Editorial / La peligrosa estrategia de echar más leña al fuego

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06 MAR 2021 - 20:51 | Actualizado

Un político tiene que administrar la convivencia democrática, privilegiar el diálogo, aún en el disenso. Lo que nunca puede hacer es fomentar las grietas o echar leña al fuego por un puñado de votos. Porque además de ser una estrategia digna de un orate, es una irresponsabilidad social imperdonable.

Lo que pasó la semana pasada con la fallida sesión de la Legislatura en la que se iba a tratar la zonificación minera era de esperar. Fue otro botón de muestra de lo que viene ocurriendo en Chubut hace algún tiempo. Con un poder absolutamente atomizado y con liderazgos flacos, todos se hacen zancadillas y terminan siendo esclavos de esa nueva forma de hacer política que pisotea las ideologías y se basa en ir para donde sopla el viento. A veces es apenas una brisa de verano, pero algunos la confunden con un vendaval y terminan haciendo papelones.

Para esos “neopolíticos” que con un ojo miran la realidad y con el otro espían a ver que dicen las redes sociales, nunca viene mal recordar lo que dice el Artículo 22 de la Constitución Nacional: “El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución. Toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de éste, comete delito de sedición”. No es filosofía barata, lo dice la base de sustentación de la República, esa de la que muchos hablan y pocos respetan.

Algunos siguen creyendo que está bien ir a tirar piedras y prender fuego la casa de un diputado, amenazar a las familias de otros, amedrentar al hijo de un vicegobernador o apretar a periodistas y fotógrafos en un corte de ruta. No está bien. Está mal.

A los gobernantes y legisladores que no cumplen con sus promesas o expectativas se los saca con votos, no a los piedrazos.

Hace tiempo que la política y la Justicia está plagada de temerosos y acomodaticios que ocupan cargos, bancas, juzgados o fiscalías que no se merecen. Pero la forma de cambiar esa realidad no es tomar la calle de 9 a 15, de lunes a viernes. Es en las urnas en cada turno electoral.

A la mala política se la cambia con más política, no con militancia virtual. A los malos jueces se los echa eligiendo mejores consejeros populares en las urnas, para que el Consejo de la Magistratura no termine siendo una escribanía en donde sólo ruedan escaleras abajo los que tienen más enemigos en el Poder Judicial.

La discusión por la minería ya rebalsó el vaso. Desde esta misma columna editorial se ha dicho más de una vez que nadie quiere debatir nada. No tiene sentido seguir insistiendo o reclamando un debate que nadie quiere dar.

Botín político

La minería se convirtió en un botín político, de los que la impulsan y de muchos de los que ahora la rechazan. Los cuatro diputados que debían conectarse para sesionar y apagaron sus celulares (Ángel Tirso Chiquichano, Pablo Nouveau, Gabriela De Lucía y Xenia Gabella, algunos de ellos amedrentados por presuntos antimineros) deberían dar una explicación pública. Lo mismo que la diputada Rossana Artero, que se borró de la reunión de la comisión que emitió el dictamen.

Tampoco es menor el cada vez más patético papel que juega el presidente del PJ, Carlos Linares, diciendo y sugiriendo cosas sobre el resto de la clase política que ya dan vergüenza ajena. No hay nada peor que un ignorante con poder, dice la sabiduría popular. Pues sí, uno sin poder que llegó tarde al reparto de escrúpulos, se podría responder.

Si algo faltaba, el poderoso empresario Cristóbal López salió a cuestionar el proyecto de zonificación por su insuficiencia económica, no por cuestiones ambientales. El golpe de escena de López sí que fue una sorpresa. Y dio para que muchos especularan sobre que hubo un visto bueno “desde arriba”. “Cristina no quiere que salga la ley hasta después de octubre”, fue la frase que muchos repitieron intentando explicar la novedosa incursión del empresario en la política chubutense. Cristóbal, aseguran algunos, tiene preparadas más jugadas políticas.

Sin debate, sin luz

Mientras tanto, el mismo día en que la agenda se monopolizaba con el tema minero, había pueblos del interior que estaban sin luz. No es una novedad, sí una paradoja hiriente.

Mientras muchos se desgarran las vestiduras por la minería, los servicios públicos esenciales de Chubut están al borde del abismo. Hay, por suerte, gestiones oficiales para avanzar en una solución. El ministro de Infraestructura, Gustavo Aguilera, y el nuevo subsecretario de Energía, Eugenio Kramer, vienen avanzando en una agenda energética con el ministro nacional del área, el neuquino Darío Martínez, que vendrá a Chubut en los próximos días.

Está bien que mucha gente se movilice en defensa del agua. Pero hasta ahora nadie pisó una calle para reclamar que ningún poblador más se quede sin luz y sin agua porque los equipos de generación aislada de la mayoría de los pueblos del interior se rompen porque están viejos o porque les falta mantenimiento.

Hay que dejar de mirarse el ombligo, levantar un poco la cabeza y mirar más allá de la nariz. Hay chubutenses que la están pasando mal y casi nadie los escucha.

