El Maitén, un pueblo de puro corazón ferroviario

El gobernador Mariano Arcioni y el intendente Oscar Currilén encabezarán hoy los actos, en un día pleno de actividades. La historia de un pueblo que respira por las vías que lo cruzan y que le siguen dando vida en la cordillera chubutense.

21 DIC 2018 - 20:59 | Actualizado

El Maitén está vivo si el tren está en marcha. Nada más cálido que caminar por estos galpones, acompañada de las palabras de un viejo ferroviario”, dice Nelsa Zaratiegui en su libro “Estación El Maitén”, que refleja el sentimiento generalizado de un pueblo que palpita a diario con La Trochita como elemento sustancial de su existir.
Aquí se definen como un pueblo “de puro corazón ferroviario” por su pertenencia con el ramal que le dio vida desde la década del ‘40 y fuera declarado patrimonio de la humanidad, que lo han transformado en un atractivo turístico mundial.
Lo cierto es que en cada esquina de El Maitén encontrará algún vecino “ansioso de contarle una historia de La Trocha, que dio vida a muchos pueblos entre Ingeniero Jacobacci y Esquel. Hoy vemos que estaciones como Ñorquinco, Cerro Mesa, Mamuel Choique están en el olvido, la pobreza de su gente es total y solo el trencito es capaz de volver a levantarlas”, subrayan convencidos los Mansilla, con tres generaciones de maquinistas.
Uno de los atractivos para los visitantes es una visita guiada a los talleres del Viejo Expreso Patagónico (tal como lo denominó en 1978 el novelista Paul Theroux), donde las maquinarias y herramientas de reparación son únicas. Allí se realizan artesanalmente todas las piezas que ya no tienen fabricación industrial y es por este motivo que a sus operarios se los denomina “los artesanos del tren”.
Al salir, frente al andén, está el Museo Ferroviario que conserva piezas, indumentaria y herramientas utilizadas en los primeros años de funcionamiento de La Trochita, bautizada por el ancho de sus 75 centímetros entre los rieles. Relatos directos de los protagonistas, trajes, fotografías, antiguas farolas y hasta una zorrita ferroviaria, completan la muestra “con toda su nostalgia a cuestas”.
 “Este pueblo sigue teniendo mucha pertenencia con su trencito y en casi todas las casas hay alguien ligado al ferrocarril. Acá podés hablar mal de algún pariente, pero no se te ocurra criticar a La Trochita porque te van a saltar a la yugular”, bromeó Carlos Kmet, nieto e hijo de los pioneros ferroviarios que construyeron el ramal. Se jubiló hace un par de años como jefe de los talleres. Sin embargo, su pasión por La Trochita lo lleva todos los días hasta los galpones “para ver cómo andan las cosas”.
Para propios y extraños es “una enciclopedia andante” del trencito patagónico y conoce cada rincón del museo: “Los primeros campamentos fueron de chapas, reemplazados por las casas de durmientes”, detalló acariciando una viga de quebracho colorado, una de las maderas más duras del mundo, que garantiza “una construcción de por vida”.
No obstante, su verdadera pasión son “los planos a escala de las locomotoras Baldwin (Estados Unidos) y Henschel (Alemania)”, exhibidos en una de las paredes junto al frente de una vieja máquina –en su tamaño original– con su miriñaque característico. “Todos los coches y vagones eran de origen belga, de 1922”, remarcó. “En el ramal llegamos a tener 24 locomotoras en servicio, a las que se hacía una reparación general cada ocho años. Cada pieza que se cambiaba en el taller era exactamente igual a la que traía de fábrica”, valoró en referencia a los tornos y otras herramientas que aún están en uso.
Sobre la clásica “zorrita” exhibida en el museo, Kmet graficó que “eran de tracción a sangre, a cargo de la propia cuadrilla siempre dispuesta a salir para despejar las vías. Su trabajo era fundamental en aquellos inviernos tan nevadores”.
“Vieja trocha qué glorioso es tu destino, aunque cansino ya es tu lerdo traquetear, hiciste historia unificando a nuestros pueblos, e hiciste patria con tu estrepitoso andar”, dice la primera estrofa de la canción de Carlos Ñiripil al trencito patagónico, un himno que se canta en cada edición de la Fiesta Nacional del Tren a Vapor, donde se destaca además que El Maitén “es cuna de poetas y buenos guitarreros, capaces de mostrar nuestro pueblo en cualquier escenario del país”.

