Los martes, orquídeas

Columna de opinión.

14 MAR 2015 - 22:14 | Actualizado 12 NOV 2022 - 3:35

Por Daniela Patricia Almirón / En Twitter: @almirond

Al Pacino, tan ídolo, que pareciera su último amor es una dama argentina. Marcado quizás por su actuación en “El Padrino”, e inolvidable en tantos otros personajes, como la remake de “Perfume de Mujer” que le valió un Oscar a mejor actor. Protagonizó junto a Michelle Pfeiffer la película “Frankie & Johnny”. En este film hay un momento en que le regala una flor, hecha por él mismo. Talla una rosa en una papa, le pincha un tenedor a modo de tallo, y luego la sumerge en agua de remolachas, así se la ofrece a “Frankie”, al terminar un día agobiante. Él es un ex presidiario, contratado como cocinero, en el mismo bar donde ella es camarera.

Entre tanto cine visto con mi madre, en siestas previas de ir a clase en la facultad, me insufló ciertos fanatismos cinéfilos del ´40: Zully Moreno, Delia Garcés, Amelia Bence y los ojos más lindos del mundo, Roberto Escalada, Arturo de Córdoba, Hugo del Carril, Mirtha Legrand, y uno de sus preferidos, Juan Carlos Thorry.

Cuentan que la madre de Mirtha Legrand habría tenido que firmar la autorización para que filmara aquel éxito de “Los martes, orquídeas” con Juan Carlos Thorry, entre otros. También se cuenta que ni su madre ni la de Delia Garcés autorizaban se besaran en las películas por ellas protagonizadas. Mirtha rondaba los quince años cuando la filmó. Un Juan Carlos Thorry tan picaresco, cómico y fresco, como lo era en cada entrevista que le hacían, estando ya muy mayor, más de 80 años, no perdía ese tono de chico pillo.

Juntos hicieron también “La pequeña señora de Pérez”, y luego “La señora de Pérez se divorcia.” Sí, se divorcia, estrenada en el año 1945. Fueron una dupla marketinera sin duda y que al público le gustaba.

“Los martes, orquídeas” fue llevada a Hollywood con Rita Hayworth y Fred Astaire.

Cuando mi madre falleció, la hermana de mi cuñada, cuyos hijos la agenciaron de abuela, dijo de ella “era tan delicada como una flor”.

Es cortés siendo invitados a comer a la casa de amigos obsequiar flores para la dama, cigarros para el caballero.

Las flores, ahhh y tan variadas en la naturaleza, tan delicadas e inocuas algunas, y tan peligrosas y desagradables otras.

He regalado y me han regalado flores. Me gusta entregarlas y me gusta recibirlas. La flor por sí misma no es ni buena ni mala. En términos comunicacionales, y como el mensaje es de quien lo recibe, cada quien sabe la razón de entregarlas, y cada quién la de recibirlas. En el medio, un buen feedback, si es necesario, podrá esclarecer alguna duda.

Si quien la entrega espera algo a cambio, es un tema de quien entrega. Si quien las recibe entiende que debe entregar algo, es su tema. Si es un obsequio, ¡es un obsequio y ya! El simbolismo con el que podamos impregnar el gesto es quizás cultural.

Viene a mí un cuento de Juana de Ibarbourou “Los crisantemos”. Será que cuando lo leía tenía mi propio cementerio del pueblo, y a mi madre y mis tías, cortando rosas en el jardín, y calas, porque mi tía tenía calas, que me resultaban tan exóticas. Y allá íbamos, a cambiar el agua y las flores a nuestros seres queridos, como un acto de aprecio, de cuidado, de recuerdo.

La aplicación de mensajería telefónica de Whatsapp cuenta, entre tanto dibujito para enviar, caritas y demás, una selección de flores, lindas, coloridas. Me veo enviándolas y recibiéndolas, por igual, de amigas y amigos. Y sí, es un mensaje pacífico y atento, en algún punto y en ese intercambio por ejemplo.

Días pasados en la sede Puerto Madryn de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, y promovido por el Colegio de Abogados de esa ciudad también, se brindó una conferencia sobre actualización en materia de Derecho de Familia, en relación al nuevo Código Civil y Comercial unificado, que comenzará a regir desde el 1° de agosto próximo. La charla fue brindada por una especialista e integrante del equipo que trabajó en la reforma del Código en esa materia, la Dra. Marisa Herrera.

