Mabel Outeda, 40 años después: “Los soldaditos se sentían culpables por haber perdido la guerra”

Es quien sacó la icónica foto de los excombatientes detrás de un camión en “El día que Madryn se quedó sin pan”. Le contó a Jornada cómo fue aquel 19 de junio cuando todo un pueblo salió a la calle para recibirlos como héroes. “Estaban asustados y hambrientos”, recordó, con una emoción eterna.

Mabel Outeda abrió las puertas de su hogar para contar las anécdotas de aquel 19 de junio de 1982. “Creo que hice la mejor foto de toda mi carrera sin dudas”, dijo ella.
18 JUN 2022 - 20:32 | Actualizado 18 JUN 2022 - 23:00

Por Carlos Guajardo

Está sentada en su casa, frente a la misma ventana por donde vio llegar al “Canberra”. Desde allí, el mar parecía más celeste en aquellos tiempos en que la guerra comenzaba a ser un triste recuerdo. Mabel Outeda fue quien retrató con su máquina la llegada de los soldados después de la rendición argentina en las Islas Malvinas. Fue la autora de una foto icónica que recorrió el país y que aún hoy nos emociona. Los soldados estaban asustados, creían que el pueblo de Puerto Madryn los iba a recibir mal. No fue asi. La gente salió a la calle, los ovacionó, los abrazó con el alma. Y les dio la comida que tanto les faltó en el frente de combate. Si fue “El día que Madryn se quedó sin pan”. Y 40 años después, Mabel lo recuerda asi.

-¿Por qué fue hasta el lugar?

-Trabajaba para el semanario “Impacto”. Fui a sacar las fotos para la edición. Además tenía una casa de fotografía propia.

-¿Cómo fue la secuencia?

-Vi entrar al Canberra desde la puerta de mi casa. En ese tiempo, desde acá se veía el mar. Me fui al muelle pero no me dejaron pasar. Madryn estaba tomado por los militares. Entonces pegué la vuelta y me fui a lo que eran las barracas. Y fue allí donde empecé a sacar fotos.

-¿Le costó llegar?

-Siempre estuve lejos de los soldados. Tanto otros colegas y toda la gente como yo. Hasta que en un momento rompimos la barrera militar y pasamos. Ahí se desmadró todo. Yo encabecé la atropellada. Después entraron todos. Hablamos con los chicos. Cuando hago punta para entrar les dije: “Si me pegan un golpe en la cabeza saquen la foto, van a tener la nota”.

-¿Después todo fue más sencillo?

-Entré y entramos todos. Un montón de gente. Y fue ahí donde vimos a los chicos por primera vez en la parte de atrás de los camiones. Ellos querían comer pan. Tenían hambre, pero lo único que pedían era pan. “Queremos pan”, decían. Estaban asustados porque les habían dicho que el pueblo los estaba esperando para pelearlos. Que los iban a recibir mal. Después se dieron cuenta de que no era asi. Y ellos mismos se juntaron con la gente del pueblo.

-¿Qué pasó después?

-Después como otra gente, me dediqué a llamar por teléfono a los familiares. Eso fue bastante violento porque uno no sabía cómo lo iban a recibir. Si me iban a creer. Recuerdo que Telefónica no nos cobró nunca las llamadas.

-¿Qué le respondían?

-Algunos no nos creían. Y yo les decía: “¿De donde creen que saqué el teléfono?”. Uno me dijo: “Mire señora es el mejor regalo que me hizo para el Día del Padre”. Fue un momento muy emotivo. Se te caían las medias (sonríe). Algunos chicos nos dijeron: “Mire señora, nos ganaron a cachetazos”. Y nos preguntaban “¿cuánto cobran ustedes por esto?” Estaban muy asustados.

-¿Qué impresión le dieron?

-Era un jardín de infantes hecho pelota. Pero bueno, ya pasó. Cada vez que lo recuerdo me da mucha emoción. A ellos después los escondieron. Aunque yo les dije “ahora les toca a ustedes contar la historia”. Estaban muy desnutridos. Comían y no paraban de comer. Les tenías que decir “comé despacio que te va a hacer mal”. Algunos se comieron hasta 8 milanesas.

-Lo de que Madryn se quedó sin pan ¿es un mito o es verdad?.

-Es totalmente verdad. Llegó un momento en que no sólo se quedó sin pan. La gente compró de todo para darle a los soldados. Los panaderos primero los cobraban porque no sabían bien qué pasaba. Pero después lo regalaban. Fue muy solidario Madryn. Un pueblo solidario.

-Cuando vio la foto, ¿tomó conciencia del documento que tenía en sus manos?

-No. Tomé conciencia mucho tiempo después cuando se las di a los chicos de Malvinas e hicieron exposiciones. Entonces me di cuenta de lo que había hecho. Yo hasta ese momento sólo saqué fotos, como en un acto común. Yo no tengo más nada de ese día. Las fotos no son mías. Son de ellos. Yo lo único que hice fue sacarlas. Pero ellos son los dueños.

