Por Ismael Tebes / itebes@grupojornada.com
Válvula caliente y que a dos metros de un parlante se te vuele la peluca”. Una definición del sonido “Titín” Naves en nombre propio. El ex líder de los 113 Vicios presentó su segundo disco, proyecta tocar en Europa y seguir “rockeando” en el escenario que cuadre. En charla exclusiva con JORNADA definió como “caprichosa” la despedida de la emblemática banda local y describió el efecto salvador que tuvo la música en su vida, al límite mismo de las adicciones. ”Vivir de la música es muy difícil. A mí me llevó muchísimo tiempo y ni siquiera hoy puedo decir que vivo íntegramente de lo que hago. Si dependiera de eso, estaría jugando con el destino y conmigo mismo. No existe un fijo mensual excepto por los registros discográficos que te aseguran un dinero cada cuatro meses dependiendo de cuántas veces difundan un tema tuyo”.
Según Naves ningún tema superará al que está por venir. Y nunca deja de fluir lo creativo. “El mejor tema siempre es el que está por venir, sino te pondrías un techo en la música. La mejor canción es la que todavía no hice, la que quizás tenga en la cabeza. Hay melodías que me cautivan mucho, me pongo en la piel de la gente y siento que si me gusta a mi, también le puede gustar a los demás”.
Partidario del “hacer” elige combinar cabeza y corazón. Tocar tres horas por día; hacer yoga y hacer del mate, su hábito principal, un socio para crear. “Mis letras hablan siempre de vivencias mías. No hay una demagogia. Escribo lo que veo y por lo tanto me considero, un cronista de la vida. Arriba del escenario soy un emisor, un cronista con un instrumento que cuenta la noticia sin que nadie me la cuente”.
Antes y después, los 113 Vicios lograron meterse en los oídos de un par de generaciones. Y la historia, con dos recitales multitudinarios pareció cerrarse. O hasta ahí “Fue una cagada. Es una pena quitarle a la gente, uno o diez recitales más y quitarnos a nosotros mismos, las ganas de tocar. Me parece una decisión caprichosa pero respetable. Podríamos haber creado más, había mucha capacidad para hacerlo”.
“A los tres –reconoce- por separado, tan tan bien no nos va. Podríamos haber “paralelizado” nuestras carreras y haberle dado más recitales a la gente. Por lo menos una vez al año. Fue caprichoso, agarrado de los pelos y muy desprolijo eso de despedirse. Cuando me bajé de “Hasta siempre” me largué a llorar y estuve como dos días así, con una tristeza muy grande. Tuve un sentimiento de horfandad como si se hubieran muerto mi papá y mi mamá al mismo tiempo. Quedé como un ciego esperando el sol. Sabía que los Vicios no íbamos a volver nunca más. Y tampoco lo que generamos en el público. Nos fuímos como si no tuviéramos nada más para dar”.
“Titín” o simplemente Avelino como reza el DNI transita un camino solista que a su vez, lo ha llevado a buscar su propio toque de calidad. ”Hace veinte años pensaba de otra forma, era arrebatado, mucho más al hueso y más punk. Ahora no soy un nono pero estoy más calmo y más tranquilo. Apuesto al diálogo si la situación lo merece y sino pido permiso, me corro y me voy si no es mi espacio”.
Reconoce que el roce y la amistad con grandes músicos de la escena del rock argentino como Juan del Barrio y Palo Pandolfo lo han instalado en una galería privilegiada. Y que su segundo disco –“El país de la melancolía- tiene más de su estilo incorporado. “Le puse toda la bronca contenida . Cuando lo terminé la mitad del disco no me gustó. Casi todos los músicos queremos grabarlo de vuelta. En esta etapa soy productor artístico y ejecutivo busqué darle un formato trío power y lo logré. Hay valores agregados que hacen que los temas reversionados tengan otra impronta y otro sonido. Grabé temas del disco anterior pero distinto, a mi manera. Es toda una limpieza espiritual. Escucharlo para mí es como tomarme un laxante. Las voces se escuchan perfectamente y el secreto está en que se entiendan las letras también. Me siento muy cómodo tocando y cantando como en los 113 Vicios” dice exaltando una virtud de natura otorgada a unos pocos como Iorio o Sting.
