Facundo Molares, tras ser liberado: “Se hizo justicia”

Facundo Molares tiene su origen en Trevelin y tuvo una activa participación en las FARC colombiana. Habló con Cadena Tiempo sobre historia, su llegada al pais cafetero y su militancia. También sobre el hecho en que lo acusaban y su detención en Bolivia. Hoy, se encuentra en libertad.

06 AGO 2022 - 19:50 | Actualizado 06 AGO 2022 - 22:16

Facundo Molares es oriundo de Trevelin, en la zona cordillerana de Chubut, y su historia se hizo conocida tras haber sido herido y luego encarcelado por la dictadura de Jeanine Añez en Bolivia, donde había llegado en calidad de periodista para cubrir el golpe de Estado contra Evo Morales.
En una extensa entrevista con el programa “El Interruptor, que se emite por Cadena Tiempo, Molares contó por primera vez buena parte de su historia, que no sólo incluyó su paso por Bolivia sino una detención en Argentina, tras un pedido de extradición de parte de Colombia, que quería juzgarlo por su pasado como integrante de las FARC.

“Se ha reconocido mi derecho a ser tenido en cuenta dentro de las normas que establece el acuerdo de paz en Colombia y que la Justicia argentina tuvo que reconocer tardíamente”, dijo Molares en la entrevista con Cadena Tiempo.

Problemas de salud

“Tengo varios problemas de salud porque en mi primera detención en Bolivia, de 2019 a 2020, tuve Covid-19 dos veces en un penal de máxima seguridad a 4.700 metros de altura, donde en condiciones normales no hay aire y con coronavirus estuve muy complicado, De hecho, me quedaron secuelas de orden cardiológico. También tengo hipertensión pulmonar y problemas en la visión. Tengo la esperanza de poder hacer un tratamiento que me pueda a ayudar a superar todo esto”, señaló.
Historia y orígenes.

“Yo soy argentino, aunque el fiscal del juicio en Esquel, en las primeras audiencias, manifestó que yo tenía que ir a pagar mis delitos a ‘mi país’, como si yo no fuera argentino y fuera colombiano. Viví toda mi juventud en Trevelin, estudié en Esquel, soy técnico forestal de la provincia y tengo un arraigo muy profundo con Chubut. Llegué a Colombia en 2003 motivado por aportar a una lucha por una situación de violencia desenfrenada contra el pueblo colombiano. Me asiste una idea humanitaria de ayudar, como decía el Che Guevara: ‘Sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Sentir el dolor humano como un dolor propio así no sea el mío o el de mi familia, sino el de la familia humana’”, parafrasea Molares.

En las FARC

“Ya en Colombia, ingreso a la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y estoy durante quince años militando en esa fuerza guerrillera. Recorrí y conocí muy bien ese pueblo que tiene un campesinado extraordinario, que tiene un amor por la naturaleza, por las costumbres sanas de la vida, una alegría que contagia a pesar de todo el sufrimiento que ha recibido. Yo quiero mucho a ese pueblo. Lo adopte y me adoptaron como un hijo más”, recuerda.

“Hice mucho trabajo político en algunas zonas, fundamentalmente en el sur de Colombia. Estuve en la organización comunitaria. En Colombia se produce un fenómeno que es que en un mismo territorio hay dos estados, entonces la población escoge entre uno u otro. Yo les puedo asegurar que la justicia colombiana oficial es tremendamente deficiente como la argentina. La guerrilla, en cambio, ejercía una justicia comunitaria, de reconciliación entre los campesinos que era muy valorada entre la población. Esas son funciones que yo tuve por allá”.

Identidad clandestina

“Teníamos identidades de guerra, pero no éramos clandestinos. No estábamos encapuchados ni con pasamontañas, estábamos a cara descubierta delante de la población porque éramos otro estado, entonces ejercíamos todas las tareas que ejercía un estado”, aclara Molares.

-¿Sos parte de la demonización que hay por parte de algunos medios de comunicación sobre las FARC?

Que me cataloguen de exguerrillero no me ofende para nada porque ser guerrillero no es un insulto. Para mí fue la realidad en la que viví la mitad de mi vida, a la que aposté el resto que me quedaba de juventud y de lo que no me arrepiento para nada. No hice nunca nada en contra del pueblo; al contrario, todo lo que hicimos fue por el bien de ese pueblo, y afortunadamente tuve la suerte de no salir herido ni de morir en mis experiencias. En cambio, hay muchos epítetos más hirientes como el de terrorista.

