Editorial / Vivita y coleando

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Nunca se fue. Cristina, otra vez en el centro de la escena política argentina.
11 MAY 2019 - 21:08 | Actualizado 23 SEP 2022 - 14:23

Bastó escucharla media hora para saber que está de vuelta en el centro de la escena política y piensa quedarse, más allá de si el 12 de junio confirma su candidatura presidencial o si después del 10 de diciembre le toca enfrentar un tercer mandato.

Cristina Fernández de Kirchner volvió a adueñarse del centro del ring porque nadie ha logrado en estos años capitalizar todo el poder que ella dejó cuando debió irse de la Casa Rosada en 2015 porque la mayoría de la sociedad exigió un “cambio”.

Parecen no haber alcanzado para mandarla a cuarteles de invierno estos casi cuatro años de constante persecución judicial impulsada por el gobierno de Cambiemos, ni el ninguneo constante de ese absurdo político al que algunos llaman “peronismo no kirchnerista”, que reúne a un montón de dirigentes que ahora terminan necesitando a CFK tanto como la sequía al agua.

Menos ríspida

El tono sigue siendo parecido: tajante, casi siempre a un tris de la soberbia dialéctica, pero siempre lleno de sustancia. “A mí no me va la neutralidad”, dijo en una parte de la presentación de su libro, como si hiciera falta que lo aclarara.

El regreso de Cristina a la escena política también tuvo un discurso menos ríspido y mandón que antes, cuando se paraba frente a los atriles y despertaba amores y odios a granel.

Si algunos esperaban que se regodeara por el mal momento que atraviesa Mauricio Macri, se quedaron con las ganas. Se la escuchó constructiva y reclamando “un nuevo pacto social de ciudadanía responsable” que incluya a muchos actores sociales. No por nada trajo a colación un nombre que significa algo (o mucho, según el caso) para los de más de 60 pero que es casi un ignoto para la gran mayoría: José Ber Gelbard, el último ministro de Economía de Juan Domingo Perón. Para los que no tienen idea quién fue y qué representó este señor, Cristina recordó en la Feria del Libro el acuerdo social de 1973 que impulsó Gelbard entre empresarios y sindicatos. Gelbard era, precisamente, un empresario de primera línea pero con una conciencia social y una defensa de la industria nacional y de sus trabajadores que hoy no tiene parangón.

¿Se imaginan a un empresario millonario de la actualidad como funcionario de un gobierno popular, impulsando aumentos salariales para los trabajadores; baja de precios para fortalecer el mercado interno; control de las importaciones; y que se enfrente a la Sociedad Rural, la UIA, Clarín y La Nación? Bueno, todo eso fue lo que hizo Ber Gelbard.

La otra pregunta es: ¿le alcanza a Cristina con lanzar un libro para ganar las elecciones? Claro que no, pero la puesta en escena del jueves pasado sirvió para demostrar que sigue siendo una de las pocas que puede sentarse y plantear discusiones necesarias, que tiene con qué y que, sobre todo, está vivita y coleando.

Nadie levanta la puntería

Lejos de aquella épica renovada que mostró Cristina, la clase política de Chubut –dentro de la cual hay muchos que se arrogan un “cristinismo” que se descascara con sólo rascar un poco- se sigue moviendo en un gran lodazal en donde cada vez que se mueven o abren la boca, todos se enchastran un poco más.

A cuatro domingos de elegir al nuevo gobernador y vice, veintisiete nuevos diputados provinciales, 13 intendentes y cientos de concejales, la dirigencia chubutense es un festival de chicanas baratas y “propuestas cero”.

Esta semana, el eje de la campaña estuvo ligado al pago de sueldos, que incluyó una demora hasta el 17 de mayo en el pago de un retroactivo que estaba pautado. No se puede soslayar que el Gobierno pagó 3.100 millones de pesos en sueldos en tiempo y forma pero tampoco se puede ignorar la legitimidad del reclamo de los empleados públicos y de algunos gremios.

Lo que resulta patético es ver a algunos dirigentes opositores saltar a la yugular, tratando de instalar el regreso de los sueldos “desdoblados”. Tampoco viene saliendo bien esa intención de Carlos Linares y sus socios electorales de instalar la consigna “Arcioni es Macri”. Sobre todo, si todas las semanas los diputados provinciales que representan al Frente Patriótico siguen tramando alianzas (fallidas) con sus pares de Cambiemos.

La foto de Blas Meza Evans -el vocero de Linares en la Legislatura- y Manuel Pagliaroni -el alfil de Gustavo Menna- saludándose con una sonrisa y un apretón de manos pocos minutos después de fracasar en un nuevo intento de juntar los votos para impulsar las interpelaciones a dos ministros que asumieron hace diez días, fue un claro ejemplo del pobre arsenal legislativo que el PJ y Cambiemos tienen para exponer a tan poco de una elección que marcará el final de la carrera política de varios dirigentes a ambos lado de la vereda.

