Por Ismael Tebes / @ismatebes
Gastón Artigas se define como “multi-instrumentista”, un hacedor de lo artístico, sin rótulo, auténtico como pocos y casi un ciudadano del mundo que por esas cosas, nació en Comodoro Rivadavia.
El músico, compositor, productor y docente que creciera con fuertes influencias de rock sureño y viento áspero actualmente está radicado en el Distrito Federal de México; una especie de meca cultural en la que no deja de encontrar vetas para explotar.
A contrapelo de la pandemia y cuando el mundo se encerraba Artigas estrenó en 2020 su álbum “Panacea del sonámbulo” por plataformas digitales, hecho como solista y grabado en un estudio montado en su casa.
El estilo de este trabajo discográfico que varía entre el lo-fi, el jazz y ciertos tintes de psicodelia, persigue un propósito sencillo pero fundamental: generar paz y bienestar a quienes lo escuchan. “Mi música la compuse para conectar con la paz interior en plena pandemia”, describe a la distancia pero cerca, muy cerca de la sintonía correcta.
En México fue sesionista y recurrió a la docencia para sostenerse en pandemia, una manera de sustentarse con la tranquilidad de la renta paga.
“En México se está reactivando la escena artística de a poco y estoy empezando a tocar más fuera del circuito virtual y casero aunque el confinamiento del año pasado lo invertí en la pedagogía. Tengo la expectativa de que empiece a haber más espectáculos en vivo que me mantienen en un eje emocional positivo” describe quien ejecuta flauta, clarinete y saxo, además de guitarra y piano. “Esos son mis instrumentos aunque también canto, sé un poco de percusión y de flautas del mundo”, dijo el artista.
Nacido y criado
Gastón nació y vivió en el Complejo Las Torres en Comodoro hasta los 18 años; se formó con Luis Ahumada y el “Alacrán” Márquez (ex-113 Vicios) que le inculcaron el amor por el arte a lo igual que Alejandra De los Santos, su profesora de flauta traversa. El gran universo musical lo encontró estudiando en Buenos Aires, pasó por el jazz y recorrió kilómetros tocando con Los Cheremeques en otro momento de explosión e inspiración. “También trabajé con Mariana Cincunegui, conocida por “Piojos y piojitos” y con el “Tatita” Márquez quien es un súper percusionista uruguayo. Hice un montón de cosas, creo haber aprovechado las oportunidades pero desde el corazón”.
En lo personal, su vida encontró el equilibrio a la par de su compañera neuquina Agustina Suárez, bailarina; coreógrafa y rapera, “culpable” del viaje y de invertir los ahorros en una apuesta fuera del país, yendo hacia rumbos inesperados.
“Nos invitaron a Cuernavaca a presentar un material de ella en la que yo hice el diseño sonoro de la pieza; fue en 2017 cuando las cosas estaban complicadas en Argentina. Habíamos trabajado muchísimo pero estábamos “ajustados” y con una proyección artística acotada. Viajamos por unos meses, juntamos algún dinero y fue maravilloso. Desde que aterrizamos ella consiguió trabajo enseguida, yo conecté con amigos músicos y empecé a tocar; los primeros años trabajé como músico en la calle”.
Gastón define a esta experiencia como un “golpe” del destino y una combinación nada caprichosa que le permitió hacer valer una frase que resume su pensamiento: “Si el contexto no es favorable y no podés hacer nada para cambiarlo lo que hay que hacer es simplemente cambiar de contexto”.
“En Argentina –agrega Gastón- el arte está centralizado y poco diversificado, no es fácil desarrollarse profesionalmente como artista escénico. Hay grandes artistas y muchísima música pero no es fácil desarrollarse”.
“Panacea del sonámbulo” le permitió conectarse con su “yo” interior y escapar de las pálidas del Covid. “El año pasado después de que reventó la pandemia en Latinoamérica estaba preocupado, cansado y absolutamente sin trabajo. Había tanto material sobre encierro y muerte que quería ir otro lado, calmar a las fieras y la ansiedad. Quería conectar con algo que tuviera que ver con el amor y con el “va a estar todo bien” desde la música”.
“Comodoro tiene mucho potencial artístico y humano pero es una ciudad en la que la cultura ha sido avasallada por la cuestión económica y explotada en ese sentido. Igual hay tanta gente talentosa que tarde o temprano, el bien triunfará”.
