“ Nuestros hijos no se pudieron defender, fueron ejecutados y a nosotros nos mataron en vida”

“Es duro esperar a los chicos a la tarde. Nos parece verlos entrar todo el tiempo”. Norma y Miguel están devastados. Describen a sus hijos fallecidos como muy apegados a ellos. “Quédese tranquilo Aballay, sus hijos eran buena gente”, afirma el padre sobre lo que le dicen los amigos de los jóvenes.

16 NOV 2014 - 22:28 | Actualizado

Por Lorena Leeming.

Pasaron 8 meses de la madrugada del 9 de marzo. Fatídica. Los hijos de Miguel y Norma fueron baleados a quemarropa en barrio Tiro Federal donde habían ido a comprar una cerveza. Dicen que están muertos en vida. Aseguran que Matías y Sergio Aballay fueron ejecutados. “No se pudieron defender, los ejecutaron”. El dolor es indescriptible. Se levantan y se duermen con la imagen de ellos presente. “Es duro esperarlos que lleguen todos los días a la tarde”. Piden responsabilidad a la Justicia. Que el asesino, pague lo que hizo.

“A nosotros nos mató en vida. No vamos a volver a ser nunca más la familia que éramos. Este hombre, nos mató en vida”, expresaron Miguel Aballay y Norma Fuentealba a Jornada en una entrevista en su casa. Fue después de la audiencia en el que el juez César Zaratiegui decidió elevar a juicio el doble homicidio agravado por el uso de armas y otros dos hechos en concurso real, también por abuso de armas en perjuicio de la mujer de Sergio y la hija menor de dos años.

El imputado es Horacio Blanco. El juez fundamentó su decisión de llevarlo a debate oral porque consideró que de la pieza acusatoria, se pudo colegir sin dificultad cuáles son los elementos probatorios que tuvieron en cuenta Fiscalía (representada por María Tolomei y Lucas Koltsch) y la Querella, a cargo del abogado Martín Castro.

Miguel transita su profundo dolor con la convicción de que por sus hijos, no puede bajar los brazos. Se ve sobrepasado cada vez que tiene que mirar a los ojos al acusado por el crimen de los muchachos en una sala de los Tribunales. Y todos lo entienden. Nadie siquiera imagina estar en sus zapatos. Pero supera esas situaciones. Es consciente que debe mantenerse en pie hasta la recta final.

Norma lo acompaña. Ella, es una mujer fuerte. Vivió en función de sus 4 hijos y no aflojó nunca. Las cosas no le fueron fáciles los últimos años debido a que también, afrontó un problema de salud de una de sus hijas. Pero la muerte de los chicos, la devastó. Admite que no puede hacer nada. Que no tiene ganas de nada. Incluso, sabe que debería volver a su trabajo pero no está en condiciones. No puede. Levanta la vista y llora. El recuerdo de sus hijos hace que sienta que ya no volverá a ser la misma.

“Estos meses, son muy duros. No podemos comprender la forma y la muerte de nuestros hijos. El modo en que fueron ejecutados. Porque fueron ejecutados. No es que se pudieron defender o esconderse” relató Miguel, intentando ser claro en sus términos.

Se remitió al hecho en sí. “Matías estaba sentado en el asiento acompañante del auto mandando mensajes, cuando mi nuera ve que un tipo viene con un arma. Ella le pide que ponga en marcha el auto y se pasa al otro asiento, cuando se pasa, lo ejecuta”, señaló.

Dijo Miguel que “no conforme con esto, se va adelante del auto y hace dos disparos más hacia la humanidad de mi nuera y mi nieta. Cuando Sergio escucha los disparos sale del comercio y se le pone a un metro y le dice: no tires que está mi familia. Le tiró a la cabeza. Lo ejecutó”.

“Es duro esperarlos”

Describe el padre de las víctimas la pesadilla que viven día a día. “No se puede digerir lo que pasó. Es duro esperar a los chicos a la tarde, nos parece verlos entrar todo el tiempo”, afirma junto a su esposa con lágrimas en los ojos en forma permanente. Una tristeza indeleble.

Define a sus hijos como muy familieros y apegados a sus padres. Tal es así –cuenta Miguel- que el día del hecho estaban compartiendo una reunión en su vivienda. Celebraban el “Día de la Mujer” con las integrantes de la familia. Confía que era costumbre recibir en su casa a los amigos de los muchachos. “Ese día coincidía con el fin de los corsos en Dolavon y le dijimos a Sergio que lo esperábamos con asado”, recordó.

