Por Pedro Méndez
En el transcurso de 2014 la Comunidad Cenácolo continuó sus actividades, concertando encuentros entre familias sufrientes por adictos entre sus integrantes y personas recuperadas de sus adicciones que brindan testimonio de que se puede abandonar los malos hábitos de vida y volver a vivir con plenitud.
Los orígenes de la comunidad se remontan a la década del 80, en tierras italianas, cuando Sor Elvira Petrozzi, creó la Comunidad Cenácolo como respuesta al grito de desesperación de personas jóvenes, desilusionadas, desesperadas, adictos y personas en general, que buscaban la alegría y el sentido verdadero de la vida.
La “Casa Madre” de la Comunidad se encuentra sobre la colina de Saluzzo, en la provincia de Cúneo (Piemonte), en el noroeste de Italia. Desde aquellos años a esta parte, han nacido numerosas Fraternidades del Cenáculo, las que actualmente suman 56 en todo mundo.
Jornada dialogó con tres personas integrantes de la Comunidad del Cenácolo en Chubut. María Rudolaya, Roxana Andrea Pacho y Antonella Mollo se prestaron a la charla en el transcurso de la que pusieron en relevancia las acciones que llevan adelante como integrantes de la Comunidad. Las tres misioneras de la comunidad manifestaron su convencimiento en que ayudar al prójimo en problemas es una tarea ardua que sólo es posible dando todo de sí, como si la persona a la que se ayuda se tratara de uno mismo.
Voz de concordia
María Rudolaya, hizo una introducción de lo que es la Comunidad Cenácolo, con el característico tono colombiano de su voz.
“Elvira Petrozzi inició esta obra en un pueblo de Italia, y ahora ya hay alrededor de 60 casas a nivel mundial (Europa, EE.UU. Centro y Sur América), como las que existen acá en Argentina. En Argentina la Comunidad está hace ocho años y tiene casas en Pilar – provincia de Bs.As. y en Mercedes. En el sur estamos en Comodoro Rivadavia y en Trelew. Más de 20 personas de Trelew y Comodoro han participado de la vida en las casas de Buenos Aires”.
María Rudolaya, originaria de Bogotá, Colombia, comenzó su tarea en Comodoro Rivadavia, luego estuvo en Brasil, y hace un año y medio está en Trelew.
“Yo trabajo en el área de psicología, y se me presentó un problema con un paciente, con un papá. Yo atendía a sus hijos y entonces empiezo a buscar ayuda y doy con Anita y es ella quien me presenta a la Comunidad.
Me invitan a conocer a la Comunidad y me quedé maravillada por lo que hacían. Finalmente, me quedé en la Comunidad luego de que envié otros dos chicos que eran menores de edad y pude ver los avances en su recuperación. Y no sólo de ellos, sino también de la primera persona.
Me fue de beneficio como persona, me hizo más sensible, más humanitaria y que tenemos que ejercer más la fe”.
Acerca de los objetivos, planes y formas de trabajar en la Comunidad, Rudolaya afirmó que “el objetivo específico de la Comunidad es tener una escuela de vida diferente para aquella persona que se acerca con problemas de adicción. Esa escuela de vida gira en torno al trabajo y a la oración.
Para que la persona que necesita ayuda participe de unos coloquios a cada quince días. Acá en Trelew los coloquios los realizamos los sábados por la mañana en el colegio María Auxiliadora. También está trabajando lo que denominamos el Grupo de Amigas, que nos reunimos y nos dividimos el trabajo.
En este momento somos cinco amigas, dos de ellas están trabajando con padres nuevos que acaban de llegar a la Comunidad con la problemática y vienen a informarse y dos trabajamos con los padres antiguos cuyos chicos ya están en la comunidad y hacemos el proceso con ellos. Porque la familia hace el camino de recuperación junto con los chicos que están en la Comunidad. Una vez que se los acepta se los presenta a la Comunidad, se les cuenta qué cosas se van a trabajar en el Cenácolo y se les empieza a fortalecer para que crean que pueden salir de la adicción. Nosotros nos acercamos a su parte humana, no hacerle ver que es un adicto que ya no sirve para nada, sino resaltar la buena persona que hay en él y que a través de las drogas la fue perdiendo. Esto siempre es por voluntad propia. La comunidad no cobra absolutamente nada y se vive de la providencia. Las Amigas de la Comunidad nos reunirnos para rezar por los que no se han presentado, por los que están y por los que ya se han ido”.
