Casi un tercio de las mujeres en los países en desarrollo tuvo su primer/a hijo/a en la adolescencia. Cerca de la mitad tenían 17 años o menos, según revela un nuevo informe publicado por el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA).
El estudio señala que las desigualdades de género y de ingresos son los principales factores que inciden en la fecundidad adolescente. Estas inequidades aumentan las tasas de matrimonio infantil y uniones tempranas, mantienen a las adolescentes fuera de la escuela, restringen sus aspiraciones profesionales y limitan su acceso a la atención médica y la información sobre relaciones sexuales seguras y consensuadas.
A su vez, estas desigualdades se acentúan debido a los desastres climáticos, la COVID-19 y los conflictos que están trastocando vidas en todo el mundo, destruyendo los medios de subsistencia y dificultando que las niñas y adolescentes puedan pagar o incluso llegar físicamente a la escuela y a los servicios de salud. Esto deja a decenas de millones aún más vulnerables al matrimonio infantil y al embarazo precoz.
“Cuando casi un tercio de todas las mujeres en los países en desarrollo se están convirtiendo en madres durante la adolescencia, está claro que el mundo les está fallando a las adolescentes”, dijo la Directora Ejecutiva del UNFPA, Natalia Kanem. “Los embarazos que vemos entre adolescentes son una clara señal de que necesitan desesperadamente información y servicios de salud sexual y reproductiva”.
Incluso en contextos donde el embarazo adolescente es considerado aceptable e intencional, puede tener repercusiones graves y a largo plazo, especialmente cuando los sistemas de atención de la salud no garantizan la asistencia e información sexual y reproductiva accesibles.
Las complicaciones en el embarazo y el parto son la principal causa de muerte entre las niñas de 15 a 19 años, quienes también tienen muchas más probabilidades de sufrir otras violaciones a sus derechos humanos: desde matrimonios forzados y violencia de género en la pareja hasta graves impactos en la salud mental debido a tener hijos/as en la niñez o la adolescencia.
¿Por qué las tasas de fecundidad adolescente son tan altas?
Los nacimientos de adolescentes representan el 16% de todos los nacimientos en el mundo, y el informe muestra que las mujeres que comenzaron a tener hijos en la adolescencia tuvieron casi cinco nacimientos cuando llegaron a los 40 años. Con las desigualdades y las crisis humanitarias multiplicándose e intensificándose, las mujeres, las adolescentes y las niñas soportan una carga desigual física, psicológica y económica.
En los conflictos, como en los desastres climáticos, las escuelas y los centros de salud suelen quedar reducidos a escombros y sin personal ni equipos. La inseguridad y la violencia hacen que sea imposible que las personas se desplacen, ni siquiera para satisfacer sus necesidades básicas, incluidos el acceso a métodos anticonceptivos y otros cuidados críticos de salud sexual y reproductiva.
Las crisis y los desplazamientos conducen a picos de violencia sexual y de género, lo que a su vez provoca más infecciones de transmisión sexual, embarazos no deseados a causa de violaciones y tasas crecientes de matrimonios forzados y en la infancia cuando los padres y las madres luchan para hacer frente a las dificultades financieras y el hambre.
En estas circunstancias, el acceso al empleo, la educación y los servicios de salud se ve interrumpido o suspendido por completo, lo que obliga a las niñas a dejar la escuela; a las mujeres, a renunciar a la fuerza laboral y a que se disparen los matrimonios en la infancia y los embarazos no deseados.
Y, sin embargo, estas tendencias no son nuevas: las investigaciones muestran que, a pesar de algunos avances, en los últimos 60 años, la proporción de nacimientos por primera vez entre niñas de 17 años o menos solo se ha reducido del 60 al 45 por ciento, una caída de unos 2 puntos porcentuales cada 10 años.
