Horas antes del fusilamiento les ordenaron a los colimbas dejar la guardia e irse a dormir

Lo dijo Carlos Juárez, un exconscripto que vigiló a los guerrilleros en la puerta de los calabozos durante una semana. Los cuidados con los detenidos eran extremos y duraban todo el día. Pero la noche del 21 de agosto una extraña orden mandó a la cama a todo el grupo de soldados.

Desmentida. Juárez aseguró que los presos nunca se portaron mal.
23 AGO 2022 - 17:22 | Actualizado 23 AGO 2022 - 17:24

Se miraron extrañados pero cumplieron la orden y levantaron la vigilancia permanente. Eran al menos 10 colimbas que vigilaban la puerta de los calabozos en la Base. Lo hicieron durante una semana hasta que la noche del 21 de agosto, un jefe les dijo que podían irse a dormir. Esa guardia había sido su trabajo desde que los 19 guerrilleros se rindieron en el aeropuerto y fueron encerrados. El operativo duraba las 24 horas y los conscriptos tiraban colchones para dormir allí mismo. Era uno por puerta. Carlos Juárez integró ese grupo de soldados.

Ante el tribunal testimonió que los detenidos nunca fueron maltratados y que gozaban de las 4 comidas diarias, igual que el resto de la Base.
“Todos los días venían médicos para saber si necesitaban algo y les preguntábamos cómo estaban, aunque no había más diálogo que ese”.
Los colimbas sólo dejaban esa exigente guardia para bañarse y regresar. “Usábamos fusil FAL y la orden era custodiarlos y atender sus necesidades”.
Los presos iban al baño de a uno, manos en la nuca y siempre apuntados por los fusiles. También comían con un FAL en la cabeza. “Era norma tener la bala en boca y muchos le sacábamos el seguro al arma porque no se sabía qué podía pasar”.

Juárez recalcó que “la situación era complicada y difícil y nuestro trabajo era el de cualquier soldado: evitar una fuga y mantenernos vivos”. Las celdas minúsculas estaban hechas para castigar colimbas pero no para alojar detenidos.
Luis Sosa y de Roberto Bravo dijeron que se vieron obligados a sacar a los militantes de sus celdas ya que no se estaban portando bien. Juárez lo desmintió: “Su comportamiento era tranquilo y nunca los escuché gritar ni causar disturbios, como sí pasaba en la Unidad 6 de Rawson”. El testigo vivía en la capital, cerca del penal, y aún recuerda el bochinche de los presos políticos cada noche. Nada de eso oyó en la Base, le aseguró al tribunal.

El 15 de agosto Juárez estaba en el cine de Trelew, de franco. Pero no proyectaron su película: el film venía en el mismo avión que ese día secuestraron los guerrilleros. Regresó de inmediato a la Base. Esa semana visitaron la unidad militar dos taxistas que llevaron a varios guerrilleros desde el penal al aeropuerto el día de la fuga. “Se asomaron por la mirilla de las celdas para reconocer a quienes habían viajado en sus coches y pusieron un cartón para que el detenido no los viera”.
Juárez aseguró que nunca sacaron a todos los presos de sus celdas al mismo tiempo y menos de madrugada. Sólo salían de a uno para estirar sus cuerpos, entumecidos por el encierro. Y que los calabozos tenían radiadores contra el frío patagónico.
Cuando llegó la extraña orden de levantar tanta vigilancia, el testigo se desmayó de cansancio en la cama. “Imagínese que la agarraba después de una semana”, sonrío.