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Nunca se fue. Cristina, otra vez en el centro de la escena política argentina.
11 MAY 2019 - 21:08

Bastó escucharla media hora para saber que está de vuelta en el centro de la escena política y piensa quedarse, más allá de si el 12 de junio confirma su candidatura presidencial o si después del 10 de diciembre le toca enfrentar un tercer mandato.

Cristina Fernández de Kirchner volvió a adueñarse del centro del ring porque nadie ha logrado en estos años capitalizar todo el poder que ella dejó cuando debió irse de la Casa Rosada en 2015 porque la mayoría de la sociedad exigió un “cambio”.

Parecen no haber alcanzado para mandarla a cuarteles de invierno estos casi cuatro años de constante persecución judicial impulsada por el gobierno de Cambiemos, ni el ninguneo constante de ese absurdo político al que algunos llaman “peronismo no kirchnerista”, que reúne a un montón de dirigentes que ahora terminan necesitando a CFK tanto como la sequía al agua.

Menos ríspida

El tono sigue siendo parecido: tajante, casi siempre a un tris de la soberbia dialéctica, pero siempre lleno de sustancia. “A mí no me va la neutralidad”, dijo en una parte de la presentación de su libro, como si hiciera falta que lo aclarara.

El regreso de Cristina a la escena política también tuvo un discurso menos ríspido y mandón que antes, cuando se paraba frente a los atriles y despertaba amores y odios a granel.

Si algunos esperaban que se regodeara por el mal momento que atraviesa Mauricio Macri, se quedaron con las ganas. Se la escuchó constructiva y reclamando “un nuevo pacto social de ciudadanía responsable” que incluya a muchos actores sociales. No por nada trajo a colación un nombre que significa algo (o mucho, según el caso) para los de más de 60 pero que es casi un ignoto para la gran mayoría: José Ber Gelbard, el último ministro de Economía de Juan Domingo Perón. Para los que no tienen idea quién fue y qué representó este señor, Cristina recordó en la Feria del Libro el acuerdo social de 1973 que impulsó Gelbard entre empresarios y sindicatos. Gelbard era, precisamente, un empresario de primera línea pero con una conciencia social y una defensa de la industria nacional y de sus trabajadores que hoy no tiene parangón.

¿Se imaginan a un empresario millonario de la actualidad como funcionario de un gobierno popular, impulsando aumentos salariales para los trabajadores; baja de precios para fortalecer el mercado interno; control de las importaciones; y que se enfrente a la Sociedad Rural, la UIA, Clarín y La Nación? Bueno, todo eso fue lo que hizo Ber Gelbard.

La otra pregunta es: ¿le alcanza a Cristina con lanzar un libro para ganar las elecciones? Claro que no, pero la puesta en escena del jueves pasado sirvió para demostrar que sigue siendo una de las pocas que puede sentarse y plantear discusiones necesarias, que tiene con qué y que, sobre todo, está vivita y coleando.

Nadie levanta la puntería

Lejos de aquella épica renovada que mostró Cristina, la clase política de Chubut –dentro de la cual hay muchos que se arrogan un “cristinismo” que se descascara con sólo rascar un poco- se sigue moviendo en un gran lodazal en donde cada vez que se mueven o abren la boca, todos se enchastran un poco más.

A cuatro domingos de elegir al nuevo gobernador y vice, veintisiete nuevos diputados provinciales, 13 intendentes y cientos de concejales, la dirigencia chubutense es un festival de chicanas baratas y “propuestas cero”.

Esta semana, el eje de la campaña estuvo ligado al pago de sueldos, que incluyó una demora hasta el 17 de mayo en el pago de un retroactivo que estaba pautado. No se puede soslayar que el Gobierno pagó 3.100 millones de pesos en sueldos en tiempo y forma pero tampoco se puede ignorar la legitimidad del reclamo de los empleados públicos y de algunos gremios.

Lo que resulta patético es ver a algunos dirigentes opositores saltar a la yugular, tratando de instalar el regreso de los sueldos “desdoblados”. Tampoco viene saliendo bien esa intención de Carlos Linares y sus socios electorales de instalar la consigna “Arcioni es Macri”. Sobre todo, si todas las semanas los diputados provinciales que representan al Frente Patriótico siguen tramando alianzas (fallidas) con sus pares de Cambiemos.

La foto de Blas Meza Evans -el vocero de Linares en la Legislatura- y Manuel Pagliaroni -el alfil de Gustavo Menna- saludándose con una sonrisa y un apretón de manos pocos minutos después de fracasar en un nuevo intento de juntar los votos para impulsar las interpelaciones a dos ministros que asumieron hace diez días, fue un claro ejemplo del pobre arsenal legislativo que el PJ y Cambiemos tienen para exponer a tan poco de una elección que marcará el final de la carrera política de varios dirigentes a ambos lado de la vereda.


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