Elba y Pitín: la historia de dos héroes del campo

Elba y Pitín Moncada se criaron en el campo, hace 40 años que viven en la zona de Piedra Parada. Todos los años reciben a turistas que se acercan para disfrutar de sus asados y torta fritas. Jornada Play los visitó para recordar anécdotas y conocer cómo es la vida aislados de la gran ciudad.

11 SEP 2020 - 19:28 | Actualizado

Elba y Pitín viven desde hace 40 años en un remoto paraje aledaño a Gualjaina, muy cercano a la reconocida atracción turística Piedra Parada. Allí los días son laxos, discurren de una manera parsimoniosa y la pandemia es una noticia que, eventualmente, escuchan a través de la radio. Un hecho tan lejano como el paraje que los acoge.

“Estamos haciendo cuarentena desde hace 40 años”, graficó Pitin entre risas y acotó: “El aislamiento no lo notamos porque estamos acostumbrados a estar aislados”. Aquí el panorama es muy distinto al de las grandes ciudades. En esta región, el aislamiento social ya existía de antes.

La pareja tienen una conexión especial con el campo y lo demuestran en cada una de sus palabras: “Fuimos criados acá por la zona y aquí seguimos. Nos gusta mucho el trabajo del campo, los animales, la huerta, todo. No nos imaginamos la vida fuera de acá”, sintetizó Elba.

Pero además de las cuantiosas tareas de campo que realiza esta pareja de chubutenses, también, fuera de la pandemia, solían recibir turistas de todas partes del mundo. La mayoría de ellos, escaladores que visitaban la región para acariciar las desafiantes y porosas caras de la Piedra Parada. La estancia de Elba y Pitin se transformó en una parada obligada para todos.

Ellos se encargaban de transmitirles a los visitantes toda la esencia y calidez del campo. Ni siquiera el idioma presentaba una barrera: “Acá vienen muchos escaladores de todas partes del mundo, y se sienten muy cómodos; les ofrecemos tortas fritas, panes caseros, dulces y también asados a la parrilla que hace Pitin”, relató Elba y, en relación al idioma aclaró: “Algunos andan con traductores pero también nos comunicamos mucho por señas”.

Amor al lugar

Los primeros años en el campo no fueron nada fáciles para esta pareja que dedicó su vida a trabajar en él. No solo construyeron todo ellos mismos sino que, además, lo fueron haciendo crecer: “Le tenemos mucho amor al lugar porque todo lo que hicimos fue con esfuerzo y a fuerza de pala y mucho trabajo, no teníamos maquinarias ni nada”, indicó Pitin con la voz brillante de orgullo.

Y eso no era todo, también, Elba y Pitin cumplieron un importante rol social. “Cruzábamos en bote todos los días para ir a trabajar a la escuela porque en ese momento no había puente”, explicó Elba quién trabajó como maestranza, durante 35 años, en el establecimiento educativo de Gualjaina. Por su parte, Pitin, que siempre se dedicó a los trabajos del campo, en ese entonces asumió el importante rol de llevar a los niños a la escuela cruzándolos en su bote: “Era el único paso que había para todos los que vivían por acá por los alrededores”, recordó.

Esta pareja, que lleva 47 años de casada, pasó la mayor parte de su vida en el campo. Conviviendo con el silencio, la lejanía y la naturaleza más salvaje. En este contexto, la pandemia los encontró en una burbuja. En una burbuja de amor, por el campo y por loquehacen, que construyeron hace años y de la cual juran no querer salir.

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11 SEP 2020 - 19:28

Elba y Pitín viven desde hace 40 años en un remoto paraje aledaño a Gualjaina, muy cercano a la reconocida atracción turística Piedra Parada. Allí los días son laxos, discurren de una manera parsimoniosa y la pandemia es una noticia que, eventualmente, escuchan a través de la radio. Un hecho tan lejano como el paraje que los acoge.

“Estamos haciendo cuarentena desde hace 40 años”, graficó Pitin entre risas y acotó: “El aislamiento no lo notamos porque estamos acostumbrados a estar aislados”. Aquí el panorama es muy distinto al de las grandes ciudades. En esta región, el aislamiento social ya existía de antes.

La pareja tienen una conexión especial con el campo y lo demuestran en cada una de sus palabras: “Fuimos criados acá por la zona y aquí seguimos. Nos gusta mucho el trabajo del campo, los animales, la huerta, todo. No nos imaginamos la vida fuera de acá”, sintetizó Elba.

Pero además de las cuantiosas tareas de campo que realiza esta pareja de chubutenses, también, fuera de la pandemia, solían recibir turistas de todas partes del mundo. La mayoría de ellos, escaladores que visitaban la región para acariciar las desafiantes y porosas caras de la Piedra Parada. La estancia de Elba y Pitin se transformó en una parada obligada para todos.

Ellos se encargaban de transmitirles a los visitantes toda la esencia y calidez del campo. Ni siquiera el idioma presentaba una barrera: “Acá vienen muchos escaladores de todas partes del mundo, y se sienten muy cómodos; les ofrecemos tortas fritas, panes caseros, dulces y también asados a la parrilla que hace Pitin”, relató Elba y, en relación al idioma aclaró: “Algunos andan con traductores pero también nos comunicamos mucho por señas”.

Amor al lugar

Los primeros años en el campo no fueron nada fáciles para esta pareja que dedicó su vida a trabajar en él. No solo construyeron todo ellos mismos sino que, además, lo fueron haciendo crecer: “Le tenemos mucho amor al lugar porque todo lo que hicimos fue con esfuerzo y a fuerza de pala y mucho trabajo, no teníamos maquinarias ni nada”, indicó Pitin con la voz brillante de orgullo.

Y eso no era todo, también, Elba y Pitin cumplieron un importante rol social. “Cruzábamos en bote todos los días para ir a trabajar a la escuela porque en ese momento no había puente”, explicó Elba quién trabajó como maestranza, durante 35 años, en el establecimiento educativo de Gualjaina. Por su parte, Pitin, que siempre se dedicó a los trabajos del campo, en ese entonces asumió el importante rol de llevar a los niños a la escuela cruzándolos en su bote: “Era el único paso que había para todos los que vivían por acá por los alrededores”, recordó.

Esta pareja, que lleva 47 años de casada, pasó la mayor parte de su vida en el campo. Conviviendo con el silencio, la lejanía y la naturaleza más salvaje. En este contexto, la pandemia los encontró en una burbuja. En una burbuja de amor, por el campo y por loquehacen, que construyeron hace años y de la cual juran no querer salir.


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