La fecundidad adolescente en Argentina
Según los datos de la Dirección de Estadísticas e Información en Salud (DEIS) del Ministerio de Salud de la Nación de Argentina, entre 2019 y 2020, la tasa de fecundidad adolescente tardía (15 a 19 años) pasó de 40.7 a 30.3 nacimientos por cada mil mujeres adolescentes, mientras que la tasa de fecundidad temprana (niñas menores de 15 años) disminuyó de 1.1 a 0.7.
Sin embargo, aún queda mucho por hacer. Sabemos que 7 de cada 10 embarazos en adolescentes entre 15 y 19 años no han sido intencionales, mientras que en niñas menores de 15 el número se eleva a 8 de cada 10, la mayoría como consecuencia de abusos y violencia sexual. Para completar este panorama, el Sistema Informático Perinatal (SIP), que releva el 80% de las maternidades públicas del país, indica que el 29% de las adolescentes tuvo un hijo/a por segunda o tercera vez antes de los 20 años.
Mariana Isasi, Jefa de Oficina de UNFPA Argentina, explicó: “Es fundamental seguir invirtiendo en la prevención del embarazo no intencional en la adolescencia porque cada adolescente que tiene la posibilidad de decidir sobre su cuerpo, su vida, no solo accede a sus derechos, sino también a la oportunidad de lograr su pleno desarrollo a nivel individual pero también para la sociedad toda".
Invertir en el futuro de las niñas
“Los gobiernos deben invertir en las adolescentes y ampliar sus oportunidades, recursos y conjuntos de habilidades, ayudando así a evitar embarazos precoces y no deseados”, agregó Kanem.
Las iniciativas para mantener a las niñas en la escuela, junto con la educación sexual integral (ESI) y la capacitación en habilidades para la vida, han resultado eficaces para empoderarlas y que tomen sus propias decisiones. Esto las ayudará a forjar un camino para salir de la pobreza y hacia un futuro más brillante, uno en el que elegirán ser madres solo cuando decidan que están listas, capaces y dispuestas a hacerlo.
(Fuente: UNFPA Argentina)
Casi un tercio de las mujeres en los países en desarrollo tuvo su primer/a hijo/a en la adolescencia. Cerca de la mitad tenían 17 años o menos, según revela un nuevo informe publicado por el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA).
El estudio señala que las desigualdades de género y de ingresos son los principales factores que inciden en la fecundidad adolescente. Estas inequidades aumentan las tasas de matrimonio infantil y uniones tempranas, mantienen a las adolescentes fuera de la escuela, restringen sus aspiraciones profesionales y limitan su acceso a la atención médica y la información sobre relaciones sexuales seguras y consensuadas.
A su vez, estas desigualdades se acentúan debido a los desastres climáticos, la COVID-19 y los conflictos que están trastocando vidas en todo el mundo, destruyendo los medios de subsistencia y dificultando que las niñas y adolescentes puedan pagar o incluso llegar físicamente a la escuela y a los servicios de salud. Esto deja a decenas de millones aún más vulnerables al matrimonio infantil y al embarazo precoz.
“Cuando casi un tercio de todas las mujeres en los países en desarrollo se están convirtiendo en madres durante la adolescencia, está claro que el mundo les está fallando a las adolescentes”, dijo la Directora Ejecutiva del UNFPA, Natalia Kanem. “Los embarazos que vemos entre adolescentes son una clara señal de que necesitan desesperadamente información y servicios de salud sexual y reproductiva”.
Incluso en contextos donde el embarazo adolescente es considerado aceptable e intencional, puede tener repercusiones graves y a largo plazo, especialmente cuando los sistemas de atención de la salud no garantizan la asistencia e información sexual y reproductiva accesibles.
Las complicaciones en el embarazo y el parto son la principal causa de muerte entre las niñas de 15 a 19 años, quienes también tienen muchas más probabilidades de sufrir otras violaciones a sus derechos humanos: desde matrimonios forzados y violencia de género en la pareja hasta graves impactos en la salud mental debido a tener hijos/as en la niñez o la adolescencia.
