Regalo macabro

Historias del crimen.

27 AGO 2016 - 22:04 | Actualizado

Por Daniel Schulman / Psicólogo forense

Mi hijo es un regalo de la Vida”, me dijo una vez un conocido cuando lo felicité por haber ingresado hacía poco tiempo a la paternidad.

Otro alguna vez me dijo: “Mi hijo es un regalo de Dios”, denotando sus creencias religiosas. Más allá de a quién o qué se agradece por la llegada de un hijo a la Vida, queda claro que un hijo es algo importantísimo en la vida de uno.

O al menos debiera serlo…

Cada cual vive como puede, pero hay cosas que son inaceptables. A veces esas cosas inaceptables que hacen algunos tendrán que ver con actos de locura y otras con simples canalladas.

Así, esta historia tiene que ver con algo complejo y macabro; algo repelente, parafraseando ese clásico cuento de William Nolan.

Resulta que la pareja se llevaba muy mal. Nunca se habían querido; lo cierto era eso. Sólo habían sentido un momento de calentura y en esa calentura ella quedó embarazada. Intentaron convivir, pero no hubo posibilidad de lograr algo duradero y estable. De hecho, hasta había mucha violencia física entre ambos.

Así fue que la convivencia duró lo que duró la calentura, pero ella ya estaba embarazada, así que tuvieron que seguir viéndose cada tanto. Cada cual, en ese pueblo mejicano, siguió con su vida, encontrando horizontes bastante prometedores en lo laboral y algunos no tanto en lo personal: ambos presentaban sendos trastornos de la personalidad, lo que dificultaba mucho sus relaciones interpersonales, cargadas de violencia, impulsividad y agresividad. Las relaciones humanas, para los dos, fueron muy caóticas y conflictivas, teniendo múltiples conflictos con la ley en todo su derrotero diario.

Pero el tiempo pasó, el niño nació, fue creciendo paulatinamente de acuerdo al paso del tiempo, y por un momento la conflictividad se vio muy menguada. Aplacada casi.

Del caso, se sabe que sólo la joven fue quien logró formar una pareja estable. El varón no tuvo tal destino, sino que continuó en soledad.

Pero la relación de la joven rápidamente tomó el mismo cariz que había tomado la que tuvo con el padre de su hijo, quien deambulaba como pelotita de ping pong de la casa de la madre a la del padre, sin que ninguno de los dos genuinamente quisiera tenerlo consigo. Así, el pobre niño creció los primeros años de su vida envuelto en el desprecio de sus padres, quienes no lo atendían debidamente.

Alimento no le faltaba pero sí le faltaba cariño y un ambiente facilitador para desarrollarse bien. El pobrecito era testigo de la violencia en la relación de la madre con su pareja, y del consumo de drogas y excesos que tenían ambos progenitores, con los consiguientes trastornos que eso les generaba.

Así que el niño, ya tenía la tierna edad de 4 años, y el padre de éste lo comenzó a utilizar como botín de guerra. Comenzó una avanzada hostil contra su exmujer, utilizando al niño como caballito de sus batallas en los reproches diarios de manera muy agresiva que le confería. Igual modalidad adoptó la madre del niño, quien al ver cómo venía la mano en la jugarreta de su ex, decidió no dejarlo tener más contacto con el niño.

La cuestión al principio tomó un cauce por demás violento: el fulano fue a la casa de su ex y comenzó a insultarla y apedrear el frente de la misma, hasta que salió la pareja actual de ella, con quien terminó por pelearse a piñas largo y tendido, quedando ambos muy lesionados, todo frente a la atónita y lagrimosa mirada del niño, quien no tenía nada que ver con el asunto.

Agotada la instancia del ataque directo, y visto que la mujer no tenía pensado aflojar en el asunto, el padre del niño inició una demanda contra ella, para poder regular la tenencia del chico. Y lejos de poner un coto a la violencia entre ambos, la misma se extendía a las oficinas donde funcionaba la Justicia de ese pueblo mejicano. Era frecuente que sucediera que se dieran con alma y vida no sólo dentro del recinto, sino también afuera, una vez concluidas las audiencias.

La jueza del caso había comenzado a barajar la posibilidad de quitarle la tenencia a ambos, ya que de acuerdo a lo que presenciaba de la relación que había entre ellos, concluía que ninguno estaba en condiciones de ofrecer un buen desarrollo al niño. Así lo dijo una vez en una audiencia, donde ambos progenitores tomaron de diferente manera la cuestión, cada cual interpretando a su modo.

Esa fue la última audiencia en la que se cruzaron por este tema. Desde ahí, la madre del niño sintió que todo el mundo estaba en su contra y vivió ese comentario de la jueza como una afrenta enorme, un ataque de guerra, un intento de intrusión en su territorio. Sólo encontraba cierto sosiego patológico en la relación con su actual y en el consumo de sustancias.

Así, casualidad o alineación de planetas; llámelo como uno quiera. A los pocos días de esa audiencia el padre del niño cumpliría un año más de vida, y su exmujer planeó el regalo esa misma noche del día de la audiencia, en compañía de su pareja.

Con el cerebro bien regado por el alcohol y las drogas, entre el enojo y el delirio, tomaron al niño y lo cortaron en pedacitos, para que entrara en una caja que cuidadosamente envolvieron con un papel elegante y un moño bien paquete, depositando la canallada en la puerta de la casa.

