Editorial / Debatir ideas, no merodear consignas vacías

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Fontana 50 vallada, después de la manifestación de los antimineros.
14 NOV 2020 - 20:46 | Actualizado

La encerrona en la que se metió el propio Gobierno provincial al instalar discursivamente el tema de la minería dinamitó las bases de cualquier discusión que se pueda dar sobre el futuro productivo de Chubut.

Desde esta misma Columna se ha venido insistiendo desde hace años en un intercambio de ideas mucho más amplio que la minería. Hace cinco semanas, por ejemplo, se divulgaron los aspectos principales de un plan diseñado a lo largo de los últimos años por decenas de técnicos de la Fundación Patagonia Tercer Milenio. “Una visión crítica del proceso de desarrollo de Chubut, una propuesta para la transformación estructural del territorio”, reza el informe de 98 páginas.

En ese trabajo se parte de una premisa que define y mucho el camino: la matriz productiva provincial no se encuentra en crisis en términos de recursos disponibles, sino que la crisis se manifiesta a partir del modelo socioeconómico de crecimiento y desarrollo existente en la actualidad.

Es decir, más allá de los recursos naturales, la actual crisis obliga a pensar y a proponer herramientas para la construcción de una alternativa. Este plan, por ejemplo, se resume en 28 obras de infraestructura que requerirían una inversión de unos 3.100 millones de dólares que deberían ser financiados por el Gobierno nacional y el sector privado.

Hasta ahora, es el único plan serio que algún centro de pensamiento político y económico haya puesto a consideración. Los agoreros que creen que la política se define en las redes sociales se llenan la boca hablando en contra de todo pero nunca proponen algo distinto. Ni una línea. Nada.

A la firme decisión política de Mariano Arcioni de sumarse sin fisuras a la Mesa Nacional de Minería que impulsa el Gobierno de Alberto Fernández, le faltó un paso clave: enviar de una vez por todas a la Legislatura el proyecto que están elaborando desde enero para que la sociedad que está en contra, la que tiene dudas y la que está a favor, vean sin velos lo que se propone discutir.

Si el gobernador está dispuesto a pagar el costo político que implica siquiera poner el tema en el tapete, pues entonces que lo haga de una vez. Orejear el tema como en el truco a ver cómo reacciona la gente, más que hacerle pagar costos políticos le hará daño a la pequeña reconstrucción que había iniciado de su gobierno, achicando un poco la deuda salarial, apagando los fuegos internos de una sucesión anticipada y mostrándose cada más cerca de la Casa Rosada.

Sin embargo, el debate sobre la minería no se va a dar porque nadie lo quiere o le conviene darlo. Unos por temorosos, pensando siempre en la próxima elección, eligiendo “panquequear” su discurso a decir lo que realmente piensan.

Otros, porque se montaron sobre una postura intransigente que sobrevive y se extiende en el tiempo, precisamente, porque no hay debate.

De ninguna manera se los puede calificar de “ecoterroristas” como algunos exagerados tratan de instalar. Pero es cierto que miran para otro lado y dejan actuar a pequeños grupos violentos que creen que ir a tirar bolillas de metal con gomeras, prender fuego edificios públicos o apretar periodistas y fotógrafos los convierte en discípulos de Lev Davidovich Bronstein. “La “revolución permanente” es otra cosa.

El plan alternativo del que se habla en esta Columna es una opción. Se sigue evaluando en despachos oficiales de la Provincia y de Nación. Puede ser mejor, perfectible, pero es el camino. Siempre es mejor discutir ideas que merodear sobre consignas vacías.

No hay dudas de que la sociedad debe marchar por las calles las veces que sea necesario para defender una postura. Pero detrás tiene que haber una o muchas ideas alternativas, siempre hay que proponer algo distinto a lo que se combate. Si no, sólo se trata de hacer un aporte a la confusión general.

La negación como argumento principal de cualquier expresión popular nos deja más cerca de la ignorancia que de la salida. Levantar pancartas o usar “hashtags” con eslóganes políticamente correctos no alcanza. No, al menos, para empezar a solucionar los problemas de fondo que tiene Chubut.

