Editorial / Basta, ministro Aranguren

La Columna del Domingo, el análisis político de la semana de la edición impresa de Jornada.

Antipático. Aranguren, un “fundamentalista” de la economía, autor de las medidas más drásticas que, por ahora, sólo ha ganado críticas.
28 MAY 2016 - 20:27 | Actualizado

Juan José Aranguren nació en Beccar, en el norte del Gran Buenos Aires, pero bien podría haberlo hecho en Kabul, la capital de Afganistán. Es que allí nacieron muchos de los fundamentalistas que integran el Talibán, el grupo político y militar musulmán que azota al resto de los afganos con sus prácticas violentas, represivas y retrógradas. Aranguren, a su modo, es un talibán de la economía.

Más allá de la ironía, el fundamentalismo con el que el ministro de Energía y Minería se ha venido manejando en estos casi seis meses de gestión, no deja de sorprender a propios y a extraños.

Desde que asumió, el exCEO de Shell no ha parado ni un minuto de bombardear el confort que buena parte de la clase media y baja se había ganado en los doce años de kirchnerismo.

Sin entrar en detalles sobre la conveniencia o no de un modelo que se sostenía en varios puntos de apoyo, entre ellos los subsidios a las tarifas de los servicios públicos, los hechos terminan de confirmar lo que muchos pensaban: la gente quería cambiar muchas cosas del kirchnerismo pero no ciertas bondades como las tarifas acomodadas que permitían a buena parte de la sociedad pensar más en cómo recuperar el terreno que les hacía perder el impuesto a las Ganancias que en lo que pagaban todos los meses por el consumo de servicios públicos.

Aranguren no llegó al Gobierno para hacer las cosas bien, como dicen los que lo defienden, sino para hacerlas del modo que ellos creen se deben hacerse en una economía en la que la gente se convierte en un número y los costos los deben pagar los que más debajo de la pirámide se encuentran.

Mr. Tarifazo

Desde que asumió, Aranguren se convirtió rápidamente en el funcionario más antipático del gobierno de Mauricio Macri. Fue el encargado de impulsar fuertes aumentos en los precios de los combustibles, convirtiendo a la Argentina en el país con la nafta más cara de América latina.

Fue el impulsor de la baja de retenciones las empresas mineras; otorgó siete licitaciones (de un total de ocho) a la empresa Shell, en la cual trabajó 37 años; y dispuso tarifazos en la energía y el gas que pusieron al Gobierno nacional al borde de una rebelión de las provincias patagónicas, un tema que por ahora no pudo ser puesto en caja.

Nadie en su sano juicio puede creer que la metodología talibán de Aranguren se aplica sin más sólo porque él tiene la piel recubierta de amianto. El ministro de Energía y Minería es el brazo ejecutor de las políticas de Macri. Aranguren hace lo que quiere porque Macri se lo permite.

Qué mejor que un talibán para hacer el trabajo sucio que, estima el Presidente de la Nación, es imprescindible hacer en esta primera etapa de su gestión.

Costo y beneficio

El problema que tiene Macri es que las salvajadas de Aranguren le están causando más ruido del esperado y ya casi nadie cree que en el segundo semestre las cosas van a mejorar, como decía. Ahora, la frase de cabecera es “el año próximo vamos a estar mejor.”

Aranguren enfrentó a Macri con buena parte de la sociedad y también con los aliados políticos que ha sabido conseguir en estos tiempos. Mario Das Neves es un ejemplo de ello: tiene buena sintonía con casi todo el Gobierno macrista, salvo con Aranguren, con quien ya se cruzaron duro por la crisis petrolera y ahora por el tarifazo del gas.

El problema es que Aranguren no tiene freno. Y, por cierto, va al frente sin medir las consecuencias. Muchos recuerdan su enfrentamiento con Néstor Kirchner en 2005, cuando el entonces Presidente era poco menos que Dios en el país y ordenó al mercado petrolero no subir los precios de los combustibles. Desafiante, desde Shell, Aranguren hizo oídos sordos y subió los precios hasta un 4,2%.

