El ingenio en tiempos de guerra

Opinión/Los supuestos básicos.

17 MAR 2018 - 21:56 | Actualizado

Por Daniela Patricia Almirón

Hay un hombre parado en el centro de ese paisaje blanco. La cámara gira en torno a él. Parece no sentir el frío apreciando su vestimenta. Se lo advierte hasta cómodo en ese centro helado. El paisaje no es de bosques ni montañas. Es un campo de fútbol en el feroz invierno europeo. Impresiona lo que sería el césped, todo blanco. Las gradas apenas se alcanzan a distinguir. Una sonrisa conmovida se vislumbra en su rostro. Tiene el cabello negro y sus gafas no ocultan una mirada sincera, directa y fuerte. El campo es el FK Sarajevo, su club natal en la ciudad que lo vio nacer y que eligió para seguir viviendo pese a todo y todos.
¿Cómo sigue la vida mientras se escuchan los bombardeos? Este hombre no se detuvo mucho a pensarlo cuando, tras regresar a su Bosnia luego de las glorias del fútbol de élite, se quedó ahí. Permaneció con su gente cuando en 1992 estalló la guerra y los francotiradores se apostaban por doquier, los muertos y los heridos se sumaban, durante cuatro sangrientos años.
Así un día, apelando a lo que mejor sabía hacer y a aquello en lo que creía, anunciaba por la radio en la Sarajevo explotada que junto con unos amigos abrían una escuela de fútbol. El gran ídolo Predrag Pasic y sus compañeros de esa loca aventura, con asombro, el primer día recibían a más de doscientos niños. Para llegar a ese lado de la ciudad habían cruzado un puente bajo control militar. Estos niños eran una muestra de la heterogénea conformación de ese pueblo: musulmanes, católicos, ortodoxos y de todo color en su piel. Porque así se convivía afuera y esto era natural para ellos. Las escuelas estaban cerradas y para Pasic el fútbol era una forma de convivir en paz, fortalecer valores como la justicia y la verdad que los considera, pese a los tiempos modernos, básicos principios del deporte. En un país dividido, estos niños estaban conviviendo no solo juntos, sino que compartían la misma camiseta, similares diversiones y sueños.
Sin tapujos ni estridencias afirma que hoy el fútbol lo decide el dinero. Decide a qué club se pertenece, quién será el Director Técnico, cuál ganará la liga nacional y la europea. Con la misma calmada convicción reafirma los valores verdaderos que provee el juego en equipo de fútbol.
Siempre me pregunto cómo hacen los que hacen en tiempos graves y difíciles. De qué insospechada fortaleza, resistencia, templanza están hechas sus mentes y conformados sus espíritus.
Miro las fotos del guapo y joven jugador de las grandes ligas y este primer plano del hombre adulto en el centro del campo de juego blanco, persiste en su gesto todo, una genuinidad en estado puro.
Durante esos cuatro años ninguno de los niños que jugaba en la escuela de Pasic fue acribillado ni lastimado al cruzar el puente.
Esta escuela tiene un nombre, se llama Bubamara. En medio de ese caos el futbolista famoso le puso este nombre a la escuela, que significa fiesta, baile, en el que confluyen multiétnias. En plena guerra en ese club había una fiesta del encuentro en paz.
Una utopía tengo, de las que vivimos los mortales también, sin guerra de por medio, que proliferen muchas Bubamara a lo Pasic en el mundo.#

Daniela Patricia Almirón es Abogada-Mediadora.

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17 MAR 2018 - 21:56

Por Daniela Patricia Almirón

Hay un hombre parado en el centro de ese paisaje blanco. La cámara gira en torno a él. Parece no sentir el frío apreciando su vestimenta. Se lo advierte hasta cómodo en ese centro helado. El paisaje no es de bosques ni montañas. Es un campo de fútbol en el feroz invierno europeo. Impresiona lo que sería el césped, todo blanco. Las gradas apenas se alcanzan a distinguir. Una sonrisa conmovida se vislumbra en su rostro. Tiene el cabello negro y sus gafas no ocultan una mirada sincera, directa y fuerte. El campo es el FK Sarajevo, su club natal en la ciudad que lo vio nacer y que eligió para seguir viviendo pese a todo y todos.
¿Cómo sigue la vida mientras se escuchan los bombardeos? Este hombre no se detuvo mucho a pensarlo cuando, tras regresar a su Bosnia luego de las glorias del fútbol de élite, se quedó ahí. Permaneció con su gente cuando en 1992 estalló la guerra y los francotiradores se apostaban por doquier, los muertos y los heridos se sumaban, durante cuatro sangrientos años.
Así un día, apelando a lo que mejor sabía hacer y a aquello en lo que creía, anunciaba por la radio en la Sarajevo explotada que junto con unos amigos abrían una escuela de fútbol. El gran ídolo Predrag Pasic y sus compañeros de esa loca aventura, con asombro, el primer día recibían a más de doscientos niños. Para llegar a ese lado de la ciudad habían cruzado un puente bajo control militar. Estos niños eran una muestra de la heterogénea conformación de ese pueblo: musulmanes, católicos, ortodoxos y de todo color en su piel. Porque así se convivía afuera y esto era natural para ellos. Las escuelas estaban cerradas y para Pasic el fútbol era una forma de convivir en paz, fortalecer valores como la justicia y la verdad que los considera, pese a los tiempos modernos, básicos principios del deporte. En un país dividido, estos niños estaban conviviendo no solo juntos, sino que compartían la misma camiseta, similares diversiones y sueños.
Sin tapujos ni estridencias afirma que hoy el fútbol lo decide el dinero. Decide a qué club se pertenece, quién será el Director Técnico, cuál ganará la liga nacional y la europea. Con la misma calmada convicción reafirma los valores verdaderos que provee el juego en equipo de fútbol.
Siempre me pregunto cómo hacen los que hacen en tiempos graves y difíciles. De qué insospechada fortaleza, resistencia, templanza están hechas sus mentes y conformados sus espíritus.
Miro las fotos del guapo y joven jugador de las grandes ligas y este primer plano del hombre adulto en el centro del campo de juego blanco, persiste en su gesto todo, una genuinidad en estado puro.
Durante esos cuatro años ninguno de los niños que jugaba en la escuela de Pasic fue acribillado ni lastimado al cruzar el puente.
Esta escuela tiene un nombre, se llama Bubamara. En medio de ese caos el futbolista famoso le puso este nombre a la escuela, que significa fiesta, baile, en el que confluyen multiétnias. En plena guerra en ese club había una fiesta del encuentro en paz.
Una utopía tengo, de las que vivimos los mortales también, sin guerra de por medio, que proliferen muchas Bubamara a lo Pasic en el mundo.#

Daniela Patricia Almirón es Abogada-Mediadora.


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