Masacre: según Mattarollo, los fusilamientos fueron un “salto de calidad” en la represión

El abogado de la fusilada María Sabelli interpretó que los episodios de la Base y de la U-6 le sirvieron a la dictadura para “difundir su pedagogía del terror” y anticiparon el genocidio que vendría. Consideró que la fuga dejó en ridículo a los militares. El presidente Salvador Allende y otras anécdotas.

Sin fisuras. Rodolfo Mattarollo y un testimonio contundente sobre lo que significó la Masacre como preparación para el terrorismo de Estado que se acercaba.
23 AGO 2022 - 17:45 | Actualizado 23 AGO 2022 - 18:37

El presidente chileno Salvador Allende desoyó el insistente reclamo argentino y decidió no devolver a los seis líderes guerrilleros fugados de la Unidad 6 de Rawson para que pudieran volar a Cuba. Pero varios de sus ministros querían regresar rápido a los evadidos para mantener una buena relación con el gobierno de Agustín Lanusse, luego de la Masacre.

Metido en esa discusión ya que había viajado a Santiago para gestionar por sus defendidos, el abogado Rodolfo Luis Duhalde primero perdía las esperanzas, se deslizaba por su silla y se hacía cada vez más chiquito. El clima en ese Consejo de Ministros se tornaba difícil para los argentinos, con muchas opiniones a favor de la extradición.

Allende escuchó a todos pero finalmente con un gesto enérgico golpeó su puño en la mesa: “¡Pero éste es un gobierno socialista, mierda, no se entrega a ningún compañero y esta misma noche se van para La Habana!”. Así Fernando Vaca Narvaja, Roberto Quieto, Enrique Gorriarán Merlo, Mario Roberto Santucho, Marcos Osatinsky y Domingo Menna salvaron su vida.

Lo testimonió Rodolfo Mattarollo, quien lo oyó del propio Duhalde, exsecretario de Derechos Humanos de la Nación, ya fallecido.
Mattarollo fue abogado de María Angélica Sabelli, una de las 19 fusiladas. Tenía 23 años y profesora de Matemáticas. “Era militante de una organización armada peronista. Yo no era peronista pero defendíamos presos de todas las ideologías. Aún recuerdo la forma en que sus padres buscaban justicia”. Sus padres iniciaron un juicio al Estado por daños y perjuicios. La causa no se halló y hubiese sido material valioso para el juicio.

Mattarollo declaró dos horas ante el tribunal. Era embajador de la UNASUR en Haití. Dueño de una cultura para repartir, contó las penurias de los abogados tras la fuga. “Siempre recuerdo la angustia de los familiares de las víctimas porque Trelew fue el primer ensayo del terrorismo de Estado, en una escala amplia y visible para imponer la pedagogía del terror; fue un salto cualitativo en la represión”.

El temor nació cuando el grupo que perdió el avión y no regresó a la U-6. “Esa promesa se violó de entrada. Tenían una indefensión total y todo indicaba una situación de alta vulnerabilidad y de alta sospecha y alarma”. Para el abogado, matar a esos detenidos fue la respuesta al “ridículo” en que quedaron las FF.AA. “Se habían escapado de un penal que suponían inexpugnable, enclavado en la estepa patagónica. ¿Hacia dónde podían ir?”.
Mattarollo consideró que la cárcel capitalina fue otro engranaje de un sistema represivo “pensado para desgastar la moral de los detenidos en una escala que no se había conocido antes en el país”.

La semana entre el 15 y el 22 de agosto del 72 los abogados porteños buscaron a los jueces locales y a los secretarios judiciales “a sol y sombra” e “hicimos todas las gestiones posibles”. Habían viajado desde Capital Federal en dos remises polvorientos. Nadie les quiso vender pasajes aéreos. En Trelew y Rawson tiraban los hábeas corpus por debajo de las puertas. “Lo intentamos todo pero aquí no quedaba nada por hacer: era nuestra voz contra un muro infranqueable”.
Su versión es que esa madrugada en la Base “se accionaron todos los dispositivos de un sistema preparado para sembrar el escarmiento”. Calificó los fusilamientos como “un crimen horrible” y restó importancia a que hubo tres sobrevivientes, lo cual según la Marina era imposible si había intención de eliminar a todos. “Ningún crimen es perfecto y siempre hay un elemento de azar que no se domina, actúa en las circunstancias más complejas y hace que las cosas no resulten como se pretende”.

