Si bien la región aún se recupera del impacto del fenómeno El Niño, actualmente en retirada, ya se prepara para un fenómeno La Niña que podría presentarse en los próximos meses con oscilaciones en los patrones de lluvias y sequías y una temporada fuerte de huracanes, dijeron expertos en un panel organizado por la oficina regional de la FAO.
En la charla llamada "Preparándonos para La Niña, avances y desafíos para medir su impacto en sistemas agroalimentarios", los expertos coincidieron en que las épocas de transición entre los dos fenómenos que se daban en otras décadas ya no se están produciendo y eso recorta los tiempos para que las comunidades afectadas se recuperen y se preparen.
"Lo vimos en marzo, hace un año salimos de una Niña y en marzo ya teníamos unas señales de Niño. Ahora estamos nuevamente en marzo y abril con señales de Niña (...) No nos hemos podido recuperar del impacto del fenómeno (...) y pasamos al opuesto rápidamente", dijo Yolanda González, directora del Centro Internacional de Investigación para el Fenómeno El Niño (CIIFEN).
La especialista señaló que con un planeta cálido y con anomalías en la temperatura tanto del océano como en la atmósfera, estamos recibiendo el cambio a "neutralidad y la preparación de la Niña con un planeta muy anómalo en temperaturas".
"Esto nos da una llamada de atención a todos a estar en alerta significativa y máxima ante estos cambios", apuntó.
El Niño es independiente al cambio climático, pero los expertos han observado modificaciones en la forma en que el fenómeno se está presentando como, por ejemplo, una agudización de lluvias, olas de calor y períodos de sequía, según explicó el equipo técnico de la FAO.
Las transiciones rápidas entre El Niño y La Niña se pueden correlacionar también con el cambio climático, aunque la ciencia no permita todavía establecer causalidades de forma inequívoca, añadieron.
El Niño-Oscilación Sur (ENOS) hace referencia a variaciones en las temperaturas del océano Pacífico, que consta de dos patrones o episodios opuestos, El Niño (fase cálida) y La Niña (fase fría) que duran entre nueve y doce meses, y se dan cada dos a siete años, aunque no tienen un calendario regular.
Los patrones de El Niño y La Niña tienen consecuencias en distintas partes del planeta y en América Latina han impactado en la producción de cultivos clave como trigo, arroz, maíz provocando efectos en la economía de los países, altamente dependientes de las materias primas.
"Si tuviéramos un plazo más largo hacia un período de transición normal (...) deberíamos tener una respuesta ecológica relativamente esperada (...) pero este cambio abrupto probablemente genera un mayor estresor y desde ese punto de vista tenemos una incerteza de cómo van a responder los sistemas ecológicos", dijo Jaime Letelier, jefe de Oceanografía del Instituto de Fomento Pesquero (IFOP) del Gobierno de Chile.
En el panel también participaron Juan Tribín Rivera, especialista de la FAO en Colombia; María Vera Máximo, de Acción contra el Hambre; Deborah Daniels-Williams, del Ministerio de Agricultura, Forestería, Pesca y Transformación Rural en San Vicente y las Granadinas; y Marion Khamis, especialista en Gestión del Riesgo y Resiliencia de FAO para América Latina.
"Los cambios abruptos que están teniendo que enfrentar las especies y el hecho de que ahora se estén casi superponiendo estos ciclos disminuye finalmente la capacidad de resiliencia para adaptarse a estos cambios, entonces estamos ante un escenario que implica un enorme desafío", dijo Khamis.
Si bien la región aún se recupera del impacto del fenómeno El Niño, actualmente en retirada, ya se prepara para un fenómeno La Niña que podría presentarse en los próximos meses con oscilaciones en los patrones de lluvias y sequías y una temporada fuerte de huracanes, dijeron expertos en un panel organizado por la oficina regional de la FAO.
En la charla llamada "Preparándonos para La Niña, avances y desafíos para medir su impacto en sistemas agroalimentarios", los expertos coincidieron en que las épocas de transición entre los dos fenómenos que se daban en otras décadas ya no se están produciendo y eso recorta los tiempos para que las comunidades afectadas se recuperen y se preparen.
"Lo vimos en marzo, hace un año salimos de una Niña y en marzo ya teníamos unas señales de Niño. Ahora estamos nuevamente en marzo y abril con señales de Niña (...) No nos hemos podido recuperar del impacto del fenómeno (...) y pasamos al opuesto rápidamente", dijo Yolanda González, directora del Centro Internacional de Investigación para el Fenómeno El Niño (CIIFEN).
La especialista señaló que con un planeta cálido y con anomalías en la temperatura tanto del océano como en la atmósfera, estamos recibiendo el cambio a "neutralidad y la preparación de la Niña con un planeta muy anómalo en temperaturas".
"Esto nos da una llamada de atención a todos a estar en alerta significativa y máxima ante estos cambios", apuntó.
El Niño es independiente al cambio climático, pero los expertos han observado modificaciones en la forma en que el fenómeno se está presentando como, por ejemplo, una agudización de lluvias, olas de calor y períodos de sequía, según explicó el equipo técnico de la FAO.
Las transiciones rápidas entre El Niño y La Niña se pueden correlacionar también con el cambio climático, aunque la ciencia no permita todavía establecer causalidades de forma inequívoca, añadieron.
El Niño-Oscilación Sur (ENOS) hace referencia a variaciones en las temperaturas del océano Pacífico, que consta de dos patrones o episodios opuestos, El Niño (fase cálida) y La Niña (fase fría) que duran entre nueve y doce meses, y se dan cada dos a siete años, aunque no tienen un calendario regular.
Los patrones de El Niño y La Niña tienen consecuencias en distintas partes del planeta y en América Latina han impactado en la producción de cultivos clave como trigo, arroz, maíz provocando efectos en la economía de los países, altamente dependientes de las materias primas.
"Si tuviéramos un plazo más largo hacia un período de transición normal (...) deberíamos tener una respuesta ecológica relativamente esperada (...) pero este cambio abrupto probablemente genera un mayor estresor y desde ese punto de vista tenemos una incerteza de cómo van a responder los sistemas ecológicos", dijo Jaime Letelier, jefe de Oceanografía del Instituto de Fomento Pesquero (IFOP) del Gobierno de Chile.
En el panel también participaron Juan Tribín Rivera, especialista de la FAO en Colombia; María Vera Máximo, de Acción contra el Hambre; Deborah Daniels-Williams, del Ministerio de Agricultura, Forestería, Pesca y Transformación Rural en San Vicente y las Granadinas; y Marion Khamis, especialista en Gestión del Riesgo y Resiliencia de FAO para América Latina.
"Los cambios abruptos que están teniendo que enfrentar las especies y el hecho de que ahora se estén casi superponiendo estos ciclos disminuye finalmente la capacidad de resiliencia para adaptarse a estos cambios, entonces estamos ante un escenario que implica un enorme desafío", dijo Khamis.