El Bolsón: César Maldonado y la capacidad de reinventarse en tiempos de crisis

18 NOV 2020 - 23:07 | Actualizado

César Maldonado siempre fue camionero, hasta que un día –a poco de comenzar la pandemia- viajando desde El Bolsón hacia Ñorquinco sufrió un ataque de pánico que frenó su actividad laboral y lo confinó al hogar que comparte con su esposa y sus hijos en el barrio Obrero.

Sin embargo, los meses crudos del invierno cordillerano y la necesidad “de salir a ganar el mango” ayudaron a superar el trance y pronto comenzó a incursionar en un trabajo totalmente nuevo para él: fabricar abono orgánico a partir de la materia prima que le regalaban en los campos de la comarca.

“Comencé ofreciéndolo en la calle, a mis vecinos, hasta que una señora me dijo que era de muy buena calidad y me entusiasmó para darle un tinte más comercial. Lógicamente, choqué contra mi falta de experiencia y ni siquiera saber calcular costos, pero empecé a moler a mano y ofrecer el producto en los viveros de El Bolsón”, recordó ayer en la intimidad de su emprendimiento.

Según detalló, “se fue haciendo una cadena, al punto que pronto llegué a San Carlos de Bariloche, a San Martín de los Andes, a Villa La Angostura y hasta Esquel hacia el sur. La verdad es que me fue bien y hoy puedo vivir de lo que hago. Es un trabajo que se complementa en familia y con la tranquilidad de haber controlado el tema del pánico, no he tenido crisis”.

Ahora, su propósito “es decir a la gente que se puede salir adelante a pesar de las circunstancias difíciles que presenta la vida. Manejé un camión durante 18 años, aunque también soy albañil y carpintero, pero mi viejo me dijo un día que si quería tener algo, no había otra que trabajar. Hoy con mi familia podemos vivir de esto, pagar las cuentas, comer y vestirnos”, aseveró.

En referencia a su producción, César Maldonado graficó que actualmente “voy a los campos de Cuesta del Ternero y Mallín Ahogado, donde compro el abono en bruto, pero tiene que ser de corral abierto porque si se extrae de los galpones u otros sitios donde duermen los animales, tiene mucho pasto que después crece en la huerta o el jardín de quien lo utiliza. Seguramente es un conocimiento que aprendí durante tantos años de andar en la zona rural”, aseveró.

“De paso, a la gente de campo le hago un favor porque limpio el corral. Claro, tiene que ser abono seco porque si no el olor en la bolsa es espantoso”, reconoce. “He encontrado corrales con abono de cien años que son un verdadero yacimiento –remarcó-, tengo fotos donde se van reflejando las distintas capas”.

Proceso

Sobre el proceso que hace en el patio de su vivienda, explicó que “en la primera etapa se coloca el producto en grandes bolsones y desde allí se va elaborando con la ayuda de un par de máquinas diseñadas exclusivamente para ese cometido. Ahora tenemos tecnología, pero al principio lo hacíamos con una zaranda muy rudimentaria”, puntualizó.

Indicó enseguida que “no pasábamos de hacer 30 bolsas al día, era muy lento y no rendía. Hasta que gracias a un comerciante que me conoce desde chico, me dio una máquina a pagar como pueda. Ahora sacamos bolsas de 5 y 10 kilos, además de un producto que se llama ‘Mi maceta’, destinada lógicamente para los cultivadores hogareños”.

Sus puntos de venta incluyen “casi todos los viveros del corredor andino, y los vecinos de El Bolsón directamente me llaman por teléfono y llevo el pedido a domicilio. La gente quiere que su abono esté bien molido”, reseña al tiempo que lo compara con otro de la competencia que, a su criterio, “es una plancha y no sirve”.

Desde su óptica, “el mejor abono es de oveja, porque el de chiva es muy fuerte. No obstante se pueden mezclar con alguna tierra especial y sale un muy buen producto”, concluyó.

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18 NOV 2020 - 23:07

César Maldonado siempre fue camionero, hasta que un día –a poco de comenzar la pandemia- viajando desde El Bolsón hacia Ñorquinco sufrió un ataque de pánico que frenó su actividad laboral y lo confinó al hogar que comparte con su esposa y sus hijos en el barrio Obrero.

Sin embargo, los meses crudos del invierno cordillerano y la necesidad “de salir a ganar el mango” ayudaron a superar el trance y pronto comenzó a incursionar en un trabajo totalmente nuevo para él: fabricar abono orgánico a partir de la materia prima que le regalaban en los campos de la comarca.

“Comencé ofreciéndolo en la calle, a mis vecinos, hasta que una señora me dijo que era de muy buena calidad y me entusiasmó para darle un tinte más comercial. Lógicamente, choqué contra mi falta de experiencia y ni siquiera saber calcular costos, pero empecé a moler a mano y ofrecer el producto en los viveros de El Bolsón”, recordó ayer en la intimidad de su emprendimiento.

Según detalló, “se fue haciendo una cadena, al punto que pronto llegué a San Carlos de Bariloche, a San Martín de los Andes, a Villa La Angostura y hasta Esquel hacia el sur. La verdad es que me fue bien y hoy puedo vivir de lo que hago. Es un trabajo que se complementa en familia y con la tranquilidad de haber controlado el tema del pánico, no he tenido crisis”.

Ahora, su propósito “es decir a la gente que se puede salir adelante a pesar de las circunstancias difíciles que presenta la vida. Manejé un camión durante 18 años, aunque también soy albañil y carpintero, pero mi viejo me dijo un día que si quería tener algo, no había otra que trabajar. Hoy con mi familia podemos vivir de esto, pagar las cuentas, comer y vestirnos”, aseveró.

En referencia a su producción, César Maldonado graficó que actualmente “voy a los campos de Cuesta del Ternero y Mallín Ahogado, donde compro el abono en bruto, pero tiene que ser de corral abierto porque si se extrae de los galpones u otros sitios donde duermen los animales, tiene mucho pasto que después crece en la huerta o el jardín de quien lo utiliza. Seguramente es un conocimiento que aprendí durante tantos años de andar en la zona rural”, aseveró.

“De paso, a la gente de campo le hago un favor porque limpio el corral. Claro, tiene que ser abono seco porque si no el olor en la bolsa es espantoso”, reconoce. “He encontrado corrales con abono de cien años que son un verdadero yacimiento –remarcó-, tengo fotos donde se van reflejando las distintas capas”.

Proceso

Sobre el proceso que hace en el patio de su vivienda, explicó que “en la primera etapa se coloca el producto en grandes bolsones y desde allí se va elaborando con la ayuda de un par de máquinas diseñadas exclusivamente para ese cometido. Ahora tenemos tecnología, pero al principio lo hacíamos con una zaranda muy rudimentaria”, puntualizó.

Indicó enseguida que “no pasábamos de hacer 30 bolsas al día, era muy lento y no rendía. Hasta que gracias a un comerciante que me conoce desde chico, me dio una máquina a pagar como pueda. Ahora sacamos bolsas de 5 y 10 kilos, además de un producto que se llama ‘Mi maceta’, destinada lógicamente para los cultivadores hogareños”.

Sus puntos de venta incluyen “casi todos los viveros del corredor andino, y los vecinos de El Bolsón directamente me llaman por teléfono y llevo el pedido a domicilio. La gente quiere que su abono esté bien molido”, reseña al tiempo que lo compara con otro de la competencia que, a su criterio, “es una plancha y no sirve”.

Desde su óptica, “el mejor abono es de oveja, porque el de chiva es muy fuerte. No obstante se pueden mezclar con alguna tierra especial y sale un muy buen producto”, concluyó.


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