Por Ismael Tebes / @ismatebes
Gastón Artigas se define como “multi-instrumentista”, un hacedor de lo artístico, sin rótulo, auténtico como pocos y casi un ciudadano del mundo que por esas cosas, nació en Comodoro Rivadavia.
El músico, compositor, productor y docente que creciera con fuertes influencias de rock sureño y viento áspero actualmente está radicado en el Distrito Federal de México; una especie de meca cultural en la que no deja de encontrar vetas para explotar.
A contrapelo de la pandemia y cuando el mundo se encerraba Artigas estrenó en 2020 su álbum “Panacea del sonámbulo” por plataformas digitales, hecho como solista y grabado en un estudio montado en su casa.
El estilo de este trabajo discográfico que varía entre el lo-fi, el jazz y ciertos tintes de psicodelia, persigue un propósito sencillo pero fundamental: generar paz y bienestar a quienes lo escuchan. “Mi música la compuse para conectar con la paz interior en plena pandemia”, describe a la distancia pero cerca, muy cerca de la sintonía correcta.
En México fue sesionista y recurrió a la docencia para sostenerse en pandemia, una manera de sustentarse con la tranquilidad de la renta paga.
“En México se está reactivando la escena artística de a poco y estoy empezando a tocar más fuera del circuito virtual y casero aunque el confinamiento del año pasado lo invertí en la pedagogía. Tengo la expectativa de que empiece a haber más espectáculos en vivo que me mantienen en un eje emocional positivo” describe quien ejecuta flauta, clarinete y saxo, además de guitarra y piano. “Esos son mis instrumentos aunque también canto, sé un poco de percusión y de flautas del mundo”, dijo el artista.
Nacido y criado
Gastón nació y vivió en el Complejo Las Torres en Comodoro hasta los 18 años; se formó con Luis Ahumada y el “Alacrán” Márquez (ex-113 Vicios) que le inculcaron el amor por el arte a lo igual que Alejandra De los Santos, su profesora de flauta traversa. El gran universo musical lo encontró estudiando en Buenos Aires, pasó por el jazz y recorrió kilómetros tocando con Los Cheremeques en otro momento de explosión e inspiración. “También trabajé con Mariana Cincunegui, conocida por “Piojos y piojitos” y con el “Tatita” Márquez quien es un súper percusionista uruguayo. Hice un montón de cosas, creo haber aprovechado las oportunidades pero desde el corazón”.
En lo personal, su vida encontró el equilibrio a la par de su compañera neuquina Agustina Suárez, bailarina; coreógrafa y rapera, “culpable” del viaje y de invertir los ahorros en una apuesta fuera del país, yendo hacia rumbos inesperados.
“Nos invitaron a Cuernavaca a presentar un material de ella en la que yo hice el diseño sonoro de la pieza; fue en 2017 cuando las cosas estaban complicadas en Argentina. Habíamos trabajado muchísimo pero estábamos “ajustados” y con una proyección artística acotada. Viajamos por unos meses, juntamos algún dinero y fue maravilloso. Desde que aterrizamos ella consiguió trabajo enseguida, yo conecté con amigos músicos y empecé a tocar; los primeros años trabajé como músico en la calle”.
Gastón define a esta experiencia como un “golpe” del destino y una combinación nada caprichosa que le permitió hacer valer una frase que resume su pensamiento: “Si el contexto no es favorable y no podés hacer nada para cambiarlo lo que hay que hacer es simplemente cambiar de contexto”.
“En Argentina –agrega Gastón- el arte está centralizado y poco diversificado, no es fácil desarrollarse profesionalmente como artista escénico. Hay grandes artistas y muchísima música pero no es fácil desarrollarse”.
“Panacea del sonámbulo” le permitió conectarse con su “yo” interior y escapar de las pálidas del Covid. “El año pasado después de que reventó la pandemia en Latinoamérica estaba preocupado, cansado y absolutamente sin trabajo. Había tanto material sobre encierro y muerte que quería ir otro lado, calmar a las fieras y la ansiedad. Quería conectar con algo que tuviera que ver con el amor y con el “va a estar todo bien” desde la música”.
“Comodoro tiene mucho potencial artístico y humano pero es una ciudad en la que la cultura ha sido avasallada por la cuestión económica y explotada en ese sentido. Igual hay tanta gente talentosa que tarde o temprano, el bien triunfará”.