Editorial / Los mensajes que dejaron las urnas

Leé La Columna del Domingo, el tradicional análisis de la edición impresa de Jornada.

20 NOV 2021 - 20:48 | Actualizado

Hubo ganadores y perdedores, como siempre. También festejos, algo de euforia, proyecciones desmedidas hacia 2023, “tapados” que sacaron más votos de lo que nunca imaginaron, y el habitual pase de facturas entre los derrotados, que fueron muchos.

Las elecciones del domingo también dejaron una serie de mensajes que hay que tratar de decodificar para entender lo que viene. El riesgo de no sacar buenas conclusiones es alto. Los que ganaron y los que perdieron deben tratar de entender lo que pasó para no comerse ninguna curva en el largo camino hacia 2023.

Mucha agua ha pasado debajo del puente desde aquella vieja y paradigmática frase de Perón sobre que “el Pueblo nunca se equivoca”. No se trata ahora de cuestionar cómo vota la gente sino de entender la motivación del voto y las implicancias que un resultado electoral puede tener en la vida colectiva de los chubutenses. Los resultados son números vacíos si no se advierten las consecuencias.

En este sentido, la volatilidad del electorado de Chubut quedó expuesta el domingo pasado en toda su magnitud. Si se juega al fútbol como se vive –dicen los fundamentalistas de la redonda-, tal vez se vote de la misma manera. El resultado del domingo parece haber ido en ese sentido. No hubo polarización como otras veces y el duro castigo al peronismo -y al panperonismo expresado por el Chusoto- se expresó haciendo crecer los votos de terceros en discordia, como el PICh o la izquierda. La gente no está viviendo bien y actuó en consecuencia.

Muchas redes, poca calle

Tampoco hay que soslayar la preocupante falta de propuestas con las que todos los candidatos –todos es todos- llegaron a las elecciones del 14 de noviembre, casi haciendo la plancha sobre la nada misma entre las PASO de septiembre y las generales de noviembre. La gente terminó eligiendo el castigo por sobre la virtudes.

Esta elección se dirimió más que nunca en los últimos turnos electorales en el terreno virtual de las redes sociales. Un poco de cartelería, algunos actos y caminatas en los días previos y toda la artillería en los celulares de los votantes. No se puede eludir el evidente cambio cultural pero tampoco habría que asimilarlo con sumisión. Por ejemplo, no hay regulaciones claras sobre las campañas virtuales, que violan sistemáticamente la Ley Electoral.

Si lo que viene es la tiranía de los algoritmos informáticos por sobre la exposición pública de propuestas, cara a cara con la gente, pues entonces hay que prepararse para la aparición de más candidatos a medida de la segmentación de audiencias y del marketing político por sobre la ideología.

Líderes se buscan

Sin liderazgos fuertes, el peronismo terminó consumiéndose en su propio caldo. Lo que empezó mal terminó como debía terminar. Los que armaron una ingeniería electoral atada con alambres pensando más en 2023 que en resolver los problemas urgentes de la gente, se esfuerzan ahora por aparecer lo más lejos posible de una derrota que es una (nueva) afrenta al peronismo de la calle, no del partido. Perder en sus propias ciudades o “ganar” por mil votos, es más o menos lo mismo.

Con este panorama, la aparición de un candidato como Nacho Torres le resolvió el dilema a esa parte del electorado que muchas veces define elecciones y que sólo vota al peronismo cuando siente que le va resolver sus problemas, no los de la mayoría. La ensalada sosa que armó el PJ en Chubut ni siquiera conquistó a los propios, mucho menos a los que transitan por la gran “avenida del centro” que suelen buscar refugios electorales, no apasionarse por las ideologías.

Detrás de los afiches

En Chubut no hubo un renacimiento del radicalismo desde las cenizas –ese fuego parece estar apagado hace años-, ni una conversión masiva a la centroderecha. El senador electo Torres en la zona del Valle y la diputada nacional electa Ana Clara Romero en Comodoro Rivadavia, son emergentes de una renovación generacional que al peronismo en especial le ha costado hacer en todos estos años.

Pero detrás de los dos nuevos íconos electorales de Chubut está el viejo macrismo, el remozado larretismo y las posiciones liberales que empiezan con encendidos discursos republicanos y terminan con un severo “plan de ajuste”.

El modelo que los porteños compraron hace ya mucho tiempo no había tenido hasta ahora una versión chubutense con chances de gobernar la Provincia. Claro que la realidad del distrito más rico de la Argentina y la de Chubut son muy distintas. Si el modelo que Torres y sus seguidores quiere para Chubut se parece al que Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta implementaron en CABA y en los cuatros años que sacudieron al país, el camino hacia 2023 no les será sencillo.

¿Qué piensan los liberales de Chubut del empleo público? ¿Y de la minería? ¿Tienen posición tomada sobre la grave crisis energética que atraviesan los pueblos de interior? ¿Cómo van a contener las desigualdades sociales en los principales centros urbanos? ¿Apoyan la eliminación de las indemnizaciones?

