculo directo con la familia. “Si hubiera quedado afuera yo me hubiera vuelto loca, pasaron diez años en los que él se me siguió riendo en la cara, mientras yo tenía que hacer mis tratamientos y convivir todos los días con eso y además tratando de que alguien entendiera”.

Pese a la condena a seis años de prisión, la víctima asegura que es un muy difícil darle un fin a la historia, “pero yo sé que ahora no me lo voy a cruzar más, y que para mí, por más que haya sido poca la pena, él tiene 65 años y por ahí a los 70 queda afuera y terminará de cumplir lo poco de su condena en su casa, pero él se va a acordar de mí como a mí me tocó pasar por esto”.

Ana no puede ocultar lo que siente y dice que ahora es tiempo que su victimario pague por el delito cometido. “Mientras él dormía tranquilo, mientras sentía que tenía poder porque tenía plata y todo ese tiempo yo me tuve que comer todo esto, eso es lo que va a vivir él ahora; no es necesario hacerlo sufrir, pero que se quede ahí adentro, que sepa lo que es, que todos los días se acuerde lo que me hizo y se me rió en la cara, a mí me cagó la vida”.

Relatos del horror

Hoy Ana tiene una familia. Está en pareja con un joven y en pocos meses serán padres. Transitó las audiencias judiciales y asistió a las declaraciones pese a la recomendación de que no lo hiciera por su estado de gravidez, pero ella asegura que necesitaba verle la cara a quien hoy está condenado.

“En realidad yo había hecho denuncias varios años atrás, pero como era menor no hacían nada, y enseguida le avisaban a mi mamá, por eso recién declaré en 2014”, cuenta Ana, y asegura que su tránsito por comisarías y por la asesoría de menores fue una constante en un momento de su vida porque “él se aparecía en todas partes, él se aparecía afuera de la escuela, en la calle, iba a la casa de mi mamá cuando tenía prohibición de acercamiento, y nadie hacía nada y si iba a la comisaría apenas salía le avisaban a mi mamá que yo había estado y él también se enteraba”.

En 2007

Los abusos ocurrieron en el 2007, pero hace dos años y a punto de cumplir la mayoría de edad Ana decidió conocer por qué aquellas denuncias no avanzaban. En su derrotero alguien la envió a Fiscalía y allí se entrevistó con la fiscal Carcano. “Se dieron cuenta que faltaba mi declaración, que me tendrían que haber llevado a declarar y faltaba poco para cumplir los 18 años”, contó la joven y pocos días después de conseguir la mayoría de edad, pidió declarar, ratificó lo ocurrido y se inició un proceso que tuvo como corolario el lunes la condena a su agresor.

“Me dijeron que era un proceso difícil, que podía ocurrir que no pasara nada porque había pasado mucho tiempo, me mandaron al psicólogo y fui todas las veces, cuando una no me gustaba iba con otra, hasta que encontré a la psicóloga con la que me atiendo hoy y ella me ayudó a entender muchas cosas. Yo quería que fuera preso, que lo hagan mierda, y ella me hizo ver que tenía que pensar en otras cosas, me ayudó a cambiar la manera de pensar”.

La necesidad de enfrentarlo

“Sabía que se venía el juicio y me decían que no fuera, que me jugaba en contra, necesitaba pasar por eso, había pasado mucho tiempo y él se me seguía riendo en la cara”, dijo a Jornada la víctima, quien recordó que antes del proceso que derivó en la detención y condena de quien es su agresor “no salía sola a ningún lado. Iba con mi pareja, con mis hermanos, con mi mamá, a todas partes, a comprar, para ir al centro. Pero yo quería estar ahí cuando declarara, porque sabía que ahí adentro no iba a poder hacer nada, porque había más gente”.

Durante años su agresor fue su sombra. No sólo violaba la prohibición de acercamiento y visitaba la casa de su madre con la que estaba en pareja, sino que también en los mismos lugares que frecuentaba la víctima. “Donde yo lo veía era quedarme paralizada, ponerme a temblar, aunque lo viera a la distinta o en un auto. Él nunca me hablaba, bajaba el vidrio del auto y me miraba, pero para mí era lo mismo que estuviera al lado mío, rondaba las cuadras, estaba en las afueras de la escuela”, cuenta Ana y afirma que desde que se animó a hablar de los abusos con la tutora de un establecimiento al que concurría, tuvo que cambiar tres veces de colegio, aunque la situación del acoso se repetía una y otra vez.

Cuando se hizo el juicio pudo enfrentar la situación y escuchar lo que dijo el acusado. “Necesita verlo yo y escuchar qué decía, no era lo mismo que después me contara lo ocurrido y él dijo que no conocía a mis hermanos y que nunca había entrado a mi casa, todo mentira, estuvo más de veinte años con mi mamá, todos se dieron cuenta de que mentía”.#

Gran impunidad

“A mí no me van a cagar, yo tengo contactos ahí adentro y no me van a dejar que me pase nada”, cuenta la joven que le escuchó decir a su agresor hace algunos años, cuando ella transitaba por distintas oficinas denunciando lo ocurrido y el todavía seguía en pareja con su madre. Asegura que el condenado “es una persona muy manipuladora, él sabe cómo manejar a la gente” y por eso en un momento la falta de acción la llevó a realizar un escrache a través de las redes sociales. Sobre aquel episodio “un montón de gente me dijo cosas horribles y otras me acompañaron”.

Pericia crucial

A diferencia de lo que ocurre con gran parte de los casos de abuso sexual, donde las víctimas son sometidas a exámenes físicos para determinar la existencia o no del delito, en el caso de Ana la acusación se sostuvo en un psicodiagnóstico.

El tiempo transcurrido desde los hechos hasta que se radicó la denuncia en Fiscalía –alrededor de 7 años- y el hecho de que la joven ya estuviera en pareja, imposibilitaban una evaluación física.

La joven fue sometida a una pericia psicológica por parte de profesionales y según ella misma asegura, esa prueba fue determinante a la hora de establecer la existencia del abuso y el posterior proceso que terminó en condena para el denunciado.
 


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