El regreso de Cristina terminó por ordenar las fichas del tablero político en Chubut

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23 NOV 2013 - 23:34 | Actualizado

Volvió distendida, se mostró absolutamente recuperada y ejerció el poder como corresponde, con decisión y autoridad. Corrió a cuatro importantísimos funcionarios de su equipo de Gobierno porque era necesario dar una señal y recomponer el rumbo cuanto antes. Ya no sólo pensando en llegar con mayor oxígeno a 2015, sino más allá también.

Así fue el regreso de Cristina Fernández de Kirchner a la política argentina esta semana que pasó, después de casi 50 días de convalecencia. No dejó margen para las dudas y sus decisiones le dieron al kirchnerismo un nuevo aire. Nunca hay que dar por extinguido el fuego hasta que la última brasa se apague.

La decisión de la Presidenta de cambiar a su jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, a sus ministros de Economía y Agricultura, Hernán Lorenzino y Norberto Yauhar, y al influyente secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, fue una clara muestra que sintió el golpe electoral y que nadie tenía el futuro comprado.

Lo de Cristina con Moreno es un ejemplo de que las decisiones se hicieron para tomarlas. Era, sin dudas, uno de los símbolos del modelo kirchnerista. No tanto por lo que hizo sino por lo que representó. Era un soldado de la causa que, aún equivocado en muchos aspectos, se jugó a fondo.

Pero debió irse sin chistar, aguantando inclusive que ciertos sectores de la política y la sociedad lo denostaran con un énfasis que esos mismo sectores no suelen utilizar para expulsar a los inútiles y a los corruptos.

El nuevo capitán

A cambio, eligió a un gobernador ganador como el chaqueño Jorge Capitanich, peronista hasta la médula y con ciertos rasgos conservadores, como su firme pertenencia al catolicismo, que no es un kirchnerista puro sí uno de los mejores cuadros del PJ en la última década.

Sin embargo, puso en el Ministerio de Economía a un pura cepa. Alguien al que los “mercados” no terminan de digerir, entre otras cosas, porque es el mejor referente de lo que ella llama “el modelo”.

Demonizado por un sector de la prensa, lo que lleva a muchos argentinos medios a hablar de Axel Kicillof como si se tratara de la reencarnación de Carlos Marx, sin siquiera haber leído su currículum (ni el de Carlos Marx, por cierto), el nuevo timonel de la economía argentina es uno de los jóvenes más brillantes que haya dado la universidad pública argentina. Fue, es y será así, más allá de cómo termine su actual gestión al frente del Ministerio de Economía. Esa es harina de otro costal.

Capitanich y Kicillof encabezaron el viernes un importante encuentro con sindicatos y empresarios. Lanzaron una agenda productiva con la que esperan crear 300 mil empleos en dos años.

Iría de la mano de una serie de medidas para reducir el empleo informal (el trabajo “en negro”), e incluiría acuerdos y controles más firmes para contener los precios.

El adiós de Yauhar

La salida de Norberto Yauhar del Gobierno nacional fue, sin ningún lugar a dudas, una muy mala noticia para Chubut. También la de Lorenzino, por cierto, aunque sus vínculos con la provincia son menos relevantes en términos políticos.

La renuncia de Yauhar fue la “frutilla del postre” de una año difícil para el kirchnerismo de Chubut. No sólo por su espantoso resultado electoral, sino porque el 2013 también terminó por derribar el castillo de naipes que habían construido los referentes locales, que hoy están fuera de juego, tratando de resurgir de las cenizas.

Como más de una vez se escribió en esta columna, el paso de las elecciones iba a dejar ganadores y perdedores. Y también una categoría intermedia: el gobernador.

Es que nadie puede negar que Martín Buzzi fue parte de esa derrota pero terminó amortiguando el golpe porque el resto de los referentes del Frente para la Victoria comenzaron a sacarle el cuerpo al mandatario mucho antes de las legislativas del 27 de octubre.

Buzzi se reinventa

Buzzi administró el incendio político, cambió a su Gabinete, cerró algunos de los conflictos más complicados y, por si fuera poco, esta semana se terminó de erigir en el mayor representante del Gobierno nacional en Chubut, cerrando en una maratónica jornada encuentros con Capitanich; el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega; y el CEO de YPF, Miguel Galuccio, con el que anunció que en diciembre firmarán la renegociación de las concesiones petroleras que la empresa tiene en Chubut.

Ayer, además, se lanzó al ruedo con un tema que traerá cola. La decisión de firmar un decreto para que todos los funcionarios públicos se sometan a una rinoscopía es tan fuerte como polémica. Y su invitación a que intendentes, jueces y fiscales se sumen, no es un dato menor.