Por Pedro Méndez
En el transcurso de 2014 la Comunidad Cenácolo continuó sus actividades, concertando encuentros entre familias sufrientes por adictos entre sus integrantes y personas recuperadas de sus adicciones que brindan testimonio de que se puede abandonar los malos hábitos de vida y volver a vivir con plenitud.
Los orígenes de la comunidad se remontan a la década del 80, en tierras italianas, cuando Sor Elvira Petrozzi, creó la Comunidad Cenácolo como respuesta al grito de desesperación de personas jóvenes, desilusionadas, desesperadas, adictos y personas en general, que buscaban la alegría y el sentido verdadero de la vida.
La “Casa Madre” de la Comunidad se encuentra sobre la colina de Saluzzo, en la provincia de Cúneo (Piemonte), en el noroeste de Italia. Desde aquellos años a esta parte, han nacido numerosas Fraternidades del Cenáculo, las que actualmente suman 56 en todo mundo.
Jornada dialogó con tres personas integrantes de la Comunidad del Cenácolo en Chubut. María Rudolaya, Roxana Andrea Pacho y Antonella Mollo se prestaron a la charla en el transcurso de la que pusieron en relevancia las acciones que llevan adelante como integrantes de la Comunidad. Las tres misioneras de la comunidad manifestaron su convencimiento en que ayudar al prójimo en problemas es una tarea ardua que sólo es posible dando todo de sí, como si la persona a la que se ayuda se tratara de uno mismo.
Voz de concordia
María Rudolaya, hizo una introducción de lo que es la Comunidad Cenácolo, con el característico tono colombiano de su voz.
“Elvira Petrozzi inició esta obra en un pueblo de Italia, y ahora ya hay alrededor de 60 casas a nivel mundial (Europa, EE.UU. Centro y Sur América), como las que existen acá en Argentina. En Argentina la Comunidad está hace ocho años y tiene casas en Pilar – provincia de Bs.As. y en Mercedes. En el sur estamos en Comodoro Rivadavia y en Trelew. Más de 20 personas de Trelew y Comodoro han participado de la vida en las casas de Buenos Aires”.
María Rudolaya, originaria de Bogotá, Colombia, comenzó su tarea en Comodoro Rivadavia, luego estuvo en Brasil, y hace un año y medio está en Trelew.
“Yo trabajo en el área de psicología, y se me presentó un problema con un paciente, con un papá. Yo atendía a sus hijos y entonces empiezo a buscar ayuda y doy con Anita y es ella quien me presenta a la Comunidad.
Me invitan a conocer a la Comunidad y me quedé maravillada por lo que hacían. Finalmente, me quedé en la Comunidad luego de que envié otros dos chicos que eran menores de edad y pude ver los avances en su recuperación. Y no sólo de ellos, sino también de la primera persona.
Me fue de beneficio como persona, me hizo más sensible, más humanitaria y que tenemos que ejercer más la fe”.
Acerca de los objetivos, planes y formas de trabajar en la Comunidad, Rudolaya afirmó que “el objetivo específico de la Comunidad es tener una escuela de vida diferente para aquella persona que se acerca con problemas de adicción. Esa escuela de vida gira en torno al trabajo y a la oración.
Para que la persona que necesita ayuda participe de unos coloquios a cada quince días. Acá en Trelew los coloquios los realizamos los sábados por la mañana en el colegio María Auxiliadora. También está trabajando lo que denominamos el Grupo de Amigas, que nos reunimos y nos dividimos el trabajo.
En este momento somos cinco amigas, dos de ellas están trabajando con padres nuevos que acaban de llegar a la Comunidad con la problemática y vienen a informarse y dos trabajamos con los padres antiguos cuyos chicos ya están en la comunidad y hacemos el proceso con ellos. Porque la familia hace el camino de recuperación junto con los chicos que están en la Comunidad. Una vez que se los acepta se los presenta a la Comunidad, se les cuenta qué cosas se van a trabajar en el Cenácolo y se les empieza a fortalecer para que crean que pueden salir de la adicción. Nosotros nos acercamos a su parte humana, no hacerle ver que es un adicto que ya no sirve para nada, sino resaltar la buena persona que hay en él y que a través de las drogas la fue perdiendo. Esto siempre es por voluntad propia. La comunidad no cobra absolutamente nada y se vive de la providencia. Las Amigas de la Comunidad nos reunirnos para rezar por los que no se han presentado, por los que están y por los que ya se han ido”.