Una historia distinta en el Día de la Madre: un trasplante de amor

Eva es mamá de Marcos Morón y Gabriela, de Franco Raffa. Marcos le donó su riñón a Franco y por eso, las mujeres quedaron unidas para siempre.

19 OCT 2013 - 23:38 | Actualizado

Eva y Gabriela tienen historias distintas. Y pertenecen a generaciones distintas. Pero hay algo que las une desde hace muchos años: la amistad de Marcos y Franco, sus hijos. Hace poco tiempo ambos escribieron una historia que conmovió al país: Marcos le donó un riñón a Franco para que pueda seguir viviendo. Y conmovió porque no tienen ningún parentesco. Con los años, construyeron un vínculo indestructible, lleno de amor y solidaridad. Que tuvo como primer resultado la exitosa operación que se realizó el 8 de agosto. Hoy Franco puede llevar una vida normal. A los 19 años puede decirse que recién empezó a vivir. Marcos sigue su derrotero de luchas cotidianas, adaptándose a las nuevas reacciones de su cuerpo.

En un día tan especial, Jornada reunió a las madres de esta historia que se conoció en mayo de este año a través de Jornada. Las dos sienten que sus hijos están más felices y cuentan como llevan adelante esa tan difícil como hermosa misión de ser madres. Qué piensan de la relación con sus hijos, qué cambió. Y las dos derrumban algunos mitos cuando aceptan que no sólo los hijos aprenden de las madres. “Nosotras también aprendemos de ellos”, aseguran.

Eva Manríquez, la mamá de Marcos Morón, tiene una profunda fe cristiana. Se aferra a Dios para que guíe cada uno de sus actos. Dice que sólo sigue “los consejos de su consejero” gracias a los cuales pudo darle un giro importante a su vida. Sobre todo en la relación con sus hijos. Repite en forma constante la frase cristiana por excelencia: “Ama al prójimo como a ti mismo”. Ese es el camino que siguió Marcos cuando decidió lo que decidió. Cuando quiso que su exalumno y amigo pudiera seguir viviendo. Y de mejor manera. “A mi me cambió Dios”, dice Eva durante la charla con este diario en su casa del Barrio Vernet. Cuando habla de la actitud de su hijo dice que no se siente orgullosa sino satisfecha. “Un poco veo que lo que uno sembró dio sus frutos”. Y agrega: “Le enseñé a ser así. Al ser cristiano uno siente una gran paz interna”. Sencilla y autocrítica es una ama de casa que asegura que el día de hoy “va a ser normal, estaremos todos juntos como siempre, valorando lo que tenemos”.

Gabriela Jones, la mamá de Franco Raffa, tiene sensaciones encontradas. Celebrará hoy el primer día de la madre con su hijo recuperado pero también será el primero sin su mamá que falleció unos días después que se realizó el trasplante. Todos le decían Katy a una verdadera militante de la vida, que supo construir su propia historia a través de largos años viviendo en el Puerto de Rawson. “La vida me golpeó más de la cuenta. Y así fui aprendiendo a separar lo bueno de lo malo. La pérdida de mi mamá es un gran dolor. Era mi amiga, mi hermana. Era todo para mí. Nada me devuelve el vacío que dejó. Si alguna vez tomé una buena decisión en la vida fue por ella”, dice Gabriela. Pero también está lo bueno: “No saben lo que es para mi saber que Franco se va a dormir a la noche sin tener que pasar por la máquina (con la que se dializaba). Y es una gran tranquilidad verlo recuperado. Siento que todo se compensa. Siento dolor, pero también una felicidad que tal vez no les pueda explicar. Siempre estuve y voy a estar con mi hijo”. Caen unas lágrimas de los ojos de Gabriela. Representan un poco de todo.

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19 OCT 2013 - 23:38

Eva y Gabriela tienen historias distintas. Y pertenecen a generaciones distintas. Pero hay algo que las une desde hace muchos años: la amistad de Marcos y Franco, sus hijos. Hace poco tiempo ambos escribieron una historia que conmovió al país: Marcos le donó un riñón a Franco para que pueda seguir viviendo. Y conmovió porque no tienen ningún parentesco. Con los años, construyeron un vínculo indestructible, lleno de amor y solidaridad. Que tuvo como primer resultado la exitosa operación que se realizó el 8 de agosto. Hoy Franco puede llevar una vida normal. A los 19 años puede decirse que recién empezó a vivir. Marcos sigue su derrotero de luchas cotidianas, adaptándose a las nuevas reacciones de su cuerpo.

En un día tan especial, Jornada reunió a las madres de esta historia que se conoció en mayo de este año a través de Jornada. Las dos sienten que sus hijos están más felices y cuentan como llevan adelante esa tan difícil como hermosa misión de ser madres. Qué piensan de la relación con sus hijos, qué cambió. Y las dos derrumban algunos mitos cuando aceptan que no sólo los hijos aprenden de las madres. “Nosotras también aprendemos de ellos”, aseguran.

Eva Manríquez, la mamá de Marcos Morón, tiene una profunda fe cristiana. Se aferra a Dios para que guíe cada uno de sus actos. Dice que sólo sigue “los consejos de su consejero” gracias a los cuales pudo darle un giro importante a su vida. Sobre todo en la relación con sus hijos. Repite en forma constante la frase cristiana por excelencia: “Ama al prójimo como a ti mismo”. Ese es el camino que siguió Marcos cuando decidió lo que decidió. Cuando quiso que su exalumno y amigo pudiera seguir viviendo. Y de mejor manera. “A mi me cambió Dios”, dice Eva durante la charla con este diario en su casa del Barrio Vernet. Cuando habla de la actitud de su hijo dice que no se siente orgullosa sino satisfecha. “Un poco veo que lo que uno sembró dio sus frutos”. Y agrega: “Le enseñé a ser así. Al ser cristiano uno siente una gran paz interna”. Sencilla y autocrítica es una ama de casa que asegura que el día de hoy “va a ser normal, estaremos todos juntos como siempre, valorando lo que tenemos”.

Gabriela Jones, la mamá de Franco Raffa, tiene sensaciones encontradas. Celebrará hoy el primer día de la madre con su hijo recuperado pero también será el primero sin su mamá que falleció unos días después que se realizó el trasplante. Todos le decían Katy a una verdadera militante de la vida, que supo construir su propia historia a través de largos años viviendo en el Puerto de Rawson. “La vida me golpeó más de la cuenta. Y así fui aprendiendo a separar lo bueno de lo malo. La pérdida de mi mamá es un gran dolor. Era mi amiga, mi hermana. Era todo para mí. Nada me devuelve el vacío que dejó. Si alguna vez tomé una buena decisión en la vida fue por ella”, dice Gabriela. Pero también está lo bueno: “No saben lo que es para mi saber que Franco se va a dormir a la noche sin tener que pasar por la máquina (con la que se dializaba). Y es una gran tranquilidad verlo recuperado. Siento que todo se compensa. Siento dolor, pero también una felicidad que tal vez no les pueda explicar. Siempre estuve y voy a estar con mi hijo”. Caen unas lágrimas de los ojos de Gabriela. Representan un poco de todo.


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