El ahora ministro hizo lo que mejor le sale: bravuconear y desafiar a Kirchner. El santacruceño no se quedó atrás y llamó a la sociedad a boicotear a la petrolera angloholandesa.

Mucha gente le hizo caso a Kirchner y vació virtualmente las estaciones de servicio Shell. Pero los verdaderos afectados terminaron siendo los estacioneros, porque Aranguren les hizo asumir a ellos la baja del consumo de la marca y el combustible que no vendió en la Argentina lo exportó, beneficiando a Shell, que ese año tuvo una importante merma en las ventas internas pero igualmente ganó 57 millones de dólares por la exportación de combustibles.

Aranguren se peleó después con Guillermo Moreno, el inefable exsecretario de Comercio, y con el exministro de Economía, Axel Kicillof. Lo acusaron muchas veces de especular contra la economía argentina y hasta de comprar dólares de manera ilegal, pero las causas judiciales en su contra nunca avanzaron.

Este ingeniero químico hincha fanático de Boca que en agosto próximo cumplirá 62 años, se bajó a comienzos del año pasado de la presidencia de Shell porque tenía aspiraciones políticas. Aunque se guardó un tiempo, todos sabían que iba a ser una de las espadas de Macri si llegaba al poder.

Sus planes se cumplieron. Los de ambos.

Otra reunión

La rebelión del gas que encabezó Das Neves y otros gobernadores patagónicos es, por ahora, la única piedra en el zapato de Aranguren.

La semana pasada los recibió junto al ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y –como se esperaba- la reunión fue tensa. El chubutense llegó al encuentro con un fallo del juez federal de Rawson, Hugo Sastre, bajo el brazo. Les explicó a los ministros de Macri que no había posibilidad de negociar nada si no había marcha atrás con el tarifazo y que el fallo que frenó los aumentos en Chubut era la única decisión que iban a cumplir.

Aranguren y Frigerio se retiraron del encuentro por unos minutos y volvieron con una contraoferta: reducir el aumento de 1.800% “a sólo” 400%”. Das Neves no se paró y se fue sólo por el respeto y el afecto mutuo que se tienen con Frigerio. Pero el gobernador volvió a la provincia al otro día y disparó munición gruesa: “Bajar de 1.800% a 400% es una muestra de la improvisación con la que se tomó la medida de aumentar el gas”.

Das Neves, sin embargo, no cerró las puertas a seguir negociando y un día después confirmó que este miércoles volverá a reunirse con Frigerio. De Aranguren, ni noticias.

“Esperamos después de ahí llevarle una propuesta al Presidente”, dijo Das Neves, quien valoró que comience a haber “un entendimiento de que obviamente la tarifa es impagable”, agregó.

El encuentro con Frigerio será el miércoles al mediodía en Buenos Aires. Se concretó luego de que Das Neves hablara telefónicamente con sus pares de Río Negro, Alberto Weretilneck, y de Neuquén, Omar Gutiérrez. “Pedimos una reunión más cerrada, para hablar del tema patagónico”, dijo el mandatario chubutense. Es decir, que no estuviera Aranguren, un personaje cada vez más difícil de digerir para Das Neves.

El miércoles será una prueba de muñeca política para todos. Das Neves es el gobernador con mejor llegada a Macri pero en esta puja de intereses no va a retroceder ni un poco en defensa de los bolsillos de los ciudadanos de Chubut.

Dicen que el rionegrino Weretilneck, con matices, defiende la postura del chubutense. Mientras que el neuquino Gutiérrez es el más reticente: acepta que haya un aumento de hasta 500% y se opone a los amparos judiciales como el de Chubut para frenar el tarifazo.