Este nuevo código, y al menos en esa materia que tomo ahora aquí, nos sitúa ante cambios de paradigmas, a los ciudadanos, y a jueces y operadores jurídicos, que lidiarán con el mismo, al dictar sentencia y/o al momento de decisiones varias a las que puedan ser instados.

En su exposición, la especialista usó dos pensamientos orientadores. Uno, la frase de Octavio Paz que dice “Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo... Del miedo al cambio.”

El ser humano es resistente al cambio, sí, de salir de espacios conocidos hacia aquellos desconocidos e inciertos. A veces no gusta la situación, pero es manejable porque se conoce en sus consecuencias. Las otras no.

El segundo pensamiento es la frase atribuida a Albert Einstein “La mente es como un paracaídas, sólo funciona si se abre.”

Quien se lanza en paracaídas, tiene mi mayor admiración. Si me propusiesen mediar entre palestinos e israelíes, me subiría ya mismo a un avión, volando hacia allí. Pero poner el cuerpo, ahí, a metros y metros de la tierra, pendiendo de que se abra, la red inversa, bueno, me resisto un poco más.

Abrir la mente para saltar el miedo, la propia, la de cada cual, con su bagaje de percepciones, historias, y construcciones, requiere aprendizaje y ejercicio, opino. Como hacer quizás el entrenamiento previo para aprender a lanzarse en paracaídas o hacerlo junto con otro, que conoce la técnica, y así poder aprenderla.

El artículo 19 de nuestra Constitución Nacional dice “Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe.” Este es un eje guía ante la propuesta de cambios de paradigmas, plasmadas en el caso, en materia de familia en el nuevo código.

¿Qué aceptamos? ¿Por qué? ¿Para qué? Ni esconder ni confundir. Una hipótesis puede ser, nos informemos, aprendamos, seamos libres, autónomos. Al dar y al recibir. Que un dedo no tape el sol, ni el árbol el bosque, ni una flor el maltrato.#

Daniela Patricia Almirón es abogada-mediadora.

14 MAR 2015 - 22:14

Por Daniela Patricia Almirón / En Twitter: @almirond

Al Pacino, tan ídolo, que pareciera su último amor es una dama argentina. Marcado quizás por su actuación en “El Padrino”, e inolvidable en tantos otros personajes, como la remake de “Perfume de Mujer” que le valió un Oscar a mejor actor. Protagonizó junto a Michelle Pfeiffer la película “Frankie & Johnny”. En este film hay un momento en que le regala una flor, hecha por él mismo. Talla una rosa en una papa, le pincha un tenedor a modo de tallo, y luego la sumerge en agua de remolachas, así se la ofrece a “Frankie”, al terminar un día agobiante. Él es un ex presidiario, contratado como cocinero, en el mismo bar donde ella es camarera.

Entre tanto cine visto con mi madre, en siestas previas de ir a clase en la facultad, me insufló ciertos fanatismos cinéfilos del ´40: Zully Moreno, Delia Garcés, Amelia Bence y los ojos más lindos del mundo, Roberto Escalada, Arturo de Córdoba, Hugo del Carril, Mirtha Legrand, y uno de sus preferidos, Juan Carlos Thorry.

Cuentan que la madre de Mirtha Legrand habría tenido que firmar la autorización para que filmara aquel éxito de “Los martes, orquídeas” con Juan Carlos Thorry, entre otros. También se cuenta que ni su madre ni la de Delia Garcés autorizaban se besaran en las películas por ellas protagonizadas. Mirtha rondaba los quince años cuando la filmó. Un Juan Carlos Thorry tan picaresco, cómico y fresco, como lo era en cada entrevista que le hacían, estando ya muy mayor, más de 80 años, no perdía ese tono de chico pillo.

Juntos hicieron también “La pequeña señora de Pérez”, y luego “La señora de Pérez se divorcia.” Sí, se divorcia, estrenada en el año 1945. Fueron una dupla marketinera sin duda y que al público le gustaba.

“Los martes, orquídeas” fue llevada a Hollywood con Rita Hayworth y Fred Astaire.