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Fontana 50 vallada, después de la manifestación de los antimineros.
14 NOV 2020 - 20:46

La encerrona en la que se metió el propio Gobierno provincial al instalar discursivamente el tema de la minería dinamitó las bases de cualquier discusión que se pueda dar sobre el futuro productivo de Chubut.

Desde esta misma Columna se ha venido insistiendo desde hace años en un intercambio de ideas mucho más amplio que la minería. Hace cinco semanas, por ejemplo, se divulgaron los aspectos principales de un plan diseñado a lo largo de los últimos años por decenas de técnicos de la Fundación Patagonia Tercer Milenio. “Una visión crítica del proceso de desarrollo de Chubut, una propuesta para la transformación estructural del territorio”, reza el informe de 98 páginas.

En ese trabajo se parte de una premisa que define y mucho el camino: la matriz productiva provincial no se encuentra en crisis en términos de recursos disponibles, sino que la crisis se manifiesta a partir del modelo socioeconómico de crecimiento y desarrollo existente en la actualidad.

Es decir, más allá de los recursos naturales, la actual crisis obliga a pensar y a proponer herramientas para la construcción de una alternativa. Este plan, por ejemplo, se resume en 28 obras de infraestructura que requerirían una inversión de unos 3.100 millones de dólares que deberían ser financiados por el Gobierno nacional y el sector privado.

Hasta ahora, es el único plan serio que algún centro de pensamiento político y económico haya puesto a consideración. Los agoreros que creen que la política se define en las redes sociales se llenan la boca hablando en contra de todo pero nunca proponen algo distinto. Ni una línea. Nada.

A la firme decisión política de Mariano Arcioni de sumarse sin fisuras a la Mesa Nacional de Minería que impulsa el Gobierno de Alberto Fernández, le faltó un paso clave: enviar de una vez por todas a la Legislatura el proyecto que están elaborando desde enero para que la sociedad que está en contra, la que tiene dudas y la que está a favor, vean sin velos lo que se propone discutir.

Si el gobernador está dispuesto a pagar el costo político que implica siquiera poner el tema en el tapete, pues entonces que lo haga de una vez. Orejear el tema como en el truco a ver cómo reacciona la gente, más que hacerle pagar costos políticos le hará daño a la pequeña reconstrucción que había iniciado de su gobierno, achicando un poco la deuda salarial, apagando los fuegos internos de una sucesión anticipada y mostrándose cada más cerca de la Casa Rosada.

Sin embargo, el debate sobre la minería no se va a dar porque nadie lo quiere o le conviene darlo. Unos por temorosos, pensando siempre en la próxima elección, eligiendo “panquequear” su discurso a decir lo que realmente piensan.

Otros, porque se montaron sobre una postura intransigente que sobrevive y se extiende en el tiempo, precisamente, porque no hay debate.

De ninguna manera se los puede calificar de “ecoterroristas” como algunos exagerados tratan de instalar. Pero es cierto que miran para otro lado y dejan actuar a pequeños grupos violentos que creen que ir a tirar bolillas de metal con gomeras, prender fuego edificios públicos o apretar periodistas y fotógrafos los convierte en discípulos de Lev Davidovich Bronstein. “La “revolución permanente” es otra cosa.

El plan alternativo del que se habla en esta Columna es una opción. Se sigue evaluando en despachos oficiales de la Provincia y de Nación. Puede ser mejor, perfectible, pero es el camino. Siempre es mejor discutir ideas que merodear sobre consignas vacías.

No hay dudas de que la sociedad debe marchar por las calles las veces que sea necesario para defender una postura. Pero detrás tiene que haber una o muchas ideas alternativas, siempre hay que proponer algo distinto a lo que se combate. Si no, sólo se trata de hacer un aporte a la confusión general.

La negación como argumento principal de cualquier expresión popular nos deja más cerca de la ignorancia que de la salida. Levantar pancartas o usar “hashtags” con eslóganes políticamente correctos no alcanza. No, al menos, para empezar a solucionar los problemas de fondo que tiene Chubut.


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