Editorial / “Es la política, estúpido”

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17 AGO 2019 - 20:16 | Actualizado

La frase original no fue exactamente así ni tampoco fue pensada para ser usada como eslogan de campaña. Inclusive, nació sin el verbo al comienzo, pero igual hizo historia: fue una de las tres claves en las que James Carville, el estratega de la campaña presidencial de Bill Clinton en 1992, se basó para dar vuelta una elección casi perdida contra George Bush padre, que había llegado a un récord histórico de aceptación para un presidente en ejercicio: 90%.

Bush (recientemente fallecido), había ganado además la primera Guerra del Golfo y se encaminaba a una reelección asegurada. Pero tenía un talón de Aquiles: la economía había entrado en recesión, a pesar de que los éxitos militaristas de su gestión parecían ser suficientes. Entonces, “es la economía, estúpido”, fue el sello de un Clinton que se dio cuenta que centrar su campaña en las preocupaciones de la gente lo iba a ayudar a ganar. Y ganó.

Desde entonces, el concepto de esa frase de Carville se ha utilizado tanto que parece un mensaje trillado. Sin embargo, cada tanto recobra actualidad porque, aunque sencilla, es de una profundidad supina.

La caótica situación que vive Chubut desde hace varias semanas como consecuencia de desmanejos económicos que vienen de lejos, merece una mirada a lo Carville. Aunque todos los actores políticos locales, con el gobernador Mariano Arcioni a la cabeza, se la pasan pensando en cómo desactivar la bomba económica que ellos mismos colocaron debajo de sus sillas, son muy pocos los que piensan que el verdadero problema de Chubut no es la economía y sus delicadas finanzas, sino la falta de liderazgo político.

Arcioni y su pequeño entorno, que imaginan todo el tiempo de dónde sacar un mango y cómo correr con el Código Penal a los gremialistas que cortan rutas, no piensan lo suficiente en la política.

Y la política es más que cartón pintado para ganar elecciones o la rosca y el poroteo legislativo. La política es diálogo, consenso, tira y afloje. Pero, sobre todo, liderazgo.

El poder que concentraron durante tantos años Carlos Maestro y Mario Das Neves, por poner dos ejemplos de liderazgos bien distintos, se construyó con política, no sólo con éxitos económicos. Aunque ahora parezca un insulto, pagar sueldos lo hace cualquiera. Pero liderar un proceso para reconstruir desde las ruinas a una provincia, eso es sólo para líderes políticos.

No es bueno que el gobernador no se haya puesto al frente de la crisis y le haya dejado que ese papel al ministro Federico Massoni. El diálogo no se construye con mano dura. Ni tampoco con asesores en las sombras que vienen de otra época y que piensan más en algunos beneficios personales que el bienestar de todos los chubutenses

Decirles a miles de trabajadores que no cobran sus sueldos en tiempo y forma ni tienen la obra social al día, que cortar una ruta es delito o que les van a descontar los días de paro es una provocación innecesaria. Es no entender que lo que se necesita es más política, no más policías para contener a los enojados.

Tampoco puede entenderse por qué Arcioni se sumó a la campaña nacional de Alberto Fernández cuando tenía cuestiones tan importantes que atender en su provincia. ¿Para qué ir a subirse a un escenario en Rosario si sabía qué pocos días después tenía que ir a golpear la puerta del ministro Rogelio Frigerio? “Que le pida fondos a Alberto”, dicen que le respondieron a Massoni y al flamante ministro de Economía, Oscar Antonena, cuando pisaron el Ministerio del Interior.

Y muchos menos acertado fue que el mismo día que el Gobierno mandó a detener a dos sindicalistas en Comodoro y con miles de personas cortando las rutas de toda la provincia, el gobernador se sentara con un grupo de sindicatos del sector privado a anunciar una “paz social” que está rota desde hace semanas.

“Es la política, estúpido”, debería decirse a sí mismo alguien en Fontana 50, como descubriendo –al fin- cuál es el camino. Tomar la lanza y consensuar en serio con todos. Firmeza y diálogo. No soberbia y sólo escuchar a los que dicen que “ojo con Mariano que aprendió rápido”.

Y sentar a la mesa, de una vez por todas, a sus dos principales aliados: Ricardo Sastre y Adrián Maderna. Escucharlos y dar la certeza de que van todos para el mismo lado. Porque los tiempos se acortan y la paciencia se está agotando.