 Orígenes

Escenario de correrías por varios siglos de tribus tehuelches entre la meseta y la cordillera, la radicación de “gente blanca” en el valle se remonta a finales del siglo XIX, con la llegada de The Argentine Southern Land Company Limited (estancia inglesa), que enseguida inició tareas de alambrado de campos en El Maitén, Fitirhuin, Cholila, Leleque, Fofocahuel, Lepa y Esquel.
Su demanda de mano de obra pronto atrajo a peones, principalmente chilenos y mapuches. A principios del siglo XX, solamente el libanés Abraham Breide (1908) estaba afincado en cercanías al río Chubut, con un boliche que ocupaba un lugar estratégico, considerando que El Maitén era una encrucijada de rutas que replicaban antiguas rastrilladas indígenas y era paso obligado para vadear el curso hídrico. Por allí pasaba el camino real que conectaba a Nahuel Huapi con Esquel y la ruta que unía Cholila con Ñorquinco.
Las demás familias pioneras optaron por poblar las estribaciones del cerro Azul, aprovechando los recursos del bosque nativo y los arroyos torrentosos de las montañas.
Los primeros pobladores fueron Ricardo Ríos y Regina Castro (1902); Francisco Liempe e Ivana Illar (1905); Segundo Ñiripil y Rosa Llanquileo (1907); Juan Bautista Cañio (1908); Sergio Gaite y Gregoria Stefano (1914); Segundo Guajardo y Florinda Ríos (1914); Artidoro Rosas (1916); Antonio Reynahuel y Marcelina Calfupán (1917); Francisco Wodicka y María Concepción Muñoz (1919).
Luego llegaron los Sepúlveda, Alvarado, Cárdenas, Moraga, Rosa y otros, que determinaron la necesidad de fundar una escuela. Con el tiempo, dicho paraje pasó a llamarse Buenos Aires Chico.
Acerca del origen del particular nombre, cuenta Arnaldo “Llamarada” Muñoz que “por 1940 se conforma en la Escuela Nacional 31, el primer equipo ‘oficial’ de fútbol de la historia lugareña. Había una maestra de Buenos Aires que nos hablaba y lloraba mucho porque extrañaba la ciudad. Para darle alguna alegría, le pusimos entonces de nombre ‘Buenos Aires Chico’ al equipo, y así quedó”.
Pero todo cambió en 1941, cuando luego de 6 años de trabajo y esfuerzo, el tren llegó hasta El Maitén en el marco de un proyecto de 402 kilómetros y más de 600 curvas para unir Ingeniero Jacobacci con Esquel (habilitado finalmente en 1945).
En 1922, el gobierno argentino compró 50 locomotoras belgas Henschel (y luego 25 Baldwin americanas) y los vagones de madera, que actualmente se usan. Su trocha de solo 75 centímetros es la principal característica del ramal, pensado para sacar hacia la pampa húmeda la producción de las estancias inglesas, y de paso unir los pueblos de la meseta con la premisa de promover su desarrollo en el contexto de una estrategia de integración ferroviaria propia de la época, transportando las mercancías, los productos agropecuarios y los pasajeros en largas travesías de más de 20 horas.
“Y florecía la vida en ese incipiente y desordenado barrio ‘Las Latas’, lugar elegido para la ubicación de la primera tanda de empleados ferroviarios por su cercanía al río Chubut, donde en verano podían abastecerse de agua. Luego vendrán las perforaciones que abastecerían a la gente cuando el río llegara con sus aguas marrones por las crecientes”, grafica Edmundo Jíos en su libro “El baúl de los recuerdos”. Su padre fue uno de los constructores de La Trochita y él mismo fue maquinista. Referencias a los primeros pobladores, al asentamiento del primer campamento ferroviario y cientos de anécdotas humorísticas y dramáticas (incluyendo los accidentes trágicos del Viejo Expreso Patagónico) marcan la impronta del relato. Los primeros médicos, las lavanderas, los maestros, los hachadores de leña, los policías, los ladrilleros, los peluqueros y las historias de los paisanos mapuches de la zona reflejan el modo de vida de varias décadas en la cordillera, cuando el tren era prácticamente el único medio de comunicación con “la civilización”.
Antes de partir, “Mundo” Jios pidió a las autoridades que “no dejen pasar más tiempo para que en El Maitén haya un lugar que tenga el nombre de Delfín Mansilla. Será un homenaje a los más sufridos trabajadores ferroviarios, a los que dejaron la vida sobre las vías”, al tiempo que propuso que “las placas con el recuerdo de cada uno de ellos bien pueden estar en la locomotora 131”, emplazada como monumento sobre la avenida principal de esta localidad de la Comarca Andina. Dicho reclamo aún no fue cumplido.

