Anuario 2020: una docente, 17 pantallas y la aventura del aprendizaje virtual con 300 alumnos

Belén Giardino puso a prueba la paciencia propia y ajena en un contexto pedagógico complejísimo e inédito. Cuenta cómo fue pasar del aula de cada día a la computadora, los desafíos ganados y lo que le dejó la pandemia. “La presencialidad no se negocia”, sintetizó. Pistas para entender el futuro.

Zoom. Giardino, una de las miles de docentes que aprendió al ritmo de sus alumnos para poder salvar un año cruzado por el coronavirus, que se metió hasta en las aulas.
30 DIC 2020 - 18:27 | Actualizado

Belén Giardino monitoreó 17 classroom. Once son de su trabajo docente; el resto de su hijo Agustín, de 7 años, en 2º grado. “El pasaje de las clases presenciales a lo virtual se dio rápido y nos tuvimos que adaptar. Fue un gran reto”. La cuestión fue qué hacer con el aula, los gestos, diálogos, miradas. “Cómo pasar a lo digital ese ida y vuelta”, define.

Un primer punto fue armar las aulas virtuales y la necesaria alfabetización digital de equipos directivos, docentes y estudiantes. “Los maestros debieron tomar nuevas herramientas digitales para enseñar. Uno está acostumbrado a habitar la clase de manera presencial, la pregunta era cómo habitarla de manera virtual”.

Belén pensó el diseño de actividades que a los chicos les diera un aprendizaje significativo. “Conectar con ellos, que no se perdiera la afectividad; la escuela es un espacio de sociabilización, de construcción de identidad y vínculos”. Para mantener ese lazo su estrategia fueron actividades concretas, sencillas, cortas, cada 15 días. “Son muchos espacios curriculares en secundaria, entonces no había actividades extensas que al estudiante se le hicieran muy pesadas”.

Otro factor fue el acompañamiento familiar. “Fue muy importante para los estudiantes. Lo digo por experiencia con mi hijo: en primaria en los primeros años de alfabetización ese acompañamiento es aún mucho más importante”. En secundaria “los alumnos piden ayuda en algunas actividades, pero también es necesario, más allá de la explicación del profesor y la aclaración de dudas”. Algunos docentes optaron por el Zoom o el Google Mic.

La pandemia reflejó la brecha digital. “Nos encontramos con estudiantes que tenían computadora y acceso a internet; otros con una sola compu para toda una familia de muchos integrantes; otros sin internet que trabajaban con datos móviles del celular”. Los Profesores de Orientación y Tutoría advertían sobre cada alumno con problemas. “Hay estudiantes que directamente no cuentan con internet ni computadora o teléfono, entonces trabajaron con los cuadernillos impresos de Nación, impresos, o siguieron los canales de la TV Pública”. Tener impresora fue otra ventaja.

La docente trató de que sus clases virtuales no quedaran en monólogos y escuchar las voces de los chicos. Como su ámbito es la comunicación, “me permitió la producción de podcats radiales, que escribieran artículos con miradas alternativas”. Cuando escuchó sus tareas tuvo diversas sensaciones. “Había estudiantes que se habían sentido con mucha angustia, mucha tristeza o mucha frustración en la pandemia, otros utilizaron este tiempo para un hobby o un pasatiempo, hacer algo que les gustaba dentro de la casa; otros relataban lo difícil que fue tener que convivir las 24 horas con toda la familia porque no estaban acostumbrados”.

Los alumnos de 6º año “nos decían que tenían ganas de volver a la escuela presencial porque se cerraba una etapa en su trayectoria”. Tenían incertidumbre. “Encontraron en la pandemia un espacio para revisar cuestiones personales, así lo decían. Manejaron ansiedades, aprendieron baile y música con tutoriales de Youtube”. El objetivo fue construir un lazo a través de la virtualidad.

