Editorial / Los buenos, los malos y los incorregibles

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Perdedores echando del partido a los que ganan elecciones. Incorregibles.
02 NOV 2019 - 21:22 | Actualizado

Debe haber habido pocos antiperonistas tan brillantes e irónicos como Jorge Luis Borges. Una de sus frases más conocidas, repetida hasta el hartazgo por mucha gente que nunca leyó un libro de él, es aquella que dice que “los peronistas no son ni buenos ni malos, son incorregibles”.

Hay otra historia que se le adjudica al genial escritor y cuenta que cierto día un joven lo ayudó a cruzar la calle. El joven lo había reconocido y aun sabiendo que el anciano era un ferviente antiperonista, le tendió la mano y se disculpó con respeto por su condición de peronista: “No se preocupe, hombre, yo también soy ciego”, dice el mito que respondió el extraordinario escritor.

La dificultad que los antiperonistas y buena parte del arco político no peronista tienen para entender al peronismo se explica, en parte, en las contradicciones que siempre ha tenido el mayor movimiento social y político que haya alumbrado la Argentina. También, hay que decirlo, en esa cierta pasión que algunos peronistas ponen para hacerles zancadillas a sus propios compañeros.

El regreso del peronismo al poder es una buena noticia para la Argentina, mal que les pese a los “anti”. Después del descalabro que dejará Mauricio Macri y sus aliados radicales, el país necesita una buena dosis de peronismo: justicia social, independencia económica y soberanía política. Y en ese orden, si fuera posible.

Es verdad que por ahora se trata sólo de pilares conceptuales, como un azulejo azul en una enorme pared blanca. Pero Alberto Fernández parece estar dispuesto a hacer buena letra e instaurar un peronismo de esta época, que no reniegue de sus orígenes pero que tampoco espante al “capital”.

Listas negras

En medio de ese debate por el peronismo que viene, que renació de las cenizas gracias al juego de pinzas ideado por Cristina Kirchner, Alberto Fernández y Sergio Massa, que supieron construir una unidad tensa, eso sí, pero muy firme en términos electorales, en Chubut salió de la oscuridad un grupo de trasnochados que viene manejando al Partido Justicialista con la impericia de un elefante en medio de un bazar. Y no tuvieron mejor idea que salir a cazar brujas.

La vergonzosa “lista negra” presentada por Ricardo Mutio, presidente de facto del PJ, al que lo mandaron a tirar la piedra mientras otros esconden sus manos, debería ser el principio del fin de un grupo de dirigentes políticos que en algún momento parecieron tener con qué pero terminaron presos de sus egoísmos, sus limitaciones y, sobre todo, su poca capacidad para sumar votos.

Sólo una casta de perdedores como las que manejan el PJ en Chubut puede ser capaz de querer echar del partido al puñado de peronistas que todavía ganan elecciones.

Traidores sin tiempo

El presidente Mutio, sus vicepresidentes Graciela Carrazza, Luis Núñez y Laura Hughes, y las secretarias Liliana Peralta y Marina Barrera, los seis que firmaron el patético pedido a la Justicia Federal para perseguir peronistas, quedarán en una de las páginas más negras de la historia del peronismo chubutense.

Claro que no son los únicos. Los memoriosos recuerdan el lamentable papel que le cupo a Venicio Fenizzi, un viejo dirigente del SUPE de Comodoro, que fue fundamental en la caída del gobernador peronista Nestor Perl, que debió renunciar en 1990 agobiado por las tensiones internas del peronismo.

A Fenizzi le “pagaron” aquella jugada en contra de Perl con la candidatura a vicegobernador de Osvaldo Sala –otro enemigo interno de Perl-, que en 1991, con Ley de Lemas, conformaron la fórmula más votada del peronismo. Es decir, todos los lemas peronistas superaron largamente a la fórmula radical. Sin embargo, cuando no, en segunda vuelta algunos peronistas prefirieron hacerle una zancadilla a los propios y la dupla Carlos Maestro-Jorge Aubía inauguró un período de doce años de radicalismo.

Recién en 2003 el peronismo pudo volver al poder en Chubut pero no de la mano de la unidad sino de un cabezadura como Mario Das Neves, que no se cansó de perder elecciones y, contra todos los pronósticos, cuando tuvo la chance hizo historia.