El Maitén festeja

El gobernador Mariano Arcioni llegará hoy a El Maitén para encabezar los actos por el 76° aniversario junto al intendente Oscar Currilén. Desde las 11, frente al edificio municipal, se hará el acto protocolar que incluye la entrega de viviendas; reconocimiento a antiguos pobladores y ciudadanos destacados, plaquetas a jubilados y a representantes locales en los juegos Evita Culturales. El cierre será con un desfile de las instituciones del lugar.
Previamente, la comitiva hará una recorrida para dejar inaugurada la sala velatoria; el paseo costero sobre el arroyo Buenos Aires Chico; un quincho para eventos y albergue en el Club Hípico y el sembrado de césped en el campo de doma “El Bagual”. Se agregan las canchas deportivas en polideportivo Esteban G. Quiroga (alambrado, sembrado, riego, parquización) y una bicisenda.
A partir de las 18, en el predio de la Fiesta Nacional del Tren a Vapor, los festejos incluyen una exposición de las instituciones de la localidad, la feria de productores y artesanos, y música y baile con actuación de artistas de la región. Habrá servicio de bufet a cargo de las escuelas deportivas de patín, hockey, Voley y de la fábrica de galletitas y alfajores “Corazón de trigo”.
Se agrega la muestra fotográfica y de objetos antiguos en el Salón Cultural y, a partir de las 19, la salida desde la estación de los trenes navideños que pasarán sobre el río Chubut y harán un recorrido especial, destinados a los niños de El Maitén y de la zona.

El Maitén turístico

En esta localidad de la Comarca Andina, de casi 5 mil habitantes, existe una variada oferta en gastronomía y alojamiento turístico. Se accede por la ruta provincial 70 (pavimentada), vinculada a El Bolsón (60 km), Bariloche (150 km) y Esquel (140 km).
Entre sus atractivos se destaca el río Chubut, con un excelente camping municipal con todos los servicios y donde se pueden realizar actividades náuticas y pesca deportiva de trucha arco iris y salmón.
A solo 5 km del casco urbano, pasando la aldea Buenos Aires Chico, se llega al Cañadón de los Ensueños, donde aparece un arroyo de aguas claras que baja por una quebrada entre un hermoso bosque de lengas, coihues, ñires y cipreses. Ascendiendo por el sendero, luego de dos horas de caminata, hay también una cascada de gran belleza.
Desde el puente carretero es posible observar a La Bella Durmiente, una formación rocosa que se asemeja a una mujer en estado de reposo y representa la típica postal de la localidad cuando el tren pasa sobre el río Chubut.
Envuelto en sus volutas de humo, el trencito se transformó desde la década del ‘80 en uno de los símbolos del turismo en la región andina, donde sigue prestando sus servicios desde Esquel y El Maitén y ya cuenta con fama mundial.
Lo cierto es que “La Trochita”, actualmente bajo la administración del gobierno del Chubut, ya forma parte del patrimonio histórico y cultural de todos los argentinos y es un ícono cordillerano por su constante sensación de pertenencia comunitaria. En febrero recibe su homenaje anual con la celebración de la Fiesta Nacional del Tren a Vapor.

