Ellas, el arte y la memoria

Dúo. Patricia y Ana Rosa, dos hacedoras imprescindibles.
04 SEP 2022 - 19:42 | Actualizado 05 SEP 2022 - 9:57

Por Sergio Pravaz / Especial para Jornada

Tienen un grado de sensibilidad tan potente y definido que bien podrían haber suplantado al curador de la Bienal de Venecia del año 76, esa que dejó afuera a la España de Franco, pero invitó a un seleccionado de artistas encabezados por Pablo Picasso y Joan Miró, para que mostraran los 40 años de oscuridad de la dictadura franquista.

Estas dos mujeres que refiero cultivan un perfil entre sereno y discreto, muy propio de aquella gente que atravesó tramos de sus vidas con intensidad forjando un tipo de experiencia tan rica como vasta.

Ambas están formadas al calor de sus propias visiones, además de los estudios formales que cada una llevó adelante para adentrarse en el universo de las artes plásticas hasta mirar el espejo de Alicia, no para pulverizarlo como quería la Pizarnik con la rosa, sino para pasar al otro lado y regresar encendidas por el golpe formativo que se aprecia con tanta claridad en cada intervención que desarrollan.

Parecen habituadas a los no límites, como los que respiramos este aire de mar y de meseta a la vez, cuya expansión opera sobre la conciencia y sobre la estética de un modo definitivo. En ellas se percibe con claridad cuando uno mira sus trabajos, poseen un tipo de libertad sobre los procedimientos que da gusto mirar, da sorpresa mirar, alborota como cuando alguien nos besa en la boca sin previo aviso. Sí, de ese modo sorprenden Patricia Pellegrini y Ana Rosa Giovannetti, y si a eso le sumamos el capital simbólico y sus infinitos pasillos que ellas recorren abriendo puertas y ventanas para que la memoria tenga luz de escenario a la hora de arrojar sobre el lienzo, el cartón o la madera todo lo que se les ocurra como materiales para trabajar, como códigos de representación, bueno, ahí sí el concepto de libertad se acerca al poema de Paul Eluard cuando dice: “En las páginas leídas, en las páginas vírgenes, en la piedra, la sangre y las cenizas escribo tu nombre”.

Estuvieron entre nosotros con motivo de conmemorarse los 50 años de la Masacre de Trelew y llegaron con las manos repletas de arte conceptual del bueno.

Montaron una muestra sensacional en el Centro Cultural por la Memoria (ese enorme y significativo espacio trelewense tan habituado a pelear cuerpo a cuerpo con el desdén y la desidia y aun así siempre dice presente) con el objeto de difundir en cuanto lugar puedan, este suceso trágico y tan identitario como fue lo acaecido durante agosto del 72, “para que el común de la gente no se quede con una idea parcializada, con el retazo de una noticia y no más que eso, o con el relato oficial de lo sucedido…” dicen ellas a coro.

Se trató de una muestra de arte colectivo “La imagen como lugar de memoria” que, a partir de 26 obras de artistas de todo el país y 6 poetas que, entre trazos y poemas fijaron un retrato que potencia y expande al infinito la crónica periodística en su maridaje con el arte.
“Evita, tres miradas”, fue el otro trabajo que estas mujeres trajeron a nuestra provincia. Montaron en la Fundación Patagonia Tercer Milenio de la calle Yrigoyen de Trelew ¡90 cuadros! expresando su particular desarrollo estético sobre el mito de Eva Perón, y además de Pellegrini y Giovannetti, fue de la partida Elba Falcón.

Estas prestigiosas artistas, que también fueron galeristas, cultivan el buen humor y llevan años en la fragua de las artes plásticas. Son dos creadoras que militan el arte como se lo hace con la vida y ambas tienen a la memoria como blasón, bucean y recogen fragmentos, husmean en el rumor perdido de un dato, un silencio, un color roto, una mancha, una mirada, como antropólogas de una noción que requiere del arte para proyectar en el tiempo una posibilidad de comprender un tipo de entendimiento que honra y pone en superficie, más allá de la crónica, para poder vérselas con el futuro y que el mensaje siga circulando y no se estanque al arbitrio de los que manejan temporalmente el poder.

Ambas pasaron por diversos centros formativos, acreditados y notorios, pero ellas prefieren la calle, la trinchera del trabajo arduo y colectivo, con los alumnos y alumnas de la Escuela Superior de Enseñanza Artística Lola Mora de Villa Lugano, en Buenos Aires, por ejemplo. Allí trabajaron el tema de Trelew con gente que jamás había oído nombrar siquiera la ciudad y estuvieron semanas y semanas con el tema dando vueltas por todos los rincones de las aulas, los pasillos, la sala de profesores, llegando al punto que no se hablaba de otra cosa que de Trelew, su trágico suceso y sus alrededores contextuales.

Esos chicos, de entre 13 y 17 años, hicieron 300 retratos sobre cada uno de los 19 fusilados y con todo ese material se conformó la palabra Cincuenta Años. Al final, como siempre sucede con el arte y su potencia inexplicable, esos niños y niñas sabían de memoria los nombres y apellidos de cada uno de los retratados. Una vez más, lo que no entra con arte y con trabajo, no entra.