Para el testigo, si María Berger, Alberto Camps y Ricardo Haidar tuvieron atención médica posterior “fue inevitable para la junta militar si quería limitar los daños. No podía ser de otra forma”. Ese trío “era la vidriera que había que atender porque de lo contrario sería un escándalo mayúsculo y ya bastante había pasado en Trelew. Albano Harguindeguy decía que no se podía fusilar como Franco porque eso traía muchos problemas”.
A los 6 fugados en Chile le quitaron la radio. Se sorprendieron con temor. Fue la estrategia para que no se enteraran de la Masacre por los medios y la noticia la dieran sus abogados. Para Mattarollo, es muy difícil que Lanusse no estuviese involucrado en la decisión de eliminar a los 19. “Con ese episodio se dibujó el escenario que vendría luego, inspirado en la escuela francesa de la guerra contra Argelia”.

Esa guerra contrarrevolucionaria repetida en Chubut giraba sobre tres ejes: dividir al país en zonas y subzonas; uso ilimitado de la tortura y la inteligencia como arma fundamental. “Los presos eran torturados desde el momento de su detención”.
La Marina difundió al menos 4 versiones contradictorias de la Masacre, que al regreso del exilio Duhalde incluyó cuando la editorial Contrapunto publicó “La patria fusilada”, de Paco Urondo.

Con lucidez y altura intelectual, el testigo combinó recuerdos de época con jurisprudencia, cultura popular, ironía y humor. Como cuando le aportó al tribunal una foto en Trelew del grupo de abogados porteños que tras la fuga deambuló por el pueblo sin poder ni hablar con sus presos. “El de la derecha soy yo, con barba y bastante más joven. Los ultrajes del tiempo, como dijo Jorge Luis Borges”, acotó ante la sonrisa de las partes.
Al enterarse de la Masacre, los defensores improvisaron una ronda de prensa en Suipacha y Viamonte, en Capital Federal. “Por una bomba en nuestra sede debimos hacerla cerca de la mueblería Maple. Se veían los muebles de estilo inglés y por ahí anda un video sin sonido de ese día”.
Pese a lo sistemático de las sesiones de torturas con picana, a los letrados les sirvió la “regla de exclusión”, principio legal venido de EE.UU.: las pruebas obtenidas por métodos ilegales no sirven. “Descubrimos que se le podía pedir a la Cámara Federal Penal (el célebre Camarón), que era parte del sistema de legalidad restringida, un peritaje médico de los tejidos necrosados por el paso de electricidad”.

Esa prueba revelaba que el estado de los tejidos era compatible con las quejas de tortura y así el detenido aliviaba su situación. La picana la inventó Polo Lugones, hijo del poeta Leopoldo y jefe de Policía del golpe de Estado de José Uriburu contra Hipólito Yrigoyen. “Esto que era patrimonio de una sección especial en los 30 se convirtió en una práctica común en los 70”, agregó.
Mattarollo fue amigo del abogado Rodolfo Ortega Peña, asesinado el 31 de julio del 74. Le habían advertido que corría peligro. “La muerte no duele”, les respondió y la frase aún le resonaba al testigo, que con ese asesinato sintió una cuenta regresiva inevitable hacia el desastre. “La Triple A fue el germen de los métodos represivos que ampliaría la dictadura. El terrorismo de Estado oculta su responsabilidad directa pero lanza su mensaje de terror, parálisis y apatía”.

En su exilio francés, el testigo descubrió que la historia argentina innovó en un terror que no le era propio. “Un decreto de Adolf Hitler reglamentó el modo en que los nazis ejecutaron la desaparición forzada de personas, con el espíritu sistemático de la cultura alemana”. Se conoció como Decreto Noche y Niebla, nombre que le dio Hitler inspirado en una ópera de Richard Wagner. “Fue un criterio definido y estricto que se tomó en Latinoamérica. Habla de hacer desaparecer en la noche y la niebla a resistentes en los países de Europa Occidental ocupados por el Tercer Reich”. Este secuestro no debía dejar rastro y sería cuando los tribunales no pudieran dictar rápido sentencia de muerte. “Debían ser trasladados en secreto a Alemania sin contacto alguno con familiares o abogados, para sembrar terror eficaz y duradero”.