Primera comisión de fomento  

Comenzó a funcionar el 28 de septiembre de 1942, presidida por Antonio Breide; Francisco Wodicka fue vicepresidente; Salvador Paeras el secretario, Isidro Lobos el tesorero y Sergio Gaite el vocal. Este grupo de vecinos comenzó a trabajar preocupado por la organización del plano de mensuras del pueblo, tema que “era preocupante por los problemas que ya se habían generado y necesitaban urgente solución, dado el crecimiento poblacional que había. Dentro de las prioridades también figuraba la construcción de un edificio propio y la creación de un juzgado de Paz, para dejar de depender de Epuyén”, recordaron.
Ya en 1950, la junta de vecinos estuvo encabezada por Julio Beccaccini y recién en 1955 se designa al primer intendente municipal. En 1973, en coincidencia con la vuelta del peronismo al país, Juan Ristovich (Frejuli) ganó las elecciones municipales. María Viladrich de Billone; Raúl Rastellini; Francisco Romeo; Dante Nieto; Sergio Gaite; Héctor Estevez y Mario Mendez fueron los concejales (luego ingresaron Evaristo Reinahuel; Percy Jones; Nelson Acheritobehere y Hugo Saavedra). El 16 de septiembre de 1975 renuncia el intendente y asume doña María Billone, quien fue electa nuevamente para el periodo 1983/87, junto a los ediles Carlos Zubiri; Carlos Peroy; Omar Estive; Raymundo Silva (PJ); Nicolás Josifovich y Luis Acomazzo (Pach).
En medio, el gendarme Juan Carlos Vaquer y Haig Jones (también gendarme jubilado y lechero del pueblo) fueron intendentes de facto.#