Sus escuelas son la 7.721 y la 759 de Bellas Artes. Trabaja en 5° y 6° año en ambas. Sus materias son Lenguaje de Radio, Prácticas Comunicacionales Alternativas y Comunicación, Democracia y Participación. También Comunicación Multimedial en la 7.705. Las edades promedio son 16 y 17 años. Sexto es el último año de secundaria antes de elegir un oficio.

“Hablaron. Los chicos se manifestaron mucho, mostraron lo que sentían”, explicó. No les dio lo mismo estar fuera del aula. “El 27 de agosto, por los 100 años de la radio, con los podcasts expresaron sus emociones, su sentir y qué se imaginaban para el día después de la cuarentena, las huellas en ellos. Ahí aparecen los chicos de 6º que terminan su trayectoria con incertidumbres”.

Para los 100 años de la radio hubo tres podcasts: Huellas de cuarentena, Nuestro sentir y El día después. Se transmitieron por la radio 104.1, instalada en la Escuela N° 759. “Tuvo mucha repercusión, se contactaron docentes de la cordillera contentos y sorprendidos por lo importante de escucharlos”.

Añoraban las cosas simples, las reuniones con amigos. “No percibí que para ellos fuera un alivio no ir a la escuela, extrañaban las clases presenciales. Una alumna me dijo ´Tengo ganas de dejar la tecnología un rato de lado y de poder volver a abrazarnos y encontrarnos’”.

“Hay que valorar el esfuerzo docente. Tengo una matrícula de 300 estudiantes para evacuar dudas y consultas si algo no se entendió. Es todo un trabajo además de diseñar la clase”. Y fue clave la etapa de devolución. “Que sientan que atrás de la pantalla alguien los lee, si no, es como enviar un mensaje al vacío sin devolución. Para ellos nuestras respuestas fueron importantes, tuvieron sentido. ´¿Para qué lo hago si nadie me mira ni lee y la profe no me contesta nada?´”.

Fue monitorear, hacer un seguimiento, acomodar los tiempos familiares, acompañar a los hijos propios en tareas virtuales. “Con las emociones que nos fueron jugando a todos en el aislamiento, había días buenos y no tan buenos”. Belén estuvo en ambos lados. “La maestra de mi hijo toda la semana religiosamente nunca dejó de mandar actividades”. Monitoreó Matemática, Lengua, Ciencias Sociales y Naturales, Música, Plástica y Gimnasia, además de actividades bibliotecarias.

“Es interesante pensar cómo los afectó, que tenían ganas de volver a encontrarse con todo, y cómo los mismos alumnos valoraron más el rol de la escuela y del docente”. Hubo familias que acompañaron a sus hijos en algo que no terminaran de entender. “Hay papás que no tienen esas competencias, o no tienen tiempo o no quieren. Hay un abanico grande y desde esa diversidad uno debe trabajar”.

Según Belén, “la cuarentena puede servir para encontrar tiempo, reordenar cuestiones y poder producir cosas distintas”. Ella misma terminó el diseño y la producción de un libro con propuestas de Comunicación para el aula. “A algunos nos sirvió para sumar y poner la energía en cosas lindas”.

Con Agustín todo funcionó al principio con las tareas virtuales. Pero luego debió poner horario, rutina, “y muchas veces obligarlo, a fin de año te diría que todos los días”. Sin son 15 hojas de tarea a la semana, se hacen 3 cada día. “Así sabe qué vamos a hacer cada día, al estar en 2° año me requiere profundizar el proceso de lectoescritura. a veces la videollamada de la ‘seño’ no alcanza, hay que estar muy ahí”. Pero dice que le tocó una docente excelente.

Belén ya tenía encima seminarios en educación virtual. “Aprendí varias herramientas para trabajar virtualmente porque la alfabetización digital fue todo un tema para docentes y estudiantes. Fue un aprendizaje general y se hizo camino al andar”.