-¿Cuál era tu rol entre la guerrilla y la población campesina? ¿Tenían relación con el cultivo de la coca?

En los primeros años yo fui un guerrillero de base porque así empiezan todos los jóvenes su carrera en una organización militar. Después fui un soldado, como cualquier recluta. Con el tiempo ascendí y tomé responsabilidades de comandancia. Dentro de mis responsabilidades de comandancia fui jefe de tareas de organización y jefe político.

-¿Estuviste en alguna situación de bombardeo por parte del ejército colombiano, apoyado por inteligencia estadounidense?

Estuve en nueve bombardeos generales, de los cuales salí herido en uno y tuve la fortuna de tener buenas piernas para escapar de otro. Bombardeaban todos los campamentos en los que podían infiltrar algún aparato electrónico. En 2006 en adelante llegó la tecnología con el Plan Colombia, que fue un acuerdo entre el Estado colombiano y el Estado norteamericano. Y junto con ese plan llegó la tecnología de punta de misiles inteligentes de los gringos y te metían microchip en cualquier objeto: una bota, la tapa de una gaseosa, adentro de un jabón, adentro de una papa, en la etiqueta de un frasco de algún producto. Con eso lanzaban un misil que seguía la señal de ese microchip, que es como un pequeño GPS. El misil cae donde está el microchip. Es decir, que si tenías en microchip en la almohada el misil te lo ponían en la cabeza, no hay vuelta que darle.

-¿Cómo fue el hecho por el que se te acusó del secuestro del concejal Armando Acuña?

La acusación de la fiscalía colombiana me pone ‘secuestro extorsivo’. En el caso del concejal Acuña, que yo liberé, no fue un secuestro extorsivo. Las retenciones de políticos no eran secuestros extorsivos porque la FARC no pedía dinero a cambio de la libertad. Por Acuña no se pidió ni un solo peso de rescate. La FARC tenía la política de tener prisioneros políticos y prisioneros de guerra para poder canjearlos ante el Estado por los prisioneros que teníamos nosotros en las cárceles. Las FARC llegó a tener 10 mil presos políticos, muchos de ellos población cercana, ni siquiera relacionada con las FARC, pero cercanas en sus ideas. Fueron detenidos por el solo hecho de pensar distinto al Estado.
La FARC comunicó a concejales, intendentes, diputados, senadores, fiscales, que renunciaran a su cargo y no habría ningún problema con ellos. De lo contrario, los haríamos renunciar. Muchos renunciaron y con ellos no hubo ningún problema. Otros decidieron enfrentar a la FARC.
El concejal Acuña era presidente del Concejo Deliberante de una ciudad intermedia y por eso un grupo guerrillero lo detuvo. Por él nunca se pidió plata, sino guerrilleros presos a cambio. Pero el Estado colombiano no quiso aceptar el intercambio humanitario.

Yo no estuve en el comando que hizo la retención del concejal, no participe de eso, pero se me ordenó, cuando los diálogos de paz ya estaban avanzados, que se haga lo que ellos llamaban ‘entregas humanitarias’ pactadas entre la guerrilla, el Estado colombiano, la Cruz Roja Internacional, la Organización de las Naciones Unidas y la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR).

-¿Cómo fue lo de tu detención en Bolivia en 2019?

Yo estaba cubriendo como fotorreportero el golpe de Estado a Evo Morales. Estaba en primera línea sacando fotos que seguramente a algunos poderes no le gustaban y fui agredido, fui herido y detenido por la fuerza del orden en Bolivia. Estuve 23 días en coma inducido, 25 días en terapia intensiva y cuando me desperté me quise levantar y estaba esposado a la cama. En el balcón de la sala había un policía. Una médica cordobesa fue una persona clave para salvarme la vida allí. A los tres días, me llevaron en una silla de ruedas, semidesnudo, a una audiencia judicial en la que no tenía abogado y el juez determinó por encima de la resolución del hospital, que tenía que ser trasladado a un centro penitenciario. De ahí me llevaron al penal de Palmasola, en Santa Cruz de la Sierra. Allí hubo una resolución de los presos y de la policía que dijo que ellos no garantizaban mi seguridad, que como yo era exguerrillero y simpatizante de Evo Morales, si me entraban en el penal no responderían de lo que pudiera pasar y me declararían como muerto. Entonces decidieron llevarme al penal de Chonchocoro en Alto de La Paz.

