Por Juan Miguel Bigrevich
Voy a envejecer para todo. Para el amor, para la mentira, pero nunca envejeceré para el asombro. Siempre me seguirán asombrando las cosas esenciales”, dijo alguna vez el escritor y periodista británico Gilbert Chasterton. Y esa es la síntesis de esta historia.
El partido había terminado. Era sido un día histórico para el fútbol femenino federado del Valle Inferior del Río Chubut. La jornada se había iniciado con dos empates en cero y en el tercer juego Barraca Central, un equipo de Puerto Madryn le metió siete a Germinal, que no hizo ninguno.
El cronista se cruza con la capitana del emblemático club de la capital provincial y le dice “…que carro se comieron”. Ella, le contesta “No importa. Lo que me importa es que llevo la cinco de él”. Ella, Alejandra Saldivia, una morena de 30 años, de mirar rasgado, piel cobriza y sonrisa plena y con una vincha blanca en su cabellera. El, Nicolás Flores, un morocho elegante, de 28, un recordado mediocampista de Germinal y buen tipo. Ella, mujer y madre de una niña que cuenta con doce años, la sigue peleando. Él, ya no está con nosotros. Una cáncer traicionero se lo llevó. Y aún se siente el dolor. La cinco de él, es la camiseta del club que los une e identifica: Germinal.
Compromiso
La respuesta de ella es una épica del compromiso que rechazó a la razón porque su referencia más cercana es la pasiòn, otra de las formas del amor.
Se conocieron en el 2008 y se miraron para toda la vida. Esta y aquella. Si bien a Alejandra siempre le gustó eso de jugar a la pelotita con los pies, lo suyo era con el stick por más de cinco años. Nicolás era una de las figuras de un Germinal campeón con pretensiones de ser mucho más de lo que es.
Nicolás fue su amante, compañero, amigo y padre. Parte referencial de los últimos años de la vida de Alejandra. Y viceversa. Fueron uno.
Recuerdo imborrable
Un día, quiso la siesta tener un hijo con él y allí apareciò la tragedia. En unos estudios, a Nicolás le detectaron un cáncer salvaje testicular. Por su forma de ser o por estilo, esa dura historia sólo fue compartida por los suyos. Padeció los efectos de un tratamiento severo, tanto él como ella. Lucharon, pelearon, se amaron hasta que Nico no pudo más y se fue. Dejó el espacio como testamento y su delgada figura. Y su imborrable recuerdo, porque sólo se mueren los olvidables y él no lo fue. Para propios y ajenos. Menos para Alejandra.
Un 4 de noviembre dijo basta y la vida tuvo que seguir.
Alejandra empezó a jugar por su hija, a la que la quería meter en el mundo del deporte en general y en el fútbol en particular, en donde la pequeña sentía que era la disciplina que más lo contenía. Sin embargo, el fútbol femenino sólo se competía en certámenes no oficiales. Hasta que apareció la posibilidad de participar en el primer campeonato oficial para ese género y para allí rumbeó Ale. No sólo para ella, sino como un homenaje a Nicolás.
Es que ella, Alejandra, se reconoce en ese camino emocional y desde allí rinde tributo y hace su homenaje a Nicolás, a la camiseta y al club.
“Lo primero que hice, cuando nos dieron la camiseta., fue agarrar, fuerte, la número 5; la de él. Fue como abrazarlo, como tenerlo al lado mío, adentro mío…de nuevo”, sentencia Alejandra hoy, serena y con la misma sonrisa plena de siempre; aquella que se borró por un rato en aquella pelea por la vida de su amor.
Y aquel primer partido, ante Barraca Central, “estaba muy nerviosa. Estábamos muy nerviosas; pero no importó. Lo trascendente es que comenzamos a jugar y en Germinal. Yo hice hockey por casi seis años en el club, pero el fútbol es otra cosa. Es muy diferente”.
Rito y saludo
Y es diferente también el rito antes del inicio del juego. “Hago de todo antes de entrar a la cancha. Beso una medalla, recuerdos, imágenes. Hago todo lo que tengo que hacer”, precisa Alejandra, que además de la cinco del Verde”, lleva la cinta de capitán blanca del club más emblemático de Rawson.
Y jugando “lo tengo más cerca a él, de lo cerca que lo tengo”, aprecia Alejandra.
