“Turca Salvaje”, una aventura de 1.600 millas

Eduardo Vilella es dueño del “Turca Salvaje”, el primer velero de Puerto Madryn que con tripulación local participa de la regata internacional Buenos Aires – Río de Janeiro y a su regreso a la ciudad relató la experiencia. También recordó a Sebastián Piñeiro, quien fue parte del proyecto.

29 MAR 2014 - 21:34 | Actualizado 30 SEP 2022 - 15:00

El velero “Turca Salvaje” está fondeado en la bahía de Angra Dos Reis, esperando a que una nueva tripulación lo ponga proa al sur y lo devuelva a las aguas del Golfo Nuevo, desde donde salió para una travesía inolvidable.

Eduardo Vilella, propietario del barco y alma mater de la participación en la regata Buenos Aires – Río de Janeiro, contó a FM Tiempo Puerto Madryn (99.1) “llegué hace unos días a casa, el barco quedó en Angra pero yo tenía que venir y ahora estoy armando la tripulación para traerlo, que es la parte más linda, donde podemos ir parando en los puertos y conociendo, porque cuando fuimos llegamos a Río de Janeiro en 17 días sin tocar puerto”.

La realidad es que por primera vez un barco de Puerto Madryn con tripulación totalmente local participa y termina una de las competencias más tradicionales de la náutica sudamericana, organizada por el Yacht Club Argentino y el Yate Clube do Río de Janeiro. La regata se disputa cada tres años, y la de 2014 fue la 34ta edición. El “Turca Salvaje” fue tripulado por Eduardo Vilella y sus hijos Matías y Nicolás, Enrique Guilloz, Mauro Donato, Manuel Iglesias y Javier Sábato. “Ya se sabe que el recorrido son 1150 millas, pensá que nosotros desde acá a Buenos Aires hicimos 850 millas y después en la regata recorrimos 1.600 millas para llegar a Río de Janeiro, porque no se puede ir derecho, ya sabemos que es una carrera viento en contra”.

El velero que habitualmente navega frente a Puerto Madryn tardó 17 días en completar la travesía, y la embarcación ganadora tardó cinco días menos, pero fue definida por los organizadores “como una de las más duras de todo el historial y fue muy larga en comparación a otras ediciones” dice Vilella, quien asegura que la parte más difícil de todo el recorrido “fue la salida del Río de la Plata, el mar de Solís es tan grande como el golfo y no tiene profundidad, la profundidad promedio es de tres metros; hay que estar muy atento y cuando sopla viento se levantan mucha ola, pensá que íbamos en un barco muy cargado, con 7 tripulantes y las provisiones para toda la regata, y además en el agua dulce el barco flota menos, bastante menos”.

“Nosotros sabíamos que nos teníamos que ir mar adentro directamente. Los que ya han corrido saben que la táctica es pegarse a Uruguay y después abrirse, pero nosotros nos fuimos directamente hacia adentro, hasta Colonia nos cruzamos con otros veleros y después ya no” dice Eduardo y reconoce que la premisa era “no romper nada, no podíamos romper nada porque ahí se terminaba todo”.

Ya en el Atlántico el desafío era buscar la mejor alternativa para evitar el viento y el fuerte oleaje. “Cuando vas de frente con las olas, si llegas arriba la caída es más tolerable, es un golpe en caída libre digamos, pero cuando te chocas la ola se estremece el barco, porque la vela que es la te da impulso sigue su inercia, así que el timonel tenía que ir muy atento porque cuando se chocaba la ola empezábamos todos a gritar pincha el barco. Aflojale!”, relata Eduardo Vilella. Para la regata la tripulación se dividió en dos grupos: en uno estaba Eduardo con su hijo Matías y Mauro Donato, mientras que en el otro estaban Nicolás Vilella, Enrique Guilloz y Manuel Iglesias, mientras que Javier Sábato se repartía un poco con cada grupo y era el encargado de hacer la comida, “no timoneaba –dice el entrevistado- pero la misión del cocinero es importante en estas cuestiones, cuando la mano viene dura, sin mucha variedad para cocinar, y en el momento de la comida comíamos juntos, eso nos levantaba un poco el ánimo porque siempre hay cosas que te pinchan, pensá que son 17 días en un barco de 14 metros, 7 tripulantes y donde tenés que estar todo el tiempo sentado, no es fácil”.

