El Líbano: decenas de heridos en protestas por los residuos

La crisis de la basura en Líbano podría convertirse en una crisis de Estado, luego que más de cien manifestantes resultaran heridos por la represión policial de este fin de semana contra protestas en principio provocadas por un conflicto entre el gobierno y la empresa recolectora de residuos.

23 AGO 2015 - 18:11 | Actualizado

La tensión escaló tan rápidamente que el primer ministro, Tammam Salam, advirtió hoy en una conferencia de prensa que el país está al borde del colapso político y financiero, y dejó entrever que si la situación empeora, podría renunciar, informó la agencia de noticias DPA.

La llamada crisis de la basura comenzó tras el cierre el 17 de julio pasado del basural de Naame, donde se realiza el relleno sanitario para la región de Beirut y el Monte Líbano, y la finalización del contrato con la empresa Sukleen, encargada de recoger la basura en esta zona.

Esto provocó que la basura se acumulara en las calles de la capital libanesa, la que como el resto del hemisferio norte vive uno de los veranos más calurosos del último siglo.

Ante la inacción gubernamental, un grupo de personas creó la plataforma "¡Hueles mal!" y comenzó a convocar marchas para pedir una solución.

Rápidamente este reclamo se sumó a otros como los continuos cortes de luz, el mal estado de los hospitales y de otra infraestructura estatal y básica del país.

Aún más rápidamente, los cada vez más numerosos manifestantes urbanos llegaron a la conclusión que la inacción gubernamental es una consecuencia directa de la siempre latente crisis política que desde hace más de un año no permite que las fuerzas políticas se pongan de acuerdo para convocar elecciones presidenciales.

El mandato del presidente Michel Suleiman terminó en mayo de 2014, sin embargo, la frágil coalición de gobierno no logra ponerse de acuerdo sobre el detalle de la convocatoria electoral y, por lo tanto, el país sigue sin mandatario y con un gobierno prácticamente paralizado por la falta de consenso.

Por eso, lo que comenzó como una crisis de la basura está mutando hacia una crisis política, o mejor dicho, está transparentando la crisis política que ya existía y se mantenía en suspenso, amparada en una sociedad civil que parecía desmovilizada tras décadas de guerras civiles, ocupación militar extranjera y, ahora, sacudida por el conflicto vecino en Siria.

Tanto ayer sábado como hoy domingo la policía reprimió a las masivas protestas en Beirut disparando gases lacrimógenos, cañones de agua y bombas de sonido contra los manifestantes, quienes apenas pudieron responder lanzando piedras y botellas de agua.

Según la Cruz Roja libanesa, los heridos ya superan el centenar, decenas de los cuales están hospitalizados, informó la agencia de noticias EFE.

Al menos 35 de los heridos son policías, según anunció hoy esta fuerza a la prensa local.

Uno de los puntos elegidos por los manifestantes para congregarse es el Parlamento, el símbolo de la división política actual y de la parálisis del gobierno.

Actualmente el Parlamento se encuentra dividido en dos grandes bloques.

Por un lado los que simpatizan con presidente de la vecina Siria, Bashar al Assad, y, por ende, se definen como anti imperialistas de cara a la influencia de las potencias occidentales en Medio Oriente.

Por otro lado, están los dirigentes que simpatizan con las potencias occidentales, reclaman una apertura a sus inversiones y su cooperación. Este sector apoya, al menos verbalmente, a la oposición armada en Siria que busca derrocar a Al Assad.

Pero para mantener viva la coalición de gobierno en Beirut, que incluye a elementos de ambos bloques, es vital que el país no sea arrastrado a participar activamente en la guerra civil vecina, algo cada vez más difícil para una nación de 4,5 millones de habitantes que ya recibió a más de 1,3 millones de refugiados sirios.

23 AGO 2015 - 18:11

La tensión escaló tan rápidamente que el primer ministro, Tammam Salam, advirtió hoy en una conferencia de prensa que el país está al borde del colapso político y financiero, y dejó entrever que si la situación empeora, podría renunciar, informó la agencia de noticias DPA.

La llamada crisis de la basura comenzó tras el cierre el 17 de julio pasado del basural de Naame, donde se realiza el relleno sanitario para la región de Beirut y el Monte Líbano, y la finalización del contrato con la empresa Sukleen, encargada de recoger la basura en esta zona.

Esto provocó que la basura se acumulara en las calles de la capital libanesa, la que como el resto del hemisferio norte vive uno de los veranos más calurosos del último siglo.

Ante la inacción gubernamental, un grupo de personas creó la plataforma "¡Hueles mal!" y comenzó a convocar marchas para pedir una solución.

Rápidamente este reclamo se sumó a otros como los continuos cortes de luz, el mal estado de los hospitales y de otra infraestructura estatal y básica del país.

Aún más rápidamente, los cada vez más numerosos manifestantes urbanos llegaron a la conclusión que la inacción gubernamental es una consecuencia directa de la siempre latente crisis política que desde hace más de un año no permite que las fuerzas políticas se pongan de acuerdo para convocar elecciones presidenciales.

El mandato del presidente Michel Suleiman terminó en mayo de 2014, sin embargo, la frágil coalición de gobierno no logra ponerse de acuerdo sobre el detalle de la convocatoria electoral y, por lo tanto, el país sigue sin mandatario y con un gobierno prácticamente paralizado por la falta de consenso.

Por eso, lo que comenzó como una crisis de la basura está mutando hacia una crisis política, o mejor dicho, está transparentando la crisis política que ya existía y se mantenía en suspenso, amparada en una sociedad civil que parecía desmovilizada tras décadas de guerras civiles, ocupación militar extranjera y, ahora, sacudida por el conflicto vecino en Siria.

Tanto ayer sábado como hoy domingo la policía reprimió a las masivas protestas en Beirut disparando gases lacrimógenos, cañones de agua y bombas de sonido contra los manifestantes, quienes apenas pudieron responder lanzando piedras y botellas de agua.

Según la Cruz Roja libanesa, los heridos ya superan el centenar, decenas de los cuales están hospitalizados, informó la agencia de noticias EFE.

Al menos 35 de los heridos son policías, según anunció hoy esta fuerza a la prensa local.

Uno de los puntos elegidos por los manifestantes para congregarse es el Parlamento, el símbolo de la división política actual y de la parálisis del gobierno.

Actualmente el Parlamento se encuentra dividido en dos grandes bloques.

Por un lado los que simpatizan con presidente de la vecina Siria, Bashar al Assad, y, por ende, se definen como anti imperialistas de cara a la influencia de las potencias occidentales en Medio Oriente.

Por otro lado, están los dirigentes que simpatizan con las potencias occidentales, reclaman una apertura a sus inversiones y su cooperación. Este sector apoya, al menos verbalmente, a la oposición armada en Siria que busca derrocar a Al Assad.

Pero para mantener viva la coalición de gobierno en Beirut, que incluye a elementos de ambos bloques, es vital que el país no sea arrastrado a participar activamente en la guerra civil vecina, algo cada vez más difícil para una nación de 4,5 millones de habitantes que ya recibió a más de 1,3 millones de refugiados sirios.


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