Fundamenta con hechos, el apego que ellos tenían. “Disfrutaban mucho de sus padres. Íbamos a cualquier lado y estaban atrás nuestro. Incluso en el supermercados. Un día nos fuimos a Puerto Madryn sin decirles y allá se aparecieron cuando su plan era ir a Playa Unión. Siempre con los padres. Fueron muy apegados”, describió.

Apuntó Miguel que Sergio no vivía con ellos. “Su novia se quedó embarazada y se hizo cargo. El lo único que hizo fue trabajar. Quiso vender su auto y sacar un crédito para comprarse una casa. Con solo 20 años. Era un chico responsable. No tiraba la plata. Prefería quedarse en casa y tomar algo con sus amigos antes que salir y estar por ahí”, sostuvo.

A la impotencia de haberlos perdido de un segundo a otro, se le suma la falta de explicaciones sobre lo que pasó. “No sé. No tenían enemigos. Sus amigos, los defienden. Me llaman y me dicen: quédese tranquilo Aballay sus hijos eran buena gente. Lo sabíamos que gente eran. No es porque fuesen mis hijos, lo dicen los de afuera. El único problema fue con la policía por el abuso denunciado. Los efectivos fueron condenados pero nada más. Ahí quedó todo. Fue el único problema. Jamás un antecedente o alguien que vino a golpearme la puerta porque hubiese pasado algo”, remarcó.

Ahondó Miguel en el temperamento de Sergio y Matías. “Eran chicos que se sabían defender. Aprendieron defensa personal. Si este tipo, en lugar de un balazo, le pegaba una piña, seguro no les hubiese ganado. Y ellos compraban cerveza y volvían” , agregó.

“Los mataron”

Volvió al relato inicial. “Terminamos de comer y Mati se iba al barrio Médanos. Sergio le dijo que lo llevaba. La tía que estaba acá, que jamás se quedaba, que es de Gaiman, le pidió a Sergio que traiga una cerveza. El le dijo que no porque iban para el centro y no querían entrar a Tiro Federal. Ella, insistió. Bueno, le dijo y fueron a comprarle la cerveza”, señaló.

El tiempo pareció detenerse para Miguel en ese instante. “De ese momento, pasan a lo sumo 8 minutos y recibimos la llamada de Débora que le habían pegado un tiro a los chicos, que los habían matado. Así dijo” recordó.

Asegura que leyó y releyó la causa una y mil veces. “No me cierra. No hay un motivo para que les dispararan así. A ese hombre jamás lo vi en mi vida. Los chicos tampoco, no eran del entorno. Estoy seguro que no lo conocíamos”, confió.

Miguel Aballay está actualmente con certificado médico porque en unos días debe someterse a una intervención quirúrgica. Más allá de que le es difícil retomar sus actividades cotidianas. Norma admite que no tiene mucha antigüedad en su trabajo y que lo antes posible, debe retornar. “Tengo que volver, pero no puedo. No estoy en condiciones” expresa, al momento en que rompe en llanto sin poder contenerlo. Sin poder librarse un segundo de la angustia.

Se refieren a lo esperan de ahora en más respecto al proceso judicial. “Más que confiar en la Justicia, queremos que los jueces vean la realidad. Queremos responsabilidad. No puede ser que yo que no sé nada de leyes me doy cuenta que no puede ser lo que sucedió”.

Miguel reflexionó: “¿Qué le agarró a este tipo, una crisis?. Por un empujón que se produce en una discusión, no puede ser que se genere esa situación y los baleé. Es un tipo de 38 años que estaba en la calle tomando cerveza cuando, supongo, debería estar con su familia”, dijo.

Comparó la situación. “Mis hijos aprovechaban su poco tiempo para estar con sus hijos. Matías tiene 3 varones. Tenía 3 días el tercer hijo cuando murió. No alcanzó a asentarlo en el Registro Civil. Sergio, la nena. A nosotros, nos destruyó”.

Responsabilidad

Reiteró Aballay que lo que pide la familia es responsabilidad. “Que los jueces vean lo que sucedió. Cómo ejecutó este tipo a mis hijos sin motivo alguno. El no fue a pegarles en las piernas. Si no, hoy los tendría vivos. El fue a matarlos.

Los jueces que intervinieron tanto José García como Ivana González y Cesar Zaratiegui dijeron que los ejecutaron. Ivana le preguntó en la cara: ¿Que te agarró, un ataque de histeria? Y no hablemos de pena, porque debe ser excepcional. Eso esperamos”, remarcó.

