Editorial / Chubut pobre, pobre Chubut

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07 MAR 2020 - 20:59 | Actualizado

Hace mucho tiempo que la Provincia está en decadencia. Inclusive, mucho antes de que se comenzaran a pagar los salarios de los empleados públicos de manera escalonada, que ahora parece ser el único problema que aqueja a los chubutenses.

Casi que se podría decir que esa crisis de los salarios fue apenas un agravante, la última gran detonación de una economía que venía cuesta abajo desde hacía al menos un lustro por el festival de endeudamientos en dólares garantizados con regalías petroleras, entre otros excesos.

Nadie discute un plan; no hay ni corto, ni mediano ni largo plazo; casi nadie intercambia ideas, sólo las quiere imponer; nadie tiene ganas de ponerse a pensar cómo salir, hacia dónde ir; la mayoría quiere cobrar a como sea, no perder sus privilegios y que el barco siga a la deriva como si los que estuvieran a bordo fueran otros, no ellos mismos.

A esta altura, buscar responsables podría tener la efectividad de un manotazo al viento. Sin embargo, en medio de semejante “mishiadura”, al menos habría que recordar a todos los que pasaron por Fontana 50 y los distintos ministerios; a los que ocuparon bancas en la Legislatura provincial y levantaban manos con la velocidad de un resorte; y a muchos de los dirigentes de los gremios estatales que se callaron la boca cuando aparte de endeudar a la Provincia, los gobernantes de turno rebalsaban las oficinas de empleados que no se necesitaban, no estaban capacitados o, directamente, ni siquiera iban a trabajar.

Es importante que la sociedad recuerde todo esto para que nadie intente sacarse el sayo. Lo que pasó, pasó, dicen. Pero dar vuelta la página no significa arrancarla. Ni borrarla. Cada tanto hay que volver atrás a releerla para no olvidarse quién es quién en la historia política reciente.

Muchos de los que ahora se suben a las ramas de los árboles a tirar piedras contra la actual gestión provincial son los mismos que hace unos años tomaban decisiones con más soberbia que mística política.

Que a Mariano Arcioni le cabe buena parte de la responsabilidad de todo lo que sucede hoy porque hace más de cuatro años está en el Gobierno, no cabe la menor duda. Pero la crisis no nació el día que el escribano comodorense no tuvo más remedio que hacerse cargo de la Provincia. No son pocos los que saben que su idea era asumir la banca de diputado nacional que había ganado en las urnas algunos meses antes de que la muerte de Mario Das Neves acelerara un proceso de crisis política, y más tarde económica y financiera, que parecía inevitable.

Alguien lo llevó hasta ahí en 2015; alguien lo presionó para que se quede en 2017; muchos lo votaron en 2019. El repollo que algunos quieren ver detrás de la parición política del gobernador no existe.

Yo señor, no señor

Chubut no va a salir de la profunda crisis que vive hasta que muchos sectores políticos, gremiales, empresarios y sociales asuman las culpas y actúen en consecuencia. Salvo contadas excepciones, a muchos referentes de estos sectores se los ve levantando sus dedos índices siempre hacia otro lado. Todos tienen un culpable para señalar. Casi nadie, un “mea culpa” para exponer en público.

Desde tribunas opuestas, dos dirigentes dieron alguna señal de responsabilidad esta semana: uno fue el vicegobernador Ricardo Sastre, ahora enfrentado -casi sin retorno- con quien fue su compañero de fórmula hace ocho meses. El madrynense comprendió la gravedad de la situación y ordenó a su tropa parlamentaria para que casi todo el paquete de medidas que había solicitado el Ejecutivo saliera esta semana sin dilaciones.

El gesto de Sastre les bajó el tono a los que todavía creen que la salida de Arcioni es una solución, en vez de un incendio a gran escala. El vicegobernador sabe que el problema es mayúsculo y que cualquier movimiento que desestabilice al gobernador, tarde o temprano, lo sacudirá a él también.