Claro que el camino de Buzzi hacia 2015 tampoco es un lecho de rosas. Y algunas decisiones no parecen ser del todo acertadas. La por ahora demorada asunción de Jorge Aleua en el Ministerio de Ambiente y el atraso en definir un nuevo ministro de la Familia, figuran en el debe del gobernador por ahora.

Tampoco la decisión de que Blas Meza Evans haya sido designado como vicerrector de la Universidad de Chubut pareció una buena señal. No por la relevancia del cargo sino porque el exfiscal de Estado quedó en el imaginario popular como uno de los mayores responsables de los errores cometidos en los primeros dos años de gestión. Un largo descanso parecía lo más aconsejable.

Un dato a favor: el “regreso” a la primera línea de Javier Touriñán. El comodorense, un hombre siempre útil en medio de cualquier tormenta, había quedado desdibujado en los últimos tiempos.

Ahora aparece renovado. Es una rueda de auxilio política interesante y le quita un poco de carga a la mochila del ministro Coordinador, Miguel Castro, que tampoco la tiene fácil.

Discurso y violencia

La semana política en Chubut estuvo marcada por un par de hechos que conmovieron el avispero político: las amenazas y los golpes a un chico de 13 años, el hijo del intndente de Puerto Madryn, Ricardo Sastre. Y una nueva advertencia telefónica al diputado provincial Jerónimo García.

Antes habían sido los escraches a la casa del ahora director del Banco del Chubut, Carlos Eliceche, un sospechoso intento de robo a una camioneta de Yauhar en Trelew, y también varios enfrentamientos a golpes, tiros y palazos de facciones antagónicas de distintos gremios.

La violencia política en Chubut se está instalando como un elemento básico, un pieza más del rompecabezas, y nadie parece estar dispuesto a poner paños fríos.

El nivel de violencia verbal de sus protagonistas no es la única causa, hay que decirlo, pero es una de las que alienta a que algunos lúmpenes que viven de las sobras de la actividad política muestren lo que son capaz de hacer.

Ninguno de los actores políticos debería hacerse el distraído. Si no son capaces de sentarse a dialogar entre ellos para consensuar cuestiones básicas en beneficio de la gente, las cosas van a empeorar.

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23 NOV 2013 - 23:34

Volvió distendida, se mostró absolutamente recuperada y ejerció el poder como corresponde, con decisión y autoridad. Corrió a cuatro importantísimos funcionarios de su equipo de Gobierno porque era necesario dar una señal y recomponer el rumbo cuanto antes. Ya no sólo pensando en llegar con mayor oxígeno a 2015, sino más allá también.

Así fue el regreso de Cristina Fernández de Kirchner a la política argentina esta semana que pasó, después de casi 50 días de convalecencia. No dejó margen para las dudas y sus decisiones le dieron al kirchnerismo un nuevo aire. Nunca hay que dar por extinguido el fuego hasta que la última brasa se apague.

La decisión de la Presidenta de cambiar a su jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, a sus ministros de Economía y Agricultura, Hernán Lorenzino y Norberto Yauhar, y al influyente secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, fue una clara muestra que sintió el golpe electoral y que nadie tenía el futuro comprado.

Lo de Cristina con Moreno es un ejemplo de que las decisiones se hicieron para tomarlas. Era, sin dudas, uno de los símbolos del modelo kirchnerista. No tanto por lo que hizo sino por lo que representó. Era un soldado de la causa que, aún equivocado en muchos aspectos, se jugó a fondo.

Pero debió irse sin chistar, aguantando inclusive que ciertos sectores de la política y la sociedad lo denostaran con un énfasis que esos mismo sectores no suelen utilizar para expulsar a los inútiles y a los corruptos.

El nuevo capitán

A cambio, eligió a un gobernador ganador como el chaqueño Jorge Capitanich, peronista hasta la médula y con ciertos rasgos conservadores, como su firme pertenencia al catolicismo, que no es un kirchnerista puro sí uno de los mejores cuadros del PJ en la última década.

Sin embargo, puso en el Ministerio de Economía a un pura cepa. Alguien al que los “mercados” no terminan de digerir, entre otras cosas, porque es el mejor referente de lo que ella llama “el modelo”.