Hace dieciocho años que la oposición viene cuestionando severamente al peronismo (en todas sus formas), que gobierna Chubut desde 2003. Sin embargo, en los últimos cuatro recambios de gobernador, ningún opositor al peronismo pasó del segundo puesto. Datos, no opinión.#

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20 NOV 2021 - 20:48

Hubo ganadores y perdedores, como siempre. También festejos, algo de euforia, proyecciones desmedidas hacia 2023, “tapados” que sacaron más votos de lo que nunca imaginaron, y el habitual pase de facturas entre los derrotados, que fueron muchos.

Las elecciones del domingo también dejaron una serie de mensajes que hay que tratar de decodificar para entender lo que viene. El riesgo de no sacar buenas conclusiones es alto. Los que ganaron y los que perdieron deben tratar de entender lo que pasó para no comerse ninguna curva en el largo camino hacia 2023.

Mucha agua ha pasado debajo del puente desde aquella vieja y paradigmática frase de Perón sobre que “el Pueblo nunca se equivoca”. No se trata ahora de cuestionar cómo vota la gente sino de entender la motivación del voto y las implicancias que un resultado electoral puede tener en la vida colectiva de los chubutenses. Los resultados son números vacíos si no se advierten las consecuencias.

En este sentido, la volatilidad del electorado de Chubut quedó expuesta el domingo pasado en toda su magnitud. Si se juega al fútbol como se vive –dicen los fundamentalistas de la redonda-, tal vez se vote de la misma manera. El resultado del domingo parece haber ido en ese sentido. No hubo polarización como otras veces y el duro castigo al peronismo -y al panperonismo expresado por el Chusoto- se expresó haciendo crecer los votos de terceros en discordia, como el PICh o la izquierda. La gente no está viviendo bien y actuó en consecuencia.

Muchas redes, poca calle

Tampoco hay que soslayar la preocupante falta de propuestas con las que todos los candidatos –todos es todos- llegaron a las elecciones del 14 de noviembre, casi haciendo la plancha sobre la nada misma entre las PASO de septiembre y las generales de noviembre. La gente terminó eligiendo el castigo por sobre la virtudes.

Esta elección se dirimió más que nunca en los últimos turnos electorales en el terreno virtual de las redes sociales. Un poco de cartelería, algunos actos y caminatas en los días previos y toda la artillería en los celulares de los votantes. No se puede eludir el evidente cambio cultural pero tampoco habría que asimilarlo con sumisión. Por ejemplo, no hay regulaciones claras sobre las campañas virtuales, que violan sistemáticamente la Ley Electoral.

Si lo que viene es la tiranía de los algoritmos informáticos por sobre la exposición pública de propuestas, cara a cara con la gente, pues entonces hay que prepararse para la aparición de más candidatos a medida de la segmentación de audiencias y del marketing político por sobre la ideología.

Líderes se buscan

Sin liderazgos fuertes, el peronismo terminó consumiéndose en su propio caldo. Lo que empezó mal terminó como debía terminar. Los que armaron una ingeniería electoral atada con alambres pensando más en 2023 que en resolver los problemas urgentes de la gente, se esfuerzan ahora por aparecer lo más lejos posible de una derrota que es una (nueva) afrenta al peronismo de la calle, no del partido. Perder en sus propias ciudades o “ganar” por mil votos, es más o menos lo mismo.

Con este panorama, la aparición de un candidato como Nacho Torres le resolvió el dilema a esa parte del electorado que muchas veces define elecciones y que sólo vota al peronismo cuando siente que le va resolver sus problemas, no los de la mayoría. La ensalada sosa que armó el PJ en Chubut ni siquiera conquistó a los propios, mucho menos a los que transitan por la gran “avenida del centro” que suelen buscar refugios electorales, no apasionarse por las ideologías.

Detrás de los afiches

En Chubut no hubo un renacimiento del radicalismo desde las cenizas –ese fuego parece estar apagado hace años-, ni una conversión masiva a la centroderecha. El senador electo Torres en la zona del Valle y la diputada nacional electa Ana Clara Romero en Comodoro Rivadavia, son emergentes de una renovación generacional que al peronismo en especial le ha costado hacer en todos estos años.

Pero detrás de los dos nuevos íconos electorales de Chubut está el viejo macrismo, el remozado larretismo y las posiciones liberales que empiezan con encendidos discursos republicanos y terminan con un severo “plan de ajuste”.

El modelo que los porteños compraron hace ya mucho tiempo no había tenido hasta ahora una versión chubutense con chances de gobernar la Provincia. Claro que la realidad del distrito más rico de la Argentina y la de Chubut son muy distintas. Si el modelo que Torres y sus seguidores quiere para Chubut se parece al que Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta implementaron en CABA y en los cuatros años que sacudieron al país, el camino hacia 2023 no les será sencillo.

¿Qué piensan los liberales de Chubut del empleo público? ¿Y de la minería? ¿Tienen posición tomada sobre la grave crisis energética que atraviesan los pueblos de interior? ¿Cómo van a contener las desigualdades sociales en los principales centros urbanos? ¿Apoyan la eliminación de las indemnizaciones?

Hace dieciocho años que la oposición viene cuestionando severamente al peronismo (en todas sus formas), que gobierna Chubut desde 2003. Sin embargo, en los últimos cuatro recambios de gobernador, ningún opositor al peronismo pasó del segundo puesto. Datos, no opinión.#


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