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17 AGO 2019 - 20:16

La frase original no fue exactamente así ni tampoco fue pensada para ser usada como eslogan de campaña. Inclusive, nació sin el verbo al comienzo, pero igual hizo historia: fue una de las tres claves en las que James Carville, el estratega de la campaña presidencial de Bill Clinton en 1992, se basó para dar vuelta una elección casi perdida contra George Bush padre, que había llegado a un récord histórico de aceptación para un presidente en ejercicio: 90%.

Bush (recientemente fallecido), había ganado además la primera Guerra del Golfo y se encaminaba a una reelección asegurada. Pero tenía un talón de Aquiles: la economía había entrado en recesión, a pesar de que los éxitos militaristas de su gestión parecían ser suficientes. Entonces, “es la economía, estúpido”, fue el sello de un Clinton que se dio cuenta que centrar su campaña en las preocupaciones de la gente lo iba a ayudar a ganar. Y ganó.

Desde entonces, el concepto de esa frase de Carville se ha utilizado tanto que parece un mensaje trillado. Sin embargo, cada tanto recobra actualidad porque, aunque sencilla, es de una profundidad supina.

La caótica situación que vive Chubut desde hace varias semanas como consecuencia de desmanejos económicos que vienen de lejos, merece una mirada a lo Carville. Aunque todos los actores políticos locales, con el gobernador Mariano Arcioni a la cabeza, se la pasan pensando en cómo desactivar la bomba económica que ellos mismos colocaron debajo de sus sillas, son muy pocos los que piensan que el verdadero problema de Chubut no es la economía y sus delicadas finanzas, sino la falta de liderazgo político.

Arcioni y su pequeño entorno, que imaginan todo el tiempo de dónde sacar un mango y cómo correr con el Código Penal a los gremialistas que cortan rutas, no piensan lo suficiente en la política.

Y la política es más que cartón pintado para ganar elecciones o la rosca y el poroteo legislativo. La política es diálogo, consenso, tira y afloje. Pero, sobre todo, liderazgo.

El poder que concentraron durante tantos años Carlos Maestro y Mario Das Neves, por poner dos ejemplos de liderazgos bien distintos, se construyó con política, no sólo con éxitos económicos. Aunque ahora parezca un insulto, pagar sueldos lo hace cualquiera. Pero liderar un proceso para reconstruir desde las ruinas a una provincia, eso es sólo para líderes políticos.

No es bueno que el gobernador no se haya puesto al frente de la crisis y le haya dejado que ese papel al ministro Federico Massoni. El diálogo no se construye con mano dura. Ni tampoco con asesores en las sombras que vienen de otra época y que piensan más en algunos beneficios personales que el bienestar de todos los chubutenses

Decirles a miles de trabajadores que no cobran sus sueldos en tiempo y forma ni tienen la obra social al día, que cortar una ruta es delito o que les van a descontar los días de paro es una provocación innecesaria. Es no entender que lo que se necesita es más política, no más policías para contener a los enojados.

Tampoco puede entenderse por qué Arcioni se sumó a la campaña nacional de Alberto Fernández cuando tenía cuestiones tan importantes que atender en su provincia. ¿Para qué ir a subirse a un escenario en Rosario si sabía qué pocos días después tenía que ir a golpear la puerta del ministro Rogelio Frigerio? “Que le pida fondos a Alberto”, dicen que le respondieron a Massoni y al flamante ministro de Economía, Oscar Antonena, cuando pisaron el Ministerio del Interior.

Y muchos menos acertado fue que el mismo día que el Gobierno mandó a detener a dos sindicalistas en Comodoro y con miles de personas cortando las rutas de toda la provincia, el gobernador se sentara con un grupo de sindicatos del sector privado a anunciar una “paz social” que está rota desde hace semanas.

“Es la política, estúpido”, debería decirse a sí mismo alguien en Fontana 50, como descubriendo –al fin- cuál es el camino. Tomar la lanza y consensuar en serio con todos. Firmeza y diálogo. No soberbia y sólo escuchar a los que dicen que “ojo con Mariano que aprendió rápido”.

Y sentar a la mesa, de una vez por todas, a sus dos principales aliados: Ricardo Sastre y Adrián Maderna. Escucharlos y dar la certeza de que van todos para el mismo lado. Porque los tiempos se acortan y la paciencia se está agotando.


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