Pero así son las cosas con Patricia Pellegrini y Ana Rosa Giovannetti, a quienes les calza como al dedillo un maravilloso párrafo de la gran Elena Poniatowska, quien dijo: “La finalidad de la vida no es prosperar sino transformarse. Cuando uno se lanza a lo desconocido se salva”.#

Dúo. Patricia y Ana Rosa, dos hacedoras imprescindibles.
04 SEP 2022 - 19:42

Por Sergio Pravaz / Especial para Jornada

Tienen un grado de sensibilidad tan potente y definido que bien podrían haber suplantado al curador de la Bienal de Venecia del año 76, esa que dejó afuera a la España de Franco, pero invitó a un seleccionado de artistas encabezados por Pablo Picasso y Joan Miró, para que mostraran los 40 años de oscuridad de la dictadura franquista.

Estas dos mujeres que refiero cultivan un perfil entre sereno y discreto, muy propio de aquella gente que atravesó tramos de sus vidas con intensidad forjando un tipo de experiencia tan rica como vasta.

Ambas están formadas al calor de sus propias visiones, además de los estudios formales que cada una llevó adelante para adentrarse en el universo de las artes plásticas hasta mirar el espejo de Alicia, no para pulverizarlo como quería la Pizarnik con la rosa, sino para pasar al otro lado y regresar encendidas por el golpe formativo que se aprecia con tanta claridad en cada intervención que desarrollan.

Parecen habituadas a los no límites, como los que respiramos este aire de mar y de meseta a la vez, cuya expansión opera sobre la conciencia y sobre la estética de un modo definitivo. En ellas se percibe con claridad cuando uno mira sus trabajos, poseen un tipo de libertad sobre los procedimientos que da gusto mirar, da sorpresa mirar, alborota como cuando alguien nos besa en la boca sin previo aviso. Sí, de ese modo sorprenden Patricia Pellegrini y Ana Rosa Giovannetti, y si a eso le sumamos el capital simbólico y sus infinitos pasillos que ellas recorren abriendo puertas y ventanas para que la memoria tenga luz de escenario a la hora de arrojar sobre el lienzo, el cartón o la madera todo lo que se les ocurra como materiales para trabajar, como códigos de representación, bueno, ahí sí el concepto de libertad se acerca al poema de Paul Eluard cuando dice: “En las páginas leídas, en las páginas vírgenes, en la piedra, la sangre y las cenizas escribo tu nombre”.

Estuvieron entre nosotros con motivo de conmemorarse los 50 años de la Masacre de Trelew y llegaron con las manos repletas de arte conceptual del bueno.

Montaron una muestra sensacional en el Centro Cultural por la Memoria (ese enorme y significativo espacio trelewense tan habituado a pelear cuerpo a cuerpo con el desdén y la desidia y aun así siempre dice presente) con el objeto de difundir en cuanto lugar puedan, este suceso trágico y tan identitario como fue lo acaecido durante agosto del 72, “para que el común de la gente no se quede con una idea parcializada, con el retazo de una noticia y no más que eso, o con el relato oficial de lo sucedido…” dicen ellas a coro.

Se trató de una muestra de arte colectivo “La imagen como lugar de memoria” que, a partir de 26 obras de artistas de todo el país y 6 poetas que, entre trazos y poemas fijaron un retrato que potencia y expande al infinito la crónica periodística en su maridaje con el arte.
“Evita, tres miradas”, fue el otro trabajo que estas mujeres trajeron a nuestra provincia. Montaron en la Fundación Patagonia Tercer Milenio de la calle Yrigoyen de Trelew ¡90 cuadros! expresando su particular desarrollo estético sobre el mito de Eva Perón, y además de Pellegrini y Giovannetti, fue de la partida Elba Falcón.

Estas prestigiosas artistas, que también fueron galeristas, cultivan el buen humor y llevan años en la fragua de las artes plásticas. Son dos creadoras que militan el arte como se lo hace con la vida y ambas tienen a la memoria como blasón, bucean y recogen fragmentos, husmean en el rumor perdido de un dato, un silencio, un color roto, una mancha, una mirada, como antropólogas de una noción que requiere del arte para proyectar en el tiempo una posibilidad de comprender un tipo de entendimiento que honra y pone en superficie, más allá de la crónica, para poder vérselas con el futuro y que el mensaje siga circulando y no se estanque al arbitrio de los que manejan temporalmente el poder.

Ambas pasaron por diversos centros formativos, acreditados y notorios, pero ellas prefieren la calle, la trinchera del trabajo arduo y colectivo, con los alumnos y alumnas de la Escuela Superior de Enseñanza Artística Lola Mora de Villa Lugano, en Buenos Aires, por ejemplo. Allí trabajaron el tema de Trelew con gente que jamás había oído nombrar siquiera la ciudad y estuvieron semanas y semanas con el tema dando vueltas por todos los rincones de las aulas, los pasillos, la sala de profesores, llegando al punto que no se hablaba de otra cosa que de Trelew, su trágico suceso y sus alrededores contextuales.

Esos chicos, de entre 13 y 17 años, hicieron 300 retratos sobre cada uno de los 19 fusilados y con todo ese material se conformó la palabra Cincuenta Años. Al final, como siempre sucede con el arte y su potencia inexplicable, esos niños y niñas sabían de memoria los nombres y apellidos de cada uno de los retratados. Una vez más, lo que no entra con arte y con trabajo, no entra.

Pero así son las cosas con Patricia Pellegrini y Ana Rosa Giovannetti, a quienes les calza como al dedillo un maravilloso párrafo de la gran Elena Poniatowska, quien dijo: “La finalidad de la vida no es prosperar sino transformarse. Cuando uno se lanza a lo desconocido se salva”.#


NOTICIAS RELACIONADAS