El método lo perfeccionaron los dictadores latinos. Trelew fue un mojón. “Las desapariciones en Centroamérica duran pocos días y aparece el cadáver arrojado al borde de un camino. Pero mantener detenidos desaparecidos en centros clandestinos y por largos períodos es un invento argentino ya que esa magnitud y proporción no se dio en otros países”.#

Sin fisuras. Rodolfo Mattarollo y un testimonio contundente sobre lo que significó la Masacre como preparación para el terrorismo de Estado que se acercaba.
23 AGO 2022 - 17:45

El presidente chileno Salvador Allende desoyó el insistente reclamo argentino y decidió no devolver a los seis líderes guerrilleros fugados de la Unidad 6 de Rawson para que pudieran volar a Cuba. Pero varios de sus ministros querían regresar rápido a los evadidos para mantener una buena relación con el gobierno de Agustín Lanusse, luego de la Masacre.

Metido en esa discusión ya que había viajado a Santiago para gestionar por sus defendidos, el abogado Rodolfo Luis Duhalde primero perdía las esperanzas, se deslizaba por su silla y se hacía cada vez más chiquito. El clima en ese Consejo de Ministros se tornaba difícil para los argentinos, con muchas opiniones a favor de la extradición.

Allende escuchó a todos pero finalmente con un gesto enérgico golpeó su puño en la mesa: “¡Pero éste es un gobierno socialista, mierda, no se entrega a ningún compañero y esta misma noche se van para La Habana!”. Así Fernando Vaca Narvaja, Roberto Quieto, Enrique Gorriarán Merlo, Mario Roberto Santucho, Marcos Osatinsky y Domingo Menna salvaron su vida.

Lo testimonió Rodolfo Mattarollo, quien lo oyó del propio Duhalde, exsecretario de Derechos Humanos de la Nación, ya fallecido.
Mattarollo fue abogado de María Angélica Sabelli, una de las 19 fusiladas. Tenía 23 años y profesora de Matemáticas. “Era militante de una organización armada peronista. Yo no era peronista pero defendíamos presos de todas las ideologías. Aún recuerdo la forma en que sus padres buscaban justicia”. Sus padres iniciaron un juicio al Estado por daños y perjuicios. La causa no se halló y hubiese sido material valioso para el juicio.

Mattarollo declaró dos horas ante el tribunal. Era embajador de la UNASUR en Haití. Dueño de una cultura para repartir, contó las penurias de los abogados tras la fuga. “Siempre recuerdo la angustia de los familiares de las víctimas porque Trelew fue el primer ensayo del terrorismo de Estado, en una escala amplia y visible para imponer la pedagogía del terror; fue un salto cualitativo en la represión”.

El temor nació cuando el grupo que perdió el avión y no regresó a la U-6. “Esa promesa se violó de entrada. Tenían una indefensión total y todo indicaba una situación de alta vulnerabilidad y de alta sospecha y alarma”. Para el abogado, matar a esos detenidos fue la respuesta al “ridículo” en que quedaron las FF.AA. “Se habían escapado de un penal que suponían inexpugnable, enclavado en la estepa patagónica. ¿Hacia dónde podían ir?”.
Mattarollo consideró que la cárcel capitalina fue otro engranaje de un sistema represivo “pensado para desgastar la moral de los detenidos en una escala que no se había conocido antes en el país”.

La semana entre el 15 y el 22 de agosto del 72 los abogados porteños buscaron a los jueces locales y a los secretarios judiciales “a sol y sombra” e “hicimos todas las gestiones posibles”. Habían viajado desde Capital Federal en dos remises polvorientos. Nadie les quiso vender pasajes aéreos. En Trelew y Rawson tiraban los hábeas corpus por debajo de las puertas. “Lo intentamos todo pero aquí no quedaba nada por hacer: era nuestra voz contra un muro infranqueable”.
Su versión es que esa madrugada en la Base “se accionaron todos los dispositivos de un sistema preparado para sembrar el escarmiento”. Calificó los fusilamientos como “un crimen horrible” y restó importancia a que hubo tres sobrevivientes, lo cual según la Marina era imposible si había intención de eliminar a todos. “Ningún crimen es perfecto y siempre hay un elemento de azar que no se domina, actúa en las circunstancias más complejas y hace que las cosas no resulten como se pretende”.