Miguel y Norma se miraron asintiendo que eso es lo que esperan. Un guiño de la Justicia les llevaría al menos paz a sus almas. Agregaron solo una frase más: “Si nuestros hijos se hubiesen defendido, tendría el asesino una excusa. Pero ni una oportunidad les dio”. Así terminó la entrevista. #

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16 NOV 2014 - 22:28

Por Lorena Leeming.

Pasaron 8 meses de la madrugada del 9 de marzo. Fatídica. Los hijos de Miguel y Norma fueron baleados a quemarropa en barrio Tiro Federal donde habían ido a comprar una cerveza. Dicen que están muertos en vida. Aseguran que Matías y Sergio Aballay fueron ejecutados. “No se pudieron defender, los ejecutaron”. El dolor es indescriptible. Se levantan y se duermen con la imagen de ellos presente. “Es duro esperarlos que lleguen todos los días a la tarde”. Piden responsabilidad a la Justicia. Que el asesino, pague lo que hizo.

“A nosotros nos mató en vida. No vamos a volver a ser nunca más la familia que éramos. Este hombre, nos mató en vida”, expresaron Miguel Aballay y Norma Fuentealba a Jornada en una entrevista en su casa. Fue después de la audiencia en el que el juez César Zaratiegui decidió elevar a juicio el doble homicidio agravado por el uso de armas y otros dos hechos en concurso real, también por abuso de armas en perjuicio de la mujer de Sergio y la hija menor de dos años.

El imputado es Horacio Blanco. El juez fundamentó su decisión de llevarlo a debate oral porque consideró que de la pieza acusatoria, se pudo colegir sin dificultad cuáles son los elementos probatorios que tuvieron en cuenta Fiscalía (representada por María Tolomei y Lucas Koltsch) y la Querella, a cargo del abogado Martín Castro.

Miguel transita su profundo dolor con la convicción de que por sus hijos, no puede bajar los brazos. Se ve sobrepasado cada vez que tiene que mirar a los ojos al acusado por el crimen de los muchachos en una sala de los Tribunales. Y todos lo entienden. Nadie siquiera imagina estar en sus zapatos. Pero supera esas situaciones. Es consciente que debe mantenerse en pie hasta la recta final.

Norma lo acompaña. Ella, es una mujer fuerte. Vivió en función de sus 4 hijos y no aflojó nunca. Las cosas no le fueron fáciles los últimos años debido a que también, afrontó un problema de salud de una de sus hijas. Pero la muerte de los chicos, la devastó. Admite que no puede hacer nada. Que no tiene ganas de nada. Incluso, sabe que debería volver a su trabajo pero no está en condiciones. No puede. Levanta la vista y llora. El recuerdo de sus hijos hace que sienta que ya no volverá a ser la misma.

“Estos meses, son muy duros. No podemos comprender la forma y la muerte de nuestros hijos. El modo en que fueron ejecutados. Porque fueron ejecutados. No es que se pudieron defender o esconderse” relató Miguel, intentando ser claro en sus términos.

Se remitió al hecho en sí. “Matías estaba sentado en el asiento acompañante del auto mandando mensajes, cuando mi nuera ve que un tipo viene con un arma. Ella le pide que ponga en marcha el auto y se pasa al otro asiento, cuando se pasa, lo ejecuta”, señaló.

Dijo Miguel que “no conforme con esto, se va adelante del auto y hace dos disparos más hacia la humanidad de mi nuera y mi nieta. Cuando Sergio escucha los disparos sale del comercio y se le pone a un metro y le dice: no tires que está mi familia. Le tiró a la cabeza. Lo ejecutó”.

“Es duro esperarlos”

Describe el padre de las víctimas la pesadilla que viven día a día. “No se puede digerir lo que pasó. Es duro esperar a los chicos a la tarde, nos parece verlos entrar todo el tiempo”, afirma junto a su esposa con lágrimas en los ojos en forma permanente. Una tristeza indeleble.

Define a sus hijos como muy familieros y apegados a sus padres. Tal es así –cuenta Miguel- que el día del hecho estaban compartiendo una reunión en su vivienda. Celebraban el “Día de la Mujer” con las integrantes de la familia. Confía que era costumbre recibir en su casa a los amigos de los muchachos. “Ese día coincidía con el fin de los corsos en Dolavon y le dijimos a Sergio que lo esperábamos con asado”, recordó.

Fundamenta con hechos, el apego que ellos tenían. “Disfrutaban mucho de sus padres. Íbamos a cualquier lado y estaban atrás nuestro. Incluso en el supermercados. Un día nos fuimos a Puerto Madryn sin decirles y allá se aparecieron cuando su plan era ir a Playa Unión. Siempre con los padres. Fueron muy apegados”, describió.

