Duele mucho despedirse de un ser querido, atrevernos a decir adiós a una persona que ya no va a estar entre nosotros. Es como aceptar que se pierde una parte nuestra, a veces tan cercana que se siente como si ya una porción del corazón no estuviera ahí. Es, probablemente, lo que sienten aquellos que lo conocieron. Lo que sentimos quienes conocimos al “profe” Grilli.
“Se fue un grande”, me dijo al oído su hijo David ayer, cuando me acerqué a darle el abrazo y el pésame. Es la mejor síntesis para despedir a alguien que representó mucho en su vida profesional deportiva, familiar y social, hay coincidencia plena con esa definición.
Ayer fue su despedida. Por allí pasaron sus colegas profesores, amigos, jugadores, técnicos y también atletas, esos que fueron parte de su vida, con los que compartió quizás –por una cuestión de tiempo- sus más ricos conocimientos y a los que no solo formó, sino que también acompañó en cuanta competencia se organizaba en su Madryn elegido o en cualquier lugar de la provincia.
Se jubiló hace un par de años de la Dirección de Deportes de la Municipalidad portuaria; y por allí pasaron a despedirlo sus excompañeros. También estuvieron dándole el último adiós aquellos que eran parte de su vida social y de la comunidad religiosa de la que era parte desde hace unos cuantos años.
José Luis eligió Puerto Madryn para vivir el resto de sus días después de transitar otros caminos y, mucho antes de eso, cursar sus estudios en el Colegio San Lorenzo y su posterior paso por la Universidad Nacional de Rosario, de la que egresó como profesor de Educación Física. Formó una hermosa familia con Rosa y tuvieron cuatro hijos, los que le dieron varios nietos. Ser profe de atletismo y forjar atletas, no sin antes detectarlos en los interescolares o Juegos Evita, fue a lo que le dedicó la mayor parte de su tiempo en la Pista de Atletismo, acompañado por otro grande como Horacio Cabito, que ayer fue a despedir a su amigo de más de 30 años. Hincha de Newell’s y también fana de fútbol de cualquier categoría, fue un conocedor como pocos y de ese conocimiento alardeaba muchas veces al preguntarnos “¿Quién es el 4 de Acasusso o el 10 de Claypole, nadie lo ve para traerlos acá a reforzar equipos?” Dejándonos en ridículo y obligándonos a recurrir al poderoso Google para saber de quién nos hablaba.
También, en los inicios de los 80’, fue uno de los impulsores de la vuelta del Fútbol de Salón a Puerto Madryn, actividad que se desarrollaba a gimnasio lleno en el Municipal. Es difícil, en pocas líneas, contar sobre lo que el profe Grilli significó para el deporte y la educación de los deportistas de la ciudad, esa que lo cobijó durante tantos años y a la que le puso el alma y corazón. Su corazón le dijo basta este miércoles por la tarde y a los que nos quedamos aquí se nos paralizó al recibir la noticia. Para aquellos que tuvimos el enorme placer de conocerlo, de compartir una charla, una nota o tomar un mate, resultó muy sencillo quererlo y respetarlo, por esa empatía que él generaba.
Respetado por todos, educado, equilibrado, querido y querible, de una calidad humana destacable, su despedida no hizo más que corroborar lo que pensábamos y sabíamos de él.
¡Fue un gusto profe!
Gracias por el afecto y hasta la próxima nota…#
Duele mucho despedirse de un ser querido, atrevernos a decir adiós a una persona que ya no va a estar entre nosotros. Es como aceptar que se pierde una parte nuestra, a veces tan cercana que se siente como si ya una porción del corazón no estuviera ahí. Es, probablemente, lo que sienten aquellos que lo conocieron. Lo que sentimos quienes conocimos al “profe” Grilli.
“Se fue un grande”, me dijo al oído su hijo David ayer, cuando me acerqué a darle el abrazo y el pésame. Es la mejor síntesis para despedir a alguien que representó mucho en su vida profesional deportiva, familiar y social, hay coincidencia plena con esa definición.
Ayer fue su despedida. Por allí pasaron sus colegas profesores, amigos, jugadores, técnicos y también atletas, esos que fueron parte de su vida, con los que compartió quizás –por una cuestión de tiempo- sus más ricos conocimientos y a los que no solo formó, sino que también acompañó en cuanta competencia se organizaba en su Madryn elegido o en cualquier lugar de la provincia.
Se jubiló hace un par de años de la Dirección de Deportes de la Municipalidad portuaria; y por allí pasaron a despedirlo sus excompañeros. También estuvieron dándole el último adiós aquellos que eran parte de su vida social y de la comunidad religiosa de la que era parte desde hace unos cuantos años.
José Luis eligió Puerto Madryn para vivir el resto de sus días después de transitar otros caminos y, mucho antes de eso, cursar sus estudios en el Colegio San Lorenzo y su posterior paso por la Universidad Nacional de Rosario, de la que egresó como profesor de Educación Física. Formó una hermosa familia con Rosa y tuvieron cuatro hijos, los que le dieron varios nietos. Ser profe de atletismo y forjar atletas, no sin antes detectarlos en los interescolares o Juegos Evita, fue a lo que le dedicó la mayor parte de su tiempo en la Pista de Atletismo, acompañado por otro grande como Horacio Cabito, que ayer fue a despedir a su amigo de más de 30 años. Hincha de Newell’s y también fana de fútbol de cualquier categoría, fue un conocedor como pocos y de ese conocimiento alardeaba muchas veces al preguntarnos “¿Quién es el 4 de Acasusso o el 10 de Claypole, nadie lo ve para traerlos acá a reforzar equipos?” Dejándonos en ridículo y obligándonos a recurrir al poderoso Google para saber de quién nos hablaba.
También, en los inicios de los 80’, fue uno de los impulsores de la vuelta del Fútbol de Salón a Puerto Madryn, actividad que se desarrollaba a gimnasio lleno en el Municipal. Es difícil, en pocas líneas, contar sobre lo que el profe Grilli significó para el deporte y la educación de los deportistas de la ciudad, esa que lo cobijó durante tantos años y a la que le puso el alma y corazón. Su corazón le dijo basta este miércoles por la tarde y a los que nos quedamos aquí se nos paralizó al recibir la noticia. Para aquellos que tuvimos el enorme placer de conocerlo, de compartir una charla, una nota o tomar un mate, resultó muy sencillo quererlo y respetarlo, por esa empatía que él generaba.
Respetado por todos, educado, equilibrado, querido y querible, de una calidad humana destacable, su despedida no hizo más que corroborar lo que pensábamos y sabíamos de él.
¡Fue un gusto profe!
Gracias por el afecto y hasta la próxima nota…#