Anuario 2020: Un sueño profesional que casi queda trunco

Ezequiel Matthysse relata su experiencia con el coronavirus. Con 22 años y el mundo por delante, dio positivo a una semana de su primer combate rentado. Se aferró a Dios y pudo dar el salto. Su relato de sus dudas, de cómo aparecieron los síntomas y de su balance personal tras la enfermedad.

30 DIC 2020 - 18:22 | Actualizado

El impacto del Covid-19 fue tan grande, que afectó desde las acciones más minúsculas del ciudadano común hasta los profundos deseos de gloria de aquellos que sueñan con conquistar el mundo. Ezequiel Matthysse estuvo a punto de perder su debut profesional en el boxeo. El joven prodigio de 22 años, que ostenta con sus puños la gloriosa herencia de su apellido y es uno de los proyectos más importantes del boxeo nacional, combatió al virus en el ring de la pandemia y lo noqueó.

Walter Ezequiel Matthysse Jr., campeón mundial amateur, tenía pactado su debut en el campo rentado el 24 de octubre en San Pablo, Brasil. Las ilusiones se vinieron abajo cuando el test le dio positivo una semana antes del combate.

“Me hicieron el hisopado rápido antes de viajar a Brasil”, cuenta Ezequiel. “A los 15 minutos había dado positivo”. El testeo es obligatorio en todos los deportes profesionales, y no son pocos los que manifiestan que el hisopado es incómodo. Lo describe alguien acostumbrado a los golpes. “Te meten un hisopo largo hasta el fondo de la nariz y es muy doloroso”.

Se ultimaban detalles para una velada soñada. Imaginaba el ring ardiendo bajo los reflectores ante la mirada del mundo, tal como lo habían vivido su padre Walter, su tío Lucas y su tía Soledad. Entonces llegó la infausta noticia: “Estaba en mi casa, esperando la hora para ir a entrenar. Quedaban unos días para viajar a Brasil y estaba con el tema de dar el peso. Esperábamos el llamado de los resultados. Estaba acostado a la hora del almuerzo. Llegó mi mamá y dijo que había llamado mi entrenador Mario Narváez para decir que habíamos dado positivo”.

Una experiencia con Dios

Hubo ajetreo en casa de los Matthysse. Su entrenador también era positivo. “Estaban todos nerviosos”, dice Ezequiel. Mantuvo la calma y resistió con estoicismo la embestida de la realidad. “Lo tomé tranquilo, intenté no entrar en pánico”. Para no caer en la desilusión por el debut frustrado, se aferró a su devoción religiosa. “Tuve muchas experiencias con Dios. Él hizo cosas y yo las entendí con el tiempo. En el momento que escuché que había dado positivo, se me vino la pelea a la mente. Pensé que se suspendía, pero me mantuvo tranquilo pensar que por algo Dios hizo las cosas así”.

Fue confinado a diez días de aislamiento riguroso. Primero fue un paciente asintomático. Llegó a dudar de la veracidad del test, y tuvo la firme convicción de que el resultado era falso. “Muchas personas dicen que el primer test sale equivocado, por eso tenía la duda. El resultado había llegado en 15 minutos cuando suele demorar media hora. Además, ¡yo me sentía bien!”.

La noticia circuló rápido. El boxeador aseguraba que era un paciente asintomático. “Los primeros días no sentí nada. En las entrevistas siempre decía que no tenía ningún síntoma”.

Sin embargo, los síntomas aparecieron poco a poco. “A medida que fueron pasando los días empecé a sentir síntomas. No solo yo, en mi casa también. Vivo con mi mamá, mi papá y mis hermanas. Lo primero fue perder el olfato; es impresionante y raro, una sensación que nunca sentí y no es normal. Perdí el gusto. A mi mamá fue a la que más le duró la pérdida del gusto. Es muy feo querer comer algo rico y no sentir gusto a nada. Cumpliendo el aislamiento tuve dos o tres días de dolor de cabeza fuerte”.

Aislado en casa

Los cuarente fue tediosa. “Lo único que estaba en mi mente era el trabajo que había hecho para la pelea y ponerme en categoría para dar el peso”, dice. “Con tantos días sin hacer nada, pensé que se iba a perder todo ese trabajo. No aguanté y me puse a entrenar en casa”.

Como todo buen deportista, posee a su disposición los elementos necesarios para ejercitarse: bolsas, guantes, sogas. Un entrenamiento casero parecía la mejor forma de sobrellevar el aislamiento y alejar los fantasmas de la pelea suspendida, sin embargo fue advertido sobre los riesgos que el esfuerzo desmedido podía conllevar para su salud. “Me llamó mi promotor y manager Sampson Lewkowicz y me dio indicaciones de un doctor de Buenos Aires. Me dijeron que no entrene porque me podía bajar las defensas y tener una recaída”.

