Opinión / Elles están cambiando el mundo: Orgullo LGBT+

Columna AMJA Chubut/Igualdad en la Diversidad.

18 JUL 2020 - 20:27 | Actualizado

Por Marcela Pérez Bogado (*) / Edición: Daniela P. Almirón

La película “Stonewell”, de 1996, relata visualmente un día histórico, cuando las personas que se encontraban en ese bar, -gays, lesbianas, travestis y transexuales-, cansadas de los abusos policíacos se resistieron a ser identificadas y revisadas en sus genitales.

Se armó una trifulca. Los policías quedaron encerrados. Más de ciento cincuenta personas afuera se manifestaban en repudio a su accionar. Ocurrió en Nueva York, Estados Unidos, el 28 de junio de 1969.

Al año siguiente se realizó la primera Marcha del Orgullo Gay, que fue replicada alrededor del mundo. Lo único que querían era mostrarse como son y tener los mismos derechos.

La Argentina durante los años ´70, no fue la excepción. El incipiente movimiento de organización, el Frente de Liberación Homosexual, fue perseguido por no cumplir con los cánones heteronormativos. Incluso sus publicaciones pasaron a ser clandestinas. Sus principales referentes también se exiliaron.

Con la vuelta de la democracia, el cambio de contexto permitió una visibilidad mayor.

Entonces llegó la epidemia del VIH, que causó numerosas bajas en esta población excluida y vulnerable.

La primera marcha del Orgullo fue organizada por el activista Carlos Jauregui en los años 90, también fundó la Comunidad Homosexual Argentina en los años 80.

Una realidad inmodificable en los hechos, porque la exclusión del colectivo se mantenía, motivó la adopción de los Principios de Yogyakarta, en el año 2007, y la Argentina participó con sus representantes. El Principio 2 establece: […] La discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género incluye toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en la orientación sexual o la identidad de género que tenga por objeto o por resultado la anulación o el menoscabo de la igualdad ante la ley o de la igual protección por parte de la ley, o del reconocimiento, o goce o ejercicio, en igualdad de condiciones, de los derechos humanos y las libertades fundamentales […]

En el año 2010 la Argentina inicia el camino hacia el pleno reconocimiento de los derechos, e hizo realidad un anhelo, a través de la primera ley que les permitió casarse, lo que implica también heredar. Me refiero a la Ley de Matrimonio Igualitario. Dos años más tarde, se les reconoció el derecho a la identidad autopercibida, con la Ley de Identidad de Género. A partir de la promulgación del nuevo Código Civil y Comercial, la discriminación legislativa ya no existe. Otro avance importante es la incorporación al Código Penal de las figuras del transfemicidio/travesticidio, como un homicidio agravado.

Sin embargo quedan muchos espacios donde la igualdad está lejana. Entre ellos el acceso al empleo público.

La ciudad de Trelew hace poco tiempo incluyó el Cupo Laboral Trans Travesti. Hoy existe un proyecto en pleno tratamiento en el Congreso. Los cupos no son otra cosa que acciones en pos de eliminar barreras de acceso a grupos desaventajados históricamente. Pero además, un reconocimiento a que esta exclusión social les impidió, a un gran número, acceder a otros derechos básicos, como la educación y la salud. Es fácil darse cuenta, preguntando simplemente cuantas personas trans trabajan en la administración pública o cuántas ejercen un cargo de decisión. El número es prácticamente nulo.

Comencé a acompañar la lucha del colectivo a través de mi querida amiga Noelia “Noly” Porcel, -activista por sus derechos, actriz, estudiante-, y viví con ella momentos de discriminación, que entristecían su alma y la mía. Pero, la verdad es que los mejores recuerdos son los felices: porque el movimiento de mujeres y el del colectivo LGBT+ se parecen mucho. Las protestas y reclamos de ambos siempre estuvieron rodeados de color, música y danza. La historia demuestra que el dolor y la tristeza por la opresión se transforman en arte, alegría y unión.

Creo firmemente en que todas las conquistas deben ser atribuidas a quienes realmente trabajaron en ellas.

Por eso me atrevo a decir: la sociedad no está cambiando, ELLES con su lucha y su testimonio son quienes los generan. Valgan los ejemplos de Lohana Berkins y Diana Sacayán, el proyecto Mocha Celis, ATTA, CHA, Amor es Amor, Luisa Paz, y un gran etcétera. Sólo a elles les corresponde el mérito por los derechos de los que hoy gozan. Y a los demás acompañarles, en estas exigencias, en la elaboración de estrategias o brindar nuestros conocimientos, porque los derechos no deberían definirse de acuerdo a cómo me visto, quien soy o a quien llevo a la cama. Y que nunca más una persona sea encerrada por ir de la mano de quien ama. Terminemos con el odio.