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21 DIC 2018 - 20:59

El Maitén está vivo si el tren está en marcha. Nada más cálido que caminar por estos galpones, acompañada de las palabras de un viejo ferroviario”, dice Nelsa Zaratiegui en su libro “Estación El Maitén”, que refleja el sentimiento generalizado de un pueblo que palpita a diario con La Trochita como elemento sustancial de su existir.
Aquí se definen como un pueblo “de puro corazón ferroviario” por su pertenencia con el ramal que le dio vida desde la década del ‘40 y fuera declarado patrimonio de la humanidad, que lo han transformado en un atractivo turístico mundial.
Lo cierto es que en cada esquina de El Maitén encontrará algún vecino “ansioso de contarle una historia de La Trocha, que dio vida a muchos pueblos entre Ingeniero Jacobacci y Esquel. Hoy vemos que estaciones como Ñorquinco, Cerro Mesa, Mamuel Choique están en el olvido, la pobreza de su gente es total y solo el trencito es capaz de volver a levantarlas”, subrayan convencidos los Mansilla, con tres generaciones de maquinistas.
Uno de los atractivos para los visitantes es una visita guiada a los talleres del Viejo Expreso Patagónico (tal como lo denominó en 1978 el novelista Paul Theroux), donde las maquinarias y herramientas de reparación son únicas. Allí se realizan artesanalmente todas las piezas que ya no tienen fabricación industrial y es por este motivo que a sus operarios se los denomina “los artesanos del tren”.
Al salir, frente al andén, está el Museo Ferroviario que conserva piezas, indumentaria y herramientas utilizadas en los primeros años de funcionamiento de La Trochita, bautizada por el ancho de sus 75 centímetros entre los rieles. Relatos directos de los protagonistas, trajes, fotografías, antiguas farolas y hasta una zorrita ferroviaria, completan la muestra “con toda su nostalgia a cuestas”.
 “Este pueblo sigue teniendo mucha pertenencia con su trencito y en casi todas las casas hay alguien ligado al ferrocarril. Acá podés hablar mal de algún pariente, pero no se te ocurra criticar a La Trochita porque te van a saltar a la yugular”, bromeó Carlos Kmet, nieto e hijo de los pioneros ferroviarios que construyeron el ramal. Se jubiló hace un par de años como jefe de los talleres. Sin embargo, su pasión por La Trochita lo lleva todos los días hasta los galpones “para ver cómo andan las cosas”.
Para propios y extraños es “una enciclopedia andante” del trencito patagónico y conoce cada rincón del museo: “Los primeros campamentos fueron de chapas, reemplazados por las casas de durmientes”, detalló acariciando una viga de quebracho colorado, una de las maderas más duras del mundo, que garantiza “una construcción de por vida”.
No obstante, su verdadera pasión son “los planos a escala de las locomotoras Baldwin (Estados Unidos) y Henschel (Alemania)”, exhibidos en una de las paredes junto al frente de una vieja máquina –en su tamaño original– con su miriñaque característico. “Todos los coches y vagones eran de origen belga, de 1922”, remarcó. “En el ramal llegamos a tener 24 locomotoras en servicio, a las que se hacía una reparación general cada ocho años. Cada pieza que se cambiaba en el taller era exactamente igual a la que traía de fábrica”, valoró en referencia a los tornos y otras herramientas que aún están en uso.
Sobre la clásica “zorrita” exhibida en el museo, Kmet graficó que “eran de tracción a sangre, a cargo de la propia cuadrilla siempre dispuesta a salir para despejar las vías. Su trabajo era fundamental en aquellos inviernos tan nevadores”.
“Vieja trocha qué glorioso es tu destino, aunque cansino ya es tu lerdo traquetear, hiciste historia unificando a nuestros pueblos, e hiciste patria con tu estrepitoso andar”, dice la primera estrofa de la canción de Carlos Ñiripil al trencito patagónico, un himno que se canta en cada edición de la Fiesta Nacional del Tren a Vapor, donde se destaca además que El Maitén “es cuna de poetas y buenos guitarreros, capaces de mostrar nuestro pueblo en cualquier escenario del país”.

