Un buen tipo

Un recuerdo.

Su vocero recordó al exsenador.
08 JUN 2017 - 21:45 | Actualizado

Por Ignacio Ocariz

Trabajé 14 años al lado de Marcelo Guinle. Fue mi jefe, pero también un amigo y, muchas veces, un segundo padre. Lo conocí en una interna del PJ, trabajando para una lista opuesta a la suya. Al poco tiempo, sin tener ningún compromiso, nos dio trabajo como sus voceros, junto con Soledad, mi compañera de la vida.

Era el 19 de diciembre de 2001. El país se caía a pedazos. Hasta el 10 de diciembre de 2015, tuve con él una relación que largamente excedió lo laboral. Por eso, todo lo que pueda decir o escribir sobre su figura va a estar “contaminado” por un profundo afecto personal y respeto profesional.

Guinle era sobre todo un buen tipo. Es lo primero que debe destacarse. Familiero, siempre preocupado y atento a sus hijos y nietos, pero también por  los que trabajábamos con él. Futbolero, capaz de trenzarse en una larga charla sobre su querido Colón de Santa Fe con el ordenanza que le traía el café o con un ministro del Superior Tribunal de esa provincia.

Obsesivo del laburo. Cuando tomaba un tema lo seguía hasta el final. Desde un traslado de un pibe de Buen Pasto al Garrahan, hasta la sanción de la Ley de Energías Renovables.

Un caballero. En el Senado, y en la vida en general. Querido, respetado por sus compañeros de Bloque, pero también por los eventuales rivales políticos. Sencillo a más no poder.

De vacaciones, a Madryn, Puelo, Córdoba o Mar del Plata. Si era con los nietos, mejor. Un tipo con códigos, de los que ya no hay. “Uno puede dedicarse a la política o dedicarse a los negocios. A las dos cosas, nunca. Yo elegí la política y estoy orgulloso de poder mirar a los ojos a cualquiera”, me dijo hace unos años y me quedó grabado a fuego. Yo lo voy a extrañar. Chubut también.
Mucho.#

 

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Su vocero recordó al exsenador.
08 JUN 2017 - 21:45

Por Ignacio Ocariz

Trabajé 14 años al lado de Marcelo Guinle. Fue mi jefe, pero también un amigo y, muchas veces, un segundo padre. Lo conocí en una interna del PJ, trabajando para una lista opuesta a la suya. Al poco tiempo, sin tener ningún compromiso, nos dio trabajo como sus voceros, junto con Soledad, mi compañera de la vida.

Era el 19 de diciembre de 2001. El país se caía a pedazos. Hasta el 10 de diciembre de 2015, tuve con él una relación que largamente excedió lo laboral. Por eso, todo lo que pueda decir o escribir sobre su figura va a estar “contaminado” por un profundo afecto personal y respeto profesional.

Guinle era sobre todo un buen tipo. Es lo primero que debe destacarse. Familiero, siempre preocupado y atento a sus hijos y nietos, pero también por  los que trabajábamos con él. Futbolero, capaz de trenzarse en una larga charla sobre su querido Colón de Santa Fe con el ordenanza que le traía el café o con un ministro del Superior Tribunal de esa provincia.

Obsesivo del laburo. Cuando tomaba un tema lo seguía hasta el final. Desde un traslado de un pibe de Buen Pasto al Garrahan, hasta la sanción de la Ley de Energías Renovables.

Un caballero. En el Senado, y en la vida en general. Querido, respetado por sus compañeros de Bloque, pero también por los eventuales rivales políticos. Sencillo a más no poder.

De vacaciones, a Madryn, Puelo, Córdoba o Mar del Plata. Si era con los nietos, mejor. Un tipo con códigos, de los que ya no hay. “Uno puede dedicarse a la política o dedicarse a los negocios. A las dos cosas, nunca. Yo elegí la política y estoy orgulloso de poder mirar a los ojos a cualquiera”, me dijo hace unos años y me quedó grabado a fuego. Yo lo voy a extrañar. Chubut también.
Mucho.#

 


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