(*) Jueza Penal de Puerto Madryn.

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18 JUL 2020 - 20:27

Por Marcela Pérez Bogado (*) / Edición: Daniela P. Almirón

La película “Stonewell”, de 1996, relata visualmente un día histórico, cuando las personas que se encontraban en ese bar, -gays, lesbianas, travestis y transexuales-, cansadas de los abusos policíacos se resistieron a ser identificadas y revisadas en sus genitales.

Se armó una trifulca. Los policías quedaron encerrados. Más de ciento cincuenta personas afuera se manifestaban en repudio a su accionar. Ocurrió en Nueva York, Estados Unidos, el 28 de junio de 1969.

Al año siguiente se realizó la primera Marcha del Orgullo Gay, que fue replicada alrededor del mundo. Lo único que querían era mostrarse como son y tener los mismos derechos.

La Argentina durante los años ´70, no fue la excepción. El incipiente movimiento de organización, el Frente de Liberación Homosexual, fue perseguido por no cumplir con los cánones heteronormativos. Incluso sus publicaciones pasaron a ser clandestinas. Sus principales referentes también se exiliaron.

Con la vuelta de la democracia, el cambio de contexto permitió una visibilidad mayor.

Entonces llegó la epidemia del VIH, que causó numerosas bajas en esta población excluida y vulnerable.

La primera marcha del Orgullo fue organizada por el activista Carlos Jauregui en los años 90, también fundó la Comunidad Homosexual Argentina en los años 80.

Una realidad inmodificable en los hechos, porque la exclusión del colectivo se mantenía, motivó la adopción de los Principios de Yogyakarta, en el año 2007, y la Argentina participó con sus representantes. El Principio 2 establece: […] La discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género incluye toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en la orientación sexual o la identidad de género que tenga por objeto o por resultado la anulación o el menoscabo de la igualdad ante la ley o de la igual protección por parte de la ley, o del reconocimiento, o goce o ejercicio, en igualdad de condiciones, de los derechos humanos y las libertades fundamentales […]

En el año 2010 la Argentina inicia el camino hacia el pleno reconocimiento de los derechos, e hizo realidad un anhelo, a través de la primera ley que les permitió casarse, lo que implica también heredar. Me refiero a la Ley de Matrimonio Igualitario. Dos años más tarde, se les reconoció el derecho a la identidad autopercibida, con la Ley de Identidad de Género. A partir de la promulgación del nuevo Código Civil y Comercial, la discriminación legislativa ya no existe. Otro avance importante es la incorporación al Código Penal de las figuras del transfemicidio/travesticidio, como un homicidio agravado.

Sin embargo quedan muchos espacios donde la igualdad está lejana. Entre ellos el acceso al empleo público.

La ciudad de Trelew hace poco tiempo incluyó el Cupo Laboral Trans Travesti. Hoy existe un proyecto en pleno tratamiento en el Congreso. Los cupos no son otra cosa que acciones en pos de eliminar barreras de acceso a grupos desaventajados históricamente. Pero además, un reconocimiento a que esta exclusión social les impidió, a un gran número, acceder a otros derechos básicos, como la educación y la salud. Es fácil darse cuenta, preguntando simplemente cuantas personas trans trabajan en la administración pública o cuántas ejercen un cargo de decisión. El número es prácticamente nulo.

Comencé a acompañar la lucha del colectivo a través de mi querida amiga Noelia “Noly” Porcel, -activista por sus derechos, actriz, estudiante-, y viví con ella momentos de discriminación, que entristecían su alma y la mía. Pero, la verdad es que los mejores recuerdos son los felices: porque el movimiento de mujeres y el del colectivo LGBT+ se parecen mucho. Las protestas y reclamos de ambos siempre estuvieron rodeados de color, música y danza. La historia demuestra que el dolor y la tristeza por la opresión se transforman en arte, alegría y unión.

Creo firmemente en que todas las conquistas deben ser atribuidas a quienes realmente trabajaron en ellas.

Por eso me atrevo a decir: la sociedad no está cambiando, ELLES con su lucha y su testimonio son quienes los generan. Valgan los ejemplos de Lohana Berkins y Diana Sacayán, el proyecto Mocha Celis, ATTA, CHA, Amor es Amor, Luisa Paz, y un gran etcétera. Sólo a elles les corresponde el mérito por los derechos de los que hoy gozan. Y a los demás acompañarles, en estas exigencias, en la elaboración de estrategias o brindar nuestros conocimientos, porque los derechos no deberían definirse de acuerdo a cómo me visto, quien soy o a quien llevo a la cama. Y que nunca más una persona sea encerrada por ir de la mano de quien ama. Terminemos con el odio.

(*) Jueza Penal de Puerto Madryn.


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