“Mi proyecto es irme a Europa. Hay una posibilidad de viajar a tocar y de firmar un contrato con una compañía discográfica muy grande que arma giras por Europa como parte de otros shows de jazz o bandas clásicas con previas de rock and roll. No es que apunto a eso. Ellos me apuntaron a mí, veremos si me pegan”, tiró.
Naves (47) arrancó en el 84’ con “Stars”, su primera banda y continuó con “Escote V” y “Vitreaux”. Hoy tiene 2 hijos; 5 guitarras, un ukelele, un bajo acústico y uno original de orígen sueco modelo 1.968, comprado por su padre en una casa de música que después intentó recuperarlo debido a su alto valor. “Después me hicieron comprar un Fender Jazz Bass que uso ahora. Es “el” sonido, un bajo contundente y con la nota metida ahí”.
El peor infierno
“Titín” recuerda la fecha del 20 de agosto de 2.007 como la de un nuevo nacimiento. “Desde ese día, no volví a tomar. Inclusive cuando hacemos asados, llevo el vino pero para obsequiárselo a mis amigos”. Los excesos lo llevaron al peor de los infiernos, a superar cualquier límite de coherencia. “Estuve ocho años internados en siquiatría, tenía las manos deformadas y nadie me iba a ver porque mis amigos no eran una visita apropiada para mi tratamiento. Llegué a pedir plata en la calle para tomar. Primero me daba vergüenza, después ya no”.
Acentúa la palabra determinación por sobre la decisión. Y el haber recuperado el disco rígido para reencontrarse con el instrumento y con la música. “A los 25 años ya era un alcohólico con freno y a los 30 ya no lo tenía. El alcohol sólo te entrega egoísmo e irreverencia. Mis intenciones ahora son morirme de viejito, en una hamaca paraguaya y con una plantita al lado”.
Por Ismael Tebes / itebes@grupojornada.com
Válvula caliente y que a dos metros de un parlante se te vuele la peluca”. Una definición del sonido “Titín” Naves en nombre propio. El ex líder de los 113 Vicios presentó su segundo disco, proyecta tocar en Europa y seguir “rockeando” en el escenario que cuadre. En charla exclusiva con JORNADA definió como “caprichosa” la despedida de la emblemática banda local y describió el efecto salvador que tuvo la música en su vida, al límite mismo de las adicciones. ”Vivir de la música es muy difícil. A mí me llevó muchísimo tiempo y ni siquiera hoy puedo decir que vivo íntegramente de lo que hago. Si dependiera de eso, estaría jugando con el destino y conmigo mismo. No existe un fijo mensual excepto por los registros discográficos que te aseguran un dinero cada cuatro meses dependiendo de cuántas veces difundan un tema tuyo”.
Según Naves ningún tema superará al que está por venir. Y nunca deja de fluir lo creativo. “El mejor tema siempre es el que está por venir, sino te pondrías un techo en la música. La mejor canción es la que todavía no hice, la que quizás tenga en la cabeza. Hay melodías que me cautivan mucho, me pongo en la piel de la gente y siento que si me gusta a mi, también le puede gustar a los demás”.
Partidario del “hacer” elige combinar cabeza y corazón. Tocar tres horas por día; hacer yoga y hacer del mate, su hábito principal, un socio para crear. “Mis letras hablan siempre de vivencias mías. No hay una demagogia. Escribo lo que veo y por lo tanto me considero, un cronista de la vida. Arriba del escenario soy un emisor, un cronista con un instrumento que cuenta la noticia sin que nadie me la cuente”.
Antes y después, los 113 Vicios lograron meterse en los oídos de un par de generaciones. Y la historia, con dos recitales multitudinarios pareció cerrarse. O hasta ahí “Fue una cagada. Es una pena quitarle a la gente, uno o diez recitales más y quitarnos a nosotros mismos, las ganas de tocar. Me parece una decisión caprichosa pero respetable. Podríamos haber creado más, había mucha capacidad para hacerlo”.