Cómo era Nico
“Nicolás era maravilloso. Dulce, introvertido, gracioso. Mi hija lo adoraba y adora -aclara-. Si bien no fue su padre biológico, fue el de corazón y así lo recordamos. Con el corazón. Y así juego al fútbol en Gemrinal con 5. Con el corazón en la mano”, aprecia Ale, casi virilmente y entera, pero aún lastimada por dentro, aunque ella sabe, íntimamente, que hizo hasta casi lo imposible para todo fuera como al principio”..
El jugó en Defensores de la Ribera, en Independiente y Lalo (por Silva) lo iba a llevar a Roca para jugar, antes que le pasara lo que le pasó; pero estaba más identificado mucho con Germinal. Incluso tuvo la oportunidad de ir a jugar a Deportivo Roca de Río Negro y a Jorne Newbery de Comodoro; pero él se quería quedar en Rawson. Y además era un luchador, en silencio, que la peleó hasta el final”.
Hoy, Alejandra supera esa dura realidad trabajando, rodeada de los recuerdos más bellos, de su entorno familiar y de una pasión despertada a partir del amor en el Club Atlético Germinal como un tributo, un homenaje al hombre de su vida..
Hoy, Alejandra sigue disfrutando del amanecer de todos los días a través de su hija, que la inmortalizará en el fútbol femenino de Germinal. A través de su coraje para hablar de ciertas cosas y de haber superado varias pruebas en una vida que tuvo más espinas que rosas.
Con los cortos
Se sigue poniendo los cortos y saliendo a la cancha, con la cinco en la espalda, el escudo de su club en el pecho y la cinta de capitana en uno de sus brazos. Sigue jugando, metiendo y ganando a través de su ejemplo y de su amor. Y a pesar del paso del tiempo, de los dolores corporales y otros que vienen del alma.
Se sabe, que la razón nunca se calzó los pantalones cortos. Es temerosa. Siempre llega después de la audacia y del riesgo y quiere poner orden. La pasión, en cambio, es la que mantiene la llama de la vida. La pasión, la llama es la historia de amor entre Alejandra y Nicolás, más allá de lo terrenal.
Es la síntesis de un drama humano. Fuerte. Conmovedor. Desgarrado, con el fútbol como telón de fondo.#
Por Juan Miguel Bigrevich
Voy a envejecer para todo. Para el amor, para la mentira, pero nunca envejeceré para el asombro. Siempre me seguirán asombrando las cosas esenciales”, dijo alguna vez el escritor y periodista británico Gilbert Chasterton. Y esa es la síntesis de esta historia.
El partido había terminado. Era sido un día histórico para el fútbol femenino federado del Valle Inferior del Río Chubut. La jornada se había iniciado con dos empates en cero y en el tercer juego Barraca Central, un equipo de Puerto Madryn le metió siete a Germinal, que no hizo ninguno.
El cronista se cruza con la capitana del emblemático club de la capital provincial y le dice “…que carro se comieron”. Ella, le contesta “No importa. Lo que me importa es que llevo la cinco de él”. Ella, Alejandra Saldivia, una morena de 30 años, de mirar rasgado, piel cobriza y sonrisa plena y con una vincha blanca en su cabellera. El, Nicolás Flores, un morocho elegante, de 28, un recordado mediocampista de Germinal y buen tipo. Ella, mujer y madre de una niña que cuenta con doce años, la sigue peleando. Él, ya no está con nosotros. Una cáncer traicionero se lo llevó. Y aún se siente el dolor. La cinco de él, es la camiseta del club que los une e identifica: Germinal.
Compromiso
La respuesta de ella es una épica del compromiso que rechazó a la razón porque su referencia más cercana es la pasiòn, otra de las formas del amor.
Se conocieron en el 2008 y se miraron para toda la vida. Esta y aquella. Si bien a Alejandra siempre le gustó eso de jugar a la pelotita con los pies, lo suyo era con el stick por más de cinco años. Nicolás era una de las figuras de un Germinal campeón con pretensiones de ser mucho más de lo que es.
Nicolás fue su amante, compañero, amigo y padre. Parte referencial de los últimos años de la vida de Alejandra. Y viceversa. Fueron uno.
