Pregúntenme si quiero ser una chica Almódovar. Sí, quiero. “Como la Maura, como Victoria Abril… Como Bibi, como Miguel Bosé”. Quién no ha escuchado tacones lejanos, que se alejan, o… se acercan. Qué mujer no ha estado al borde de un ataque de nervios, y ha querido arrojar ese teléfono por la ventana como la Maura. Sí, yo sería una chica Almodóvar con mucho gusto, incluso para hacer algún personaje en una de sus últimas películas, y que me dejó anonadada, “La piel que habito”, estrenada en el año 2012. Ya puede que conozcan de mi fundamentalismo cinéfilo, y que me provoca un éxtasis de placer. Y cuánto más cine veo, más admiro ese arte.
Un amigo tan cinéfilo como yo, me dijo: tenés que ver “La chica danesa”. Y la vi. Y me quedé pi pi pi pi piiiiiiiiii.
Pienso en esto de los envases que nos tocan. El envase que contiene, al menos para quien así lo cree como yo, un amasijo de cuerdas y tendones. Y contiene un algo sutil, inmanente, inasible, energético y sustancial. Algo que seamos lo que somos, lo que nos sentimos y no otra cosa.
El cuerpo puede que nos pese, nos guste, nos desaliente, nos acompañe, no desgaste, nos entorpezca o nos haga volar. Y si no, miren a Jordan que está suspendido en el aire, o al multicampeón olímpico Michael Bolt.
El cuerpo como identidad de género. El cuerpo como capaz para lo que es capaz.
Así es que vi la película de la chica danesa, y lo mejor es que no tenía la menor idea de cuál era el tema que trataba. Y sí, como me pasa muchas veces. También lo que me sucede a menudo es cómo se enlazan historias, personas, ideas. El film tiene además una música preciosa, original de Alexander Desplat, lo destaco ya que no es casual. Este compositor es responsable de la banda sonora de las películas “El código enigma” y de “Gran hotel Budapest”, entre otras. Films atravesados y ocupados, de alguna manera, sin que resulte el centro de las historias, por esto de la piel que habitamos, y cómo nos sentimos con este cuerpo desde la identidad de género. En el caso de “La chica Danesa”, el tema central es este. Se va presentando de manera sutil y dudosa, hasta develarse cómo ese hombre no puede más consigo mismo, para vivir en paz y libre, si no resuelve quién es desde su identidad sexual. Resolverlo, mostrarlo, vivirlo.
El film es una adaptación de la novela homónima escrita por David Ebershoff, publicada en el año 2000, y que a su vez se inspira en la vida de Lili Elbe, la primera persona de quien se conocería que haya sido destinataria de una cirugía de cambio de sexo.
El film me resultó desde los testimonial, simbólico y estético, de una belleza esencial.
Mostrar temas vitales y reales, con los que convivimos socialmente, y hacerlo de una manera verdaderamente sensible es admirable.
La historia de esta pareja heterosexual, casados desde muy jóvenes, excelentes artistas ambos, de sensibilidad extrema, ante la realidad de este hombre, el hombre de esa mujer, que lo ama profundamente, develada mujer en un cuerpo masculino, es conmovedor.
Una esposa que ama tanto a quien eligió de compañero, que lo ayudará a ser quien se siente ser, aún corriendo peligro su vida. Si eso no es verdadero amor, ¿qué es? Ya sabéis, el amor me puede y está en todos sitios.
La época en su contra, 1930, es decir una millonésima de segundo en el universo. Es ayer hoy. Y en ese ayer el primer abordaje fue el psicológico y psiquiátrico, porque ¡normal y sano no podía ser que ese “hombre” sintiese como sentía!
Los seres humanos estamos inmersos en la cultura, formando parte de los contextos socioculturales y económicos que nos tocan, por vivir en determinados lugares u otros.
Cada persona tiene con sí misma, con la reflexión que nos quepa, una mirada sobre sí en cuerpo, deseo, sexualidad, intimidad. Somos seres sexuales. Y nuestra sexualidad y construcción y reconocimiento de sentirnos como nos vemos, en cuerpo, huesos, mente, emociones, no resulta una tarea linealmente similar para cada mortal.
Lo que creo es que cuanto más respetuosos y genuinos seamos con ese auto reconocimiento, y cuanto más respetuosa y genuina sea la sociedad en esa mirada, integraremos una comunidad más genuina a su vez para convivir en paz. Esa paz que hace que se tomen las más acertadas decisiones en la aceptación y reconocimiento de la diversidad que hace a la individualidad de composición del todo.