“A los tres –reconoce- por separado, tan tan bien no nos va. Podríamos haber “paralelizado” nuestras carreras y haberle dado más recitales a la gente. Por lo menos una vez al año. Fue caprichoso, agarrado de los pelos y muy desprolijo eso de despedirse. Cuando me bajé de “Hasta siempre” me largué a llorar y estuve como dos días así, con una tristeza muy grande. Tuve un sentimiento de horfandad como si se hubieran muerto mi papá y mi mamá al mismo tiempo. Quedé como un ciego esperando el sol. Sabía que los Vicios no íbamos a volver nunca más. Y tampoco lo que generamos en el público. Nos fuímos como si no tuviéramos nada más para dar”.
“Titín” o simplemente Avelino como reza el DNI transita un camino solista que a su vez, lo ha llevado a buscar su propio toque de calidad. ”Hace veinte años pensaba de otra forma, era arrebatado, mucho más al hueso y más punk. Ahora no soy un nono pero estoy más calmo y más tranquilo. Apuesto al diálogo si la situación lo merece y sino pido permiso, me corro y me voy si no es mi espacio”.
Reconoce que el roce y la amistad con grandes músicos de la escena del rock argentino como Juan del Barrio y Palo Pandolfo lo han instalado en una galería privilegiada. Y que su segundo disco –“El país de la melancolía- tiene más de su estilo incorporado. “Le puse toda la bronca contenida . Cuando lo terminé la mitad del disco no me gustó. Casi todos los músicos queremos grabarlo de vuelta. En esta etapa soy productor artístico y ejecutivo busqué darle un formato trío power y lo logré. Hay valores agregados que hacen que los temas reversionados tengan otra impronta y otro sonido. Grabé temas del disco anterior pero distinto, a mi manera. Es toda una limpieza espiritual. Escucharlo para mí es como tomarme un laxante. Las voces se escuchan perfectamente y el secreto está en que se entiendan las letras también. Me siento muy cómodo tocando y cantando como en los 113 Vicios” dice exaltando una virtud de natura otorgada a unos pocos como Iorio o Sting.
“Mi proyecto es irme a Europa. Hay una posibilidad de viajar a tocar y de firmar un contrato con una compañía discográfica muy grande que arma giras por Europa como parte de otros shows de jazz o bandas clásicas con previas de rock and roll. No es que apunto a eso. Ellos me apuntaron a mí, veremos si me pegan”, tiró.
Naves (47) arrancó en el 84’ con “Stars”, su primera banda y continuó con “Escote V” y “Vitreaux”. Hoy tiene 2 hijos; 5 guitarras, un ukelele, un bajo acústico y uno original de orígen sueco modelo 1.968, comprado por su padre en una casa de música que después intentó recuperarlo debido a su alto valor. “Después me hicieron comprar un Fender Jazz Bass que uso ahora. Es “el” sonido, un bajo contundente y con la nota metida ahí”.
El peor infierno
“Titín” recuerda la fecha del 20 de agosto de 2.007 como la de un nuevo nacimiento. “Desde ese día, no volví a tomar. Inclusive cuando hacemos asados, llevo el vino pero para obsequiárselo a mis amigos”. Los excesos lo llevaron al peor de los infiernos, a superar cualquier límite de coherencia. “Estuve ocho años internados en siquiatría, tenía las manos deformadas y nadie me iba a ver porque mis amigos no eran una visita apropiada para mi tratamiento. Llegué a pedir plata en la calle para tomar. Primero me daba vergüenza, después ya no”.
Acentúa la palabra determinación por sobre la decisión. Y el haber recuperado el disco rígido para reencontrarse con el instrumento y con la música. “A los 25 años ya era un alcohólico con freno y a los 30 ya no lo tenía. El alcohol sólo te entrega egoísmo e irreverencia. Mis intenciones ahora son morirme de viejito, en una hamaca paraguaya y con una plantita al lado”.