Uno de los temas más complejos para la tripulación del “Turca Salvaje” fue la imposibilidad que tuvieron para comunicarse durante los primeros días de la regata, ya que “con la inscripción se tenía previsto colocar un localizador en cada barco, entonces la regata iba a tener una transmisión y vos ibas a poder seguir cada barco y ver en la pantalla las rayitas con la trayectoria de cada velero, pero por estas cuestiones de la importación no llegaron todos los localizadores y no alcanzaron a ponerlos en todos los barcos. El nuestro fue uno de los que se quedó sin localizador y encima no teníamos teléfono satelital, tenía una radio VHF con la cual me comunicaba con otras embarcaciones, pero el tema es nosotros nos fuimos derecho al mar y pasaron cinco días hasta que vimos el primer barco, no nos cruzamos con nadie entonces no se sabía nada de nosotros”. El contacto con un buque que dijo iba a comunicar la posición del velero madrynense a la Prefectura Mar del Plata trajo alivio a la tripulación, pero la novedad tardó mucho más en llegar a los familiares que habían quedado en Buenos Aires, donde reinaba la incertidumbre por aquellos días.

La llegada a Río de Janeiro no estuvo exenta de problemas, según cuenta Eduardo Vilella, ya que “cuando estábamos frente a Ipanema se clavó el viento y estuvimos 12 horas en el mismo lugar, fue uno de los momentos más feos del viaje, porque estábamos ahí y no podíamos llegar, nos parecía absolutamente injusto”, dice el navegante. La aventura se completó y el reencuentro con las familias en Brasil fue un momento muy emotivo, por la empresa realizada y por el hecho de que un barco de Puerto Madryn con tripulación local lograba cumplir el desafío. El “Turca Salvaje” volverá pronto al Golfo Nuevo en una travesía más tranquila, con viento a favor y tocando distintos puertos según adelantó su dueño.

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29 MAR 2014 - 21:34

El velero “Turca Salvaje” está fondeado en la bahía de Angra Dos Reis, esperando a que una nueva tripulación lo ponga proa al sur y lo devuelva a las aguas del Golfo Nuevo, desde donde salió para una travesía inolvidable.

Eduardo Vilella, propietario del barco y alma mater de la participación en la regata Buenos Aires – Río de Janeiro, contó a FM Tiempo Puerto Madryn (99.1) “llegué hace unos días a casa, el barco quedó en Angra pero yo tenía que venir y ahora estoy armando la tripulación para traerlo, que es la parte más linda, donde podemos ir parando en los puertos y conociendo, porque cuando fuimos llegamos a Río de Janeiro en 17 días sin tocar puerto”.

La realidad es que por primera vez un barco de Puerto Madryn con tripulación totalmente local participa y termina una de las competencias más tradicionales de la náutica sudamericana, organizada por el Yacht Club Argentino y el Yate Clube do Río de Janeiro. La regata se disputa cada tres años, y la de 2014 fue la 34ta edición. El “Turca Salvaje” fue tripulado por Eduardo Vilella y sus hijos Matías y Nicolás, Enrique Guilloz, Mauro Donato, Manuel Iglesias y Javier Sábato. “Ya se sabe que el recorrido son 1150 millas, pensá que nosotros desde acá a Buenos Aires hicimos 850 millas y después en la regata recorrimos 1.600 millas para llegar a Río de Janeiro, porque no se puede ir derecho, ya sabemos que es una carrera viento en contra”.