Claro que a Das Neves también se le puede achacar haber desarticulado al PJ para dejarlo a merced de su enorme poder político y no siempre privilegió aquella máxima que dice que después de la Patria, “primero está el movimiento y después los hombres”.

Desde hace más de una década, el PJ Chubut anda a los tumbos. Ni siquiera la enorme maquinaria electoral que fue el Frente para la Victoria logró ordenarlo.

En 2013, cuando Das Neves se propuso volver a los primeros planos, parte del peronismo empujó al vacío a Norberto Yauhar en una elección legislativa que lo dejó sin banca.

En 2017, gran parte de los dirigentes que ahora quieren echar a los peronistas que participaron en listas de otras fuerzas políticas (con Carlos Linares a la cabeza, cuando no), impusieron de candidato a diputado nacional a una buena persona como Ricardo Fueyo, pero que no sólo no era peronista sino que ni siquiera estaba afiliado.

En las PASO de aquel año, todos los candidatos del FpV-PJ sumaron más votos que las otras dos fuerzas políticas, el Chusoto y Cambiemos. Pero en las generales, el actual gobernador Mariano Arcioni, candidato de Das Neves, y Gustavo Menna, el radical que se convirtió al macrismo, se aprovecharon de la discordia peronista y el resultado fue una obviedad: tercero y sin banca.

Ese mismo año, la misma dirigencia de ahora quiso expulsar del partido a César Gustavo Mac Karthy por haber roto el bloque de diputados provinciales, pero una “amnistía” salvadora protegió al exvicegobernador. No deja de ser curioso que el entonces amnistiado ahora sea -junto a Linares- uno de los principales impulsores de la “lista negra”. Incorregibles y con doble vara.

Esta sucesión de incoherencias peronistas representan en muchos sentidos al peronismo de Chubut. Explican por qué se llegó a esta situación. Es hora de que el paso del tiempo corra por las buenas o en las urnas a los que estorban y se acostumbraron a perder elecciones. Y se abran paso los que ya están preparados para liderar y, además, ganan elecciones.

No es tan difícil.

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Perdedores echando del partido a los que ganan elecciones. Incorregibles.
02 NOV 2019 - 21:22

Debe haber habido pocos antiperonistas tan brillantes e irónicos como Jorge Luis Borges. Una de sus frases más conocidas, repetida hasta el hartazgo por mucha gente que nunca leyó un libro de él, es aquella que dice que “los peronistas no son ni buenos ni malos, son incorregibles”.

Hay otra historia que se le adjudica al genial escritor y cuenta que cierto día un joven lo ayudó a cruzar la calle. El joven lo había reconocido y aun sabiendo que el anciano era un ferviente antiperonista, le tendió la mano y se disculpó con respeto por su condición de peronista: “No se preocupe, hombre, yo también soy ciego”, dice el mito que respondió el extraordinario escritor.

La dificultad que los antiperonistas y buena parte del arco político no peronista tienen para entender al peronismo se explica, en parte, en las contradicciones que siempre ha tenido el mayor movimiento social y político que haya alumbrado la Argentina. También, hay que decirlo, en esa cierta pasión que algunos peronistas ponen para hacerles zancadillas a sus propios compañeros.

El regreso del peronismo al poder es una buena noticia para la Argentina, mal que les pese a los “anti”. Después del descalabro que dejará Mauricio Macri y sus aliados radicales, el país necesita una buena dosis de peronismo: justicia social, independencia económica y soberanía política. Y en ese orden, si fuera posible.

Es verdad que por ahora se trata sólo de pilares conceptuales, como un azulejo azul en una enorme pared blanca. Pero Alberto Fernández parece estar dispuesto a hacer buena letra e instaurar un peronismo de esta época, que no reniegue de sus orígenes pero que tampoco espante al “capital”.

Listas negras

En medio de ese debate por el peronismo que viene, que renació de las cenizas gracias al juego de pinzas ideado por Cristina Kirchner, Alberto Fernández y Sergio Massa, que supieron construir una unidad tensa, eso sí, pero muy firme en términos electorales, en Chubut salió de la oscuridad un grupo de trasnochados que viene manejando al Partido Justicialista con la impericia de un elefante en medio de un bazar. Y no tuvieron mejor idea que salir a cazar brujas.