Apuntó Miguel que Sergio no vivía con ellos. “Su novia se quedó embarazada y se hizo cargo. El lo único que hizo fue trabajar. Quiso vender su auto y sacar un crédito para comprarse una casa. Con solo 20 años. Era un chico responsable. No tiraba la plata. Prefería quedarse en casa y tomar algo con sus amigos antes que salir y estar por ahí”, sostuvo.

A la impotencia de haberlos perdido de un segundo a otro, se le suma la falta de explicaciones sobre lo que pasó. “No sé. No tenían enemigos. Sus amigos, los defienden. Me llaman y me dicen: quédese tranquilo Aballay sus hijos eran buena gente. Lo sabíamos que gente eran. No es porque fuesen mis hijos, lo dicen los de afuera. El único problema fue con la policía por el abuso denunciado. Los efectivos fueron condenados pero nada más. Ahí quedó todo. Fue el único problema. Jamás un antecedente o alguien que vino a golpearme la puerta porque hubiese pasado algo”, remarcó.

Ahondó Miguel en el temperamento de Sergio y Matías. “Eran chicos que se sabían defender. Aprendieron defensa personal. Si este tipo, en lugar de un balazo, le pegaba una piña, seguro no les hubiese ganado. Y ellos compraban cerveza y volvían” , agregó.

“Los mataron”

Volvió al relato inicial. “Terminamos de comer y Mati se iba al barrio Médanos. Sergio le dijo que lo llevaba. La tía que estaba acá, que jamás se quedaba, que es de Gaiman, le pidió a Sergio que traiga una cerveza. El le dijo que no porque iban para el centro y no querían entrar a Tiro Federal. Ella, insistió. Bueno, le dijo y fueron a comprarle la cerveza”, señaló.

El tiempo pareció detenerse para Miguel en ese instante. “De ese momento, pasan a lo sumo 8 minutos y recibimos la llamada de Débora que le habían pegado un tiro a los chicos, que los habían matado. Así dijo” recordó.

Asegura que leyó y releyó la causa una y mil veces. “No me cierra. No hay un motivo para que les dispararan así. A ese hombre jamás lo vi en mi vida. Los chicos tampoco, no eran del entorno. Estoy seguro que no lo conocíamos”, confió.

Miguel Aballay está actualmente con certificado médico porque en unos días debe someterse a una intervención quirúrgica. Más allá de que le es difícil retomar sus actividades cotidianas. Norma admite que no tiene mucha antigüedad en su trabajo y que lo antes posible, debe retornar. “Tengo que volver, pero no puedo. No estoy en condiciones” expresa, al momento en que rompe en llanto sin poder contenerlo. Sin poder librarse un segundo de la angustia.

Se refieren a lo esperan de ahora en más respecto al proceso judicial. “Más que confiar en la Justicia, queremos que los jueces vean la realidad. Queremos responsabilidad. No puede ser que yo que no sé nada de leyes me doy cuenta que no puede ser lo que sucedió”.

Miguel reflexionó: “¿Qué le agarró a este tipo, una crisis?. Por un empujón que se produce en una discusión, no puede ser que se genere esa situación y los baleé. Es un tipo de 38 años que estaba en la calle tomando cerveza cuando, supongo, debería estar con su familia”, dijo.

Comparó la situación. “Mis hijos aprovechaban su poco tiempo para estar con sus hijos. Matías tiene 3 varones. Tenía 3 días el tercer hijo cuando murió. No alcanzó a asentarlo en el Registro Civil. Sergio, la nena. A nosotros, nos destruyó”.

Responsabilidad

Reiteró Aballay que lo que pide la familia es responsabilidad. “Que los jueces vean lo que sucedió. Cómo ejecutó este tipo a mis hijos sin motivo alguno. El no fue a pegarles en las piernas. Si no, hoy los tendría vivos. El fue a matarlos.

Los jueces que intervinieron tanto José García como Ivana González y Cesar Zaratiegui dijeron que los ejecutaron. Ivana le preguntó en la cara: ¿Que te agarró, un ataque de histeria? Y no hablemos de pena, porque debe ser excepcional. Eso esperamos”, remarcó.

Miguel y Norma se miraron asintiendo que eso es lo que esperan. Un guiño de la Justicia les llevaría al menos paz a sus almas. Agregaron solo una frase más: “Si nuestros hijos se hubiesen defendido, tendría el asesino una excusa. Pero ni una oportunidad les dio”. Así terminó la entrevista. #


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