La UCR no levanta cabeza

El editorial de “El Día G”.

29 NOV 2016 - 22:18 | Actualizado

Por Esteban Gallo

El domingo los radicales volvieron a las urnas para dirimir sus internas y aunque hubo ganadores y vencidos, el partido en su conjunto sufrió un nuevo revés. Lejos quedaron los tiempos en que la UCR movilizaba a sus partidarios en internas fervorosas y repletas de militantes y era una opción válida para los chubutenses. Aquella empatía que supieron construir con sus conciudadanos les permitió gobernar la provincia durante varios períodos con Viglione, Maestro y Lizurume a la cabeza.

En Comodoro votaron menos de 700 personas, en Gaiman y Dolavon participó un 30% de los afiliados, en Rawson el 27% y en Madryn, de un padrón de 4.600 individuos, sufragaron sólo 320. Para tener una idea del fiasco que fue la elección en la ciudad del Golfo, basta con decir que fueron a votar menos personas que las movilizadas 7 días atrás para elegir la Junta Vecinal del barrio Fontana.

Lo que ocurrió no es una novedad. Hace muchos años que el radicalismo sufre un derrumbe vertiginoso y lo peor es que cada día da un paso más hacia el abismo. El problema está a la vista de todo el mundo, excepto de los propios radicales, cuya dirigencia no ha sido capaz siquiera de hacer una autocrítica sesuda que sirva de cimiento para reconstruir el partido.

Para transformarse, el radicalismo necesita volver a las fuentes. Y no sólo a las banderas de Alem, Irigoyen o Alfonsín sino al legado que dejaron muchísimos dirigentes de Chubut, como Atilio Viglione, Manuel Del Villar, Solari Irigoyen, Mario Abel Amaya, Alfredo García y tantos más.

Tal vez es momento de apostar en serio al trasvasamiento generacional del que hablaba Perón pero que también los radicales practicaron por décadas, para que surjan las nuevas figuras que saquen a la UCR del letargo.

Aidú Iriarte y Sergio Musnick en Madryn, Manuel Pagliaroni y Orlando Vera en Trelew, César Herrera en Comodoro, Sergio Ongarato en la Cordillera, quizá posean el temple y los aires de renovación que provoquen la sacudida que necesita el partido.

La gente espera una refundación de la UCR. Seguramente muchos de los chubutenses que votaron a Viglione, Maestro o Lizurume volverían a votar a un radical si el partido al que apoyaron más de una década es capaz de encontrar el camino adecuado, de llegar con un mensaje renovado y posicionar a un candidato potable que inspire verdadera confianza.

El problema de los dirigentes radicales es que no están enfocados donde deberían y en vez de poner la energía en la transformación que el partido requiere, la malgastan en embestir a sus adversarios que después en las urnas le propinan soberanas palizas. Aducen que el justicialismo y el Dasnevismo son vertientes de un mismo partido y que eso no le hace bien a la provincia, pero no son capaces de crear las condiciones para transformarse en un opción atrayente.

Están ofuscados porque el PRO coquetea con Mario Das Neves armando la estrategia electoral de 2017, pero no se plantean porqué y cómo han llegado a esa situación.

¿Con quién va a querer negociar el Presidente Macri? ¿Con un dirigente que tiene más de un 70 por ciento de imagen positiva o con un partido que no es capaz de movilizar a más de mil personas en una interna?

Si pretende seducir a otras fuerzas políticas, el radicalismo necesita mostrar verdaderas fortalezas. Y empezar cuanto antes a transitar por el camino de la restauración. Es eso o esta pérdida de protagonismo que lo conduce a un camino sin retorno.

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29 NOV 2016 - 22:18

Por Esteban Gallo

El domingo los radicales volvieron a las urnas para dirimir sus internas y aunque hubo ganadores y vencidos, el partido en su conjunto sufrió un nuevo revés. Lejos quedaron los tiempos en que la UCR movilizaba a sus partidarios en internas fervorosas y repletas de militantes y era una opción válida para los chubutenses. Aquella empatía que supieron construir con sus conciudadanos les permitió gobernar la provincia durante varios períodos con Viglione, Maestro y Lizurume a la cabeza.

En Comodoro votaron menos de 700 personas, en Gaiman y Dolavon participó un 30% de los afiliados, en Rawson el 27% y en Madryn, de un padrón de 4.600 individuos, sufragaron sólo 320. Para tener una idea del fiasco que fue la elección en la ciudad del Golfo, basta con decir que fueron a votar menos personas que las movilizadas 7 días atrás para elegir la Junta Vecinal del barrio Fontana.

Lo que ocurrió no es una novedad. Hace muchos años que el radicalismo sufre un derrumbe vertiginoso y lo peor es que cada día da un paso más hacia el abismo. El problema está a la vista de todo el mundo, excepto de los propios radicales, cuya dirigencia no ha sido capaz siquiera de hacer una autocrítica sesuda que sirva de cimiento para reconstruir el partido.

Para transformarse, el radicalismo necesita volver a las fuentes. Y no sólo a las banderas de Alem, Irigoyen o Alfonsín sino al legado que dejaron muchísimos dirigentes de Chubut, como Atilio Viglione, Manuel Del Villar, Solari Irigoyen, Mario Abel Amaya, Alfredo García y tantos más.

Tal vez es momento de apostar en serio al trasvasamiento generacional del que hablaba Perón pero que también los radicales practicaron por décadas, para que surjan las nuevas figuras que saquen a la UCR del letargo.

Aidú Iriarte y Sergio Musnick en Madryn, Manuel Pagliaroni y Orlando Vera en Trelew, César Herrera en Comodoro, Sergio Ongarato en la Cordillera, quizá posean el temple y los aires de renovación que provoquen la sacudida que necesita el partido.

La gente espera una refundación de la UCR. Seguramente muchos de los chubutenses que votaron a Viglione, Maestro o Lizurume volverían a votar a un radical si el partido al que apoyaron más de una década es capaz de encontrar el camino adecuado, de llegar con un mensaje renovado y posicionar a un candidato potable que inspire verdadera confianza.

El problema de los dirigentes radicales es que no están enfocados donde deberían y en vez de poner la energía en la transformación que el partido requiere, la malgastan en embestir a sus adversarios que después en las urnas le propinan soberanas palizas. Aducen que el justicialismo y el Dasnevismo son vertientes de un mismo partido y que eso no le hace bien a la provincia, pero no son capaces de crear las condiciones para transformarse en un opción atrayente.

Están ofuscados porque el PRO coquetea con Mario Das Neves armando la estrategia electoral de 2017, pero no se plantean porqué y cómo han llegado a esa situación.

¿Con quién va a querer negociar el Presidente Macri? ¿Con un dirigente que tiene más de un 70 por ciento de imagen positiva o con un partido que no es capaz de movilizar a más de mil personas en una interna?

Si pretende seducir a otras fuerzas políticas, el radicalismo necesita mostrar verdaderas fortalezas. Y empezar cuanto antes a transitar por el camino de la restauración. Es eso o esta pérdida de protagonismo que lo conduce a un camino sin retorno.


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