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06 MAR 2021 - 20:51

Un político tiene que administrar la convivencia democrática, privilegiar el diálogo, aún en el disenso. Lo que nunca puede hacer es fomentar las grietas o echar leña al fuego por un puñado de votos. Porque además de ser una estrategia digna de un orate, es una irresponsabilidad social imperdonable.

Lo que pasó la semana pasada con la fallida sesión de la Legislatura en la que se iba a tratar la zonificación minera era de esperar. Fue otro botón de muestra de lo que viene ocurriendo en Chubut hace algún tiempo. Con un poder absolutamente atomizado y con liderazgos flacos, todos se hacen zancadillas y terminan siendo esclavos de esa nueva forma de hacer política que pisotea las ideologías y se basa en ir para donde sopla el viento. A veces es apenas una brisa de verano, pero algunos la confunden con un vendaval y terminan haciendo papelones.

Para esos “neopolíticos” que con un ojo miran la realidad y con el otro espían a ver que dicen las redes sociales, nunca viene mal recordar lo que dice el Artículo 22 de la Constitución Nacional: “El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución. Toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de éste, comete delito de sedición”. No es filosofía barata, lo dice la base de sustentación de la República, esa de la que muchos hablan y pocos respetan.

Algunos siguen creyendo que está bien ir a tirar piedras y prender fuego la casa de un diputado, amenazar a las familias de otros, amedrentar al hijo de un vicegobernador o apretar a periodistas y fotógrafos en un corte de ruta. No está bien. Está mal.

A los gobernantes y legisladores que no cumplen con sus promesas o expectativas se los saca con votos, no a los piedrazos.

Hace tiempo que la política y la Justicia está plagada de temerosos y acomodaticios que ocupan cargos, bancas, juzgados o fiscalías que no se merecen. Pero la forma de cambiar esa realidad no es tomar la calle de 9 a 15, de lunes a viernes. Es en las urnas en cada turno electoral.

A la mala política se la cambia con más política, no con militancia virtual. A los malos jueces se los echa eligiendo mejores consejeros populares en las urnas, para que el Consejo de la Magistratura no termine siendo una escribanía en donde sólo ruedan escaleras abajo los que tienen más enemigos en el Poder Judicial.

La discusión por la minería ya rebalsó el vaso. Desde esta misma columna editorial se ha dicho más de una vez que nadie quiere debatir nada. No tiene sentido seguir insistiendo o reclamando un debate que nadie quiere dar.

Botín político

La minería se convirtió en un botín político, de los que la impulsan y de muchos de los que ahora la rechazan. Los cuatro diputados que debían conectarse para sesionar y apagaron sus celulares (Ángel Tirso Chiquichano, Pablo Nouveau, Gabriela De Lucía y Xenia Gabella, algunos de ellos amedrentados por presuntos antimineros) deberían dar una explicación pública. Lo mismo que la diputada Rossana Artero, que se borró de la reunión de la comisión que emitió el dictamen.

Tampoco es menor el cada vez más patético papel que juega el presidente del PJ, Carlos Linares, diciendo y sugiriendo cosas sobre el resto de la clase política que ya dan vergüenza ajena. No hay nada peor que un ignorante con poder, dice la sabiduría popular. Pues sí, uno sin poder que llegó tarde al reparto de escrúpulos, se podría responder.

Si algo faltaba, el poderoso empresario Cristóbal López salió a cuestionar el proyecto de zonificación por su insuficiencia económica, no por cuestiones ambientales. El golpe de escena de López sí que fue una sorpresa. Y dio para que muchos especularan sobre que hubo un visto bueno “desde arriba”. “Cristina no quiere que salga la ley hasta después de octubre”, fue la frase que muchos repitieron intentando explicar la novedosa incursión del empresario en la política chubutense. Cristóbal, aseguran algunos, tiene preparadas más jugadas políticas.

Sin debate, sin luz

Mientras tanto, el mismo día en que la agenda se monopolizaba con el tema minero, había pueblos del interior que estaban sin luz. No es una novedad, sí una paradoja hiriente.

Mientras muchos se desgarran las vestiduras por la minería, los servicios públicos esenciales de Chubut están al borde del abismo. Hay, por suerte, gestiones oficiales para avanzar en una solución. El ministro de Infraestructura, Gustavo Aguilera, y el nuevo subsecretario de Energía, Eugenio Kramer, vienen avanzando en una agenda energética con el ministro nacional del área, el neuquino Darío Martínez, que vendrá a Chubut en los próximos días.

Está bien que mucha gente se movilice en defensa del agua. Pero hasta ahora nadie pisó una calle para reclamar que ningún poblador más se quede sin luz y sin agua porque los equipos de generación aislada de la mayoría de los pueblos del interior se rompen porque están viejos o porque les falta mantenimiento.

Hay que dejar de mirarse el ombligo, levantar un poco la cabeza y mirar más allá de la nariz. Hay chubutenses que la están pasando mal y casi nadie los escucha.


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