Disfrutar sin hipocresía

Opinión/Los supuestos básicos.

17 DIC 2016 - 20:25 | Actualizado

Por Daniela Patricia Almirón *

Dónde está escrito cómo se disfruta entre cuatro paredes? O ¿con quién? ¿Con qué? Nos forman, educan, en miradas masculinas y femeninas. Indumentaria, perfumes, actitudes, colores, trabajos, hábitos, profesiones. No quiero decir que todo sea lo mismo, o que las distinciones no sean válidas. Lo que digo es lo que digo. Las miradas son una u otra, una mirada que observe algo que puede ser diferente y que además la muestre diferente, es quizás puesta en crisis. Aceptar por aceptar sin tener en vista el respeto, los valores y miradas de los otros tampoco sería una ecuación saludable. Hay una sexualidad que aprendemos o aprehendemos, resultado de diversos factores. Son estas algunas ideas a modo de esbozo, de lo que hoy está profundamente analizado por filósofos contemporáneos, y como para darles una pista, no se pierdan de escuchar y leer a Beatriz Preciado. Filosofa española que con sus conferencias y escritos está poniendo un condimento reflexivo interesante. Qué pasa con nuestro cuerpo, qué nos gusta, cómo, cuándo, dónde y con quién. Es construido a partir de nuestras historias personales, enseñanzas en la familia, creencias religiosas, contextos sociales, culturales y exploraciones propias.

Sesgado ello por la moral y las buenas costumbres.

En estas elucubraciones me encontraba cuando decidí alquilar la peli “Las 50 sombras de Grey”. Porque vieron que yo sigo alquilando. La rutina de ir al video es agradable, divertida, afectuosa.

El tema es que no leí la novela, la trilogía. Por supuesto tengo amigas que me han comentado que la leyeron, la primera solamente o la saga completa. Ningún varón me ha hecho referencia al respecto, no quiere decir ello que no la hayan leído ¿no? Cuando se estrenó el film, me sentía tan invadida de críticas y opiniones al respecto que no fui a verla. Y un día me dije, ¡Vamos a ver de qué se trata esto que tanto comentan! y que a las mujeres -según las críticas- habría enloquecido.

Bien, verla y decantar esa historia me lleva a opinar que la película es una forma de mostrarnos ciertas hipocresías a la hora de gozar, disfrutar, comunicarse sexualmente. Desde mi parecer no está intentando mostrar el sadomasoquismo y dos personas con algún gusto condenable desde lo psicológico. Desmitifica. creo, el uso de implementos orientados a causar dolor físico y que ese dolor sea placentero. Está planteando que esos implementos seducen desde el imaginario y estimulan sin que el dolor sea un objetivo ni mucho menos esté presente. Todo eso puede que vaya bien hasta que, si el dolor se convirtiera en el objetivo porque provocara placer, eso ya es otro cantar y como diría un amigo, no mezclemos corchos con botones. Es en ese punto donde una de las partes de esta pareja, se corre de la historia.

Reflexiono acerca de muchas otras situaciones, que no se refieren al sexo y cómo lo desarrollan y viven las personas, sino en las interacciones con los otros atravesadas por el placer o por el dolor.

¿Cómo es que nos relacionamos? ¿Qué capacidad tenemos para distinguir que esa interacción o encuentro con el otro está doliendo? Si se pudiese advertir que hay dolor, ¿qué hacemos con ello? Cómo uno puede correrse, cómo puede plantearse y distinguir, y justamente no mezclar ni confundir.

Las dinámicas de relación son complejas, aunque ello no sea una novedad. En esa complejidad están las emociones, los miedos, la necesidad de sentirse reconocido por el otro. Por mi trabajo puedo ver lo dificultoso que se vuelve a veces que estos reconocimientos mutuos no estén atravesados por dinámicas y círculos interaccionales en los que sentirse reconocido implique tratarse con descortesía, con agresión, con antipatía.

Me lo pregunto a diario, por qué nos cuesta tanto sonreírnos, ser corteses, no competir, no reaccionar, sino accionar. Por qué nos cuesta tanto mirarnos de frente, hacer silencio mientras el otro habla, escuchar su verdad, la que sea, y disponerme a contarle la propia.

Los estreses de estos tiempos, los dolores cotidianos, las sensaciones de impotencia o agobio, comprendo que propicien estas actitudes.

Pasa que es tan lindo y positivo tratarse bien. Es tan milagroso lo que sucede, y en el engranaje las cosas buenas que van sucediendo.

Entonces, disfrutar con otros eso que se llama placer, seres disfrutadores, que va desde el buenos días a con quien se comparta lo que se pueda compartir, transitando la sexualidad y la seducción, lo mejor creo es que sea con espontaneidad y sin hipocresías oportunistas. Sin miedo como canta el Raly Barrionuevo “Solo tus ojos me llevan a ese lugar donde los cuerpos transpiran a libertad. Voy procurando romper el silencio el milenario sepulcro del miedo… con la luna voy pariendo la serenata que esconden mis sueños.”