Los chicos que en el aula son callados mantuvieron el perfil. “Algunos muy activos en la presencialidad bajaron la intensidad. Me sorprendió de alumnas excelentes y en virtualidad su intensidad bajó mucho, y sé que tenían conectividad. Quizás las ganas, lo familiar, todo afectó para reordenar los espacios y horarios. Cambió todo y dependió de cómo se transitó”.

Belén conservaría el Twitter chat simultáneo con los estudiantes. “Está muy bueno lanzar alguna pregunta y en simultáneo nos conectemos y que respondan en el momento”. También aplicaciones para crear sitios web y videos. “Tal vez se podría dejar abierto un foro para entregar trabajos. Sumaría usar herramientas del celular para hacer la tarea más atractiva”.

Esto se puede anexar. “Pero la presencialidad no se negocia, lo que se produce ahí es muy difícil llevarlo a la virtualidad. El diálogo, el ida y vuelta, los debates, el contacto, el estar, el verse gestos y miradas, es diferente”. Al principio de año en Radio “no se animaban a hablar y luego hablaban para toda la escuela”. Por más que se trate de generar lazos de afectividad desde lo virtual, “la presencialidad no la cambio”.

-¿Qué te deja la pandemia?

-La enseñanza de la adaptación al cambio. Hay que ser flexibles y la capacitación continua es indispensable. La adaptación a la diversidad de estudiantes, familias, contextos y recursos. No caer en monólogos y mucha paciencia para el proceso de enseñar porque te llegan mil mensajes por día.

“No hay que caer en el vacío ni pensarlo como tiempo perdido sino canalizarlo en actividades”.

Asegura que tuvo capacidad de adaptación. “No me angustié, estoy muchas horas en el aula, de 7.30 a 18. Necesitaba canalizar esa energía y extrañé la magia del aula y ver a los alumnos. Muchos docentes, alumnos y no docentes pasaron por momentos de angustia”. Destacó a sus estudiantes, cuyas respuestas la sorprendieron. “Les di material y me decían: ´Profe, estuvo muy bueno, me emocioné, llegué hasta a llorar’. Y me recomendaron cosas”.

“Es una pena para los que era su último año terminarlo así -piensa-. Era el año más esperado, que los despide la escuela, entran a otro mundo y cierran una etapa”.

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Zoom. Giardino, una de las miles de docentes que aprendió al ritmo de sus alumnos para poder salvar un año cruzado por el coronavirus, que se metió hasta en las aulas.
30 DIC 2020 - 18:27

Belén Giardino monitoreó 17 classroom. Once son de su trabajo docente; el resto de su hijo Agustín, de 7 años, en 2º grado. “El pasaje de las clases presenciales a lo virtual se dio rápido y nos tuvimos que adaptar. Fue un gran reto”. La cuestión fue qué hacer con el aula, los gestos, diálogos, miradas. “Cómo pasar a lo digital ese ida y vuelta”, define.

Un primer punto fue armar las aulas virtuales y la necesaria alfabetización digital de equipos directivos, docentes y estudiantes. “Los maestros debieron tomar nuevas herramientas digitales para enseñar. Uno está acostumbrado a habitar la clase de manera presencial, la pregunta era cómo habitarla de manera virtual”.

Belén pensó el diseño de actividades que a los chicos les diera un aprendizaje significativo. “Conectar con ellos, que no se perdiera la afectividad; la escuela es un espacio de sociabilización, de construcción de identidad y vínculos”. Para mantener ese lazo su estrategia fueron actividades concretas, sencillas, cortas, cada 15 días. “Son muchos espacios curriculares en secundaria, entonces no había actividades extensas que al estudiante se le hicieran muy pesadas”.

Otro factor fue el acompañamiento familiar. “Fue muy importante para los estudiantes. Lo digo por experiencia con mi hijo: en primaria en los primeros años de alfabetización ese acompañamiento es aún mucho más importante”. En secundaria “los alumnos piden ayuda en algunas actividades, pero también es necesario, más allá de la explicación del profesor y la aclaración de dudas”. Algunos docentes optaron por el Zoom o el Google Mic.

