“Cata”Sánchez de Cittadini celebra sus 95 años en familia

Catalina Sánchez de Cittadini, destacada ciudadana, cumple años.
29 FEB 2020 - 20:41 | Actualizado

Catalina Sánchez de Cittadini, “Catita”, nació en Paso Ibáñez (hoy Comandante Luis Piedrabuena) en 1925, pero desde los 2 años vivió en Cañadón León (hoy Gobernador Gregores).

Sus padres eran inmigrantes: Luis Sánchez era asturiano y Yerka Stipcic, croata.

La propia Catita fue migrante temporal, ya que a los 9 años fue internada en el Colegio María Auxiliadora de Punta Arenas (Chile). Los viajes de inicio y fin del ciclo escolar los hacía en barco desde Puerto Santa Cruz. Al terminar la primaria siguió el magisterio en Buenos Aires, también como pupila, y con 16 años regresó a su pueblo recibida de maestra normal y comenzó a ejercer la profesión que siempre la apasionó.

En julio de 1946 se casó con Julio Cittadini, con quien compartió 51 años, además de una enorme familia. En su luna de miel el avión cayó en la meseta del lago Buenos Aires (noroeste de Santa Cruz).

La aeronave, tapada de nieve,fue el refugio en el que pasaron 5 días hasta ser rescatados. Un piso de la torta de bodas, que llevaban para compartir con los familiares que no habían podido asistir al casamiento, fue parte de la ración compartida entre los sobrevivientes durante esos días.

Pasaron los años. Ya con 9 hijos y en busca de un lugar que permitiera una mejor educación para ellos, en 1961 la familia se mudó a Trelew, donde nacieron dos más y empezaron a llegar los nietos.

El año 1976 empezó bien ya que pudo reorganizar su hogar y volver a ejercer la docencia que había tenido que abandonar muchos años antes por falta de tiempo. Pero en agosto de ese año, su hijo Ricardo, que desde hacía unos años estudiaba en La Plata, fue secuestrado en una Comisaría de Capital Federal.

Desde ese momento comenzó una búsqueda incansable. Primero de Ricardo vivo, luego de verdad y justicia. En 2016, con 91 años, testificó en el juicio en el que Miguel Viollaz y Nicomedes Mercado fueron condenados por el secuestro de su hijo. Esa fue la oportunidad de mirarlos a la cara y exigirles que digan qué habían hecho con Ricardo. La respuesta fue un frío silencio, pero Catita finalmente supo que lo había intentado todo.

El paso de los años le quitó fuerzas, pero no entusiasmo para hacer y para aprender. A su activa participación en la iglesia le sumó las visitas al asilo de ancianos llevando cuentos, música y juegos para “entretener a los a los viejitos” (aunque ella era bastante mayor que la mayoría de los residentes). Aprendió a usar –no sin dificultades– las nuevas tecnologías de la comunicación y las redes sociales, participó durante años de un taller literario y publicó varios libros, incluida una autobiografía.

Con su sólida fe en Dios pudo afrontar los grandes dolores de la vida y ser agradecida por las muchas alegrías. Año a año, su casa se fue consolidando como punto estratégico de encuentro de sus hijos, sus 33 nietos, sus 44 bisnietos y sus 3 tataranietos (números provisorios que rápidamente se desactualizan) que hoy se reúnen –algunos en persona y otros con el corazón– para celebrar sus 95 joviales años.

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29 FEB 2020 - 20:41

Catalina Sánchez de Cittadini, “Catita”, nació en Paso Ibáñez (hoy Comandante Luis Piedrabuena) en 1925, pero desde los 2 años vivió en Cañadón León (hoy Gobernador Gregores).

Sus padres eran inmigrantes: Luis Sánchez era asturiano y Yerka Stipcic, croata.

La propia Catita fue migrante temporal, ya que a los 9 años fue internada en el Colegio María Auxiliadora de Punta Arenas (Chile). Los viajes de inicio y fin del ciclo escolar los hacía en barco desde Puerto Santa Cruz. Al terminar la primaria siguió el magisterio en Buenos Aires, también como pupila, y con 16 años regresó a su pueblo recibida de maestra normal y comenzó a ejercer la profesión que siempre la apasionó.

En julio de 1946 se casó con Julio Cittadini, con quien compartió 51 años, además de una enorme familia. En su luna de miel el avión cayó en la meseta del lago Buenos Aires (noroeste de Santa Cruz).

La aeronave, tapada de nieve,fue el refugio en el que pasaron 5 días hasta ser rescatados. Un piso de la torta de bodas, que llevaban para compartir con los familiares que no habían podido asistir al casamiento, fue parte de la ración compartida entre los sobrevivientes durante esos días.

Pasaron los años. Ya con 9 hijos y en busca de un lugar que permitiera una mejor educación para ellos, en 1961 la familia se mudó a Trelew, donde nacieron dos más y empezaron a llegar los nietos.

El año 1976 empezó bien ya que pudo reorganizar su hogar y volver a ejercer la docencia que había tenido que abandonar muchos años antes por falta de tiempo. Pero en agosto de ese año, su hijo Ricardo, que desde hacía unos años estudiaba en La Plata, fue secuestrado en una Comisaría de Capital Federal.

Desde ese momento comenzó una búsqueda incansable. Primero de Ricardo vivo, luego de verdad y justicia. En 2016, con 91 años, testificó en el juicio en el que Miguel Viollaz y Nicomedes Mercado fueron condenados por el secuestro de su hijo. Esa fue la oportunidad de mirarlos a la cara y exigirles que digan qué habían hecho con Ricardo. La respuesta fue un frío silencio, pero Catita finalmente supo que lo había intentado todo.

El paso de los años le quitó fuerzas, pero no entusiasmo para hacer y para aprender. A su activa participación en la iglesia le sumó las visitas al asilo de ancianos llevando cuentos, música y juegos para “entretener a los a los viejitos” (aunque ella era bastante mayor que la mayoría de los residentes). Aprendió a usar –no sin dificultades– las nuevas tecnologías de la comunicación y las redes sociales, participó durante años de un taller literario y publicó varios libros, incluida una autobiografía.

Con su sólida fe en Dios pudo afrontar los grandes dolores de la vida y ser agradecida por las muchas alegrías. Año a año, su casa se fue consolidando como punto estratégico de encuentro de sus hijos, sus 33 nietos, sus 44 bisnietos y sus 3 tataranietos (números provisorios que rápidamente se desactualizan) que hoy se reúnen –algunos en persona y otros con el corazón– para celebrar sus 95 joviales años.


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