Para el testigo, si María Berger, Alberto Camps y Ricardo Haidar tuvieron atención médica posterior “fue inevitable para la junta militar si quería limitar los daños. No podía ser de otra forma”. Ese trío “era la vidriera que había que atender porque de lo contrario sería un escándalo mayúsculo y ya bastante había pasado en Trelew. Albano Harguindeguy decía que no se podía fusilar como Franco porque eso traía muchos problemas”.
A los 6 fugados en Chile le quitaron la radio. Se sorprendieron con temor. Fue la estrategia para que no se enteraran de la Masacre por los medios y la noticia la dieran sus abogados. Para Mattarollo, es muy difícil que Lanusse no estuviese involucrado en la decisión de eliminar a los 19. “Con ese episodio se dibujó el escenario que vendría luego, inspirado en la escuela francesa de la guerra contra Argelia”.

Esa guerra contrarrevolucionaria repetida en Chubut giraba sobre tres ejes: dividir al país en zonas y subzonas; uso ilimitado de la tortura y la inteligencia como arma fundamental. “Los presos eran torturados desde el momento de su detención”.
La Marina difundió al menos 4 versiones contradictorias de la Masacre, que al regreso del exilio Duhalde incluyó cuando la editorial Contrapunto publicó “La patria fusilada”, de Paco Urondo.

Con lucidez y altura intelectual, el testigo combinó recuerdos de época con jurisprudencia, cultura popular, ironía y humor. Como cuando le aportó al tribunal una foto en Trelew del grupo de abogados porteños que tras la fuga deambuló por el pueblo sin poder ni hablar con sus presos. “El de la derecha soy yo, con barba y bastante más joven. Los ultrajes del tiempo, como dijo Jorge Luis Borges”, acotó ante la sonrisa de las partes.
Al enterarse de la Masacre, los defensores improvisaron una ronda de prensa en Suipacha y Viamonte, en Capital Federal. “Por una bomba en nuestra sede debimos hacerla cerca de la mueblería Maple. Se veían los muebles de estilo inglés y por ahí anda un video sin sonido de ese día”.
Pese a lo sistemático de las sesiones de torturas con picana, a los letrados les sirvió la “regla de exclusión”, principio legal venido de EE.UU.: las pruebas obtenidas por métodos ilegales no sirven. “Descubrimos que se le podía pedir a la Cámara Federal Penal (el célebre Camarón), que era parte del sistema de legalidad restringida, un peritaje médico de los tejidos necrosados por el paso de electricidad”.

Esa prueba revelaba que el estado de los tejidos era compatible con las quejas de tortura y así el detenido aliviaba su situación. La picana la inventó Polo Lugones, hijo del poeta Leopoldo y jefe de Policía del golpe de Estado de José Uriburu contra Hipólito Yrigoyen. “Esto que era patrimonio de una sección especial en los 30 se convirtió en una práctica común en los 70”, agregó.
Mattarollo fue amigo del abogado Rodolfo Ortega Peña, asesinado el 31 de julio del 74. Le habían advertido que corría peligro. “La muerte no duele”, les respondió y la frase aún le resonaba al testigo, que con ese asesinato sintió una cuenta regresiva inevitable hacia el desastre. “La Triple A fue el germen de los métodos represivos que ampliaría la dictadura. El terrorismo de Estado oculta su responsabilidad directa pero lanza su mensaje de terror, parálisis y apatía”.

En su exilio francés, el testigo descubrió que la historia argentina innovó en un terror que no le era propio. “Un decreto de Adolf Hitler reglamentó el modo en que los nazis ejecutaron la desaparición forzada de personas, con el espíritu sistemático de la cultura alemana”. Se conoció como Decreto Noche y Niebla, nombre que le dio Hitler inspirado en una ópera de Richard Wagner. “Fue un criterio definido y estricto que se tomó en Latinoamérica. Habla de hacer desaparecer en la noche y la niebla a resistentes en los países de Europa Occidental ocupados por el Tercer Reich”. Este secuestro no debía dejar rastro y sería cuando los tribunales no pudieran dictar rápido sentencia de muerte. “Debían ser trasladados en secreto a Alemania sin contacto alguno con familiares o abogados, para sembrar terror eficaz y duradero”.

El método lo perfeccionaron los dictadores latinos. Trelew fue un mojón. “Las desapariciones en Centroamérica duran pocos días y aparece el cadáver arrojado al borde de un camino. Pero mantener detenidos desaparecidos en centros clandestinos y por largos períodos es un invento argentino ya que esa magnitud y proporción no se dio en otros países”.#


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