Hoy me siento orgulloso de todo y estoy agradecido a medios como ustedes que ayudaron a mostrar la verdad con la que yo pude recuperar mi libertad.#

06 AGO 2022 - 19:50

Facundo Molares es oriundo de Trevelin, en la zona cordillerana de Chubut, y su historia se hizo conocida tras haber sido herido y luego encarcelado por la dictadura de Jeanine Añez en Bolivia, donde había llegado en calidad de periodista para cubrir el golpe de Estado contra Evo Morales.
En una extensa entrevista con el programa “El Interruptor, que se emite por Cadena Tiempo, Molares contó por primera vez buena parte de su historia, que no sólo incluyó su paso por Bolivia sino una detención en Argentina, tras un pedido de extradición de parte de Colombia, que quería juzgarlo por su pasado como integrante de las FARC.

“Se ha reconocido mi derecho a ser tenido en cuenta dentro de las normas que establece el acuerdo de paz en Colombia y que la Justicia argentina tuvo que reconocer tardíamente”, dijo Molares en la entrevista con Cadena Tiempo.

Problemas de salud

“Tengo varios problemas de salud porque en mi primera detención en Bolivia, de 2019 a 2020, tuve Covid-19 dos veces en un penal de máxima seguridad a 4.700 metros de altura, donde en condiciones normales no hay aire y con coronavirus estuve muy complicado, De hecho, me quedaron secuelas de orden cardiológico. También tengo hipertensión pulmonar y problemas en la visión. Tengo la esperanza de poder hacer un tratamiento que me pueda a ayudar a superar todo esto”, señaló.
Historia y orígenes.

“Yo soy argentino, aunque el fiscal del juicio en Esquel, en las primeras audiencias, manifestó que yo tenía que ir a pagar mis delitos a ‘mi país’, como si yo no fuera argentino y fuera colombiano. Viví toda mi juventud en Trevelin, estudié en Esquel, soy técnico forestal de la provincia y tengo un arraigo muy profundo con Chubut. Llegué a Colombia en 2003 motivado por aportar a una lucha por una situación de violencia desenfrenada contra el pueblo colombiano. Me asiste una idea humanitaria de ayudar, como decía el Che Guevara: ‘Sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Sentir el dolor humano como un dolor propio así no sea el mío o el de mi familia, sino el de la familia humana’”, parafrasea Molares.

En las FARC

“Ya en Colombia, ingreso a la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y estoy durante quince años militando en esa fuerza guerrillera. Recorrí y conocí muy bien ese pueblo que tiene un campesinado extraordinario, que tiene un amor por la naturaleza, por las costumbres sanas de la vida, una alegría que contagia a pesar de todo el sufrimiento que ha recibido. Yo quiero mucho a ese pueblo. Lo adopte y me adoptaron como un hijo más”, recuerda.

“Hice mucho trabajo político en algunas zonas, fundamentalmente en el sur de Colombia. Estuve en la organización comunitaria. En Colombia se produce un fenómeno que es que en un mismo territorio hay dos estados, entonces la población escoge entre uno u otro. Yo les puedo asegurar que la justicia colombiana oficial es tremendamente deficiente como la argentina. La guerrilla, en cambio, ejercía una justicia comunitaria, de reconciliación entre los campesinos que era muy valorada entre la población. Esas son funciones que yo tuve por allá”.

Identidad clandestina

“Teníamos identidades de guerra, pero no éramos clandestinos. No estábamos encapuchados ni con pasamontañas, estábamos a cara descubierta delante de la población porque éramos otro estado, entonces ejercíamos todas las tareas que ejercía un estado”, aclara Molares.

-¿Sos parte de la demonización que hay por parte de algunos medios de comunicación sobre las FARC?

Que me cataloguen de exguerrillero no me ofende para nada porque ser guerrillero no es un insulto. Para mí fue la realidad en la que viví la mitad de mi vida, a la que aposté el resto que me quedaba de juventud y de lo que no me arrepiento para nada. No hice nunca nada en contra del pueblo; al contrario, todo lo que hicimos fue por el bien de ese pueblo, y afortunadamente tuve la suerte de no salir herido ni de morir en mis experiencias. En cambio, hay muchos epítetos más hirientes como el de terrorista.

-¿Cuál era tu rol entre la guerrilla y la población campesina? ¿Tenían relación con el cultivo de la coca?