Un todo que involucra pensamiento, arte, deporte, política, educación, ejercicio de derechos y deberes, convivencia, valores. Y como las primeras estrofas de nuestro Himno Nacional, Libertad, Libertad, Libertad.#
Daniela Patricia Almirón es abogada-mediadora
Pregúntenme si quiero ser una chica Almódovar. Sí, quiero. “Como la Maura, como Victoria Abril… Como Bibi, como Miguel Bosé”. Quién no ha escuchado tacones lejanos, que se alejan, o… se acercan. Qué mujer no ha estado al borde de un ataque de nervios, y ha querido arrojar ese teléfono por la ventana como la Maura. Sí, yo sería una chica Almodóvar con mucho gusto, incluso para hacer algún personaje en una de sus últimas películas, y que me dejó anonadada, “La piel que habito”, estrenada en el año 2012. Ya puede que conozcan de mi fundamentalismo cinéfilo, y que me provoca un éxtasis de placer. Y cuánto más cine veo, más admiro ese arte.
Un amigo tan cinéfilo como yo, me dijo: tenés que ver “La chica danesa”. Y la vi. Y me quedé pi pi pi pi piiiiiiiiii.
Pienso en esto de los envases que nos tocan. El envase que contiene, al menos para quien así lo cree como yo, un amasijo de cuerdas y tendones. Y contiene un algo sutil, inmanente, inasible, energético y sustancial. Algo que seamos lo que somos, lo que nos sentimos y no otra cosa.
El cuerpo puede que nos pese, nos guste, nos desaliente, nos acompañe, no desgaste, nos entorpezca o nos haga volar. Y si no, miren a Jordan que está suspendido en el aire, o al multicampeón olímpico Michael Bolt.
El cuerpo como identidad de género. El cuerpo como capaz para lo que es capaz.
Así es que vi la película de la chica danesa, y lo mejor es que no tenía la menor idea de cuál era el tema que trataba. Y sí, como me pasa muchas veces. También lo que me sucede a menudo es cómo se enlazan historias, personas, ideas. El film tiene además una música preciosa, original de Alexander Desplat, lo destaco ya que no es casual. Este compositor es responsable de la banda sonora de las películas “El código enigma” y de “Gran hotel Budapest”, entre otras. Films atravesados y ocupados, de alguna manera, sin que resulte el centro de las historias, por esto de la piel que habitamos, y cómo nos sentimos con este cuerpo desde la identidad de género. En el caso de “La chica Danesa”, el tema central es este. Se va presentando de manera sutil y dudosa, hasta develarse cómo ese hombre no puede más consigo mismo, para vivir en paz y libre, si no resuelve quién es desde su identidad sexual. Resolverlo, mostrarlo, vivirlo.
El film es una adaptación de la novela homónima escrita por David Ebershoff, publicada en el año 2000, y que a su vez se inspira en la vida de Lili Elbe, la primera persona de quien se conocería que haya sido destinataria de una cirugía de cambio de sexo.
El film me resultó desde los testimonial, simbólico y estético, de una belleza esencial.
Mostrar temas vitales y reales, con los que convivimos socialmente, y hacerlo de una manera verdaderamente sensible es admirable.
La historia de esta pareja heterosexual, casados desde muy jóvenes, excelentes artistas ambos, de sensibilidad extrema, ante la realidad de este hombre, el hombre de esa mujer, que lo ama profundamente, develada mujer en un cuerpo masculino, es conmovedor.
Una esposa que ama tanto a quien eligió de compañero, que lo ayudará a ser quien se siente ser, aún corriendo peligro su vida. Si eso no es verdadero amor, ¿qué es? Ya sabéis, el amor me puede y está en todos sitios.
La época en su contra, 1930, es decir una millonésima de segundo en el universo. Es ayer hoy. Y en ese ayer el primer abordaje fue el psicológico y psiquiátrico, porque ¡normal y sano no podía ser que ese “hombre” sintiese como sentía!
Los seres humanos estamos inmersos en la cultura, formando parte de los contextos socioculturales y económicos que nos tocan, por vivir en determinados lugares u otros.
Cada persona tiene con sí misma, con la reflexión que nos quepa, una mirada sobre sí en cuerpo, deseo, sexualidad, intimidad. Somos seres sexuales. Y nuestra sexualidad y construcción y reconocimiento de sentirnos como nos vemos, en cuerpo, huesos, mente, emociones, no resulta una tarea linealmente similar para cada mortal.
Lo que creo es que cuanto más respetuosos y genuinos seamos con ese auto reconocimiento, y cuanto más respetuosa y genuina sea la sociedad en esa mirada, integraremos una comunidad más genuina a su vez para convivir en paz. Esa paz que hace que se tomen las más acertadas decisiones en la aceptación y reconocimiento de la diversidad que hace a la individualidad de composición del todo.
Un todo que involucra pensamiento, arte, deporte, política, educación, ejercicio de derechos y deberes, convivencia, valores. Y como las primeras estrofas de nuestro Himno Nacional, Libertad, Libertad, Libertad.#
Daniela Patricia Almirón es abogada-mediadora