Das Neves le contestó con la contundencia que lo suele hacer: “Vamos a seguir a muerte con el amparo”.

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Antipático. Aranguren, un “fundamentalista” de la economía, autor de las medidas más drásticas que, por ahora, sólo ha ganado críticas.
28 MAY 2016 - 20:27

Juan José Aranguren nació en Beccar, en el norte del Gran Buenos Aires, pero bien podría haberlo hecho en Kabul, la capital de Afganistán. Es que allí nacieron muchos de los fundamentalistas que integran el Talibán, el grupo político y militar musulmán que azota al resto de los afganos con sus prácticas violentas, represivas y retrógradas. Aranguren, a su modo, es un talibán de la economía.

Más allá de la ironía, el fundamentalismo con el que el ministro de Energía y Minería se ha venido manejando en estos casi seis meses de gestión, no deja de sorprender a propios y a extraños.

Desde que asumió, el exCEO de Shell no ha parado ni un minuto de bombardear el confort que buena parte de la clase media y baja se había ganado en los doce años de kirchnerismo.

Sin entrar en detalles sobre la conveniencia o no de un modelo que se sostenía en varios puntos de apoyo, entre ellos los subsidios a las tarifas de los servicios públicos, los hechos terminan de confirmar lo que muchos pensaban: la gente quería cambiar muchas cosas del kirchnerismo pero no ciertas bondades como las tarifas acomodadas que permitían a buena parte de la sociedad pensar más en cómo recuperar el terreno que les hacía perder el impuesto a las Ganancias que en lo que pagaban todos los meses por el consumo de servicios públicos.

Aranguren no llegó al Gobierno para hacer las cosas bien, como dicen los que lo defienden, sino para hacerlas del modo que ellos creen se deben hacerse en una economía en la que la gente se convierte en un número y los costos los deben pagar los que más debajo de la pirámide se encuentran.

Mr. Tarifazo

Desde que asumió, Aranguren se convirtió rápidamente en el funcionario más antipático del gobierno de Mauricio Macri. Fue el encargado de impulsar fuertes aumentos en los precios de los combustibles, convirtiendo a la Argentina en el país con la nafta más cara de América latina.

Fue el impulsor de la baja de retenciones las empresas mineras; otorgó siete licitaciones (de un total de ocho) a la empresa Shell, en la cual trabajó 37 años; y dispuso tarifazos en la energía y el gas que pusieron al Gobierno nacional al borde de una rebelión de las provincias patagónicas, un tema que por ahora no pudo ser puesto en caja.

Nadie en su sano juicio puede creer que la metodología talibán de Aranguren se aplica sin más sólo porque él tiene la piel recubierta de amianto. El ministro de Energía y Minería es el brazo ejecutor de las políticas de Macri. Aranguren hace lo que quiere porque Macri se lo permite.

Qué mejor que un talibán para hacer el trabajo sucio que, estima el Presidente de la Nación, es imprescindible hacer en esta primera etapa de su gestión.

Costo y beneficio

El problema que tiene Macri es que las salvajadas de Aranguren le están causando más ruido del esperado y ya casi nadie cree que en el segundo semestre las cosas van a mejorar, como decía. Ahora, la frase de cabecera es “el año próximo vamos a estar mejor.”

Aranguren enfrentó a Macri con buena parte de la sociedad y también con los aliados políticos que ha sabido conseguir en estos tiempos. Mario Das Neves es un ejemplo de ello: tiene buena sintonía con casi todo el Gobierno macrista, salvo con Aranguren, con quien ya se cruzaron duro por la crisis petrolera y ahora por el tarifazo del gas.

El problema es que Aranguren no tiene freno. Y, por cierto, va al frente sin medir las consecuencias. Muchos recuerdan su enfrentamiento con Néstor Kirchner en 2005, cuando el entonces Presidente era poco menos que Dios en el país y ordenó al mercado petrolero no subir los precios de los combustibles. Desafiante, desde Shell, Aranguren hizo oídos sordos y subió los precios hasta un 4,2%.