Contra todo pronóstico, el entrenamiento era contraproducente. “Creí que entrenar me iba a ayudar para despejarme, pero queriendo hacerme bien podía hacerme mal. Les hice caso a los profesionales, descansé la mente y me relajé con mi familia”.

Muchas teorías conspirativas giraron en torno al origen del COVID-19. Ezequiel no teme revelar que durante la pandemia tuvo sus sospechas al respecto. “Con todo lo que sale en internet y lo que se ve en las noticias, uno duda. Yo tuve esa duda. No quiero culpar al Gobierno, pero hay tanta información que uno no sabe qué creer”.

El deporte de elite le ha servido como instrumento aleccionador para cuidar su cuerpo y su salud. Las precauciones sanitarias que se exigen a la población no quedan fuera de su escrupuloso cuidado personal. “Antes de dar positivo siempre me cuidé”, dice. “Uso barbijo, me pongo alcohol en gel. Quizás lo hacía relajado, pero después de tener coronavirus fue diferente. Le agarré respeto”. También aprendió que cuidarse a sí mismo es cuidar a los demás, y la experiencia de haber padecido el virus en sus propias carnes le despertó un inesperado respeto por la salud pública. “De camino al gimnasio me cruzo personas y trato de hacerme un pasito al costado para tomar distancia. Lo hago pensando en los demás. Yo tuve coronavirus, sé lo que se siente y no se lo deseo a nadie”.

La noche soñada

A buen fin no hay mal principio. Tanto Ezequiel como su familia se sobrepusieron al coronavirus sin mayores sobresaltos. Por fortuna, como él mismo dijo tras su cuarentena, la postergación de su debut profesional fue solo un susto y aprendió a valorar la vida en sus mínimos detalles. “No es fácil que de un día para otro se corte la libertad. Caminar, tomar un poco de aire, ver el cielo; perder esas cosas es jodido”.

El ansiado debut se concretó al fin el sábado 21 de noviembre en Córdoba frente al bonaerense Dante Cano. El triunfo de Ezequiel Matthysse fue rotundo: nocaut en un minuto y cuarenta segundos del primer round. Sin secuelas por el COVID-19, el boxeador trelewense alzó los puños por primera vez en el profesionalismo, tal como lo había soñado en sus días de aislamiento: “En mi mente yo me veía ganando arriba del ring. Yo venía esperando ese debut. Había mucho movimiento en la prensa y gente esperando la pelea. De repente se cayó todo. La mente a veces juega en contra y hay que tratar de controlarla porque se te viene lo peor a la cabeza. Pero yo sé que por algo Dios hace las cosas así, y de a poco lo voy entendiendo”.

Enterate de las noticias de DEPORTES a través de nuestro newsletter

Anotate para recibir las noticias más importantes de esta sección.

Te podés dar de baja en cualquier momento con un solo clic.
30 DIC 2020 - 18:22

El impacto del Covid-19 fue tan grande, que afectó desde las acciones más minúsculas del ciudadano común hasta los profundos deseos de gloria de aquellos que sueñan con conquistar el mundo. Ezequiel Matthysse estuvo a punto de perder su debut profesional en el boxeo. El joven prodigio de 22 años, que ostenta con sus puños la gloriosa herencia de su apellido y es uno de los proyectos más importantes del boxeo nacional, combatió al virus en el ring de la pandemia y lo noqueó.

Walter Ezequiel Matthysse Jr., campeón mundial amateur, tenía pactado su debut en el campo rentado el 24 de octubre en San Pablo, Brasil. Las ilusiones se vinieron abajo cuando el test le dio positivo una semana antes del combate.

“Me hicieron el hisopado rápido antes de viajar a Brasil”, cuenta Ezequiel. “A los 15 minutos había dado positivo”. El testeo es obligatorio en todos los deportes profesionales, y no son pocos los que manifiestan que el hisopado es incómodo. Lo describe alguien acostumbrado a los golpes. “Te meten un hisopo largo hasta el fondo de la nariz y es muy doloroso”.

Se ultimaban detalles para una velada soñada. Imaginaba el ring ardiendo bajo los reflectores ante la mirada del mundo, tal como lo habían vivido su padre Walter, su tío Lucas y su tía Soledad. Entonces llegó la infausta noticia: “Estaba en mi casa, esperando la hora para ir a entrenar. Quedaban unos días para viajar a Brasil y estaba con el tema de dar el peso. Esperábamos el llamado de los resultados. Estaba acostado a la hora del almuerzo. Llegó mi mamá y dijo que había llamado mi entrenador Mario Narváez para decir que habíamos dado positivo”.

Una experiencia con Dios

Hubo ajetreo en casa de los Matthysse. Su entrenador también era positivo. “Estaban todos nerviosos”, dice Ezequiel. Mantuvo la calma y resistió con estoicismo la embestida de la realidad. “Lo tomé tranquilo, intenté no entrar en pánico”. Para no caer en la desilusión por el debut frustrado, se aferró a su devoción religiosa. “Tuve muchas experiencias con Dios. Él hizo cosas y yo las entendí con el tiempo. En el momento que escuché que había dado positivo, se me vino la pelea a la mente. Pensé que se suspendía, pero me mantuvo tranquilo pensar que por algo Dios hizo las cosas así”.