Demonizado por un sector de la prensa, lo que lleva a muchos argentinos medios a hablar de Axel Kicillof como si se tratara de la reencarnación de Carlos Marx, sin siquiera haber leído su currículum (ni el de Carlos Marx, por cierto), el nuevo timonel de la economía argentina es uno de los jóvenes más brillantes que haya dado la universidad pública argentina. Fue, es y será así, más allá de cómo termine su actual gestión al frente del Ministerio de Economía. Esa es harina de otro costal.

Capitanich y Kicillof encabezaron el viernes un importante encuentro con sindicatos y empresarios. Lanzaron una agenda productiva con la que esperan crear 300 mil empleos en dos años.

Iría de la mano de una serie de medidas para reducir el empleo informal (el trabajo “en negro”), e incluiría acuerdos y controles más firmes para contener los precios.

El adiós de Yauhar

La salida de Norberto Yauhar del Gobierno nacional fue, sin ningún lugar a dudas, una muy mala noticia para Chubut. También la de Lorenzino, por cierto, aunque sus vínculos con la provincia son menos relevantes en términos políticos.

La renuncia de Yauhar fue la “frutilla del postre” de una año difícil para el kirchnerismo de Chubut. No sólo por su espantoso resultado electoral, sino porque el 2013 también terminó por derribar el castillo de naipes que habían construido los referentes locales, que hoy están fuera de juego, tratando de resurgir de las cenizas.

Como más de una vez se escribió en esta columna, el paso de las elecciones iba a dejar ganadores y perdedores. Y también una categoría intermedia: el gobernador.

Es que nadie puede negar que Martín Buzzi fue parte de esa derrota pero terminó amortiguando el golpe porque el resto de los referentes del Frente para la Victoria comenzaron a sacarle el cuerpo al mandatario mucho antes de las legislativas del 27 de octubre.

Buzzi se reinventa

Buzzi administró el incendio político, cambió a su Gabinete, cerró algunos de los conflictos más complicados y, por si fuera poco, esta semana se terminó de erigir en el mayor representante del Gobierno nacional en Chubut, cerrando en una maratónica jornada encuentros con Capitanich; el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega; y el CEO de YPF, Miguel Galuccio, con el que anunció que en diciembre firmarán la renegociación de las concesiones petroleras que la empresa tiene en Chubut.

Ayer, además, se lanzó al ruedo con un tema que traerá cola. La decisión de firmar un decreto para que todos los funcionarios públicos se sometan a una rinoscopía es tan fuerte como polémica. Y su invitación a que intendentes, jueces y fiscales se sumen, no es un dato menor.

Claro que el camino de Buzzi hacia 2015 tampoco es un lecho de rosas. Y algunas decisiones no parecen ser del todo acertadas. La por ahora demorada asunción de Jorge Aleua en el Ministerio de Ambiente y el atraso en definir un nuevo ministro de la Familia, figuran en el debe del gobernador por ahora.

Tampoco la decisión de que Blas Meza Evans haya sido designado como vicerrector de la Universidad de Chubut pareció una buena señal. No por la relevancia del cargo sino porque el exfiscal de Estado quedó en el imaginario popular como uno de los mayores responsables de los errores cometidos en los primeros dos años de gestión. Un largo descanso parecía lo más aconsejable.

Un dato a favor: el “regreso” a la primera línea de Javier Touriñán. El comodorense, un hombre siempre útil en medio de cualquier tormenta, había quedado desdibujado en los últimos tiempos.

Ahora aparece renovado. Es una rueda de auxilio política interesante y le quita un poco de carga a la mochila del ministro Coordinador, Miguel Castro, que tampoco la tiene fácil.

Discurso y violencia

La semana política en Chubut estuvo marcada por un par de hechos que conmovieron el avispero político: las amenazas y los golpes a un chico de 13 años, el hijo del intndente de Puerto Madryn, Ricardo Sastre. Y una nueva advertencia telefónica al diputado provincial Jerónimo García.

Antes habían sido los escraches a la casa del ahora director del Banco del Chubut, Carlos Eliceche, un sospechoso intento de robo a una camioneta de Yauhar en Trelew, y también varios enfrentamientos a golpes, tiros y palazos de facciones antagónicas de distintos gremios.

La violencia política en Chubut se está instalando como un elemento básico, un pieza más del rompecabezas, y nadie parece estar dispuesto a poner paños fríos.

El nivel de violencia verbal de sus protagonistas no es la única causa, hay que decirlo, pero es una de las que alienta a que algunos lúmpenes que viven de las sobras de la actividad política muestren lo que son capaz de hacer.

Ninguno de los actores políticos debería hacerse el distraído. Si no son capaces de sentarse a dialogar entre ellos para consensuar cuestiones básicas en beneficio de la gente, las cosas van a empeorar.


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