La vergonzosa “lista negra” presentada por Ricardo Mutio, presidente de facto del PJ, al que lo mandaron a tirar la piedra mientras otros esconden sus manos, debería ser el principio del fin de un grupo de dirigentes políticos que en algún momento parecieron tener con qué pero terminaron presos de sus egoísmos, sus limitaciones y, sobre todo, su poca capacidad para sumar votos.

Sólo una casta de perdedores como las que manejan el PJ en Chubut puede ser capaz de querer echar del partido al puñado de peronistas que todavía ganan elecciones.

Traidores sin tiempo

El presidente Mutio, sus vicepresidentes Graciela Carrazza, Luis Núñez y Laura Hughes, y las secretarias Liliana Peralta y Marina Barrera, los seis que firmaron el patético pedido a la Justicia Federal para perseguir peronistas, quedarán en una de las páginas más negras de la historia del peronismo chubutense.

Claro que no son los únicos. Los memoriosos recuerdan el lamentable papel que le cupo a Venicio Fenizzi, un viejo dirigente del SUPE de Comodoro, que fue fundamental en la caída del gobernador peronista Nestor Perl, que debió renunciar en 1990 agobiado por las tensiones internas del peronismo.

A Fenizzi le “pagaron” aquella jugada en contra de Perl con la candidatura a vicegobernador de Osvaldo Sala –otro enemigo interno de Perl-, que en 1991, con Ley de Lemas, conformaron la fórmula más votada del peronismo. Es decir, todos los lemas peronistas superaron largamente a la fórmula radical. Sin embargo, cuando no, en segunda vuelta algunos peronistas prefirieron hacerle una zancadilla a los propios y la dupla Carlos Maestro-Jorge Aubía inauguró un período de doce años de radicalismo.

Recién en 2003 el peronismo pudo volver al poder en Chubut pero no de la mano de la unidad sino de un cabezadura como Mario Das Neves, que no se cansó de perder elecciones y, contra todos los pronósticos, cuando tuvo la chance hizo historia.

Claro que a Das Neves también se le puede achacar haber desarticulado al PJ para dejarlo a merced de su enorme poder político y no siempre privilegió aquella máxima que dice que después de la Patria, “primero está el movimiento y después los hombres”.

Desde hace más de una década, el PJ Chubut anda a los tumbos. Ni siquiera la enorme maquinaria electoral que fue el Frente para la Victoria logró ordenarlo.

En 2013, cuando Das Neves se propuso volver a los primeros planos, parte del peronismo empujó al vacío a Norberto Yauhar en una elección legislativa que lo dejó sin banca.

En 2017, gran parte de los dirigentes que ahora quieren echar a los peronistas que participaron en listas de otras fuerzas políticas (con Carlos Linares a la cabeza, cuando no), impusieron de candidato a diputado nacional a una buena persona como Ricardo Fueyo, pero que no sólo no era peronista sino que ni siquiera estaba afiliado.

En las PASO de aquel año, todos los candidatos del FpV-PJ sumaron más votos que las otras dos fuerzas políticas, el Chusoto y Cambiemos. Pero en las generales, el actual gobernador Mariano Arcioni, candidato de Das Neves, y Gustavo Menna, el radical que se convirtió al macrismo, se aprovecharon de la discordia peronista y el resultado fue una obviedad: tercero y sin banca.

Ese mismo año, la misma dirigencia de ahora quiso expulsar del partido a César Gustavo Mac Karthy por haber roto el bloque de diputados provinciales, pero una “amnistía” salvadora protegió al exvicegobernador. No deja de ser curioso que el entonces amnistiado ahora sea -junto a Linares- uno de los principales impulsores de la “lista negra”. Incorregibles y con doble vara.

Esta sucesión de incoherencias peronistas representan en muchos sentidos al peronismo de Chubut. Explican por qué se llegó a esta situación. Es hora de que el paso del tiempo corra por las buenas o en las urnas a los que estorban y se acostumbraron a perder elecciones. Y se abran paso los que ya están preparados para liderar y, además, ganan elecciones.

No es tan difícil.


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