El ahora ministro hizo lo que mejor le sale: bravuconear y desafiar a Kirchner. El santacruceño no se quedó atrás y llamó a la sociedad a boicotear a la petrolera angloholandesa.

Mucha gente le hizo caso a Kirchner y vació virtualmente las estaciones de servicio Shell. Pero los verdaderos afectados terminaron siendo los estacioneros, porque Aranguren les hizo asumir a ellos la baja del consumo de la marca y el combustible que no vendió en la Argentina lo exportó, beneficiando a Shell, que ese año tuvo una importante merma en las ventas internas pero igualmente ganó 57 millones de dólares por la exportación de combustibles.

Aranguren se peleó después con Guillermo Moreno, el inefable exsecretario de Comercio, y con el exministro de Economía, Axel Kicillof. Lo acusaron muchas veces de especular contra la economía argentina y hasta de comprar dólares de manera ilegal, pero las causas judiciales en su contra nunca avanzaron.

Este ingeniero químico hincha fanático de Boca que en agosto próximo cumplirá 62 años, se bajó a comienzos del año pasado de la presidencia de Shell porque tenía aspiraciones políticas. Aunque se guardó un tiempo, todos sabían que iba a ser una de las espadas de Macri si llegaba al poder.

Sus planes se cumplieron. Los de ambos.

Otra reunión

La rebelión del gas que encabezó Das Neves y otros gobernadores patagónicos es, por ahora, la única piedra en el zapato de Aranguren.

La semana pasada los recibió junto al ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y –como se esperaba- la reunión fue tensa. El chubutense llegó al encuentro con un fallo del juez federal de Rawson, Hugo Sastre, bajo el brazo. Les explicó a los ministros de Macri que no había posibilidad de negociar nada si no había marcha atrás con el tarifazo y que el fallo que frenó los aumentos en Chubut era la única decisión que iban a cumplir.

Aranguren y Frigerio se retiraron del encuentro por unos minutos y volvieron con una contraoferta: reducir el aumento de 1.800% “a sólo” 400%”. Das Neves no se paró y se fue sólo por el respeto y el afecto mutuo que se tienen con Frigerio. Pero el gobernador volvió a la provincia al otro día y disparó munición gruesa: “Bajar de 1.800% a 400% es una muestra de la improvisación con la que se tomó la medida de aumentar el gas”.

Das Neves, sin embargo, no cerró las puertas a seguir negociando y un día después confirmó que este miércoles volverá a reunirse con Frigerio. De Aranguren, ni noticias.

“Esperamos después de ahí llevarle una propuesta al Presidente”, dijo Das Neves, quien valoró que comience a haber “un entendimiento de que obviamente la tarifa es impagable”, agregó.

El encuentro con Frigerio será el miércoles al mediodía en Buenos Aires. Se concretó luego de que Das Neves hablara telefónicamente con sus pares de Río Negro, Alberto Weretilneck, y de Neuquén, Omar Gutiérrez. “Pedimos una reunión más cerrada, para hablar del tema patagónico”, dijo el mandatario chubutense. Es decir, que no estuviera Aranguren, un personaje cada vez más difícil de digerir para Das Neves.

El miércoles será una prueba de muñeca política para todos. Das Neves es el gobernador con mejor llegada a Macri pero en esta puja de intereses no va a retroceder ni un poco en defensa de los bolsillos de los ciudadanos de Chubut.

Dicen que el rionegrino Weretilneck, con matices, defiende la postura del chubutense. Mientras que el neuquino Gutiérrez es el más reticente: acepta que haya un aumento de hasta 500% y se opone a los amparos judiciales como el de Chubut para frenar el tarifazo.

Das Neves le contestó con la contundencia que lo suele hacer: “Vamos a seguir a muerte con el amparo”.


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