 Orígenes

Escenario de correrías por varios siglos de tribus tehuelches entre la meseta y la cordillera, la radicación de “gente blanca” en el valle se remonta a finales del siglo XIX, con la llegada de The Argentine Southern Land Company Limited (estancia inglesa), que enseguida inició tareas de alambrado de campos en El Maitén, Fitirhuin, Cholila, Leleque, Fofocahuel, Lepa y Esquel.
Su demanda de mano de obra pronto atrajo a peones, principalmente chilenos y mapuches. A principios del siglo XX, solamente el libanés Abraham Breide (1908) estaba afincado en cercanías al río Chubut, con un boliche que ocupaba un lugar estratégico, considerando que El Maitén era una encrucijada de rutas que replicaban antiguas rastrilladas indígenas y era paso obligado para vadear el curso hídrico. Por allí pasaba el camino real que conectaba a Nahuel Huapi con Esquel y la ruta que unía Cholila con Ñorquinco.
Las demás familias pioneras optaron por poblar las estribaciones del cerro Azul, aprovechando los recursos del bosque nativo y los arroyos torrentosos de las montañas.
Los primeros pobladores fueron Ricardo Ríos y Regina Castro (1902); Francisco Liempe e Ivana Illar (1905); Segundo Ñiripil y Rosa Llanquileo (1907); Juan Bautista Cañio (1908); Sergio Gaite y Gregoria Stefano (1914); Segundo Guajardo y Florinda Ríos (1914); Artidoro Rosas (1916); Antonio Reynahuel y Marcelina Calfupán (1917); Francisco Wodicka y María Concepción Muñoz (1919).
Luego llegaron los Sepúlveda, Alvarado, Cárdenas, Moraga, Rosa y otros, que determinaron la necesidad de fundar una escuela. Con el tiempo, dicho paraje pasó a llamarse Buenos Aires Chico.
Acerca del origen del particular nombre, cuenta Arnaldo “Llamarada” Muñoz que “por 1940 se conforma en la Escuela Nacional 31, el primer equipo ‘oficial’ de fútbol de la historia lugareña. Había una maestra de Buenos Aires que nos hablaba y lloraba mucho porque extrañaba la ciudad. Para darle alguna alegría, le pusimos entonces de nombre ‘Buenos Aires Chico’ al equipo, y así quedó”.
Pero todo cambió en 1941, cuando luego de 6 años de trabajo y esfuerzo, el tren llegó hasta El Maitén en el marco de un proyecto de 402 kilómetros y más de 600 curvas para unir Ingeniero Jacobacci con Esquel (habilitado finalmente en 1945).
En 1922, el gobierno argentino compró 50 locomotoras belgas Henschel (y luego 25 Baldwin americanas) y los vagones de madera, que actualmente se usan. Su trocha de solo 75 centímetros es la principal característica del ramal, pensado para sacar hacia la pampa húmeda la producción de las estancias inglesas, y de paso unir los pueblos de la meseta con la premisa de promover su desarrollo en el contexto de una estrategia de integración ferroviaria propia de la época, transportando las mercancías, los productos agropecuarios y los pasajeros en largas travesías de más de 20 horas.
“Y florecía la vida en ese incipiente y desordenado barrio ‘Las Latas’, lugar elegido para la ubicación de la primera tanda de empleados ferroviarios por su cercanía al río Chubut, donde en verano podían abastecerse de agua. Luego vendrán las perforaciones que abastecerían a la gente cuando el río llegara con sus aguas marrones por las crecientes”, grafica Edmundo Jíos en su libro “El baúl de los recuerdos”. Su padre fue uno de los constructores de La Trochita y él mismo fue maquinista. Referencias a los primeros pobladores, al asentamiento del primer campamento ferroviario y cientos de anécdotas humorísticas y dramáticas (incluyendo los accidentes trágicos del Viejo Expreso Patagónico) marcan la impronta del relato. Los primeros médicos, las lavanderas, los maestros, los hachadores de leña, los policías, los ladrilleros, los peluqueros y las historias de los paisanos mapuches de la zona reflejan el modo de vida de varias décadas en la cordillera, cuando el tren era prácticamente el único medio de comunicación con “la civilización”.
Antes de partir, “Mundo” Jios pidió a las autoridades que “no dejen pasar más tiempo para que en El Maitén haya un lugar que tenga el nombre de Delfín Mansilla. Será un homenaje a los más sufridos trabajadores ferroviarios, a los que dejaron la vida sobre las vías”, al tiempo que propuso que “las placas con el recuerdo de cada uno de ellos bien pueden estar en la locomotora 131”, emplazada como monumento sobre la avenida principal de esta localidad de la Comarca Andina. Dicho reclamo aún no fue cumplido.

El Maitén festeja

El gobernador Mariano Arcioni llegará hoy a El Maitén para encabezar los actos por el 76° aniversario junto al intendente Oscar Currilén. Desde las 11, frente al edificio municipal, se hará el acto protocolar que incluye la entrega de viviendas; reconocimiento a antiguos pobladores y ciudadanos destacados, plaquetas a jubilados y a representantes locales en los juegos Evita Culturales. El cierre será con un desfile de las instituciones del lugar.
Previamente, la comitiva hará una recorrida para dejar inaugurada la sala velatoria; el paseo costero sobre el arroyo Buenos Aires Chico; un quincho para eventos y albergue en el Club Hípico y el sembrado de césped en el campo de doma “El Bagual”. Se agregan las canchas deportivas en polideportivo Esteban G. Quiroga (alambrado, sembrado, riego, parquización) y una bicisenda.
A partir de las 18, en el predio de la Fiesta Nacional del Tren a Vapor, los festejos incluyen una exposición de las instituciones de la localidad, la feria de productores y artesanos, y música y baile con actuación de artistas de la región. Habrá servicio de bufet a cargo de las escuelas deportivas de patín, hockey, Voley y de la fábrica de galletitas y alfajores “Corazón de trigo”.
Se agrega la muestra fotográfica y de objetos antiguos en el Salón Cultural y, a partir de las 19, la salida desde la estación de los trenes navideños que pasarán sobre el río Chubut y harán un recorrido especial, destinados a los niños de El Maitén y de la zona.

