El Maitén: la fiesta que nació como “un grito popular contra el ajuste”

Si el ferrocarril desapareciera, sería la muerte de mi pueblo, pues es el medio de comunicación más importante que tenemos”, reflejó en febrero de 1986 la intendente de El Maitén, María Viladrich de Billone, en el marco de la primera Fiesta Provincial del Trencito, y ante las versiones de cierre del ramal durante el gobierno de Raúl Alfonsín.

07 FEB 2020 - 20:55 | Actualizado

El argumento desde los escritorios porteños fue que “debido a las mejoras en las carreteras, el aumento de camiones y ómnibus, más las dificultades para mantener una línea ferroviaria tan aislada, no se justifica que el Estado siga sosteniendo un sistema deficitario”.

En realidad, desde dos antes antes, la comunidad cordillerana ya había instalado su celebración popular –primero con los carnavales y luego con la Fiesta Regional del Trencito-, con la premisa de “resaltar las bondades turísticas y procurar la reactivación efectiva del ramal ferroviario Ingeniero Jacobacci/Esquel, siendo El Maitén el epicentro de los servicios de mantenimiento”.

Las gestiones no evitaron la clausura de la principal fuente de empleo del lugar, pero lograron convencer al gobernador Atilio Viglione y al diputado nacional José Luis Lizurume de acompañar el reclamo y tomar luego la decisión de provincializar La Trochita, derivando posteriormente en el recorrido turístico que se mantiene hasta la actualidad.

Aquello “fue un verdadero grito de rebeldía contra el ajuste, que condenaba al olvido no solo al pueblo de El Maitén, sino que también involucraba a Ñorquinco, Leleque, Río Chico, Mamuel Choique y otros parajes a los que el tren patagónico daba vida”, recuerdan los memoriosos.

En medio, la desocupación, el éxodo masivo de población y hasta el cierre de las principales casas de comercio, quedaron disimulados con el desembarco de una empresa contratada para la exploración de hidrocarburos en la cuenca del Ñirihuau, que se radicó en El Maitén y reactivó de inmediato toda la economía lugareña. La ilusión duró hasta que los primeros pozos perforados revelaron que “el petróleo necesita aún varios miles años más de maduración”.

Desde entonces, fue largo y penoso el proceso vivido en las localidades del borde de la meseta para reconstituir el tejido social y reconvertir su idiosincrasia productiva. Mejorar las majadas, sembrar la tierra y poner en valor los recursos turísticos siguen siendo las alternativas para el despegue todavía en ciernes, más allá del orgullo de pertenencia de varias generaciones para no abandonar su terruño y planificar allí su futuro familiar.

La fiesta

El Maitén “está vivo si el tren está en marcha. Nada más cálido que caminar por estos galpones, acompañada de las palabras de un viejo ferroviario. El silencio de los hierros, de los vagones y máquinas muertas, arrumbadas a los costados, parecen hablar y, por cierto, decir mucho. Esto tiene un valor importantísimo, es una pequeña parte de lo que alguna vez tuvimos…, todas las mañanas se ponían en marcha la locomotoras y también el pueblo, ahora hay que cuidarlo porque es lo que ha quedado”, relata Nelsa Zaratiegui (hija de un maquinista), en su libro “Estación El Maitén”.

“Quiera Dios que las fiestas venideras recobren el sentido que los creadores quisimos darle. Que sea un homenaje a los pocos pioneros ferroviarios que aún caminan lentamente por el predio buscando el reencuentro espiritual con los que ya no están; que se les brinde el calor de un aplauso y que tengan un asiento en la primera fila”, refleja Edmundo Jios en su libro “El baúl de los recuerdos”.

En la memoria de los lugareños también quedó la locomotora 147 (réplica a escala de la original), armada por los trabajadores de los talleres ferroviarios, que encabezó los desfiles de carrozas desde los comienzos, portando a la reina.

El comité ejecutivo de la primera Fiesta del Trencito estuvo encabezada por la jefa comunal, María Billone, e integrada por Fernando Bonansea (coordinador general); Anilba Muñoz (secretaria); Nicolás Josifovich y Olga Vera (finanzas); Oscar Rossini, Cristina de Quiroga y Hugo Sepúlveda (cultura); Hugo Bardón y Luis A. Accomazzo (espectáculos); Verónica Sirhan y Juan Infantino (actividades recreativas); Teresa Janicha (carrozas y reinas); Susana Coronel (feria y kioscos); Mercurio Arpajou y Susana Arias (infraestructura); José A. González (publicidad); Oscar Quiroga (enlace ferrocarril); Osvaldo Reggiani (estadía delegaciones); Miguel Álvarez y Gustavo Acuña (centro de informes); más el asesoramiento de los diputados provinciales Héctor Repetur y Juan Sallustio.

Las carreras de balsas en el río Chubut; los vuelos de bautismo; concurso de hacheros y los infaltables paseos en La Trochita fueron parte de la programación en 1985.