El velero que habitualmente navega frente a Puerto Madryn tardó 17 días en completar la travesía, y la embarcación ganadora tardó cinco días menos, pero fue definida por los organizadores “como una de las más duras de todo el historial y fue muy larga en comparación a otras ediciones” dice Vilella, quien asegura que la parte más difícil de todo el recorrido “fue la salida del Río de la Plata, el mar de Solís es tan grande como el golfo y no tiene profundidad, la profundidad promedio es de tres metros; hay que estar muy atento y cuando sopla viento se levantan mucha ola, pensá que íbamos en un barco muy cargado, con 7 tripulantes y las provisiones para toda la regata, y además en el agua dulce el barco flota menos, bastante menos”.

“Nosotros sabíamos que nos teníamos que ir mar adentro directamente. Los que ya han corrido saben que la táctica es pegarse a Uruguay y después abrirse, pero nosotros nos fuimos directamente hacia adentro, hasta Colonia nos cruzamos con otros veleros y después ya no” dice Eduardo y reconoce que la premisa era “no romper nada, no podíamos romper nada porque ahí se terminaba todo”.

Ya en el Atlántico el desafío era buscar la mejor alternativa para evitar el viento y el fuerte oleaje. “Cuando vas de frente con las olas, si llegas arriba la caída es más tolerable, es un golpe en caída libre digamos, pero cuando te chocas la ola se estremece el barco, porque la vela que es la te da impulso sigue su inercia, así que el timonel tenía que ir muy atento porque cuando se chocaba la ola empezábamos todos a gritar pincha el barco. Aflojale!”, relata Eduardo Vilella. Para la regata la tripulación se dividió en dos grupos: en uno estaba Eduardo con su hijo Matías y Mauro Donato, mientras que en el otro estaban Nicolás Vilella, Enrique Guilloz y Manuel Iglesias, mientras que Javier Sábato se repartía un poco con cada grupo y era el encargado de hacer la comida, “no timoneaba –dice el entrevistado- pero la misión del cocinero es importante en estas cuestiones, cuando la mano viene dura, sin mucha variedad para cocinar, y en el momento de la comida comíamos juntos, eso nos levantaba un poco el ánimo porque siempre hay cosas que te pinchan, pensá que son 17 días en un barco de 14 metros, 7 tripulantes y donde tenés que estar todo el tiempo sentado, no es fácil”.

Uno de los temas más complejos para la tripulación del “Turca Salvaje” fue la imposibilidad que tuvieron para comunicarse durante los primeros días de la regata, ya que “con la inscripción se tenía previsto colocar un localizador en cada barco, entonces la regata iba a tener una transmisión y vos ibas a poder seguir cada barco y ver en la pantalla las rayitas con la trayectoria de cada velero, pero por estas cuestiones de la importación no llegaron todos los localizadores y no alcanzaron a ponerlos en todos los barcos. El nuestro fue uno de los que se quedó sin localizador y encima no teníamos teléfono satelital, tenía una radio VHF con la cual me comunicaba con otras embarcaciones, pero el tema es nosotros nos fuimos derecho al mar y pasaron cinco días hasta que vimos el primer barco, no nos cruzamos con nadie entonces no se sabía nada de nosotros”. El contacto con un buque que dijo iba a comunicar la posición del velero madrynense a la Prefectura Mar del Plata trajo alivio a la tripulación, pero la novedad tardó mucho más en llegar a los familiares que habían quedado en Buenos Aires, donde reinaba la incertidumbre por aquellos días.

La llegada a Río de Janeiro no estuvo exenta de problemas, según cuenta Eduardo Vilella, ya que “cuando estábamos frente a Ipanema se clavó el viento y estuvimos 12 horas en el mismo lugar, fue uno de los momentos más feos del viaje, porque estábamos ahí y no podíamos llegar, nos parecía absolutamente injusto”, dice el navegante. La aventura se completó y el reencuentro con las familias en Brasil fue un momento muy emotivo, por la empresa realizada y por el hecho de que un barco de Puerto Madryn con tripulación local lograba cumplir el desafío. El “Turca Salvaje” volverá pronto al Golfo Nuevo en una travesía más tranquila, con viento a favor y tocando distintos puertos según adelantó su dueño.


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