Daniela Patricia Almirón es abogada-Mediadora

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17 DIC 2016 - 20:25

Por Daniela Patricia Almirón *

Dónde está escrito cómo se disfruta entre cuatro paredes? O ¿con quién? ¿Con qué? Nos forman, educan, en miradas masculinas y femeninas. Indumentaria, perfumes, actitudes, colores, trabajos, hábitos, profesiones. No quiero decir que todo sea lo mismo, o que las distinciones no sean válidas. Lo que digo es lo que digo. Las miradas son una u otra, una mirada que observe algo que puede ser diferente y que además la muestre diferente, es quizás puesta en crisis. Aceptar por aceptar sin tener en vista el respeto, los valores y miradas de los otros tampoco sería una ecuación saludable. Hay una sexualidad que aprendemos o aprehendemos, resultado de diversos factores. Son estas algunas ideas a modo de esbozo, de lo que hoy está profundamente analizado por filósofos contemporáneos, y como para darles una pista, no se pierdan de escuchar y leer a Beatriz Preciado. Filosofa española que con sus conferencias y escritos está poniendo un condimento reflexivo interesante. Qué pasa con nuestro cuerpo, qué nos gusta, cómo, cuándo, dónde y con quién. Es construido a partir de nuestras historias personales, enseñanzas en la familia, creencias religiosas, contextos sociales, culturales y exploraciones propias.

Sesgado ello por la moral y las buenas costumbres.

En estas elucubraciones me encontraba cuando decidí alquilar la peli “Las 50 sombras de Grey”. Porque vieron que yo sigo alquilando. La rutina de ir al video es agradable, divertida, afectuosa.

El tema es que no leí la novela, la trilogía. Por supuesto tengo amigas que me han comentado que la leyeron, la primera solamente o la saga completa. Ningún varón me ha hecho referencia al respecto, no quiere decir ello que no la hayan leído ¿no? Cuando se estrenó el film, me sentía tan invadida de críticas y opiniones al respecto que no fui a verla. Y un día me dije, ¡Vamos a ver de qué se trata esto que tanto comentan! y que a las mujeres -según las críticas- habría enloquecido.

Bien, verla y decantar esa historia me lleva a opinar que la película es una forma de mostrarnos ciertas hipocresías a la hora de gozar, disfrutar, comunicarse sexualmente. Desde mi parecer no está intentando mostrar el sadomasoquismo y dos personas con algún gusto condenable desde lo psicológico. Desmitifica. creo, el uso de implementos orientados a causar dolor físico y que ese dolor sea placentero. Está planteando que esos implementos seducen desde el imaginario y estimulan sin que el dolor sea un objetivo ni mucho menos esté presente. Todo eso puede que vaya bien hasta que, si el dolor se convirtiera en el objetivo porque provocara placer, eso ya es otro cantar y como diría un amigo, no mezclemos corchos con botones. Es en ese punto donde una de las partes de esta pareja, se corre de la historia.

Reflexiono acerca de muchas otras situaciones, que no se refieren al sexo y cómo lo desarrollan y viven las personas, sino en las interacciones con los otros atravesadas por el placer o por el dolor.

¿Cómo es que nos relacionamos? ¿Qué capacidad tenemos para distinguir que esa interacción o encuentro con el otro está doliendo? Si se pudiese advertir que hay dolor, ¿qué hacemos con ello? Cómo uno puede correrse, cómo puede plantearse y distinguir, y justamente no mezclar ni confundir.

Las dinámicas de relación son complejas, aunque ello no sea una novedad. En esa complejidad están las emociones, los miedos, la necesidad de sentirse reconocido por el otro. Por mi trabajo puedo ver lo dificultoso que se vuelve a veces que estos reconocimientos mutuos no estén atravesados por dinámicas y círculos interaccionales en los que sentirse reconocido implique tratarse con descortesía, con agresión, con antipatía.

Me lo pregunto a diario, por qué nos cuesta tanto sonreírnos, ser corteses, no competir, no reaccionar, sino accionar. Por qué nos cuesta tanto mirarnos de frente, hacer silencio mientras el otro habla, escuchar su verdad, la que sea, y disponerme a contarle la propia.

Los estreses de estos tiempos, los dolores cotidianos, las sensaciones de impotencia o agobio, comprendo que propicien estas actitudes.

Pasa que es tan lindo y positivo tratarse bien. Es tan milagroso lo que sucede, y en el engranaje las cosas buenas que van sucediendo.

Entonces, disfrutar con otros eso que se llama placer, seres disfrutadores, que va desde el buenos días a con quien se comparta lo que se pueda compartir, transitando la sexualidad y la seducción, lo mejor creo es que sea con espontaneidad y sin hipocresías oportunistas. Sin miedo como canta el Raly Barrionuevo “Solo tus ojos me llevan a ese lugar donde los cuerpos transpiran a libertad. Voy procurando romper el silencio el milenario sepulcro del miedo… con la luna voy pariendo la serenata que esconden mis sueños.”

Daniela Patricia Almirón es abogada-Mediadora


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