-¿Que fue lo que más le impactó?

-Había chicos con los uniformes con manchas de sangre. Después de un rato se soltaron y hablaron. Nos contaron historias que no podíamos creer. Pero que ellos lo vivieron, sin dudas. Todo fue muy triste durante la guerra. Además, nosotros los vimos pasar cuando iban y los vimos volver. Pero ellos no sabían dónde iban. Mejor dicho, ni siquiera sabían donde estaban parados.

-¿Los vio cuando los llevaban a la guerra?

-Yo iba a mucho a la terminal. Encontré chicos que pasaban para ir a Malvinas. Uno de ellos me preguntó “¿señora, donde estamos?” Y también “¿sabe adónde vamos?”. A algunos los cargué en el auto y los llevé a pasear porque querían conocer el pueblo. No sabían dónde iban ni dónde estaban. Para mí esto es muy profundo, lo tengo siempre en la memoria.

-El regreso fue más triste todavía.

-Ellos se sentían culpables de haber perdido en las Malvinas. Tenías que hacerle entender que no, que no tenían la culpa. Que eran héroes, que habían dejado todo.
-Madryn era entonces un pueblo de 20 mil habitantes. Dicen que la mitad de la gente se volcó a las calles para recibirlos.

-No, yo creo que toda. Nos partía el corazón verlos. Los primeros camiones que pasaban estaban todos cerrados. Pero después cuando los chicos se dieron cuenta que la gente los recibía bien, se animaron a salir.

-¿Volvería a hacer todo lo que hizo aquel día?

- Claro, sin dudar haría otra vez lo mismo. Me largaría de nuevo para verlos. Pero no era fácil. De todas maneras valió la pena. Yo estuve 25 años haciendo fotografías. Y creo que ese 19 de junio de 1982 hice la mejor foto de toda mi carrera sin duda. Pero me di cuenta mucho después. Pero fíjense qué extraño. Nadie pidió una foto. La gente tenía miedo. Y el miedo siguió después. Nadie me pidió jamás el negativo pero igual no lo iba a entregar. Sólo se los di años después a los excombatientes. “Yo no los quiero, esto es de ustedes”, les dije.

-¿Se da cuenta que ya pasaron 40 años?

-La verdad que no, no lo puedo creer. Hace poco cumplí los 80. Siempre viví en esta casa. Desde esta ventana vi llegar el buque con los chicos, porque para mí eran chicos. Tengo ese recuerdo pegado en mi mente. Y es muy difícil que algún día lo pueda borrar.#

Mabel Outeda abrió las puertas de su hogar para contar las anécdotas de aquel 19 de junio de 1982. “Creo que hice la mejor foto de toda mi carrera sin dudas”, dijo ella.
18 JUN 2022 - 20:32

Por Carlos Guajardo

Está sentada en su casa, frente a la misma ventana por donde vio llegar al “Canberra”. Desde allí, el mar parecía más celeste en aquellos tiempos en que la guerra comenzaba a ser un triste recuerdo. Mabel Outeda fue quien retrató con su máquina la llegada de los soldados después de la rendición argentina en las Islas Malvinas. Fue la autora de una foto icónica que recorrió el país y que aún hoy nos emociona. Los soldados estaban asustados, creían que el pueblo de Puerto Madryn los iba a recibir mal. No fue asi. La gente salió a la calle, los ovacionó, los abrazó con el alma. Y les dio la comida que tanto les faltó en el frente de combate. Si fue “El día que Madryn se quedó sin pan”. Y 40 años después, Mabel lo recuerda asi.

-¿Por qué fue hasta el lugar?

-Trabajaba para el semanario “Impacto”. Fui a sacar las fotos para la edición. Además tenía una casa de fotografía propia.

-¿Cómo fue la secuencia?

-Vi entrar al Canberra desde la puerta de mi casa. En ese tiempo, desde acá se veía el mar. Me fui al muelle pero no me dejaron pasar. Madryn estaba tomado por los militares. Entonces pegué la vuelta y me fui a lo que eran las barracas. Y fue allí donde empecé a sacar fotos.

-¿Le costó llegar?

-Siempre estuve lejos de los soldados. Tanto otros colegas y toda la gente como yo. Hasta que en un momento rompimos la barrera militar y pasamos. Ahí se desmadró todo. Yo encabecé la atropellada. Después entraron todos. Hablamos con los chicos. Cuando hago punta para entrar les dije: “Si me pegan un golpe en la cabeza saquen la foto, van a tener la nota”.

-¿Después todo fue más sencillo?