¿Por qué las tasas de fecundidad adolescente son tan altas?
Los nacimientos de adolescentes representan el 16% de todos los nacimientos en el mundo, y el informe muestra que las mujeres que comenzaron a tener hijos en la adolescencia tuvieron casi cinco nacimientos cuando llegaron a los 40 años. Con las desigualdades y las crisis humanitarias multiplicándose e intensificándose, las mujeres, las adolescentes y las niñas soportan una carga desigual física, psicológica y económica.
En los conflictos, como en los desastres climáticos, las escuelas y los centros de salud suelen quedar reducidos a escombros y sin personal ni equipos. La inseguridad y la violencia hacen que sea imposible que las personas se desplacen, ni siquiera para satisfacer sus necesidades básicas, incluidos el acceso a métodos anticonceptivos y otros cuidados críticos de salud sexual y reproductiva.
Las crisis y los desplazamientos conducen a picos de violencia sexual y de género, lo que a su vez provoca más infecciones de transmisión sexual, embarazos no deseados a causa de violaciones y tasas crecientes de matrimonios forzados y en la infancia cuando los padres y las madres luchan para hacer frente a las dificultades financieras y el hambre.
En estas circunstancias, el acceso al empleo, la educación y los servicios de salud se ve interrumpido o suspendido por completo, lo que obliga a las niñas a dejar la escuela; a las mujeres, a renunciar a la fuerza laboral y a que se disparen los matrimonios en la infancia y los embarazos no deseados.
Y, sin embargo, estas tendencias no son nuevas: las investigaciones muestran que, a pesar de algunos avances, en los últimos 60 años, la proporción de nacimientos por primera vez entre niñas de 17 años o menos solo se ha reducido del 60 al 45 por ciento, una caída de unos 2 puntos porcentuales cada 10 años.
La fecundidad adolescente en Argentina
Según los datos de la Dirección de Estadísticas e Información en Salud (DEIS) del Ministerio de Salud de la Nación de Argentina, entre 2019 y 2020, la tasa de fecundidad adolescente tardía (15 a 19 años) pasó de 40.7 a 30.3 nacimientos por cada mil mujeres adolescentes, mientras que la tasa de fecundidad temprana (niñas menores de 15 años) disminuyó de 1.1 a 0.7.
Sin embargo, aún queda mucho por hacer. Sabemos que 7 de cada 10 embarazos en adolescentes entre 15 y 19 años no han sido intencionales, mientras que en niñas menores de 15 el número se eleva a 8 de cada 10, la mayoría como consecuencia de abusos y violencia sexual. Para completar este panorama, el Sistema Informático Perinatal (SIP), que releva el 80% de las maternidades públicas del país, indica que el 29% de las adolescentes tuvo un hijo/a por segunda o tercera vez antes de los 20 años.
Mariana Isasi, Jefa de Oficina de UNFPA Argentina, explicó: “Es fundamental seguir invirtiendo en la prevención del embarazo no intencional en la adolescencia porque cada adolescente que tiene la posibilidad de decidir sobre su cuerpo, su vida, no solo accede a sus derechos, sino también a la oportunidad de lograr su pleno desarrollo a nivel individual pero también para la sociedad toda".
Invertir en el futuro de las niñas
“Los gobiernos deben invertir en las adolescentes y ampliar sus oportunidades, recursos y conjuntos de habilidades, ayudando así a evitar embarazos precoces y no deseados”, agregó Kanem.
Las iniciativas para mantener a las niñas en la escuela, junto con la educación sexual integral (ESI) y la capacitación en habilidades para la vida, han resultado eficaces para empoderarlas y que tomen sus propias decisiones. Esto las ayudará a forjar un camino para salir de la pobreza y hacia un futuro más brillante, uno en el que elegirán ser madres solo cuando decidan que están listas, capaces y dispuestas a hacerlo.
(Fuente: UNFPA Argentina)