Editorial / La pobreza, el desempleo y otros virus

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Caos en los bancos. Un error que podría haberse evitado en la reapertura de las entidades financieras.
04 ABR 2020 - 20:10 | Actualizado

Se sabía que la guerra contra el enemigo invisible no iba a ser corta ni mucho menos sencilla. Perder una batalla estaba en los planes pero de la manera en la que se la perdió, por falta de previsión e impericia, duele más.

El caos que se generó el viernes en todo el país alrededor de la reapertura de los bancos para pagar a jubilados, pensionados y beneficiarios de planes sociales fue un error no forzado que le hizo pagar un costo político innecesario al presidente Alberto Fernández.

La autoridad y el temple con la que se viene manejando el Presidente calma a la gran mayoría de los argentinos pero inquieta a ciertos enemigos que se resisten a estar del mismo lado en la lucha contra la pandemia.

El extemporáneo cacerolazo porteño contra “los sueldos de la política” (como si ese fuese un problema de ahora), detrás del cual se oculta el inextinguible gorilismo siempre listo para cuestionar a un gobierno de tinte popular, más algunas declaraciones de representantes del macrismo más rancio, son dos claros ejemplos de que el odio exacerbado por la contundente derrota electoral no se calma ni con el Covid-19. El virus son ellos en este caso.

Elegir la salud de la gente por sobre el funcionamiento de la economía es toda una declaración de principios. Y eso molesta a ciertos sectores. Por supuesto que hay que pensar en cómo reconectar a los sistemas productivos para que las consecuencias de la pandemia no sean más graves. Pero la salud de quienes hacen mover esa enorme estructura económica es más importante que cualquier pieza de la maquinaria.

El caos de los jubilados y los pobres en las colas de los bancos públicos denota no sólo la crisis social detrás de la pandemia, sino las inequidades que persisten en la Argentina y que los cuatro años de Mauricio Macri agravaron de manera sostenida.

También hace traslucir, y ese es un déficit que en alguna medida se le puede achacar al actual Gobierno nacional, el nivel de protección que ha tenido siempre el sistema financiero privado, que hace décadas se viene enriqueciendo y devuelve poco y nada a la sociedad que lo mantiene con tasas de interés usurarias.

Si todos deben hacer esfuerzos en tiempos de crisis sanitaria, pues entonces los bancos privados deberían poner su enorme presencia territorial a disposición del Estado, para que los jubilados y beneficiarios de planes sociales a los que la banca privada siempre les dio la espalda, puedan cobrar ahora sus exiguos ingresos para poder seguir comiendo en medio de la pandemia.

Ya habrá tiempo para exigir que la renta financiera pague Ganancias como cualquier hijo de vecino. Pero que ahora, al menos, los privilegiados del sistema financiero pongan el hombro por una vez en sus vidas.

Pobres y desocupados

Hace una semana, en esta misma columna editorial, se remarcaba el interés que debía existir de parte de las autoridades nacionales y provinciales para atender la cuarentena de los pobres. Esos a los que el aislamiento se les hace más difícil de mantener porque tienen carencias esenciales que no se pueden evitar ni con barbijos ni alcohol en gel.

La semana pasada, el Indec divulgó dos informes que quedaron perdidos en medio de la cuarentena pero que tuvieron el efecto de un mazazo sobre la realidad chubutense. El primero, referido al mercado del trabajo: la tasa de desempleo volvió a subir de manera importante en Trelew y Rawson, cabeceras de la zona del Valle, y la zona se ubicó con 10,9% como el segundo lugar del país con mayor nivel de desocupación.

Como contracara, el otro aglomerado urbano de Chubut que es medido por el Indec, Comodoro-Rada Tilly, tuvo un descenso en su tasa de desocupación de 4,2% a 3,4%.

El segundo informe oficial, más lapidario, trata sobre la incidencia de la pobreza en Chubut. Las cifras porcentuales marcan una situación más grave en el Valle que en la zona sur, pero los datos consolidados son tétricos para ambas regiones. Según el Indec para el segundo semestre de 2019, en los dos centros urbanos más importantes de la provincia había 29.703 hogares y 118.187 personas por debajo de la línea de pobreza. Comparado con tres años atrás, en los dos centros urbanos y económicos de Chubut hay ahora más de 11 mil hogares y casi 45 mil personas que cayeron en la pobreza.

Que el dolor que causan estas cifras no impida perder de vista los males que acechan. Cuando el coronavirus pase, habrá que seguir atendiendo los déficits estructurales de la provincia; rediscutir la matriz productiva; y arreglar el atraso en el pago de los salarios de los empleados públicos.

Pero antes que nada habría que atender prioritariamente a estas víctimas de las políticas insuficientes de los gobiernos de extracción popular y, sobre todo, virtuales esclavos del liberalismo salvaje y sus aliados del cambio, que después de arrasar con todo todavía tienen el tupé de levantar el dedo índice para señalar los errores de otros.