-Entré y entramos todos. Un montón de gente. Y fue ahí donde vimos a los chicos por primera vez en la parte de atrás de los camiones. Ellos querían comer pan. Tenían hambre, pero lo único que pedían era pan. “Queremos pan”, decían. Estaban asustados porque les habían dicho que el pueblo los estaba esperando para pelearlos. Que los iban a recibir mal. Después se dieron cuenta de que no era asi. Y ellos mismos se juntaron con la gente del pueblo.

-¿Qué pasó después?

-Después como otra gente, me dediqué a llamar por teléfono a los familiares. Eso fue bastante violento porque uno no sabía cómo lo iban a recibir. Si me iban a creer. Recuerdo que Telefónica no nos cobró nunca las llamadas.

-¿Qué le respondían?

-Algunos no nos creían. Y yo les decía: “¿De donde creen que saqué el teléfono?”. Uno me dijo: “Mire señora es el mejor regalo que me hizo para el Día del Padre”. Fue un momento muy emotivo. Se te caían las medias (sonríe). Algunos chicos nos dijeron: “Mire señora, nos ganaron a cachetazos”. Y nos preguntaban “¿cuánto cobran ustedes por esto?” Estaban muy asustados.

-¿Qué impresión le dieron?

-Era un jardín de infantes hecho pelota. Pero bueno, ya pasó. Cada vez que lo recuerdo me da mucha emoción. A ellos después los escondieron. Aunque yo les dije “ahora les toca a ustedes contar la historia”. Estaban muy desnutridos. Comían y no paraban de comer. Les tenías que decir “comé despacio que te va a hacer mal”. Algunos se comieron hasta 8 milanesas.

-Lo de que Madryn se quedó sin pan ¿es un mito o es verdad?.

-Es totalmente verdad. Llegó un momento en que no sólo se quedó sin pan. La gente compró de todo para darle a los soldados. Los panaderos primero los cobraban porque no sabían bien qué pasaba. Pero después lo regalaban. Fue muy solidario Madryn. Un pueblo solidario.

-Cuando vio la foto, ¿tomó conciencia del documento que tenía en sus manos?

-No. Tomé conciencia mucho tiempo después cuando se las di a los chicos de Malvinas e hicieron exposiciones. Entonces me di cuenta de lo que había hecho. Yo hasta ese momento sólo saqué fotos, como en un acto común. Yo no tengo más nada de ese día. Las fotos no son mías. Son de ellos. Yo lo único que hice fue sacarlas. Pero ellos son los dueños.

-¿Que fue lo que más le impactó?

-Había chicos con los uniformes con manchas de sangre. Después de un rato se soltaron y hablaron. Nos contaron historias que no podíamos creer. Pero que ellos lo vivieron, sin dudas. Todo fue muy triste durante la guerra. Además, nosotros los vimos pasar cuando iban y los vimos volver. Pero ellos no sabían dónde iban. Mejor dicho, ni siquiera sabían donde estaban parados.

-¿Los vio cuando los llevaban a la guerra?

-Yo iba a mucho a la terminal. Encontré chicos que pasaban para ir a Malvinas. Uno de ellos me preguntó “¿señora, donde estamos?” Y también “¿sabe adónde vamos?”. A algunos los cargué en el auto y los llevé a pasear porque querían conocer el pueblo. No sabían dónde iban ni dónde estaban. Para mí esto es muy profundo, lo tengo siempre en la memoria.

-El regreso fue más triste todavía.

-Ellos se sentían culpables de haber perdido en las Malvinas. Tenías que hacerle entender que no, que no tenían la culpa. Que eran héroes, que habían dejado todo.
-Madryn era entonces un pueblo de 20 mil habitantes. Dicen que la mitad de la gente se volcó a las calles para recibirlos.

-No, yo creo que toda. Nos partía el corazón verlos. Los primeros camiones que pasaban estaban todos cerrados. Pero después cuando los chicos se dieron cuenta que la gente los recibía bien, se animaron a salir.

-¿Volvería a hacer todo lo que hizo aquel día?

- Claro, sin dudar haría otra vez lo mismo. Me largaría de nuevo para verlos. Pero no era fácil. De todas maneras valió la pena. Yo estuve 25 años haciendo fotografías. Y creo que ese 19 de junio de 1982 hice la mejor foto de toda mi carrera sin duda. Pero me di cuenta mucho después. Pero fíjense qué extraño. Nadie pidió una foto. La gente tenía miedo. Y el miedo siguió después. Nadie me pidió jamás el negativo pero igual no lo iba a entregar. Sólo se los di años después a los excombatientes. “Yo no los quiero, esto es de ustedes”, les dije.

-¿Se da cuenta que ya pasaron 40 años?

-La verdad que no, no lo puedo creer. Hace poco cumplí los 80. Siempre viví en esta casa. Desde esta ventana vi llegar el buque con los chicos, porque para mí eran chicos. Tengo ese recuerdo pegado en mi mente. Y es muy difícil que algún día lo pueda borrar.#


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