Los dos están presos al día de hoy y el padre del niño se suicidó.#

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27 AGO 2016 - 22:04

Por Daniel Schulman / Psicólogo forense

Mi hijo es un regalo de la Vida”, me dijo una vez un conocido cuando lo felicité por haber ingresado hacía poco tiempo a la paternidad.

Otro alguna vez me dijo: “Mi hijo es un regalo de Dios”, denotando sus creencias religiosas. Más allá de a quién o qué se agradece por la llegada de un hijo a la Vida, queda claro que un hijo es algo importantísimo en la vida de uno.

O al menos debiera serlo…

Cada cual vive como puede, pero hay cosas que son inaceptables. A veces esas cosas inaceptables que hacen algunos tendrán que ver con actos de locura y otras con simples canalladas.

Así, esta historia tiene que ver con algo complejo y macabro; algo repelente, parafraseando ese clásico cuento de William Nolan.

Resulta que la pareja se llevaba muy mal. Nunca se habían querido; lo cierto era eso. Sólo habían sentido un momento de calentura y en esa calentura ella quedó embarazada. Intentaron convivir, pero no hubo posibilidad de lograr algo duradero y estable. De hecho, hasta había mucha violencia física entre ambos.

Así fue que la convivencia duró lo que duró la calentura, pero ella ya estaba embarazada, así que tuvieron que seguir viéndose cada tanto. Cada cual, en ese pueblo mejicano, siguió con su vida, encontrando horizontes bastante prometedores en lo laboral y algunos no tanto en lo personal: ambos presentaban sendos trastornos de la personalidad, lo que dificultaba mucho sus relaciones interpersonales, cargadas de violencia, impulsividad y agresividad. Las relaciones humanas, para los dos, fueron muy caóticas y conflictivas, teniendo múltiples conflictos con la ley en todo su derrotero diario.

Pero el tiempo pasó, el niño nació, fue creciendo paulatinamente de acuerdo al paso del tiempo, y por un momento la conflictividad se vio muy menguada. Aplacada casi.

Del caso, se sabe que sólo la joven fue quien logró formar una pareja estable. El varón no tuvo tal destino, sino que continuó en soledad.

Pero la relación de la joven rápidamente tomó el mismo cariz que había tomado la que tuvo con el padre de su hijo, quien deambulaba como pelotita de ping pong de la casa de la madre a la del padre, sin que ninguno de los dos genuinamente quisiera tenerlo consigo. Así, el pobre niño creció los primeros años de su vida envuelto en el desprecio de sus padres, quienes no lo atendían debidamente.

Alimento no le faltaba pero sí le faltaba cariño y un ambiente facilitador para desarrollarse bien. El pobrecito era testigo de la violencia en la relación de la madre con su pareja, y del consumo de drogas y excesos que tenían ambos progenitores, con los consiguientes trastornos que eso les generaba.

Así que el niño, ya tenía la tierna edad de 4 años, y el padre de éste lo comenzó a utilizar como botín de guerra. Comenzó una avanzada hostil contra su exmujer, utilizando al niño como caballito de sus batallas en los reproches diarios de manera muy agresiva que le confería. Igual modalidad adoptó la madre del niño, quien al ver cómo venía la mano en la jugarreta de su ex, decidió no dejarlo tener más contacto con el niño.

La cuestión al principio tomó un cauce por demás violento: el fulano fue a la casa de su ex y comenzó a insultarla y apedrear el frente de la misma, hasta que salió la pareja actual de ella, con quien terminó por pelearse a piñas largo y tendido, quedando ambos muy lesionados, todo frente a la atónita y lagrimosa mirada del niño, quien no tenía nada que ver con el asunto.

Agotada la instancia del ataque directo, y visto que la mujer no tenía pensado aflojar en el asunto, el padre del niño inició una demanda contra ella, para poder regular la tenencia del chico. Y lejos de poner un coto a la violencia entre ambos, la misma se extendía a las oficinas donde funcionaba la Justicia de ese pueblo mejicano. Era frecuente que sucediera que se dieran con alma y vida no sólo dentro del recinto, sino también afuera, una vez concluidas las audiencias.

La jueza del caso había comenzado a barajar la posibilidad de quitarle la tenencia a ambos, ya que de acuerdo a lo que presenciaba de la relación que había entre ellos, concluía que ninguno estaba en condiciones de ofrecer un buen desarrollo al niño. Así lo dijo una vez en una audiencia, donde ambos progenitores tomaron de diferente manera la cuestión, cada cual interpretando a su modo.

Esa fue la última audiencia en la que se cruzaron por este tema. Desde ahí, la madre del niño sintió que todo el mundo estaba en su contra y vivió ese comentario de la jueza como una afrenta enorme, un ataque de guerra, un intento de intrusión en su territorio. Sólo encontraba cierto sosiego patológico en la relación con su actual y en el consumo de sustancias.

Así, casualidad o alineación de planetas; llámelo como uno quiera. A los pocos días de esa audiencia el padre del niño cumpliría un año más de vida, y su exmujer planeó el regalo esa misma noche del día de la audiencia, en compañía de su pareja.

Con el cerebro bien regado por el alcohol y las drogas, entre el enojo y el delirio, tomaron al niño y lo cortaron en pedacitos, para que entrara en una caja que cuidadosamente envolvieron con un papel elegante y un moño bien paquete, depositando la canallada en la puerta de la casa.

Los dos están presos al día de hoy y el padre del niño se suicidó.#


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