Sebastián Cerieldín se presenta en la intimidad de su taller en un barrio de El Bolsón: “crecí rodeado de bosques, montañas, lagos y ríos y nunca termino de descubrir la inmensidad de la naturaleza. Desde que empecé a construir guitarras, el eje central de mi trabajo ha sido el uso de maderas de la zona sin necesidad de talar ningún árbol, obteniendo esta materia prima tan preciada de una manera que no tenga impacto negativo en el ecosistema. Poder transformar un tronco que está tirado hace años en un instrumento musical, es mi sueño hecho realidad”.
Recuerda que “arranque hace siete años (hoy tengo 29) y siempre me di maña con las manos, participe en la construcción de la casa de mi familia y tengo cierta habilidad con las herramientas. Empecé por tocar la guitarra y enseguida surgió la curiosidad por saber sobre su fabricación. Entonces, me mudé a La Plata y aprendí con el luthier Sergio Ledesma. En el año que estuve construí una guitarra clásica. A la vuelta, estuve en la Escuela de Luthería del paraje Entre Ríos (Lago Puelo) y allí me decidí a continuar solo y aprender de manera autodidacta”.
Agregó que “acá trabajo con mis amigos y mis hermanos, hace unos cinco años empezamos a darnos cuenta que las maderas que se encuentran en la zona (ya sea las nativas o las que trajeron los inmigrantes), crecen de manera muy lenta y muy pareja debido al microclima propio de la Comarca Andina. Eso se traduce después en que son muy densas y estables, dos de las características básicas que se necesitan para la calidad dentro de la luthería”.
En consecuencia, “de este taller salen solamente instrumentos construidos con materias primas recuperadas en la región, árboles que cayeron de manera natural y se están secando o pudriendo, que nos permiten una veta especial y se cortan de una determinada manera”.
Según detalló, “ya hemos explorado por el Camino de los Nogales, aunque el lugar preferido es El Desemboque (El Hoyo), que tiene la particularidad de ser la parte más baja del lago y todos los sedimentos que arrastran los ríos y arroyos desde la montaña quedan depositados en el lecho y cubren los troncos. Allí buscamos los cortes más lineales y sin nudos de alerces o cipreses caídos durante las décadas pasadas. Los cargamos al hombro unos cuatro o cinco kilómetros y llegan a casa para ser aserrados”.
Sueño
Por las mesas del taller aparecen los cortes y formas de varias guitarras eléctricas en proceso de gestación. Uno de los proyectos en danza en la mente del luthier es que “una de ellas llegue a las manos de Gaspar Benegas, el violero del Indio Solari”.
Entre sus argumentos, expone que “tiene que ver con una cuestión filosófica y el hecho que se trata de una pieza hecha a mano, en contraposición a una guitarra Fender o Gibson producidas en masa por un robot gigante. Seguramente se trata de productos muy buenos, pero acá podemos llegar al mismo resultado (o incluso mejor), con diseños exclusivos y una estética y visual de las maderas únicas”.
Enseguida remarcó que “la principal diferencia radica en que las vetas de estos instrumentos contemplan la mecánica de su comportamiento futuro, puede durar 100 años y suena distinto. En teoría, estará siempre en su mejor versión para que el músico este cómodo y relajado para tocar. Hasta el presente, desde este taller han salido alrededor de 70 guitarras y todas están funcionando sin problemas”, subrayó.
Tampoco falta tiempo para experimentar con “nuevos instrumentos raros” (tipo Les Luthiers), entre ellos, el “cigarbox”, que definió como “unas guitarritas que se tocan con slide, construidas por Gerardo a partir de cajas de cigarros y los recortes de maderas que no son de la extrema calidad que buscamos para las otras piezas”.
Proyección
Acerca de su proyección inmediata, Sebastián Cerieldin confirmó que “el grupo está invitado a una muestra de luthería en Córdoba, para el 15 y 16 de octubre, donde vamos a hablar sobre las maderas recuperadas. Asimismo, el 3 de diciembre vamos a Buenos Aires al taller de guitarras ‘Puelo’, un lugar muy prestigioso, donde también vamos a abordar el tema”.
En tanto, en el marco de un concurso de emprendedores rionegrinos - auspiciado por el Banco Patagonia y la Fundación “Nobleza Obliga”, junto a la agencia Crear-, fueron seleccionados 35 proyectos entre más de 700 postulantes. Uno de ellos fue el taller de guitarras construidas con maderas recicladas de El Bolsón, junto a “Madre Tierra”, de higiene y cosmética natural.
Sebastián Cerieldín pertenece a la cuarta generación de una familia de comerciantes sirio-libaneses llegados a la zona en 1918. Precisamente, se debe a su abuelo Hamden Cerieldin el gentilicio de “bolsoneses”, ya que bautizó a su almacén de ramos generales como “La Bolsonesa”, en honor a su esposa Claudia Muñoz, incorporado luego en la Carta Orgánica Municipal.
De igual modo, su padre “Dady” Cerieldín (ya fallecido), dejó un recuerdo imborrable en la comunidad por su quehacer social y deportivo.