En los primeros años yo fui un guerrillero de base porque así empiezan todos los jóvenes su carrera en una organización militar. Después fui un soldado, como cualquier recluta. Con el tiempo ascendí y tomé responsabilidades de comandancia. Dentro de mis responsabilidades de comandancia fui jefe de tareas de organización y jefe político.

-¿Estuviste en alguna situación de bombardeo por parte del ejército colombiano, apoyado por inteligencia estadounidense?

Estuve en nueve bombardeos generales, de los cuales salí herido en uno y tuve la fortuna de tener buenas piernas para escapar de otro. Bombardeaban todos los campamentos en los que podían infiltrar algún aparato electrónico. En 2006 en adelante llegó la tecnología con el Plan Colombia, que fue un acuerdo entre el Estado colombiano y el Estado norteamericano. Y junto con ese plan llegó la tecnología de punta de misiles inteligentes de los gringos y te metían microchip en cualquier objeto: una bota, la tapa de una gaseosa, adentro de un jabón, adentro de una papa, en la etiqueta de un frasco de algún producto. Con eso lanzaban un misil que seguía la señal de ese microchip, que es como un pequeño GPS. El misil cae donde está el microchip. Es decir, que si tenías en microchip en la almohada el misil te lo ponían en la cabeza, no hay vuelta que darle.

-¿Cómo fue el hecho por el que se te acusó del secuestro del concejal Armando Acuña?

La acusación de la fiscalía colombiana me pone ‘secuestro extorsivo’. En el caso del concejal Acuña, que yo liberé, no fue un secuestro extorsivo. Las retenciones de políticos no eran secuestros extorsivos porque la FARC no pedía dinero a cambio de la libertad. Por Acuña no se pidió ni un solo peso de rescate. La FARC tenía la política de tener prisioneros políticos y prisioneros de guerra para poder canjearlos ante el Estado por los prisioneros que teníamos nosotros en las cárceles. Las FARC llegó a tener 10 mil presos políticos, muchos de ellos población cercana, ni siquiera relacionada con las FARC, pero cercanas en sus ideas. Fueron detenidos por el solo hecho de pensar distinto al Estado.
La FARC comunicó a concejales, intendentes, diputados, senadores, fiscales, que renunciaran a su cargo y no habría ningún problema con ellos. De lo contrario, los haríamos renunciar. Muchos renunciaron y con ellos no hubo ningún problema. Otros decidieron enfrentar a la FARC.
El concejal Acuña era presidente del Concejo Deliberante de una ciudad intermedia y por eso un grupo guerrillero lo detuvo. Por él nunca se pidió plata, sino guerrilleros presos a cambio. Pero el Estado colombiano no quiso aceptar el intercambio humanitario.

Yo no estuve en el comando que hizo la retención del concejal, no participe de eso, pero se me ordenó, cuando los diálogos de paz ya estaban avanzados, que se haga lo que ellos llamaban ‘entregas humanitarias’ pactadas entre la guerrilla, el Estado colombiano, la Cruz Roja Internacional, la Organización de las Naciones Unidas y la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR).

-¿Cómo fue lo de tu detención en Bolivia en 2019?

Yo estaba cubriendo como fotorreportero el golpe de Estado a Evo Morales. Estaba en primera línea sacando fotos que seguramente a algunos poderes no le gustaban y fui agredido, fui herido y detenido por la fuerza del orden en Bolivia. Estuve 23 días en coma inducido, 25 días en terapia intensiva y cuando me desperté me quise levantar y estaba esposado a la cama. En el balcón de la sala había un policía. Una médica cordobesa fue una persona clave para salvarme la vida allí. A los tres días, me llevaron en una silla de ruedas, semidesnudo, a una audiencia judicial en la que no tenía abogado y el juez determinó por encima de la resolución del hospital, que tenía que ser trasladado a un centro penitenciario. De ahí me llevaron al penal de Palmasola, en Santa Cruz de la Sierra. Allí hubo una resolución de los presos y de la policía que dijo que ellos no garantizaban mi seguridad, que como yo era exguerrillero y simpatizante de Evo Morales, si me entraban en el penal no responderían de lo que pudiera pasar y me declararían como muerto. Entonces decidieron llevarme al penal de Chonchocoro en Alto de La Paz.

Hoy me siento orgulloso de todo y estoy agradecido a medios como ustedes que ayudaron a mostrar la verdad con la que yo pude recuperar mi libertad.#


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