Esa madrugada no escuchó nada. Le pareció raro fue despertarse por su cuenta la mañana del 22 de agosto, cuando la diana de las 6 sonaba siempre puntual para levantar a la tropa. “Había revuelo y yo no entendía nada, hasta que me enteré por los otros soldados”. Hubo un intento de fuga y los mataron a todos, le dijo alguien. Juárez estuvo en esa gran reunión en la Plaza de Armas donde los jóvenes escucharon la versión oficial. Vio las ambulancias y donó sangre para los sobrevivientes, una costumbre que le quedó para el resto de su vida.
“Nunca me enteré ni quise preguntar más acerca de esa madrugada. Siempre pensé que era imposible siquiera pensar en fugarse y yo en su lugar no lo hubiese intentado. Era imposible porque estaban rodeados por un grupo de combate”, concluyó.#

Desmentida. Juárez aseguró que los presos nunca se portaron mal.
23 AGO 2022 - 17:22

Se miraron extrañados pero cumplieron la orden y levantaron la vigilancia permanente. Eran al menos 10 colimbas que vigilaban la puerta de los calabozos en la Base. Lo hicieron durante una semana hasta que la noche del 21 de agosto, un jefe les dijo que podían irse a dormir. Esa guardia había sido su trabajo desde que los 19 guerrilleros se rindieron en el aeropuerto y fueron encerrados. El operativo duraba las 24 horas y los conscriptos tiraban colchones para dormir allí mismo. Era uno por puerta. Carlos Juárez integró ese grupo de soldados.

Ante el tribunal testimonió que los detenidos nunca fueron maltratados y que gozaban de las 4 comidas diarias, igual que el resto de la Base.
“Todos los días venían médicos para saber si necesitaban algo y les preguntábamos cómo estaban, aunque no había más diálogo que ese”.
Los colimbas sólo dejaban esa exigente guardia para bañarse y regresar. “Usábamos fusil FAL y la orden era custodiarlos y atender sus necesidades”.
Los presos iban al baño de a uno, manos en la nuca y siempre apuntados por los fusiles. También comían con un FAL en la cabeza. “Era norma tener la bala en boca y muchos le sacábamos el seguro al arma porque no se sabía qué podía pasar”.

Juárez recalcó que “la situación era complicada y difícil y nuestro trabajo era el de cualquier soldado: evitar una fuga y mantenernos vivos”. Las celdas minúsculas estaban hechas para castigar colimbas pero no para alojar detenidos.
Luis Sosa y de Roberto Bravo dijeron que se vieron obligados a sacar a los militantes de sus celdas ya que no se estaban portando bien. Juárez lo desmintió: “Su comportamiento era tranquilo y nunca los escuché gritar ni causar disturbios, como sí pasaba en la Unidad 6 de Rawson”. El testigo vivía en la capital, cerca del penal, y aún recuerda el bochinche de los presos políticos cada noche. Nada de eso oyó en la Base, le aseguró al tribunal.

El 15 de agosto Juárez estaba en el cine de Trelew, de franco. Pero no proyectaron su película: el film venía en el mismo avión que ese día secuestraron los guerrilleros. Regresó de inmediato a la Base. Esa semana visitaron la unidad militar dos taxistas que llevaron a varios guerrilleros desde el penal al aeropuerto el día de la fuga. “Se asomaron por la mirilla de las celdas para reconocer a quienes habían viajado en sus coches y pusieron un cartón para que el detenido no los viera”.
Juárez aseguró que nunca sacaron a todos los presos de sus celdas al mismo tiempo y menos de madrugada. Sólo salían de a uno para estirar sus cuerpos, entumecidos por el encierro. Y que los calabozos tenían radiadores contra el frío patagónico.
Cuando llegó la extraña orden de levantar tanta vigilancia, el testigo se desmayó de cansancio en la cama. “Imagínese que la agarraba después de una semana”, sonrío.

Esa madrugada no escuchó nada. Le pareció raro fue despertarse por su cuenta la mañana del 22 de agosto, cuando la diana de las 6 sonaba siempre puntual para levantar a la tropa. “Había revuelo y yo no entendía nada, hasta que me enteré por los otros soldados”. Hubo un intento de fuga y los mataron a todos, le dijo alguien. Juárez estuvo en esa gran reunión en la Plaza de Armas donde los jóvenes escucharon la versión oficial. Vio las ambulancias y donó sangre para los sobrevivientes, una costumbre que le quedó para el resto de su vida.
“Nunca me enteré ni quise preguntar más acerca de esa madrugada. Siempre pensé que era imposible siquiera pensar en fugarse y yo en su lugar no lo hubiese intentado. Era imposible porque estaban rodeados por un grupo de combate”, concluyó.#


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