Cuando mi madre falleció, la hermana de mi cuñada, cuyos hijos la agenciaron de abuela, dijo de ella “era tan delicada como una flor”.

Es cortés siendo invitados a comer a la casa de amigos obsequiar flores para la dama, cigarros para el caballero.

Las flores, ahhh y tan variadas en la naturaleza, tan delicadas e inocuas algunas, y tan peligrosas y desagradables otras.

He regalado y me han regalado flores. Me gusta entregarlas y me gusta recibirlas. La flor por sí misma no es ni buena ni mala. En términos comunicacionales, y como el mensaje es de quien lo recibe, cada quien sabe la razón de entregarlas, y cada quién la de recibirlas. En el medio, un buen feedback, si es necesario, podrá esclarecer alguna duda.

Si quien la entrega espera algo a cambio, es un tema de quien entrega. Si quien las recibe entiende que debe entregar algo, es su tema. Si es un obsequio, ¡es un obsequio y ya! El simbolismo con el que podamos impregnar el gesto es quizás cultural.

Viene a mí un cuento de Juana de Ibarbourou “Los crisantemos”. Será que cuando lo leía tenía mi propio cementerio del pueblo, y a mi madre y mis tías, cortando rosas en el jardín, y calas, porque mi tía tenía calas, que me resultaban tan exóticas. Y allá íbamos, a cambiar el agua y las flores a nuestros seres queridos, como un acto de aprecio, de cuidado, de recuerdo.

La aplicación de mensajería telefónica de Whatsapp cuenta, entre tanto dibujito para enviar, caritas y demás, una selección de flores, lindas, coloridas. Me veo enviándolas y recibiéndolas, por igual, de amigas y amigos. Y sí, es un mensaje pacífico y atento, en algún punto y en ese intercambio por ejemplo.

Días pasados en la sede Puerto Madryn de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, y promovido por el Colegio de Abogados de esa ciudad también, se brindó una conferencia sobre actualización en materia de Derecho de Familia, en relación al nuevo Código Civil y Comercial unificado, que comenzará a regir desde el 1° de agosto próximo. La charla fue brindada por una especialista e integrante del equipo que trabajó en la reforma del Código en esa materia, la Dra. Marisa Herrera.

Este nuevo código, y al menos en esa materia que tomo ahora aquí, nos sitúa ante cambios de paradigmas, a los ciudadanos, y a jueces y operadores jurídicos, que lidiarán con el mismo, al dictar sentencia y/o al momento de decisiones varias a las que puedan ser instados.

En su exposición, la especialista usó dos pensamientos orientadores. Uno, la frase de Octavio Paz que dice “Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo... Del miedo al cambio.”

El ser humano es resistente al cambio, sí, de salir de espacios conocidos hacia aquellos desconocidos e inciertos. A veces no gusta la situación, pero es manejable porque se conoce en sus consecuencias. Las otras no.

El segundo pensamiento es la frase atribuida a Albert Einstein “La mente es como un paracaídas, sólo funciona si se abre.”

Quien se lanza en paracaídas, tiene mi mayor admiración. Si me propusiesen mediar entre palestinos e israelíes, me subiría ya mismo a un avión, volando hacia allí. Pero poner el cuerpo, ahí, a metros y metros de la tierra, pendiendo de que se abra, la red inversa, bueno, me resisto un poco más.

Abrir la mente para saltar el miedo, la propia, la de cada cual, con su bagaje de percepciones, historias, y construcciones, requiere aprendizaje y ejercicio, opino. Como hacer quizás el entrenamiento previo para aprender a lanzarse en paracaídas o hacerlo junto con otro, que conoce la técnica, y así poder aprenderla.

El artículo 19 de nuestra Constitución Nacional dice “Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe.” Este es un eje guía ante la propuesta de cambios de paradigmas, plasmadas en el caso, en materia de familia en el nuevo código.

¿Qué aceptamos? ¿Por qué? ¿Para qué? Ni esconder ni confundir. Una hipótesis puede ser, nos informemos, aprendamos, seamos libres, autónomos. Al dar y al recibir. Que un dedo no tape el sol, ni el árbol el bosque, ni una flor el maltrato.#

Daniela Patricia Almirón es abogada-mediadora.