Recuerdo imborrable
Un día, quiso la siesta tener un hijo con él y allí apareciò la tragedia. En unos estudios, a Nicolás le detectaron un cáncer salvaje testicular. Por su forma de ser o por estilo, esa dura historia sólo fue compartida por los suyos. Padeció los efectos de un tratamiento severo, tanto él como ella. Lucharon, pelearon, se amaron hasta que Nico no pudo más y se fue. Dejó el espacio como testamento y su delgada figura. Y su imborrable recuerdo, porque sólo se mueren los olvidables y él no lo fue. Para propios y ajenos. Menos para Alejandra.
Un 4 de noviembre dijo basta y la vida tuvo que seguir.
Alejandra empezó a jugar por su hija, a la que la quería meter en el mundo del deporte en general y en el fútbol en particular, en donde la pequeña sentía que era la disciplina que más lo contenía. Sin embargo, el fútbol femenino sólo se competía en certámenes no oficiales. Hasta que apareció la posibilidad de participar en el primer campeonato oficial para ese género y para allí rumbeó Ale. No sólo para ella, sino como un homenaje a Nicolás.
Es que ella, Alejandra, se reconoce en ese camino emocional y desde allí rinde tributo y hace su homenaje a Nicolás, a la camiseta y al club.
“Lo primero que hice, cuando nos dieron la camiseta., fue agarrar, fuerte, la número 5; la de él. Fue como abrazarlo, como tenerlo al lado mío, adentro mío…de nuevo”, sentencia Alejandra hoy, serena y con la misma sonrisa plena de siempre; aquella que se borró por un rato en aquella pelea por la vida de su amor.
Y aquel primer partido, ante Barraca Central, “estaba muy nerviosa. Estábamos muy nerviosas; pero no importó. Lo trascendente es que comenzamos a jugar y en Germinal. Yo hice hockey por casi seis años en el club, pero el fútbol es otra cosa. Es muy diferente”.
Rito y saludo
Y es diferente también el rito antes del inicio del juego. “Hago de todo antes de entrar a la cancha. Beso una medalla, recuerdos, imágenes. Hago todo lo que tengo que hacer”, precisa Alejandra, que además de la cinco del Verde”, lleva la cinta de capitán blanca del club más emblemático de Rawson.
Y jugando “lo tengo más cerca a él, de lo cerca que lo tengo”, aprecia Alejandra.
Cómo era Nico
“Nicolás era maravilloso. Dulce, introvertido, gracioso. Mi hija lo adoraba y adora -aclara-. Si bien no fue su padre biológico, fue el de corazón y así lo recordamos. Con el corazón. Y así juego al fútbol en Gemrinal con 5. Con el corazón en la mano”, aprecia Ale, casi virilmente y entera, pero aún lastimada por dentro, aunque ella sabe, íntimamente, que hizo hasta casi lo imposible para todo fuera como al principio”..
El jugó en Defensores de la Ribera, en Independiente y Lalo (por Silva) lo iba a llevar a Roca para jugar, antes que le pasara lo que le pasó; pero estaba más identificado mucho con Germinal. Incluso tuvo la oportunidad de ir a jugar a Deportivo Roca de Río Negro y a Jorne Newbery de Comodoro; pero él se quería quedar en Rawson. Y además era un luchador, en silencio, que la peleó hasta el final”.
Hoy, Alejandra supera esa dura realidad trabajando, rodeada de los recuerdos más bellos, de su entorno familiar y de una pasión despertada a partir del amor en el Club Atlético Germinal como un tributo, un homenaje al hombre de su vida..
Hoy, Alejandra sigue disfrutando del amanecer de todos los días a través de su hija, que la inmortalizará en el fútbol femenino de Germinal. A través de su coraje para hablar de ciertas cosas y de haber superado varias pruebas en una vida que tuvo más espinas que rosas.
Con los cortos
Se sigue poniendo los cortos y saliendo a la cancha, con la cinco en la espalda, el escudo de su club en el pecho y la cinta de capitana en uno de sus brazos. Sigue jugando, metiendo y ganando a través de su ejemplo y de su amor. Y a pesar del paso del tiempo, de los dolores corporales y otros que vienen del alma.
Se sabe, que la razón nunca se calzó los pantalones cortos. Es temerosa. Siempre llega después de la audacia y del riesgo y quiere poner orden. La pasión, en cambio, es la que mantiene la llama de la vida. La pasión, la llama es la historia de amor entre Alejandra y Nicolás, más allá de lo terrenal.
Es la síntesis de un drama humano. Fuerte. Conmovedor. Desgarrado, con el fútbol como telón de fondo.#