Sebastián Cerieldín se presenta en la intimidad de su taller en un barrio de El Bolsón: “crecí rodeado de bosques, montañas, lagos y ríos y nunca termino de descubrir la inmensidad de la naturaleza. Desde que empecé a construir guitarras, el eje central de mi trabajo ha sido el uso de maderas de la zona sin necesidad de talar ningún árbol, obteniendo esta materia prima tan preciada de una manera que no tenga impacto negativo en el ecosistema. Poder transformar un tronco que está tirado hace años en un instrumento musical, es mi sueño hecho realidad”.
Recuerda que “arranque hace siete años (hoy tengo 29) y siempre me di maña con las manos, participe en la construcción de la casa de mi familia y tengo cierta habilidad con las herramientas. Empecé por tocar la guitarra y enseguida surgió la curiosidad por saber sobre su fabricación. Entonces, me mudé a La Plata y aprendí con el luthier Sergio Ledesma. En el año que estuve construí una guitarra clásica. A la vuelta, estuve en la Escuela de Luthería del paraje Entre Ríos (Lago Puelo) y allí me decidí a continuar solo y aprender de manera autodidacta”.
Agregó que “acá trabajo con mis amigos y mis hermanos, hace unos cinco años empezamos a darnos cuenta que las maderas que se encuentran en la zona (ya sea las nativas o las que trajeron los inmigrantes), crecen de manera muy lenta y muy pareja debido al microclima propio de la Comarca Andina. Eso se traduce después en que son muy densas y estables, dos de las características básicas que se necesitan para la calidad dentro de la luthería”.
En consecuencia, “de este taller salen solamente instrumentos construidos con materias primas recuperadas en la región, árboles que cayeron de manera natural y se están secando o pudriendo, que nos permiten una veta especial y se cortan de una determinada manera”.
Según detalló, “ya hemos explorado por el Camino de los Nogales, aunque el lugar preferido es El Desemboque (El Hoyo), que tiene la particularidad de ser la parte más baja del lago y todos los sedimentos que arrastran los ríos y arroyos desde la montaña quedan depositados en el lecho y cubren los troncos. Allí buscamos los cortes más lineales y sin nudos de alerces o cipreses caídos durante las décadas pasadas. Los cargamos al hombro unos cuatro o cinco kilómetros y llegan a casa para ser aserrados”.
Sueño
Por las mesas del taller aparecen los cortes y formas de varias guitarras eléctricas en proceso de gestación. Uno de los proyectos en danza en la mente del luthier es que “una de ellas llegue a las manos de Gaspar Benegas, el violero del Indio Solari”.
Entre sus argumentos, expone que “tiene que ver con una cuestión filosófica y el hecho que se trata de una pieza hecha a mano, en contraposición a una guitarra Fender o Gibson producidas en masa por un robot gigante. Seguramente se trata de productos muy buenos, pero acá podemos llegar al mismo resultado (o incluso mejor), con diseños exclusivos y una estética y visual de las maderas únicas”.
Enseguida remarcó que “la principal diferencia radica en que las vetas de estos instrumentos contemplan la mecánica de su comportamiento futuro, puede durar 100 años y suena distinto. En teoría, estará siempre en su mejor versión para que el músico este cómodo y relajado para tocar. Hasta el presente, desde este taller han salido alrededor de 70 guitarras y todas están funcionando sin problemas”, subrayó.
Tampoco falta tiempo para experimentar con “nuevos instrumentos raros” (tipo Les Luthiers), entre ellos, el “cigarbox”, que definió como “unas guitarritas que se tocan con slide, construidas por Gerardo a partir de cajas de cigarros y los recortes de maderas que no son de la extrema calidad que buscamos para las otras piezas”.
Proyección
Acerca de su proyección inmediata, Sebastián Cerieldin confirmó que “el grupo está invitado a una muestra de luthería en Córdoba, para el 15 y 16 de octubre, donde vamos a hablar sobre las maderas recuperadas. Asimismo, el 3 de diciembre vamos a Buenos Aires al taller de guitarras ‘Puelo’, un lugar muy prestigioso, donde también vamos a abordar el tema”.
En tanto, en el marco de un concurso de emprendedores rionegrinos - auspiciado por el Banco Patagonia y la Fundación “Nobleza Obliga”, junto a la agencia Crear-, fueron seleccionados 35 proyectos entre más de 700 postulantes. Uno de ellos fue el taller de guitarras construidas con maderas recicladas de El Bolsón, junto a “Madre Tierra”, de higiene y cosmética natural.
Sebastián Cerieldín pertenece a la cuarta generación de una familia de comerciantes sirio-libaneses llegados a la zona en 1918. Precisamente, se debe a su abuelo Hamden Cerieldin el gentilicio de “bolsoneses”, ya que bautizó a su almacén de ramos generales como “La Bolsonesa”, en honor a su esposa Claudia Muñoz, incorporado luego en la Carta Orgánica Municipal.
De igual modo, su padre “Dady” Cerieldín (ya fallecido), dejó un recuerdo imborrable en la comunidad por su quehacer social y deportivo.