La pandemia reflejó la brecha digital. “Nos encontramos con estudiantes que tenían computadora y acceso a internet; otros con una sola compu para toda una familia de muchos integrantes; otros sin internet que trabajaban con datos móviles del celular”. Los Profesores de Orientación y Tutoría advertían sobre cada alumno con problemas. “Hay estudiantes que directamente no cuentan con internet ni computadora o teléfono, entonces trabajaron con los cuadernillos impresos de Nación, impresos, o siguieron los canales de la TV Pública”. Tener impresora fue otra ventaja.

La docente trató de que sus clases virtuales no quedaran en monólogos y escuchar las voces de los chicos. Como su ámbito es la comunicación, “me permitió la producción de podcats radiales, que escribieran artículos con miradas alternativas”. Cuando escuchó sus tareas tuvo diversas sensaciones. “Había estudiantes que se habían sentido con mucha angustia, mucha tristeza o mucha frustración en la pandemia, otros utilizaron este tiempo para un hobby o un pasatiempo, hacer algo que les gustaba dentro de la casa; otros relataban lo difícil que fue tener que convivir las 24 horas con toda la familia porque no estaban acostumbrados”.

Los alumnos de 6º año “nos decían que tenían ganas de volver a la escuela presencial porque se cerraba una etapa en su trayectoria”. Tenían incertidumbre. “Encontraron en la pandemia un espacio para revisar cuestiones personales, así lo decían. Manejaron ansiedades, aprendieron baile y música con tutoriales de Youtube”. El objetivo fue construir un lazo a través de la virtualidad.

Sus escuelas son la 7.721 y la 759 de Bellas Artes. Trabaja en 5° y 6° año en ambas. Sus materias son Lenguaje de Radio, Prácticas Comunicacionales Alternativas y Comunicación, Democracia y Participación. También Comunicación Multimedial en la 7.705. Las edades promedio son 16 y 17 años. Sexto es el último año de secundaria antes de elegir un oficio.

“Hablaron. Los chicos se manifestaron mucho, mostraron lo que sentían”, explicó. No les dio lo mismo estar fuera del aula. “El 27 de agosto, por los 100 años de la radio, con los podcasts expresaron sus emociones, su sentir y qué se imaginaban para el día después de la cuarentena, las huellas en ellos. Ahí aparecen los chicos de 6º que terminan su trayectoria con incertidumbres”.

Para los 100 años de la radio hubo tres podcasts: Huellas de cuarentena, Nuestro sentir y El día después. Se transmitieron por la radio 104.1, instalada en la Escuela N° 759. “Tuvo mucha repercusión, se contactaron docentes de la cordillera contentos y sorprendidos por lo importante de escucharlos”.

Añoraban las cosas simples, las reuniones con amigos. “No percibí que para ellos fuera un alivio no ir a la escuela, extrañaban las clases presenciales. Una alumna me dijo ´Tengo ganas de dejar la tecnología un rato de lado y de poder volver a abrazarnos y encontrarnos’”.

“Hay que valorar el esfuerzo docente. Tengo una matrícula de 300 estudiantes para evacuar dudas y consultas si algo no se entendió. Es todo un trabajo además de diseñar la clase”. Y fue clave la etapa de devolución. “Que sientan que atrás de la pantalla alguien los lee, si no, es como enviar un mensaje al vacío sin devolución. Para ellos nuestras respuestas fueron importantes, tuvieron sentido. ´¿Para qué lo hago si nadie me mira ni lee y la profe no me contesta nada?´”.

Fue monitorear, hacer un seguimiento, acomodar los tiempos familiares, acompañar a los hijos propios en tareas virtuales. “Con las emociones que nos fueron jugando a todos en el aislamiento, había días buenos y no tan buenos”. Belén estuvo en ambos lados. “La maestra de mi hijo toda la semana religiosamente nunca dejó de mandar actividades”. Monitoreó Matemática, Lengua, Ciencias Sociales y Naturales, Música, Plástica y Gimnasia, además de actividades bibliotecarias.