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Caos en los bancos. Un error que podría haberse evitado en la reapertura de las entidades financieras.
04 ABR 2020 - 20:10

Se sabía que la guerra contra el enemigo invisible no iba a ser corta ni mucho menos sencilla. Perder una batalla estaba en los planes pero de la manera en la que se la perdió, por falta de previsión e impericia, duele más.

El caos que se generó el viernes en todo el país alrededor de la reapertura de los bancos para pagar a jubilados, pensionados y beneficiarios de planes sociales fue un error no forzado que le hizo pagar un costo político innecesario al presidente Alberto Fernández.

La autoridad y el temple con la que se viene manejando el Presidente calma a la gran mayoría de los argentinos pero inquieta a ciertos enemigos que se resisten a estar del mismo lado en la lucha contra la pandemia.

El extemporáneo cacerolazo porteño contra “los sueldos de la política” (como si ese fuese un problema de ahora), detrás del cual se oculta el inextinguible gorilismo siempre listo para cuestionar a un gobierno de tinte popular, más algunas declaraciones de representantes del macrismo más rancio, son dos claros ejemplos de que el odio exacerbado por la contundente derrota electoral no se calma ni con el Covid-19. El virus son ellos en este caso.

Elegir la salud de la gente por sobre el funcionamiento de la economía es toda una declaración de principios. Y eso molesta a ciertos sectores. Por supuesto que hay que pensar en cómo reconectar a los sistemas productivos para que las consecuencias de la pandemia no sean más graves. Pero la salud de quienes hacen mover esa enorme estructura económica es más importante que cualquier pieza de la maquinaria.

El caos de los jubilados y los pobres en las colas de los bancos públicos denota no sólo la crisis social detrás de la pandemia, sino las inequidades que persisten en la Argentina y que los cuatro años de Mauricio Macri agravaron de manera sostenida.

También hace traslucir, y ese es un déficit que en alguna medida se le puede achacar al actual Gobierno nacional, el nivel de protección que ha tenido siempre el sistema financiero privado, que hace décadas se viene enriqueciendo y devuelve poco y nada a la sociedad que lo mantiene con tasas de interés usurarias.

Si todos deben hacer esfuerzos en tiempos de crisis sanitaria, pues entonces los bancos privados deberían poner su enorme presencia territorial a disposición del Estado, para que los jubilados y beneficiarios de planes sociales a los que la banca privada siempre les dio la espalda, puedan cobrar ahora sus exiguos ingresos para poder seguir comiendo en medio de la pandemia.

Ya habrá tiempo para exigir que la renta financiera pague Ganancias como cualquier hijo de vecino. Pero que ahora, al menos, los privilegiados del sistema financiero pongan el hombro por una vez en sus vidas.

Pobres y desocupados

Hace una semana, en esta misma columna editorial, se remarcaba el interés que debía existir de parte de las autoridades nacionales y provinciales para atender la cuarentena de los pobres. Esos a los que el aislamiento se les hace más difícil de mantener porque tienen carencias esenciales que no se pueden evitar ni con barbijos ni alcohol en gel.

La semana pasada, el Indec divulgó dos informes que quedaron perdidos en medio de la cuarentena pero que tuvieron el efecto de un mazazo sobre la realidad chubutense. El primero, referido al mercado del trabajo: la tasa de desempleo volvió a subir de manera importante en Trelew y Rawson, cabeceras de la zona del Valle, y la zona se ubicó con 10,9% como el segundo lugar del país con mayor nivel de desocupación.

Como contracara, el otro aglomerado urbano de Chubut que es medido por el Indec, Comodoro-Rada Tilly, tuvo un descenso en su tasa de desocupación de 4,2% a 3,4%.

El segundo informe oficial, más lapidario, trata sobre la incidencia de la pobreza en Chubut. Las cifras porcentuales marcan una situación más grave en el Valle que en la zona sur, pero los datos consolidados son tétricos para ambas regiones. Según el Indec para el segundo semestre de 2019, en los dos centros urbanos más importantes de la provincia había 29.703 hogares y 118.187 personas por debajo de la línea de pobreza. Comparado con tres años atrás, en los dos centros urbanos y económicos de Chubut hay ahora más de 11 mil hogares y casi 45 mil personas que cayeron en la pobreza.

Que el dolor que causan estas cifras no impida perder de vista los males que acechan. Cuando el coronavirus pase, habrá que seguir atendiendo los déficits estructurales de la provincia; rediscutir la matriz productiva; y arreglar el atraso en el pago de los salarios de los empleados públicos.

Pero antes que nada habría que atender prioritariamente a estas víctimas de las políticas insuficientes de los gobiernos de extracción popular y, sobre todo, virtuales esclavos del liberalismo salvaje y sus aliados del cambio, que después de arrasar con todo todavía tienen el tupé de levantar el dedo índice para señalar los errores de otros.


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