El Maitén turístico

En esta localidad de la Comarca Andina, de casi 5 mil habitantes, existe una variada oferta en gastronomía y alojamiento turístico. Se accede por la ruta provincial 70 (pavimentada), vinculada a El Bolsón (60 km), Bariloche (150 km) y Esquel (140 km).
Entre sus atractivos se destaca el río Chubut, con un excelente camping municipal con todos los servicios y donde se pueden realizar actividades náuticas y pesca deportiva de trucha arco iris y salmón.
A solo 5 km del casco urbano, pasando la aldea Buenos Aires Chico, se llega al Cañadón de los Ensueños, donde aparece un arroyo de aguas claras que baja por una quebrada entre un hermoso bosque de lengas, coihues, ñires y cipreses. Ascendiendo por el sendero, luego de dos horas de caminata, hay también una cascada de gran belleza.
Desde el puente carretero es posible observar a La Bella Durmiente, una formación rocosa que se asemeja a una mujer en estado de reposo y representa la típica postal de la localidad cuando el tren pasa sobre el río Chubut.
Envuelto en sus volutas de humo, el trencito se transformó desde la década del ‘80 en uno de los símbolos del turismo en la región andina, donde sigue prestando sus servicios desde Esquel y El Maitén y ya cuenta con fama mundial.
Lo cierto es que “La Trochita”, actualmente bajo la administración del gobierno del Chubut, ya forma parte del patrimonio histórico y cultural de todos los argentinos y es un ícono cordillerano por su constante sensación de pertenencia comunitaria. En febrero recibe su homenaje anual con la celebración de la Fiesta Nacional del Tren a Vapor.

Primera comisión de fomento  

Comenzó a funcionar el 28 de septiembre de 1942, presidida por Antonio Breide; Francisco Wodicka fue vicepresidente; Salvador Paeras el secretario, Isidro Lobos el tesorero y Sergio Gaite el vocal. Este grupo de vecinos comenzó a trabajar preocupado por la organización del plano de mensuras del pueblo, tema que “era preocupante por los problemas que ya se habían generado y necesitaban urgente solución, dado el crecimiento poblacional que había. Dentro de las prioridades también figuraba la construcción de un edificio propio y la creación de un juzgado de Paz, para dejar de depender de Epuyén”, recordaron.
Ya en 1950, la junta de vecinos estuvo encabezada por Julio Beccaccini y recién en 1955 se designa al primer intendente municipal. En 1973, en coincidencia con la vuelta del peronismo al país, Juan Ristovich (Frejuli) ganó las elecciones municipales. María Viladrich de Billone; Raúl Rastellini; Francisco Romeo; Dante Nieto; Sergio Gaite; Héctor Estevez y Mario Mendez fueron los concejales (luego ingresaron Evaristo Reinahuel; Percy Jones; Nelson Acheritobehere y Hugo Saavedra). El 16 de septiembre de 1975 renuncia el intendente y asume doña María Billone, quien fue electa nuevamente para el periodo 1983/87, junto a los ediles Carlos Zubiri; Carlos Peroy; Omar Estive; Raymundo Silva (PJ); Nicolás Josifovich y Luis Acomazzo (Pach).
En medio, el gendarme Juan Carlos Vaquer y Haig Jones (también gendarme jubilado y lechero del pueblo) fueron intendentes de facto.#


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