“Es interesante pensar cómo los afectó, que tenían ganas de volver a encontrarse con todo, y cómo los mismos alumnos valoraron más el rol de la escuela y del docente”. Hubo familias que acompañaron a sus hijos en algo que no terminaran de entender. “Hay papás que no tienen esas competencias, o no tienen tiempo o no quieren. Hay un abanico grande y desde esa diversidad uno debe trabajar”.

Según Belén, “la cuarentena puede servir para encontrar tiempo, reordenar cuestiones y poder producir cosas distintas”. Ella misma terminó el diseño y la producción de un libro con propuestas de Comunicación para el aula. “A algunos nos sirvió para sumar y poner la energía en cosas lindas”.

Con Agustín todo funcionó al principio con las tareas virtuales. Pero luego debió poner horario, rutina, “y muchas veces obligarlo, a fin de año te diría que todos los días”. Sin son 15 hojas de tarea a la semana, se hacen 3 cada día. “Así sabe qué vamos a hacer cada día, al estar en 2° año me requiere profundizar el proceso de lectoescritura. a veces la videollamada de la ‘seño’ no alcanza, hay que estar muy ahí”. Pero dice que le tocó una docente excelente.

Belén ya tenía encima seminarios en educación virtual. “Aprendí varias herramientas para trabajar virtualmente porque la alfabetización digital fue todo un tema para docentes y estudiantes. Fue un aprendizaje general y se hizo camino al andar”.

Los chicos que en el aula son callados mantuvieron el perfil. “Algunos muy activos en la presencialidad bajaron la intensidad. Me sorprendió de alumnas excelentes y en virtualidad su intensidad bajó mucho, y sé que tenían conectividad. Quizás las ganas, lo familiar, todo afectó para reordenar los espacios y horarios. Cambió todo y dependió de cómo se transitó”.

Belén conservaría el Twitter chat simultáneo con los estudiantes. “Está muy bueno lanzar alguna pregunta y en simultáneo nos conectemos y que respondan en el momento”. También aplicaciones para crear sitios web y videos. “Tal vez se podría dejar abierto un foro para entregar trabajos. Sumaría usar herramientas del celular para hacer la tarea más atractiva”.

Esto se puede anexar. “Pero la presencialidad no se negocia, lo que se produce ahí es muy difícil llevarlo a la virtualidad. El diálogo, el ida y vuelta, los debates, el contacto, el estar, el verse gestos y miradas, es diferente”. Al principio de año en Radio “no se animaban a hablar y luego hablaban para toda la escuela”. Por más que se trate de generar lazos de afectividad desde lo virtual, “la presencialidad no la cambio”.

-¿Qué te deja la pandemia?

-La enseñanza de la adaptación al cambio. Hay que ser flexibles y la capacitación continua es indispensable. La adaptación a la diversidad de estudiantes, familias, contextos y recursos. No caer en monólogos y mucha paciencia para el proceso de enseñar porque te llegan mil mensajes por día.

“No hay que caer en el vacío ni pensarlo como tiempo perdido sino canalizarlo en actividades”.

Asegura que tuvo capacidad de adaptación. “No me angustié, estoy muchas horas en el aula, de 7.30 a 18. Necesitaba canalizar esa energía y extrañé la magia del aula y ver a los alumnos. Muchos docentes, alumnos y no docentes pasaron por momentos de angustia”. Destacó a sus estudiantes, cuyas respuestas la sorprendieron. “Les di material y me decían: ´Profe, estuvo muy bueno, me emocioné, llegué hasta a llorar’. Y me recomendaron cosas”.

“Es una pena para los que era su último año terminarlo así -piensa-. Era el año más esperado, que los despide la escuela, entran a otro mundo y cierran una etapa”.


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