El otro fue el intendente de Comodoro Rivadavia, Juan Pablo Luque, que también garantizó que las manos de algunos legisladores que le responden no obstaculicen los proyectos del Gobierno y hoy se convirtió en el mayor sostén político que tiene Arcioni.

Aún desde la oposición, Luque no se cansa de pedir responsabilidad a todo el arco político. Sabe que la carrera recién comienza y que lo peor que le puede pasar –a él y a la Provincia- es quemar etapas aceleradamente. Nadie gana una carrera en la primera curva.

Goles en contra

La gravedad de la situación no le ha impedido al Gobierno dejar al descubierto la poca pericia que algunos de los principales funcionarios siguen teniendo para lidiar con los problemas. Como en esa vieja e irónica frase futbolera que tolera a los arqueros malos no sacar las que van adentro pero les pide –encarecidamente- que no se metan solos las que van afuera, en el Gobierno parece haber muchos que se dedican a hacerse los goles en contra.

Anunciar por la noche que van a pagar sueldos hasta $ 85.000 y doce horas después depositar hasta $ 45.000 de los rangos 3 y 4, fue otro error no forzado que se podía haber evitado. ¿Era mejor pagarle el sueldo completo a alguna gente que una parte a muchos? Con la primera opción quedaban algunos satisfechos y otros enojados. Con lo que hicieron, todos quedaron enojados.

La semana que comienza mañana no será distinta a la que pasó. Los ánimos seguirán caldeados. El Gobierno continuará tratando de reunir dinero para terminar de pagar los sueldos. Necesita $ 1.500 millones para cerrar enero y otros $ 4.400 millones para saldar febrero.

Desde mañana mismo habrá ingentes gestiones en Buenos Aires para tratar de encontrar paliativos. Desde la Casa Rosada ya mandaron a decir que no abrirán el grifo de los fondos para que Chubut solucione los problemas que debe solucionar puertas adentro. Pero también que de ninguna manera avalarán una movida para modificar el orden institucional.

Si alguien cree que de este lío se sale tirando de la cuerda para lados distintos, el riesgo de que la situación se agrave crecerá día a día. Y cuando la cuerda se corte, ya será demasiado tarde para lágrimas.

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07 MAR 2020 - 20:59

Hace mucho tiempo que la Provincia está en decadencia. Inclusive, mucho antes de que se comenzaran a pagar los salarios de los empleados públicos de manera escalonada, que ahora parece ser el único problema que aqueja a los chubutenses.

Casi que se podría decir que esa crisis de los salarios fue apenas un agravante, la última gran detonación de una economía que venía cuesta abajo desde hacía al menos un lustro por el festival de endeudamientos en dólares garantizados con regalías petroleras, entre otros excesos.

Nadie discute un plan; no hay ni corto, ni mediano ni largo plazo; casi nadie intercambia ideas, sólo las quiere imponer; nadie tiene ganas de ponerse a pensar cómo salir, hacia dónde ir; la mayoría quiere cobrar a como sea, no perder sus privilegios y que el barco siga a la deriva como si los que estuvieran a bordo fueran otros, no ellos mismos.

A esta altura, buscar responsables podría tener la efectividad de un manotazo al viento. Sin embargo, en medio de semejante “mishiadura”, al menos habría que recordar a todos los que pasaron por Fontana 50 y los distintos ministerios; a los que ocuparon bancas en la Legislatura provincial y levantaban manos con la velocidad de un resorte; y a muchos de los dirigentes de los gremios estatales que se callaron la boca cuando aparte de endeudar a la Provincia, los gobernantes de turno rebalsaban las oficinas de empleados que no se necesitaban, no estaban capacitados o, directamente, ni siquiera iban a trabajar.

Es importante que la sociedad recuerde todo esto para que nadie intente sacarse el sayo. Lo que pasó, pasó, dicen. Pero dar vuelta la página no significa arrancarla. Ni borrarla. Cada tanto hay que volver atrás a releerla para no olvidarse quién es quién en la historia política reciente.

Muchos de los que ahora se suben a las ramas de los árboles a tirar piedras contra la actual gestión provincial son los mismos que hace unos años tomaban decisiones con más soberbia que mística política.