Por entonces, los locutores eran “Mundo” Jios y Roque Atencio. Quedó la anécdota del primer escenario armado contra la pared del gimnasio, encima del acoplado de un camión de los petroleros. Durante viernes y sábado, todo anduvo bien; pero el domingo el dueño anunció que se iba del pueblo. En consecuencia, ¡hubo que desarmar todo de apuro y terminar los festejos en el salón!

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07 FEB 2020 - 20:55

El argumento desde los escritorios porteños fue que “debido a las mejoras en las carreteras, el aumento de camiones y ómnibus, más las dificultades para mantener una línea ferroviaria tan aislada, no se justifica que el Estado siga sosteniendo un sistema deficitario”.

En realidad, desde dos antes antes, la comunidad cordillerana ya había instalado su celebración popular –primero con los carnavales y luego con la Fiesta Regional del Trencito-, con la premisa de “resaltar las bondades turísticas y procurar la reactivación efectiva del ramal ferroviario Ingeniero Jacobacci/Esquel, siendo El Maitén el epicentro de los servicios de mantenimiento”.

Las gestiones no evitaron la clausura de la principal fuente de empleo del lugar, pero lograron convencer al gobernador Atilio Viglione y al diputado nacional José Luis Lizurume de acompañar el reclamo y tomar luego la decisión de provincializar La Trochita, derivando posteriormente en el recorrido turístico que se mantiene hasta la actualidad.

Aquello “fue un verdadero grito de rebeldía contra el ajuste, que condenaba al olvido no solo al pueblo de El Maitén, sino que también involucraba a Ñorquinco, Leleque, Río Chico, Mamuel Choique y otros parajes a los que el tren patagónico daba vida”, recuerdan los memoriosos.

En medio, la desocupación, el éxodo masivo de población y hasta el cierre de las principales casas de comercio, quedaron disimulados con el desembarco de una empresa contratada para la exploración de hidrocarburos en la cuenca del Ñirihuau, que se radicó en El Maitén y reactivó de inmediato toda la economía lugareña. La ilusión duró hasta que los primeros pozos perforados revelaron que “el petróleo necesita aún varios miles años más de maduración”.

Desde entonces, fue largo y penoso el proceso vivido en las localidades del borde de la meseta para reconstituir el tejido social y reconvertir su idiosincrasia productiva. Mejorar las majadas, sembrar la tierra y poner en valor los recursos turísticos siguen siendo las alternativas para el despegue todavía en ciernes, más allá del orgullo de pertenencia de varias generaciones para no abandonar su terruño y planificar allí su futuro familiar.

La fiesta

El Maitén “está vivo si el tren está en marcha. Nada más cálido que caminar por estos galpones, acompañada de las palabras de un viejo ferroviario. El silencio de los hierros, de los vagones y máquinas muertas, arrumbadas a los costados, parecen hablar y, por cierto, decir mucho. Esto tiene un valor importantísimo, es una pequeña parte de lo que alguna vez tuvimos…, todas las mañanas se ponían en marcha la locomotoras y también el pueblo, ahora hay que cuidarlo porque es lo que ha quedado”, relata Nelsa Zaratiegui (hija de un maquinista), en su libro “Estación El Maitén”.

“Quiera Dios que las fiestas venideras recobren el sentido que los creadores quisimos darle. Que sea un homenaje a los pocos pioneros ferroviarios que aún caminan lentamente por el predio buscando el reencuentro espiritual con los que ya no están; que se les brinde el calor de un aplauso y que tengan un asiento en la primera fila”, refleja Edmundo Jios en su libro “El baúl de los recuerdos”.

En la memoria de los lugareños también quedó la locomotora 147 (réplica a escala de la original), armada por los trabajadores de los talleres ferroviarios, que encabezó los desfiles de carrozas desde los comienzos, portando a la reina.

El comité ejecutivo de la primera Fiesta del Trencito estuvo encabezada por la jefa comunal, María Billone, e integrada por Fernando Bonansea (coordinador general); Anilba Muñoz (secretaria); Nicolás Josifovich y Olga Vera (finanzas); Oscar Rossini, Cristina de Quiroga y Hugo Sepúlveda (cultura); Hugo Bardón y Luis A. Accomazzo (espectáculos); Verónica Sirhan y Juan Infantino (actividades recreativas); Teresa Janicha (carrozas y reinas); Susana Coronel (feria y kioscos); Mercurio Arpajou y Susana Arias (infraestructura); José A. González (publicidad); Oscar Quiroga (enlace ferrocarril); Osvaldo Reggiani (estadía delegaciones); Miguel Álvarez y Gustavo Acuña (centro de informes); más el asesoramiento de los diputados provinciales Héctor Repetur y Juan Sallustio.

Las carreras de balsas en el río Chubut; los vuelos de bautismo; concurso de hacheros y los infaltables paseos en La Trochita fueron parte de la programación en 1985.

Por entonces, los locutores eran “Mundo” Jios y Roque Atencio. Quedó la anécdota del primer escenario armado contra la pared del gimnasio, encima del acoplado de un camión de los petroleros. Durante viernes y sábado, todo anduvo bien; pero el domingo el dueño anunció que se iba del pueblo. En consecuencia, ¡hubo que desarmar todo de apuro y terminar los festejos en el salón!


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