Si un gol es madrugador, cualquier partido se simplifica. Rivadavia se levantó sobresaltado, acusó el impacto y cuando recién sonaba el despertador, ya estaba 0-1 obligado a salir apurado para el trabajo. La CAI fue la contracara, copó la iniciativa, se hizo cargo de la pelota y tuvo la contundencia para facturar en la primera que construyó. El local mostró encendido a Aynol, liberado y con espacios para que la maquinaria empiece a funcionar. Y el ex Newbery que debutó desde el arranque, le cambió el aire a la ofensiva e intervino en la previa de una bomba cruzada de Sebastián Benites que viajó arriba para la apertura con apenas 3’ cumplidos. A otra cosa.
Si bien el partido no daba para sorpresas, Rivadavia se arrimó con esfuerzo y algunas limitaciones para empardarlo. Rilo frenó con foul a Blanco y el árbitro Presas pitó penal sin vacilar. Lo facturó Tabone, a la derecha y a media altura para festejar el esfuerzo que significó el 1-1 en la última intervención del goleador que debió irse lesionado.
Mauro Villegas, un hábil pescador, puso las cosas en su lugar. Tras un pelotazo de Pereyra, el punta provocó una duda en la salida, apuró a los defensores, eludió al arquero y quedó en soledad para definir ante la salida de Crusat, dándole otra vez el control al dueño de casa. El trámite se hizo abierto, con Lincoln encarando a una defensa local que no daba garantía plena y a la vuelta, la pelota siempre viajó rápida hacia Villegas, su delantero más determinante.
En el complemento cuando todo daba para definirlo, la CAI buscó lucidez en la pausa de Elvio Martínez y con esa guía, usufructuó del terreno. Aynol y Villegas conformaron una sociedad nada anónima, movilizaron a la defensa linqueña y cargaron de acción al campo visitante. Fue dominio territorial pero sin situaciones de riesgo cierto, una postal un tanto aburrida del segundo tiempo.
Rivadavia lo tuvo tras una pared en velocidad armada entre Tolosa y Blanco, que el primero no logró tocar hacia la red. Matías Blanco insistió por lo que parecía ser una zona liberada, ahogado por un cierre salvador cuando casi se preparaba para definir cruzado.
A los 20’ CAI volvió a respirar. Reynoso asistió a Aynol y éste, sin mezquindad, alargó para que Villegas solamente la empuje hacia el gol. El 3-1 a domicilio terminó de frustrar a Rivadavia, definitivamente cortado en el medio y con un hombre menos, por la roja directa a Di Menno. A partir de esto la CAI se tragó la llave, movió el banco aunque no ganó para sustos ya que Morales fue ingenuamente expulsado dándole un crédito adicional a un rival “resucitado” que quiso pero nunca pudo. Ahora, los chubutenses trepan a los 9 puntos en la tabla, recuperaron la sonrisa como local y para variar, volvieron a tener en el infalible Villegas, a su macho de espada.
Si un gol es madrugador, cualquier partido se simplifica. Rivadavia se levantó sobresaltado, acusó el impacto y cuando recién sonaba el despertador, ya estaba 0-1 obligado a salir apurado para el trabajo. La CAI fue la contracara, copó la iniciativa, se hizo cargo de la pelota y tuvo la contundencia para facturar en la primera que construyó. El local mostró encendido a Aynol, liberado y con espacios para que la maquinaria empiece a funcionar. Y el ex Newbery que debutó desde el arranque, le cambió el aire a la ofensiva e intervino en la previa de una bomba cruzada de Sebastián Benites que viajó arriba para la apertura con apenas 3’ cumplidos. A otra cosa.
Si bien el partido no daba para sorpresas, Rivadavia se arrimó con esfuerzo y algunas limitaciones para empardarlo. Rilo frenó con foul a Blanco y el árbitro Presas pitó penal sin vacilar. Lo facturó Tabone, a la derecha y a media altura para festejar el esfuerzo que significó el 1-1 en la última intervención del goleador que debió irse lesionado.
Mauro Villegas, un hábil pescador, puso las cosas en su lugar. Tras un pelotazo de Pereyra, el punta provocó una duda en la salida, apuró a los defensores, eludió al arquero y quedó en soledad para definir ante la salida de Crusat, dándole otra vez el control al dueño de casa. El trámite se hizo abierto, con Lincoln encarando a una defensa local que no daba garantía plena y a la vuelta, la pelota siempre viajó rápida hacia Villegas, su delantero más determinante.
En el complemento cuando todo daba para definirlo, la CAI buscó lucidez en la pausa de Elvio Martínez y con esa guía, usufructuó del terreno. Aynol y Villegas conformaron una sociedad nada anónima, movilizaron a la defensa linqueña y cargaron de acción al campo visitante. Fue dominio territorial pero sin situaciones de riesgo cierto, una postal un tanto aburrida del segundo tiempo.
Rivadavia lo tuvo tras una pared en velocidad armada entre Tolosa y Blanco, que el primero no logró tocar hacia la red. Matías Blanco insistió por lo que parecía ser una zona liberada, ahogado por un cierre salvador cuando casi se preparaba para definir cruzado.
A los 20’ CAI volvió a respirar. Reynoso asistió a Aynol y éste, sin mezquindad, alargó para que Villegas solamente la empuje hacia el gol. El 3-1 a domicilio terminó de frustrar a Rivadavia, definitivamente cortado en el medio y con un hombre menos, por la roja directa a Di Menno. A partir de esto la CAI se tragó la llave, movió el banco aunque no ganó para sustos ya que Morales fue ingenuamente expulsado dándole un crédito adicional a un rival “resucitado” que quiso pero nunca pudo. Ahora, los chubutenses trepan a los 9 puntos en la tabla, recuperaron la sonrisa como local y para variar, volvieron a tener en el infalible Villegas, a su macho de espada.