Fue confinado a diez días de aislamiento riguroso. Primero fue un paciente asintomático. Llegó a dudar de la veracidad del test, y tuvo la firme convicción de que el resultado era falso. “Muchas personas dicen que el primer test sale equivocado, por eso tenía la duda. El resultado había llegado en 15 minutos cuando suele demorar media hora. Además, ¡yo me sentía bien!”.

La noticia circuló rápido. El boxeador aseguraba que era un paciente asintomático. “Los primeros días no sentí nada. En las entrevistas siempre decía que no tenía ningún síntoma”.

Sin embargo, los síntomas aparecieron poco a poco. “A medida que fueron pasando los días empecé a sentir síntomas. No solo yo, en mi casa también. Vivo con mi mamá, mi papá y mis hermanas. Lo primero fue perder el olfato; es impresionante y raro, una sensación que nunca sentí y no es normal. Perdí el gusto. A mi mamá fue a la que más le duró la pérdida del gusto. Es muy feo querer comer algo rico y no sentir gusto a nada. Cumpliendo el aislamiento tuve dos o tres días de dolor de cabeza fuerte”.

Aislado en casa

Los cuarente fue tediosa. “Lo único que estaba en mi mente era el trabajo que había hecho para la pelea y ponerme en categoría para dar el peso”, dice. “Con tantos días sin hacer nada, pensé que se iba a perder todo ese trabajo. No aguanté y me puse a entrenar en casa”.

Como todo buen deportista, posee a su disposición los elementos necesarios para ejercitarse: bolsas, guantes, sogas. Un entrenamiento casero parecía la mejor forma de sobrellevar el aislamiento y alejar los fantasmas de la pelea suspendida, sin embargo fue advertido sobre los riesgos que el esfuerzo desmedido podía conllevar para su salud. “Me llamó mi promotor y manager Sampson Lewkowicz y me dio indicaciones de un doctor de Buenos Aires. Me dijeron que no entrene porque me podía bajar las defensas y tener una recaída”.

Contra todo pronóstico, el entrenamiento era contraproducente. “Creí que entrenar me iba a ayudar para despejarme, pero queriendo hacerme bien podía hacerme mal. Les hice caso a los profesionales, descansé la mente y me relajé con mi familia”.

Muchas teorías conspirativas giraron en torno al origen del COVID-19. Ezequiel no teme revelar que durante la pandemia tuvo sus sospechas al respecto. “Con todo lo que sale en internet y lo que se ve en las noticias, uno duda. Yo tuve esa duda. No quiero culpar al Gobierno, pero hay tanta información que uno no sabe qué creer”.

El deporte de elite le ha servido como instrumento aleccionador para cuidar su cuerpo y su salud. Las precauciones sanitarias que se exigen a la población no quedan fuera de su escrupuloso cuidado personal. “Antes de dar positivo siempre me cuidé”, dice. “Uso barbijo, me pongo alcohol en gel. Quizás lo hacía relajado, pero después de tener coronavirus fue diferente. Le agarré respeto”. También aprendió que cuidarse a sí mismo es cuidar a los demás, y la experiencia de haber padecido el virus en sus propias carnes le despertó un inesperado respeto por la salud pública. “De camino al gimnasio me cruzo personas y trato de hacerme un pasito al costado para tomar distancia. Lo hago pensando en los demás. Yo tuve coronavirus, sé lo que se siente y no se lo deseo a nadie”.

La noche soñada

A buen fin no hay mal principio. Tanto Ezequiel como su familia se sobrepusieron al coronavirus sin mayores sobresaltos. Por fortuna, como él mismo dijo tras su cuarentena, la postergación de su debut profesional fue solo un susto y aprendió a valorar la vida en sus mínimos detalles. “No es fácil que de un día para otro se corte la libertad. Caminar, tomar un poco de aire, ver el cielo; perder esas cosas es jodido”.

El ansiado debut se concretó al fin el sábado 21 de noviembre en Córdoba frente al bonaerense Dante Cano. El triunfo de Ezequiel Matthysse fue rotundo: nocaut en un minuto y cuarenta segundos del primer round. Sin secuelas por el COVID-19, el boxeador trelewense alzó los puños por primera vez en el profesionalismo, tal como lo había soñado en sus días de aislamiento: “En mi mente yo me veía ganando arriba del ring. Yo venía esperando ese debut. Había mucho movimiento en la prensa y gente esperando la pelea. De repente se cayó todo. La mente a veces juega en contra y hay que tratar de controlarla porque se te viene lo peor a la cabeza. Pero yo sé que por algo Dios hace las cosas así, y de a poco lo voy entendiendo”.


NOTICIAS RELACIONADAS