Contra todo eso peleó Maia Liñán, la joven de 18 años que estuvo en coma e intubada en el Hospital Zonal de Trelew. Y contra todo eso ganó.
Su testimonio pide a gritos que los vecinos se cuiden. Que nadie se relaje con el barbijo, el alcohol en gel y el distanciamiento. Maia ni sabe dónde se contagió porque siempre fue responsable con las medidas. Pero le tocó y debió sacar fuerzas de donde no siempre hay. Todos rezaron y siguieron su evolución.
Maia tampoco se escondió. Primero fue una selfie con el personal que la cuidó y le salvó la vida en el nosocomio. Luego eligió este diario para un relato en primera persona que habla más y mejor que las estadísticas de cómo impacta el Covid en la vida de una comunidad.
Hay imágenes confusas en su mente; hay postales que no recuerda. Todo es parte de las secuelas de una enfermedad que ya nadie subestima pero que pese a las experiencias, siempre falta un poco para que todos sean responsables con los cuidados individuales. Ella habló y aportó lo suyo, con un fuerte pedido a su generación. Nadie está a salvo. Mientras la vacunación avanza es imprescindible la responsabilidad social e individual. Ojalá los días que atravesó Maia y su final feliz pero con incertidumbre nos ayuden para entenderlo de una buena vez.
Contra todo eso peleó Maia Liñán, la joven de 18 años que estuvo en coma e intubada en el Hospital Zonal de Trelew. Y contra todo eso ganó.
Su testimonio pide a gritos que los vecinos se cuiden. Que nadie se relaje con el barbijo, el alcohol en gel y el distanciamiento. Maia ni sabe dónde se contagió porque siempre fue responsable con las medidas. Pero le tocó y debió sacar fuerzas de donde no siempre hay. Todos rezaron y siguieron su evolución.
Maia tampoco se escondió. Primero fue una selfie con el personal que la cuidó y le salvó la vida en el nosocomio. Luego eligió este diario para un relato en primera persona que habla más y mejor que las estadísticas de cómo impacta el Covid en la vida de una comunidad.
Hay imágenes confusas en su mente; hay postales que no recuerda. Todo es parte de las secuelas de una enfermedad que ya nadie subestima pero que pese a las experiencias, siempre falta un poco para que todos sean responsables con los cuidados individuales. Ella habló y aportó lo suyo, con un fuerte pedido a su generación. Nadie está a salvo. Mientras la vacunación avanza es imprescindible la responsabilidad social e individual. Ojalá los días que atravesó Maia y su final feliz pero con incertidumbre nos ayuden para entenderlo de una buena vez.