Que a Mariano Arcioni le cabe buena parte de la responsabilidad de todo lo que sucede hoy porque hace más de cuatro años está en el Gobierno, no cabe la menor duda. Pero la crisis no nació el día que el escribano comodorense no tuvo más remedio que hacerse cargo de la Provincia. No son pocos los que saben que su idea era asumir la banca de diputado nacional que había ganado en las urnas algunos meses antes de que la muerte de Mario Das Neves acelerara un proceso de crisis política, y más tarde económica y financiera, que parecía inevitable.

Alguien lo llevó hasta ahí en 2015; alguien lo presionó para que se quede en 2017; muchos lo votaron en 2019. El repollo que algunos quieren ver detrás de la parición política del gobernador no existe.

Yo señor, no señor

Chubut no va a salir de la profunda crisis que vive hasta que muchos sectores políticos, gremiales, empresarios y sociales asuman las culpas y actúen en consecuencia. Salvo contadas excepciones, a muchos referentes de estos sectores se los ve levantando sus dedos índices siempre hacia otro lado. Todos tienen un culpable para señalar. Casi nadie, un “mea culpa” para exponer en público.

Desde tribunas opuestas, dos dirigentes dieron alguna señal de responsabilidad esta semana: uno fue el vicegobernador Ricardo Sastre, ahora enfrentado -casi sin retorno- con quien fue su compañero de fórmula hace ocho meses. El madrynense comprendió la gravedad de la situación y ordenó a su tropa parlamentaria para que casi todo el paquete de medidas que había solicitado el Ejecutivo saliera esta semana sin dilaciones.

El gesto de Sastre les bajó el tono a los que todavía creen que la salida de Arcioni es una solución, en vez de un incendio a gran escala. El vicegobernador sabe que el problema es mayúsculo y que cualquier movimiento que desestabilice al gobernador, tarde o temprano, lo sacudirá a él también.

El otro fue el intendente de Comodoro Rivadavia, Juan Pablo Luque, que también garantizó que las manos de algunos legisladores que le responden no obstaculicen los proyectos del Gobierno y hoy se convirtió en el mayor sostén político que tiene Arcioni.

Aún desde la oposición, Luque no se cansa de pedir responsabilidad a todo el arco político. Sabe que la carrera recién comienza y que lo peor que le puede pasar –a él y a la Provincia- es quemar etapas aceleradamente. Nadie gana una carrera en la primera curva.

Goles en contra

La gravedad de la situación no le ha impedido al Gobierno dejar al descubierto la poca pericia que algunos de los principales funcionarios siguen teniendo para lidiar con los problemas. Como en esa vieja e irónica frase futbolera que tolera a los arqueros malos no sacar las que van adentro pero les pide –encarecidamente- que no se metan solos las que van afuera, en el Gobierno parece haber muchos que se dedican a hacerse los goles en contra.

Anunciar por la noche que van a pagar sueldos hasta $ 85.000 y doce horas después depositar hasta $ 45.000 de los rangos 3 y 4, fue otro error no forzado que se podía haber evitado. ¿Era mejor pagarle el sueldo completo a alguna gente que una parte a muchos? Con la primera opción quedaban algunos satisfechos y otros enojados. Con lo que hicieron, todos quedaron enojados.

La semana que comienza mañana no será distinta a la que pasó. Los ánimos seguirán caldeados. El Gobierno continuará tratando de reunir dinero para terminar de pagar los sueldos. Necesita $ 1.500 millones para cerrar enero y otros $ 4.400 millones para saldar febrero.

Desde mañana mismo habrá ingentes gestiones en Buenos Aires para tratar de encontrar paliativos. Desde la Casa Rosada ya mandaron a decir que no abrirán el grifo de los fondos para que Chubut solucione los problemas que debe solucionar puertas adentro. Pero también que de ninguna manera avalarán una movida para modificar el orden institucional.

Si alguien cree que de este lío se sale tirando de la cuerda para lados distintos, el riesgo de que la situación se agrave crecerá día a día. Y cuando la cuerda se corte, ya será demasiado tarde para lágrimas.


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