La clave del día / Maia peleó y ganó

Fue más que un susto. Fue no querer cerrar los ojos por el temor de dormirse y de lo que podría suceder después. Fue miedo y llanto y agradecimiento eterno. Fue la incertidumbre de la vida que cambia en un ratito, del mundo patas arriba

01 JUL 2021 - 21:20 | Actualizado

Contra todo eso peleó Maia Liñán, la joven de 18 años que estuvo en coma e intubada en el Hospital Zonal de Trelew. Y contra todo eso ganó.

Su testimonio pide a gritos que los vecinos se cuiden. Que nadie se relaje con el barbijo, el alcohol en gel y el distanciamiento. Maia ni sabe dónde se contagió porque siempre fue responsable con las medidas. Pero le tocó y debió sacar fuerzas de donde no siempre hay. Todos rezaron y siguieron su evolución.

Maia tampoco se escondió. Primero fue una selfie con el personal que la cuidó y le salvó la vida en el nosocomio. Luego eligió este diario para un relato en primera persona que habla más y mejor que las estadísticas de cómo impacta el Covid en la vida de una comunidad.

Hay imágenes confusas en su mente; hay postales que no recuerda. Todo es parte de las secuelas de una enfermedad que ya nadie subestima pero que pese a las experiencias, siempre falta un poco para que todos sean responsables con los cuidados individuales. Ella habló y aportó lo suyo, con un fuerte pedido a su generación. Nadie está a salvo. Mientras la vacunación avanza es imprescindible la responsabilidad social e individual. Ojalá los días que atravesó Maia y su final feliz pero con incertidumbre nos ayuden para entenderlo de una buena vez.

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01 JUL 2021 - 21:20

Contra todo eso peleó Maia Liñán, la joven de 18 años que estuvo en coma e intubada en el Hospital Zonal de Trelew. Y contra todo eso ganó.

Su testimonio pide a gritos que los vecinos se cuiden. Que nadie se relaje con el barbijo, el alcohol en gel y el distanciamiento. Maia ni sabe dónde se contagió porque siempre fue responsable con las medidas. Pero le tocó y debió sacar fuerzas de donde no siempre hay. Todos rezaron y siguieron su evolución.

Maia tampoco se escondió. Primero fue una selfie con el personal que la cuidó y le salvó la vida en el nosocomio. Luego eligió este diario para un relato en primera persona que habla más y mejor que las estadísticas de cómo impacta el Covid en la vida de una comunidad.

Hay imágenes confusas en su mente; hay postales que no recuerda. Todo es parte de las secuelas de una enfermedad que ya nadie subestima pero que pese a las experiencias, siempre falta un poco para que todos sean responsables con los cuidados individuales. Ella habló y aportó lo suyo, con un fuerte pedido a su generación. Nadie está a salvo. Mientras la vacunación avanza es imprescindible la responsabilidad social e individual. Ojalá los días que atravesó Maia y su final feliz pero con incertidumbre nos ayuden para entenderlo de una buena vez.


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